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La Distancia De Los Corazones
La Distancia De Los Corazones
La Distancia De Los Corazones
Libro electrónico193 páginas2 horas

La Distancia De Los Corazones

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Información de este libro electrónico

Unas mujeres enfrentan las decisiones de un camino lleno de incertidumbre en búsqueda de una anhelada felicidad con la esperanza de encontrar su verdadero amor.

En medio de un mundo viejo que muere y un mundo nuevo que nace algunas veces la felicidad en esta vida nos puede resultar esquiva, pero ¿es la vida justa?

Ven y recorre esta historia a través da las letras de sus páginas para que obtengas tus propias conclusiones y compruebes cuan lejana es la distancia de los corazones.

Escrito desde la profunda esencia del autor libre de prejuicios.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 ene 2022
ISBN9781005236687
La Distancia De Los Corazones
Autor

Juan C. Fernandez Leyva

Juan C. Fernandez Leyva was born in Valledupar, Colombia on November 2, 1979. Lover of letters and good stories. A believer in the power of words and the importance of writing.Passionate about performing work with his own hands. The reason why he enjoys his work as a carpenter, painter, engineer, and writer. Preferring to start and develop his stories by writing by hand. Thus, delighting in the brush of the pen with the paper. Impregnating the environment with the smell of ink.Defender of nature and animals. In love with the creator's divine gifts and his infinite goodness. Currently residing in the beautiful city of Cartagena de Indias. A wonderful place where he has explored the imagination applied to daily life.

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    La Distancia De Los Corazones - Juan C. Fernandez Leyva

    LA DISTANCIA DE LOS CORAZONES

    Juan C. Fernandez Leyva

    Copyright © 2021 Juan C. Fernández Leyva

    Smashwords Edition

    Por siempre agradecido de haberte conocido

    Prólogo

    Una mujer enfrenta las decisiones de una vida incierta con la voluntad de su corazón para encontrar el verdadero amor. Algunas veces la felicidad en esta vida nos puede resultar esquiva, pero ¿es la vida justa?

    Ven y recorre esta historia a través de las letras de sus páginas para obtener tus propias conclusiones y comprobar así cuan lejana es la distancia de los corazones.

    Capítulo 1

    Era una mañana gris de espesos nubarrones. La fría sensación armonizaba con mis emociones y una intrusa melancolía ensombrecía mi sonrisa. Me acerqué a la enorme ventana de vista panorámica a observar las nubes del cielo, pero mi atención quedó capturada por las pequeñas gotas de lluvia que al otro lado del cristal se iban deslizando hacia abajo. El frio aire me sobrecogía en su gélido umbral mientras que la serena lluvia me ayudaba a fluir mis sentimientos, quizás no estuviera contento, pero una pizca de tristeza también es necesaria para ser feliz.

    Hipnotizado por el efecto de ver las gotas caer, alcancé un estado reflexivo que me llevó al recuerdo cuando enfrentando las dificultades mantuve la convicción de construir un futuro mejor. Catorce años, un mundo de sueños e ilusiones por delante, en definitiva, era determinante mantener a flote la oportunidad para escapar de la pobreza.

    La irresponsabilidad y alcoholismo de un padre se habían vuelto intolerables. Mamá había decidido alejarnos y creo que aquella fue una sabia decisión, creencia que quedó reafirmada la noche que nos fuimos a dormir con el estómago vacío.

    Mi padre regresó en horas de la madrugada con actitud agresiva, vivíamos en una diminuta casa con solo una habitación donde dormíamos apretujados. Mi hermano menor y yo dormíamos sobre una delgada colchoneta que desenrollábamos en el suelo. Mi madre compartía con mi padre un colchón que arrojaban al piso y mi hermana quien dormía sobre su cama. Quedaba muy poco espacio para moverse, pero a pesar de aquello nuestra casa era un sitio limpio y acogedor.

    Los inconvenientes resultaban cuando papá regresaba de noche en medio de alguna borrachera teniendo literalmente que caminar sobre nosotros. Yo por mi parte intentaba ignorar el momento en que aparecía vociferando expresiones que no deberían ser usadas en el seno de un hogar. Alguien diría que las palabras no lastiman, pero si lo hacen, causando a veces profundas heridas. Algunas difíciles de sanar, pero el trauma de la violencia física es indescriptible. Esa horrible sensación, repugnante y condenable, toxico veneno que contamina la semilla de la sociedad. Como desearía borrarlas por completo de mi memoria, así como también el recuerdo de esa noche.

    Llegó como era habitual en sus borracheras con la insistente intensión ensañarse con nuestra madre, <<como era esto posible>> pensaba, incapaz de comprender lo que ocurría. Se supone que un hombre encuentra la paz en su casa, el castillo donde es un rey. El concepto de violencia intrafamiliar era algo que mi cabeza no concebía, bendita sea la inocencia de los niños, pero aquel sería un día distinto, uno que me marcaria por siempre.

    Debo confesarles que nunca he hablado de esto y tampoco quisiera hacerlo, pero lo dejo en evidencia con el ánimo de ayudar a eliminarlo de la faz de la tierra. Libre de cualquier resentimiento, a mi padre lo amo con todo mi corazón. Ignorante también él una víctima fue, pero el camino ha recorrido y en el pasado ha quedado, el acero forjado fuego enfrentó, yunque y martillo también soportó.

    Seria alrededor de la media noche cuando un chirriante ruido me despertó, era papá que desde afuera removía los vidrios de la ventana para abrir la puerta. Mamá la dejaba sin seguro para que él pudiera entrar. Al entrar lo hacía con el mayor ruido posible, anunciando su regreso al lanzar la puerta contra el marco. El seco golpe retumbaba en las cuatro paredes de la habitación, aquel era el cierre de su primer acto.

    Después de su preámbulo, atravesaba la habitación con el menor cuidado, pisoteando a mi hermano menor y a mí para cruzar a la cocina. Encendía las luces para buscar comida, pero aquel día encontraría lo mismo que nosotros ese día. Furioso arrojaba los sartenes y las ollas contra el piso, creando un tenebroso estruendo. El miedo se hacía palpable, yo apretaba mis ojos esforzándome por volver a dormir, ignorar la realidad y negar en mi mente que aquello fuera verdad.

    Sin nada más que arrojar regresó cruzando la pequeña habitación, pero esta vez pellizcó la piel de mi brazo entre su zapato y la delgada colchoneta. Mis ojos destellaron por el punzante dolor que me recorrió hasta la médula, un ardor focalizado como picadura de avispa. Mi flacucho brazo que debía parecer una ramita de árbol. Podría ignorar el ruido, el miedo y hasta el insoportable calor, pero quien podría ignorar el dolor.

    Deshice cualquier intención por conciliar el sueño, toda acción tiene su reacción y el dolor se convirtió en valor. Ahora lo debo aceptar. Liberándome de mi esfuerzo abrí mis ojos, lo vi acercarse con la jarra del agua fría en su mano y deteniéndose a un lado de mamá dejo caer el agua sobre su cuerpo dormido.

    No creo que ella supiera lo que pasaba, porque saltó como relámpago, solo segundos después pudo tener conciencia de lo ocurrido. Se levantó y alzó su voz en protesta por el abuso de papá, era la primera vez que papá pasaba de las palabras a la acción.

    Mamá en su angustia contenía su fiera impotencia escondida en el eco de su voz, reacomodo el colchón volteándolo y arrojando las sábanas húmedas a un rincón ignoró aquella provocación. Se acostó en la orilla del colchón con la bata húmeda adherida a su piel y recogiendo sus piernas dio la espalda a mi padre como queriendo encontrar un cálido refugio.

    Su acto de coraje había enfurecido al demonio que poseía a papá que insatisfecho con su cobarde actuación arrojó la jarra vacía contra el cuerpo de mamá. La jarra golpeó en su espalda rebotando contra la pared, luego se lanzó empujándola fuera del colchón, mamá rodó al suelo y un grito ahogado escapó de su garganta, un desesperado lamento que en medio de un reprimido llanto imploró.

    ―¡Ayúdenme!

    En ese preciso instante sentí la angustia de mamá, su ahogado grito penetró en lo más profundo de mí ser como punzada que despertó la conexión de un hijo con su madre. Podría haber tolerado el agresivo comportamiento de papá, pude haberlo soportado.

    Quizás hasta el miedo enfermizo que se había convertido en su cómplice. Aunque había decidido enfrentarlo con paciencia, buscando la comprensión a su brutalidad, enfrentarlo con el afecto y respecto de un hijo hacia su padre. Pero aquel grito de mi madre había sido más fuerte que todo aquello, despertando algún agresivo instinto contenido dentro de mí, de un impulso salté de la colchoneta arrojándome sobre su espalda, lo sujeté por su cuello e impulsándome con mis piernas contra la pared logré derribarlo.

    Él torpe como bestia trataba de levantarse, pero no podía permitírselo, por mi seguridad, no podía. Lo agarré por sus cabellos sujetándolos con todas mis fuerzas con ambas manos forzándolo a mantenerse en el suelo para continuar golpeándolo, cuando el grito de mi madre me detuvo.

    Recapacité volviendo a mi forma natural, solo bastó el grito de mi madre para que mi corazón y mi respiración se apaciguaran. Agobiado por el hecho me acosté sobre la colchoneta mirando hacia arriba, miraba el vacío con arrepentimiento, pensé que aquella noche no dormiría, pero el silencio se había adueñado de la habitación. Mi padre yacía dormido sobre el piso descubierto, ahora volvía a reinar la paz y una penumbra envolvió mis ojos hasta quedar sumido en un sueño profundo.

    Al día siguiente desperté sin remordimiento alguno, ligero como la brizna de la mañana, mamá preparaba el desayuno y el olor de la comida inundaba la habitación. Me levanté de la colchoneta y mamá me sirvió una generosa taza de café recién preparado, me alejé al patio a respirar el fresco aire de la serena mañana. El delicioso aroma del café me hacía feliz, era como si nada hubiera pasado, como si se tratara de una horrible pesadilla y el único que la recordara fuera yo.

    Nadie dijo una palabra al respecto, pero aquella pesadilla fue tan real como la jarra partida que estaba sobre la mesa, así como también lo eran las dos almohadas que se secaban colgadas en un alambre del patio, irrefutables evidencias de una real pesadilla. Incapaz de mencionar una palabra de lo ocurrido, tomé mi primer sorbo de café mientras miraba las almohadas entre la delgada capa de neblina, abúlico cuadro surrealista.

    Regresé a la cocina y escuché a mamá llamar a papá para que se levantara del frio piso y se acostara sobre el colchón, pero él todavía inconsciente no se levantaba. La verdad no quería ver aquella escena y preferí quedarme en la cocina contemplando la infinita bondad de mamá.

    Mi hermano menor despertó y mamá servía un delicioso desayuno. Al menos esto era algo bueno, siempre que papá llegaba borracho mamá requisaba sus bolsillos y tomaba dinero para comprar comida. El dulce aroma del desayuno me regalaba el aliento de prosperidad que tanto me gusta, también vi sobre la mesa de la cocina algunas monedas y un par de billetes que me llenaron de esperanzas, otorgándome la confianza de luchar por mis metas.

    De regreso frente del amplio ventanal los finos rayos del sol empezaban a atravesar las nubes y la lluvia dejaba de caer. El aroma del café recién preparado me devolvió a la realidad del tiempo. Inspiré profundo llenando mis pulmones de aire y salí en busca de una taza de café para el inicio de mi jornada laboral. Este día gris era sin duda uno de esos días que, aunque te aflijan los recuerdos, levantas la mirada, convencido de estar bien, esbozas tu mejor sonrisa y te dices a ti mismo, <<estoy saludable, voy hacia adelante, lo tengo todo y no me falta nada>>. Bueno es lo que hago en estos casos.

    Inició mi día de trabajo, reunidos en medio de estas infructuosas discusiones, la monotonía me absorbe hasta los huesos. Discreto observo a los presentes que realizan intervenciones animosas y hago un esfuerzo por entrar en armonía, pero es tan miserable que soy incapaz de producir un ápice de satisfacción propia.

    La verdad no me siento digno de pertenecer a un grupo con tanto positivismo, sin embargo, esbozo mi mejor sonrisa y realizo una intervención adornada por algunos tecnicismos. Sería mejor mantenerme dentro del sesgo de confirmación aquello facilitaría mi aceptación, o podrías exponer un divergente punto de vista con argumentos lógicos y entonces quizás obtendría el título del escéptico que prefieren evitar.

    Termina la reunión, ahora estoy solo, puedo ser yo mismo, miro hacia afuera y la serena mañana empaña los vidrios de la amplia sala que por amplia no es suficiente para dejar de sentirme como un tiburón atrapado. Camino tranquilo de un lado al otro, respirando despacio e intentando destrozar la ansiedad que con insistente súplica se adhiere a mis pensamientos.

    Finalizó el día y mi jornada también, llegó la noche, ahora el resto de mi tiempo era tan exiguo que debía hacer un esfuerzo por cumplir con mis tareas personales. Llegar a casa, darme una buena ducha y un tiempo para leer, esto sin descuidar el tiempo necesario para descansar. Es cierto, las circunstancias nos abruman, pero es lo que hay. Había entendido esto y aprendí a encontrar las pequeñas oportunidades para acceder a las grandes posibilidades.

    Después de las jornadas diurnas, continuaba las nocturnas que eran las más duras, pero me emocionaba que después de esas noches podría salir a disfrutar de un merecido descanso. Además, la monótona rutina dejaba pocas oportunidades para desarrollar mi intelecto, por fortuna mi aprendizaje lo confiaba al estudio de los temas de mi interés y a la lectura de obras literarias durante mi descanso.

    Capítulo 2

    Terminó mi turno y regresaba contento a casa. Ahora sobre mi cama pensaba en aquel libro motivador que había leído en mi descanso, pensaba en ello y en su lección, hasta que el sueño me abrazó en su seno. Después de un restaurador descanso desperté de buen ánimo, es hora de una ducha, una en la que decides lavarte el cabello con abundante shampoo, ah sí, por cierto, luego el acondicionador, una perfecta afeitada, una ropa bonita y un peinado conservador, sin olvidar un poco tu colonia favorita.

    Nada mejor para empezar a disfrutar el tiempo libre. Me dolía un poco la cabeza, algunas veces debido al cansancio me quedaba dormido en cualquier posición en la que me acostaba. El dolor empezaba desde la base del cuello recorriendo la nuca hasta el lado derecho de mi cabeza, <<quizás el ejercicio me ayude>>, pensé. Está bien, así será, resolví entonces colocarme la sudadera gris, camiseta blanca y tenis de correr. Ir al gimnasio es una buena idea, mis energías estaban al máximo, sería bueno dejarlas fluir, que recorran mi cuerpo y me devuelvan a la vida.

    Empecé mi entrenamiento con actividad cardiovascular trotando sobre la banda, sonaba la música recreando un ambiente de euforia y después de diez minutos ya me sentía un hombre renovado. La temperatura de mi cuerpo aumentaba a un ritmo lento y continuo, <<creo que será un buen momento para entrenar mis piernas>>, pensé.

    Era la hora de mayor ocupación del gimnasio, gran parte de las máquinas estaban ocupadas. Para mí era incómodo tener compañía durante mis ejercicios, este espacio estaba reservado para mí y mis pensamientos, prefería esperar y conservar mi ostracismo.

    Me fui hasta el fondo buscando un lugar apartado y allí empecé la rutina, <<¡rayos esas sentadillas son matadoras!>>, con pasos temblorosos me dirigí hasta a la zona de máquinas, pero continuaban ocupadas. En fin, igual me siento muy bien y lo estoy disfrutando, me deshice de los auriculares para secarles el sudor esperando que desocuparan alguna máquina, fue justo allí cuando escuché su voz.

    ―¿Estas esperando esta máquina? ―me preguntó con encantadora gentileza, de aquellas que son imposibles pasar por alto―, si quieres puedes usarla conmigo.

    Miré a quien me hablaba y allí estaba ella con un par de hermosos ojos café, mirada profunda y sincera sonrisa, tan natural como ella misma. Su largo y abundante cabello

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