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Origen de la santísima cruz de milagros de la ciudad de Querétaro
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Origen de la santísima cruz de milagros de la ciudad de Querétaro

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Origen de la santísima cruz de milagros de la ciudad de Querétaro es un documento no suficientemente conocido, a pesar de sus ecos en la historiografía panegírica de esta rica región del virreinato: por un lado, los cronistas franciscanos del siglo XVIII lo aprovecharon para crear una historia piadosa sobre el origen de esta ciudad, del Colegio Apostólico de Propaganda Fide y de la cruz de piedra que se venera en el interior de su iglesia; por otro, ha sido fuente de inspiración para los otomíes del Bajío, en el centronorte de México, para quienes las tradiciones sobre la conquista de los cazadores chichimecas, llevada a cabo por sus antepasados en el siglo XVI, son un factor básico en la conformación de la identidad étnica.
La presente edición ha exigido no poco trabajo a su editor, pues la modernización textual del documento ha buscado el equilibrio entre el respeto a la rústica variante del castellano que hablaba y escribía su autor, y la inteligibilidad para los lectores actuales; un equilibrio que obligó a una inteligente aplicación de los criterios de modernización con que esta colección ha pretendido manejarse. En cualquier caso, en aras de reducir la violencia que esta modernización supuso, se incluye también una transcripción paleográfica, útil a los interesados y a los especialistas en lingüística histórica. En suma, un perfecto ejemplar de mestizaje textual y filológico.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 ago 2017
ISBN9783954876631
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    Origen de la santísima cruz de milagros de la ciudad de Querétaro - Iberoamericana Editorial Vervuert

    paleográfica

    EL MANUSCRITO ORIGEN DE LA SANTÍSIMA CRUZ DE MILAGROS Y SU EDICIÓN

    PALABRAS PRELIMINARES

    El manuscrito que aquí se edita tiene un título que resume su contenido: Origen de la santísima cruz de milagros de la ciudad de Querétaro, fundación del pueblo de San Juan del Río y conquista de los chichimecos que estaban en el cerrito de Sangremal, donde al presente está el Colegio Apostólico de Propaganda Fide.¹ Ante la enorme importancia de este texto en la historia y la cultura regionales, se hace imprescindible la publicación de una versión nueva, preparada con rigor filológico, acompañada de un estudio crítico que permita comprender el origen y la naturaleza del documento. El texto, además de su valor como una manifestación de la memoria histórica otomí del siglo XVIII, puede valorarse como un documento literario, del género de la prosa épica, con características mitológicas. Contiene una de las más conocidas versiones del mito fundacional sobre la conquista y colonización del centro-norte de México por los otomíes, un proceso que se enlaza con la conquista española de esta región. Este mito ha tenido un impacto fuerte en la historiografía regional, desde su aparición en el siglo XVIII, y sigue siendo un elemento simbólico fundamental en la vida ritual y festiva de los habitantes de esta región.²

    Este documento, y otros que conforman el corpus documental que he llamado genéricamente las relaciones de Nicolás de San Luis, fueron redactados hacia finales del siglo XVII y principios del XVIII. Son para los otomíes de los estados de Querétaro y Guanajuato lo que fue la Ilíada para los antiguos griegos. Siguen siendo fuentes de inspiración para la construcción de las identidades étnicas, para la creación dancística y para otras manifestaciones de la vida ritual. Estos actos estéticos colectivos encierran, en su esencia, un espíritu de resistencia ante la imposición de la cultura europea. En ellos, los indígenas se apropiaron de símbolos de la dominación colonial, como Santiago y la santa cruz, integrándolos en su propia cosmovisión, mediante procesos discretos de resignificación. Estos símbolos, semánticamente reelaborados, son elementos claves en la definición y la replicación transgeneracional de la identidad étnica. Al mismo tiempo, el texto que llamaré aquí, de manera abreviada, Origen de la santísima cruz de milagros ha servido como instrumento para legitimar el poder eclesiástico en esta región y, paradójicamente, como mito fundacional que encierra las claves de la dominación colonial, desde la época novohispana hasta nuestros tiempos. No se puede comprender la sociedad del centro-norte de México sin tomar en cuenta las visiones indígenas de la conquista de esta región.

    Una versión preliminar del presente estudio introductorio fue preparada como ponencia para el I Coloquio de Edición de Textos Hispanoamericanos de los Siglos XVI-XVIII. Esta reunión académica se llevó a cabo en octubre de 2014, en la ciudad de San Luis Potosí. Su propósito medular fue tomar acuerdos sobre las características de la colección editorial llamada El Paraíso en el Nuevo Mundo.³

    El manuscrito que estoy presentando es una copia preparada en 1717, en la ciudad de Santiago de Querétaro, con base en un documento anterior, escrito por un autor otomí anónimo. Después de presentar una descripción general de este documento, trataré someramente su origen en el seno de una comunidad de hablantes del idioma otomí, su transcripción por un fraile franciscano y la influencia que ha tenido en la historiografía queretana desde entonces. Ubicaré este documento en el contexto de un corpus más amplio de narraciones épicas, las relaciones de Nicolás de San Luis, que constituyen un género literario otomí del periodo novohispano tardío. Estas relaciones comparten los rasgos esenciales de los títulos primordiales, escritos en los pueblos de indios de otras regiones de la Nueva España. Finalmente describiré los problemas que se presentaron durante el trabajo editorial, así como las estrategias usadas para resolverlos.

    EL TEXTO Y SU CONTEXTO

    El manuscrito Origen de la santísima cruz de milagros es muy conocido desde la época de su elaboración, aunque no fue publicado en su totalidad hasta mediados del siglo XX, como veremos más adelante. Su impacto en la historiografía regional ha sido enorme, a tal grado que ha eclipsado los documentos procedentes del siglo de la Conquista en la conformación de la memoria colectiva sobre los orígenes de la ciudad de Santiago de Querétaro. Los cronistas de la Orden de Frailes Menores, fundada por san Francisco de Asís, integraron la narración contenida en este manuscrito en sus versiones de la historia de la conquista de esta región. Desde entonces muchos historiadores han mezclado porciones de este relato con fragmentos tomados de fuentes más antiguas, para construir una visión del pasado que refleja los valores sociales e ideológicos de la sociedad abajeña⁴ de la época barroca, mismos que siguen vigentes entre amplios sectores de la sociedad contemporánea. Cabe mencionar que hay inconsistencias notorias entre la narración épica del manuscrito que nos ocupa aquí y los datos que podemos encontrar en los documentos del siglo XVI.

    Antes de hablar de este manuscrito y de otras fuentes documentales del mismo género, es preciso mencionar las dinámicas culturales regionales en el momento de la llegada de los conquistadores y colonos españoles, para que el lector tenga una idea básica del contexto histórico del cual emergió el texto que nos interesa aquí. Empezaré con una definición del Bajío. Esta región geográfica y cultural puede considerarse como la gran planicie que se extiende desde el valle donde hoy se encuentra la ciudad de Santiago de Querétaro, en el oriente, hasta León y Pénjamo, en el oeste de Guanajuato, así como las pendientes que la circundan, entre 1.600 y 2.000 metros sobre el nivel del mar. La región es atravesada de oriente a poniente por el río Lerma, que tiene su origen en el valle de Toluca. Esta corriente de agua penetra en el Bajío por el valle de Acámbaro, en el sureste del estado de Guanajuato; de ahí pasa entre cerros para regar las tierras de la planicie mayor, antes de salir del Bajío y desembocar en el lago de Chapala, en Jalisco; de este lago sale el río Santiago, para llevar estas aguas hasta el océano Pacífico. El río Laja corre desde el norte, pasando por Dolores Hidalgo, San Miguel de Allende y Comonfort, uniéndose con el Lerma un poco antes de su paso por Salamanca. Así, la subcuenca del río Laja también puede considerarse como una extensión del Bajío hacia el norte, atendiendo a las cotas de altura de sus tierras. El río Querétaro-Apaseo fluye desde el valle de Querétaro en el extremo oriental del Bajío para desembocar en el río Laja, cerca de Celaya. En el Bajío occidental, el río Guanajuato baja de la sierra del mismo nombre, por lo que la ciudad minera de Guanajuato, que se encuentra justo sobre la cota de los 2.000 metros, está en la orilla septentrional de esta región geográfica. El río Turbio y su afluente el Colorado descienden desde la frontera Guanajuato-Jalisco, de poniente a oriente, para rodear la sierra de Pénjamo antes de virar hacia el sur, pasando por el valle de Pénjamo, hasta desembocar en el Lerma.

    El Bajío, en el corazón del centro-norte de México, fue durante milenios una región de fronteras. Fue el lugar de encuentro entre las familias lingüísticas yutonahua, en el poniente, y otopame, en el oriente, con los tarascos en la parte meridional, de acuerdo con las extensiones territoriales de estos grupos en el siglo XVI, aunque hubo movimientos migratorios a lo largo de los siglos. Al sur de esta región se desarrollaron las sociedades agrícolas y urbanas de Mesoamérica, con poderosos señoríos, que desde centros urbanos monumentales dominaban otros asentamientos de menor jerarquía. Los nahuas, un pueblo yutonahua con raíces en el occidente de México, llevaron a cabo una serie de migraciones durante la segunda mitad del primer milenio de nuestra era, y los primeros siglos del segundo milenio, estableciéndose en los valles centrales de México y otras regiones de Mesoamérica. Los otomíes –así como sus parientes lingüísticos de la familia otopame, los mazahuas, los matlatzincas y ocuiltecos– tienen raíces milenarias en los valles centrales. Al norte del Bajío, las condiciones áridas del medio ambiente favorecían la vida nómada de los cazadores y recolectores, llamados genéricamente chichimecas, quienes hablaban una gran variedad de idiomas, unos de la familia yutonahua y otros de la familia otopame. La frontera septentrional de la civilización mesoamericana fluctuaba a lo largo de los siglos: unas veces se encontraba al sur del Bajío, otras veces dentro de esta región, y en algunos periodos al norte. Por ello encontramos restos de ciudades mesoamericanas en el Bajío, aunque estas habían estado abandonadas durante siglos cuando llegaron los primeros europeos. En las primeras décadas del siglo XVI, esta región era territorio chichimeca, con la excepción de algunos puestos fronterizos del imperio tarasco, en el sur de lo que hoy es el estado de Guanajuato, en Yuriria y Acámbaro.

    El tema del documento Origen de la santísima cruz de milagros es la conquista de la parte suroriental de este paisaje plurilingüe y multicultural, llamado en el siglo XVI la Gran Chichimeca, con énfasis en la fundación de los pueblos de indios de San Juan del Río y Santiago de Querétaro. Según la narración mítica plasmada en este manuscrito, los conquistadores fueron otomíes cristianos procedentes del valle del Mezquital, en lo que hoy es el noroeste del estado de Hidalgo y la zona colindante del estado de México, comisionados por el gobierno virreinal. Esta muestra de la tradición oral otomí, vertida en un texto alfabético, refleja de alguna manera los sucesos históricos del siglo XVI, aunque con una buena dosis de fantasía y con elementos simbólicos que reflejan las tradiciones culturales de las primeras décadas del siglo XVIII, cuando los otomíes del Bajío se encontraban inmersos en un proceso de asimilación en la sociedad multiétnica de esta región novohispana.

    Las fuentes documentales del siglo de la conquista española están fundamentalmente de acuerdo entre sí, en cuanto a los sucesos posteriores a la derrota de los imperios mexica y tarasco, y de varios señoríos indígenas de menor extensión. Poco después de la caída de Tenochtitlan, algunos grupos de otomíes se refugiaron entre los chichimecas del Bajío oriental para evitar el dominio de los invasores españoles. Después de algunos años, estos fueron integrados en el emergente sistema político, económico y social de la Nueva España, cuando se establecieron las primeras estancias ganaderas y misiones cristianas en esta región.⁷ El descubrimiento de minas de plata en Zacatecas en 1546, y la construcción de un camino entre la ciudad de México y las minas durante el siguiente lustro, fueron factores que detonaron un conflicto armado entre los españoles, con el apoyo de guerreros indígenas procedentes del sur, y los nómadas del Bajío y de las áridas tierras del norte de México. La Guerra Chichimeca duró cuatro largas décadas, de 1550 a 1590, y terminó con la derrota de los chichimecas, quienes huyeron hacia los márgenes de la Nueva España o se integraron en los asentamientos novohispanos, aprendiendo la doctrina y los ritos cristianos y abandonando su forma de vida ancestral.⁸

    Las versiones tardías de la conquista del Bajío, escritas por caciques otomíes hacia fines del siglo XVII o principios del XVIII, contienen una serie de narraciones épicas, parecidas entre sí, sobre el avance de un gran ejército conquistador de otomíes cristianizados, quienes se apoderan de la Gran Chichimeca en nombre del rey de España. Rastreando el origen de estas narraciones, las pistas nos conducen a un conjunto de textos, escritos en castellano y con cierta homogeneidad estilística, que hablan del conquistador otomí Nicolás de San Luis Montañez, descendiente de los antiguos señores de la región que hoy conocemos como el valle del Mezquital.

    Este personaje parece haber existido, y es posible que haya luchado contra los chichimecas indómitos durante la segunda mitad del siglo XVI, pero dejó una huella extremadamente escasa en los testimonios históricos que son contemporáneos a los hechos. Por ello es evidente que su papel de fundador de los pueblos del Bajío ha sido exagerado. Es posible que sus descendientes hayan sido los autores de las relaciones de Nicolás de San Luis, con el propósito de apuntalar el prestigio de sus linajes y sus privilegios como caciques.

    Recientemente, Juan Ricardo Jiménez Gómez publicó partes extensas del expediente del llamado Pleito Grande, entre las mitras de México y Michoacán, por los diezmos de Querétaro y su comarca. Estos documentos nos permiten una visión amplia y detallada sobre los primeros tiempos de este pueblo de indios, su fundación y su evangelización. En el estudio introductorio, Jiménez comenta: La tradición historiográfica del siglo XVII al XX ha enfatizado que los indios chichimecas fueron conquistados por tropas comandadas por cabecillas otomíes de la provincia de Xilotepeque, ya cristianos. El peso de esta versión es enorme y sigue de alguna forma vigente. Se refiere a las relaciones de Nicolás de San Luis. Más adelante agrega: en el caso de Querétaro no se tiene noticia de hechos de fuerza militar para someter a los chichimecas y otomíes que poblaban en la región. En una nota al pie, señala la falta de confiabilidad de estas relaciones tardías para la comprensión histórica de la fundación de Querétaro:

    Acerca de la versión legendaria de la conquista de Querétaro por los caudillos Fernando de Tapia y Nicolás de San Luis Montañez no hay una sola referencia en el extenso documento del Pleito Grande, ni en la Información de Guadalajara de 1573, por citar las fuentes de más reciente publicación, por ninguna de las partes contendientes. Me parece que debe privilegiarse en el análisis histórico la cercanía de las fuentes a los hechos, que en este caso consisten en los testimonios a los que me he referido de 1555 a 1584, incluyendo la versión oficial elaborada por Francisco Ramos de Cárdenas, La relación de Querétaro de 1582. Es probable que las fuentes historiográficas posteriores hayan alterado –por fines no conocidos, pero sin duda por algún interés–, los hechos duros, objetivos, que corresponden con una propuesta interpretativa de la realidad. Y por otro lado, el hecho de que hasta épocas muy recientes se hayan dado a luz nuevos hallazgos documentales del periodo ya referido, aunada la fuerza de la inercia, explica la repetición, incluso por autores serios, de la insostenible versión del papel atribuido en el proceso fundacional a Nicolás de San Luis Montañez.¹⁰

    Uno de los documentos más conocidos de este corpus de textos otomíes del periodo novohispano tardío es el manuscrito que aquí se edita: Origen de la santísima cruz de milagros. Hoy se encuentra en el Archivo General de los Franciscanos en Roma. El autor del texto que sirvió de fundamento para la transcripción de 1717 ubica su narración en el año de 1502, 17 años antes de la llegada de Hernán Cortés a Tenochtitlan, a pesar de que habla de conquistadores, virreyes y misioneros cristianos en la Nueva España. Hay varios anacronismos adicionales a lo largo del texto, incluyendo la conflación¹¹ de sucesos y personajes distintos en una narración mítica. Estas características literarias sugieren fuertemente que este relato se deriva de alguna manera de las tradiciones orales de los pueblos originarios del Bajío, quienes conservaban, en parte, la antigua manera mesoamericana de relatar su memoria histórica.

    La narración combina un estilo anecdótico, propio de la tradición indígena, con fórmulas jurídicas inspiradas en los textos administrativos españoles. Habla de la fundación de San Juan del Río, seguida por una batalla sin armas en Querétaro, con la participación de 25.329 otomíes cristianos contra el mismo número de chichimecos indómitos. Vale la pena detenernos en esta cifra, que a primera vista parece arbitraria. En el sistema vigesimal que usaban los otomíes y otros pueblos mesoamericanos, antes y después de la Conquista, este número es más armonioso de lo que parece en nuestro sistema decimal. Se puede registrar de la siguiente manera: 3.3.6.9 ([3 x 8000] + [3 x 400] + [6 x 20] + [9 x 1]).¹²

    Durante el enfrentamiento de los ejércitos de otomíes y chichimecas, según nuestro manuscrito, aparecen en el cielo el apóstol Santiago y una cruz luminosa. Un sacerdote español, Juan Bautista, es uno de los personajes. El documento habla también del origen de la santísima cruz de milagros, una escultura de piedra que se venera hasta nuestros días en la iglesia el ex Colegio Apostólico de Propaganda Fide, llamada popularmente la iglesia de la Cruz, en la ciudad de Santiago de Querétaro. Llama la atención el uso ocasional de la primera persona, poniendo discursos en la boca de don Nicolás de San Luis, quien ostenta los títulos de capitán general, congregador, conquistador, poblador, alcalde, fiscal, alguacil mayor y aun emperador. Según hemos visto, conocemos este documento por medio de la versión hecha en 1717 por fray Joseph Díez, guardián del referido colegio. Díez afirma que su fuente fue un cuaderno antiguo y maltratado, que para en el Archivo de este Colegio.¹³ No parece haber estado demasiado maltratado el documento, sin embargo, ya que el texto luce sin lagunas, salvo una que resulta de la ausencia de dos folios del interior del cuaderno mencionado, según nos informa el fraile en un escolio del folio 5 verso del manuscrito.

    En el

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