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Odisea Hacia La Oportunidad
Odisea Hacia La Oportunidad
Odisea Hacia La Oportunidad
Libro electrónico314 páginas5 horas

Odisea Hacia La Oportunidad

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En febrero de 1997, el poeta Hctor Blanco Tern ejerci su cargo de ponente de la primera edicin de Odisea hacia la oportunidad en La Casa de la Cultura de Ponferrada. En su ponencia afirmaba: En esta obra, el autor muestra una firme voluntad, forjada a lo largo de toda una vida, la cual avala una formacin moral e intelectual profunda y, desde luego, una inquietud firme y poderosa por sacarle honestamente a la vida el mejor partido La sencillez encantadora de su relato sincero y humano hace de su obra una segunda oportunidad para que el lector asuma la vida como algo hermoso. Conclua su ponencia con el siguiente poema que l mismo calific de sencillo:

Muestra el libro en su interior
Del que lo escribe su alma,
Con voluntad, con ardor,
Con vocacin y con calma.

Hay un sentir e ilusin,
Que avalan fuertes principios,
Un sensible corazn,
Mente limpia y sin prejuicios.

Los problemas de la vida
En vez de una adversidad
Para l, son cuesta subida
Son, una oportunidad.

Lean Ustedes el libro.
Gocen de su intimidad.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento31 jul 2013
ISBN9781463361884
Odisea Hacia La Oportunidad
Autor

Roger R. Fernández

Roger R. Fernández nace en 1934 en Salas de los Barrios, región del Bierzo, España. Actualmente vive jubilado en Glendale, California.,br/> A principios de los años 40 tiene la oportunidad de estudiar en Tuy (Galicia, España), luego en Grugliasco (cerca de Turín, Italia) y, aún más tarde, en Poughkeepsie (Nueva York, Estados Unidos). Viaja por Europa, Estados Unidos y África para estudiar y dedicarse a la enseñanza. En 1958 obtiene de Marist College, Nueva York, el Bachillerato Superior con especialización en matemáticas. Enseña un año en Italia y otro año en Durban, África del Sur. Trabaja de traductor con Gabriel García Márquez en Prensa Latina, Cuba. En noviembre de 1960, sale de La Habana para Nueva York y se dedica a la enseñanza. Contrae matrimonio con una de las hijas de un político eminente que llegó a ser elegido Vicepresidente de la República Dominicana, y tiene siete hijos. Continúa sus estudios y obtiene una maestría en Literatura Hispánica en la Universidad de San Juan, en Nueva York. En 1976 obtiene un Doctorado en Filosofía y Letras de la Universidad de California en Irvine. Mediante el programa de Educación Internacional del Distrito de Colegios Comunitarios de Los Ángeles se dedica a la enseñanza de la juventud en sus coordinadas internacionales. Inició y dirigió el programa “Semester in Spain” y también el de “Semester in Mexico” y llevó estudiantes a cursos de verano en Florencia, Italia. En 1987, contrae matrimonio en Los Ángeles con Lucille Paradela, filipina de Cebú. Cuando se jubila en 1995, había comenzado su noveno año de liderazgo del Departamento de Lenguas Extranjeras y Humanidades en la universidad comunitaria conocida como Los Ángeles City College. Han aparecido sinopsis de su biografía en una docena de publicaciones, entre ellas “Outstanding Educators of America” (Destacados educadores de América) 1971, “Dictionary of International Biography” (Diccionario de biografía internacional) 1973, “Noteworthy Americans of the Bicentennial Era” (Americanos notables de la Era Bi-centenar) 1975 y “Who’s Who among Hispanic Americans” (Quién es Quién entre hispanoamericanos) 1992-93. En 2004, una calle a su nombre, Calle Roger Fernández Rodríguez, es inaugurada en Fuentesnuevas, León, España. Escribe en tercera persona, en español y en inglés, su trilogía Odisea hacia la oportunidad, Odisea reanudada y Odisea realizada, obras que, añadiéndose a su otro libro Más allá de mi odisea, incluyen extensivo viajar por Asia, Oceanía, las Américas y Europa. También es autor de Odisea lírica recordada, traducida ya al inglés, sin publicar, y Ermita del Divino Cristo de Fuentesnuevas. Más recientemente, la Editorial Palibrio ha publicado, en pasta blanda y también en formato electrónico, sus libros Odisea celebrativa, Más allá de mi odisea, Odisea hacia la oportunidad y Odisea reanudada.

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    Odisea Hacia La Oportunidad - Roger R. Fernández

    Copyright © 2013 por Roger R. Fernández.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Fecha de revisión: 29/07/2013

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    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    484332

    Indice

    PRÓLOGO

    CAPÍTULO 1: REMOLINOS DE NUEVOS VIENTOS

    MARCO ANCESTRAL

    INFLUENCIAS MOLDEADORAS

    REALIDADES ATORMENTADORAS

    MUDANZA DOLOROSA

    CAPÍTULO 2: NUEVO COMIENZO

    NUEVOS AJUSTES

    ACONTECIMIENTOS ESCOLARES

    HACIENDO CARA A LA CARESTÍA

    CONCESIONES DE TIERRA

    TIEMPO DE FIESTA

    MOROS EN EL PUEBLO

    NUEVAS FAMILIAS EN EL PUEBLO

    CAPÍTULO 3: PASAPORTE AL ÉXITO

    TEMIDO EXAMEN

    TUY, GALICIA, ESPAÑA

    GRUGLIASCO, TURÍN, ITALIA

    VACACIONES EN EL BIERZO

    BAIRO CANAVESE, ITALIA

    CAPÍTULO 4: LLAMAMIENTO RELIGIOSO

    PROFESIÓN DE VOTOS

    POUGHKEEPSIE, NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS

    DE VUELTA A GRUGLIASCO, ITALIA

    DURBAN, ÁFRICA DEL SUR

    DECISIVA DECISIÓN

    CAPÍTULO 5: DE VUELTA A LA VIDA SEGLAR

    NOSTÁLGICOS RECUERDOS…

    LA HABANA, CUBA

    KEY WEST, LA FLORIDA, ESTADOS UNIDOS

    QUEENS, NUEVA YORK

    SOMERS, NUEVA YORK

    CITA MEMORABLE

    CAPÍTULO 6: LAZOS QUE LIGAN

    WANTAGH, NUEVA YORK

    VOTOS MATRIMONIALES

    BREA, CALIFORNIA

    GIRA EUROPEA

    DE VUELTA A BREA

    REPÚBLICA DOMINICANA

    SABÁTICO EN EUROPA

    RETORNO A BREA

    CAPÍTULO 7: DE LA OSCURIDAD AL REPLANDOR

    CAMBIO DE ESTILO DE VIDA

    CONSECUENCIAS TRÁGICAS

    CAPÍTULO 8: UNA VIDA DETENIDA

    NUEVOS AJUSTES

    IMPREVISTOS DESAFÍOS

    MUDANZA DOLOROSA

    CAPÍTULO 9: MÁS DE UNA MISIÓN

    ESPIRITUALIDAD EN ACCIÓN

    POLÉMICAS POSICIONES POLÍTICAS

    EMPEÑO INTERNACIONAL

    CAPÍTULO 10: EL SOL BRILLA DE NUEVO

    AFORTUNADO ENCUENTRO

    COMPROMISO VITALICIO

    PROGRAMAS INTERNACIONALES

    Dedico este libro a mi madre,

    cuyo espíritu de abnegación

    e interés en mi educación

    hicieron posible esta odisea.

    PRÓLOGO

    Conocí al Dr. Fernández en Salamanca en 1987. Desde entonces nos une una entrañable amistad, lo cual hace aún más difícil la siempre comprometida tarea de presentar un libro, sobre todo, si está escrito por un personaje de las características del autor de esta obra.

    Por ello, no me propongo aquí analizar ODISEA HACIA LA OPORTUNIDAD ni subrayar la importancia del mensaje que intenta transmitir. A este respecto, prefiero dejar a los lectores el cuidado de apreciarlo en lo que vale.

    Sí me gustaría, en cambio, profundizar en lo posible en la personalidad del autor, su trayectoria profesional y humana, y las circunstancias que le han convertido en un personaje casi de novela.

    Desde su nacimiento en un pueblecito del Bierzo, en plena Guerra Civil Española, hasta su elección como Director del Departamento de Lenguas Extranjeras y Humanidades de Los Ángeles City Community College en California U.S.A., desde cuidar vacas en su pueblo natal, hasta enseñar en Sudáfrica pasando por traducir en Cuba, Roger Fernández ha trabajado en multitud de actividades diferentes que han ido conformando una personalidad fundamentalmente positiva, dotada de un fino e inagotable sentido del humor.

    Recuerdo algunas anécdotas curiosas que se han ido sucediendo a lo largo de estos años con los estudiantes que han venido a Salamanca bajo la tutela del Dr. Fernández. La mayor parte de ellas son claramente ejemplarizantes, muestran calidad humana y tolerancia. Otras, son simplemente divertidas y muestran únicamente una gran pasión por la vida.

    La presente obra refleja la trayectoria de una persona animada por un gran espíritu de superación, la lucha por hacerse un hueco en un mundo donde las oportunidades están ahí, para todos, pero hay que esforzarse para alcanzarlas. Éste es fundamentalmente el planteamiento, no sólo del libro que tiene Ud. en sus manos, sino que también es el de la vida del autor dedicado desde su juventud a la tarea de transmitir este mensaje a cuantos jóvenes ha tenido ocasión de formar desde su puesto como educador y su compromiso con los ideales en los que ha fundamentado su vida.

    Alfredo Miguel de Pablo

    Fundador y Director

    Colegio Hispánico Miguel de Unamuno

    Salamanca, España

    CAPÍTULO 1

    REMOLINOS DE NUEVOS VIENTOS

    Abril, 1934. España entera sufría de un clima político caótico. En las elecciones de hacía apenas siete meses, la Izquierda gobernante había sido rechazada a favor de la Derecha. Ignorando la voluntad del pueblo, el Presidente Alcalá-Zamora descartó a Gil Robles, dirigente de la Derecha, y le entregó el gobierno a Alejandro Lerroux, radical de Centro Izquierda que en una ocasión diera el siguiente consejo a sus seguidores, según afirma Luis Bolín en su libro España: años vitales: Pillad y saquead esta decadente civilización; destruid sus iglesias y sus dioses; levantad los velos de las monjas y haced madres de ellas. Quemad todo título de propiedad privada y elevad el proletariado al rango judicial. ¡No vaciléis ante sepulcros ni altares! ¡Luchad! ¡Matad! ¡Morid!.

    Fue en ese turbulento ambiente nacional en el que nació Roger Fernández Rodríguez un frío, pero radiante 26 de abril en el pequeño pueblo de montaña de Salas de los Barrios, en la región del Bierzo donde Dios y la naturaleza coexisten en armonía. Una deleitable mezcla de valles fructíferos, paisajes pintorescos de frondosa vegetación y numerosos collados coronados de viñas, o colinas de carbón convierten El Bierzo en una zona de vistas espectaculares, vivir idílico y grandes oportunidades de riqueza. Sus ríos Boeza, Cúa, Burbia, Sil, Valcarce, Selmo y Valdueza serpentean por los valles aportando copiosa fertilidad e intensa floresta a una tierra que de otro modo permaneciera estéril. Su capital, la antigua ciudad templar de Ponferrada proyecta esperanza con su vitalidad económica, y vida con sus costumbres festivas y halagüeñas. Ubicado a medio camino entre Madrid y La Coruña, El Bierzo llegó a ser bienvenido y hospitalario lugar de descanso para los peregrinos en su larga jornada hacia Santiago de Compostela durante la Edad Media.

    MARCO ANCESTRAL

    Su procedencia de un pueblo pequeño y oscuro no fue para Roger un obstáculo, sino más bien un desafío hacia el éxito. Fue él el único de Salas de los Barrios que viajara a estudiar a tierras extranjeras a miles y miles de kilómetros de casa. En su vida de adulto habría de vivir y trabajar en tres continentes y estrecharía las manos de algunos de los hombres más notables y poderosos del mundo.

    En ese abril de 1934, sin embargo, Roger Fernández llegó a ser el quinto niño de una familia que consistiría finalmente de ocho: cuatro varones y cuatro hembras. Desde 1931, la familia Fernández, como las demás familias de más de sesenta que componían el pueblo, había sufrido la angustia y el terror de las oleadas de crímenes, encarcelamiento de masas, persecución incesante de la Iglesia, hambre, odio, sangre y lágrimas que asolaban la nación.

    Roger nació de padres opuestos en estirpe ancestral, experiencia educacional y propósito de vida. Don Antonio, el padre, descendía de una decente familia pobre y humilde de Villar, cerca de Salas de los Barrios. Era el último de nueve hijos y el único varón. Creció sin educación formal, consentido por sus padres y mimado por sus hermanas. Dotado de un corazón de oro, gozaba de una disposición muy generosa. Como verdadero labrador, le gustaba trabajar el campo y frecuentar las ferias de ganado para cambiar animales domésticos que le ayudaran en tal labor. Amaba a sus hijos que a su vez le tenían mucho cariño, aunque a veces usara el cinto como instrumento de disciplina. Abrigaba calor en su persona, pero su carencia de educación formal y su protegida vida de familia en Villar le predispusieron a algunos errores de juicio nocivos.

    Doña Rosario, su muy atractiva esposa, procedía de familia acomodada. Sus padres viajaron a las Américas y se establecieron en Rosario, Argentina, donde nació ella. Regresaron a su tierra natal del Bierzo cuando ella tenía diez años. A diferencia de su esposo, tuvo carrera y era instruida. Su gran ambición era que sus hijos obtuviesen una educación tan buena o mejor que la suya. A ese fin, no escatimó sacrificio alguno. Cuando la guerra civil terminó en 1939, se vivía en España en duras condiciones, no obstante, vendía su ración de café, azúcar y otras provisiones para pagar a un maestro que enseñase a sus hijos a leer. Era ella un capítulo de amor henchido con páginas de ilusiones y heridas de todos los suyos, pues su ternura les hacía alegres junto a ella y tristes separados de ella. Cuando vacilaban o sentían pesadumbre y soledad se dirigían a ella aspirando a su consuelo, buscaban su mano de encauce. Ella era el amor, la vida y levadura que causaban sonrisa en el niño al conocerla y admiración en el hombre por su dulce genio al tratarla. Ciertamente, cerca de ella se encontraba un sentido de ternura a la vida.

    INFLUENCIAS MOLDEADORAS

    Durante todo su futuro, Roger nunca olvidaría ni la generosidad y el afecto de su padre, ni la ternura y el espíritu de sacrificio de su madre. De hecho, frecuentemente mencionaría a sus padres, especialmente a su madre, como dos maestros atentos y cariñosos que le moldearon, haciendo de él un ser cuidadoso y delicado.

    Notaba el duro trabajo de su padre en el campo y el desprendimiento y espíritu de abnegación de su madre en casa. Se sentía orgulloso de que su padre abriese el hogar a los labradores de Espinoso y de Compludo, quienes, camino a la feria de Ponferrada en sus chillones carros de bueyes, se paraban en casa para calentarse los pies y las manos al horno o para saciar la sed con un vaso de vino. Se maravillaba ante la bondad y cordialidad de su madre hacia los viajeros extraviados que en plena noche llamaban a la puerta buscando protección del terrible frío del invierno.

    Desafortunadamente, la bondad y el espíritu de generosidad que Roger observaba en casa, cuando llegó a la edad del entendimiento, no eran las virtudes que reinaban en su país. Cabe señalar aquí una vez más que matanza de sacerdotes, iglesias abrasadas, atracos en carreteras, actos políticos de venganza, caos aterrorizador en las calles e innumerables crisis en el gobierno central: ése era el ambiente nacional al llegar él a este mundo.

    La caída del gobierno de Lerroux, el 28 de abril de 1934, no logró mejorar la situación, pues el nuevo gobierno de Ricardo Samper y los que le siguieron no pudieron retener la radicalización de aquellas posiciones políticas que llevarían a España a la catástrofe.

    De hecho, una guerra civil asoladora consumiría el país dos años más tarde, causando desolación y derramamiento de sangre en la nación en general, y sufrimiento y despojo en la anteriormente acomodada familia Fernández en particular. El dolor era, por cierto, abrumador, pues a la carencia de provisiones alimenticias había que añadir la amargura de la división política en el hogar.

    Aún así, en ese clima de violencia política y persecución religiosa, Don Florencio, el párroco del pueblo, quien frecuentemente tenía que esconderse, ejerció una influencia decisiva en el pequeño Roger, o Gerín, como tiernamente lo llamaban. Aquel santo varón inició a ese futuro educador en su vida espiritual e intelectual. A Roger le gustaba ayudar a Misa cuando Don Florencio la celebraba. Reconociendo cierta habilidad en su monaguillo, el cura decidió enseñarle a leer, a traducir del latín y a resolver problemas de matemáticas. A veces, cuando veía hambre en la cara del estudiante, le invitaba al jardín y le convidaba a la fruta de varios árboles para satisfacer su apetito.

    Roger fue bautizado en San Martín, iglesia del siglo XVI que fue declarada Monumento Nacional en 1976. Ninguna otra iglesia podría simbolizar su futuro mejor que San Martín adonde le encantaba ir a tocar las campanas y ayudar a Misa. Perchada en una pequeña colina, esa renombrada iglesia parroquial domina majestuosamente el colorido valle del Bierzo, rico en productos agrícolas y en vegetación placentera. En su soledad evoca paz, tranquilidad, recogimiento, espiritualidad y esperanza eterna, receta apropiada para forjar el carácter del pequeño Roger.

    La pompa de las fiestas religiosas produjo una impresión indeleble en él. La exhibición navideña del pesebre en la Capilla de la Visitación dentro del pueblo de Salas y la procesión de Semana Santa con el encuentro, en la plaza, de la Virgen Dolorosa y su hijo cargado con una cruz enorme y pesada, cuentan entre los recuerdos más felices de su niñez. Más tarde los evocará con frecuencia en su vida para vivirlos de nuevo en la mente y recordar algunos momentos de dicha en un pueblo cuyas intrigas políticas causaron tormento y lágrimas en su familia que buscaba alivio y no encontraba más que dolor.

    El primer revés contra la unidad y felicidad de la familia Fernández llegó cuando Don Antonio, el padre, no quiso seguir el consejo de su sabia esposa y se fue del pueblo con dos de sus hijos mayores Antonio y Delia para buscar trabajo en Irún, cerca de la frontera francesa a cientos de kilómetros de Salas. Consiguieron casa cerca de Doña Aurora, la tía predilecta de Delia. El traslado resultó desastroso, pues en seis meses tuvieron que regresar a Salas sin dinero en el bolsillo y con varias deudas que pagar.

    La vida en Salas de los Barrios continuó siendo una experiencia penosa para los Fernández durante la ausencia del padre. Doña Rosario, la madre, cuidaba a los demás hijos y los mantenía ocupados trabajando las propiedades del campo. Esa lúcida y valerosa mujer manejó bien los bienes de la familia, desafiando el erróneo criterio prevaleciente en la época en el sentido de que la mujer no podía hacerse cargo de las necesidades de una familia labradora.

    No obstante, algunos incidentes que ocurrieron en el entonces, nunca hubieran sucedido si no hubiera tenido que actuar de padre y madre a la vez. En una ocasión tuvo que ir a Ponferrada a comprar carbón para la casa. Hizo el camino a pie y tardó cinco horas en regresar. Mientras tanto, Roger, ya sea para afirmar su masculinidad, ya para mostrar su fuerza varonil, cogió un martillo de madera y le dio con él en la cabeza a su hermana mayor Dorita que, dándose vueltas en el suelo con dolor y lágrimas en los ojos, repetía llorando: Deja que venga mamá. Ya se lo diré… Lleno de temor de haberle causado graves daños a su hermana y temiendo la ira de su madre, Roger se arrodilló ante ella y le pidió repetidamente perdón. La familia supo de ese incidente solamente varios años más tarde.

    En otra ocasión, Roger y su hermana más joven, Lidia, estaban jugando delante de la casa bajando una cuesta en una pequeña balsa de madera. Roger se metía en la balsa primero y Lidia tenía que empujarle para bajar la cuesta. Muy pronto, Lidia empezó a escarmentar y decidió que ella también debería bajar la cuesta en la balsa, y se lo dijo a su hermano, quien aceptó la propuesta mostrando, sin embargo, cierta molestia. Empujó la balsa con su hermana en ella y corrió luego al pie de la cuesta. Mientras Lidia permanecía todavía en la balsa, él decidió mearle la cabeza. Lidia corrió a casa llorando, chillando y anunciando a los cuatro vientos lo que su hermano acababa de hacer. Esta vez, el travieso Roger recibió una zurra bien merecida y tuvo que irse a la cama sin cenar.

    Cuando el padre regresó con Antonio y Delia de Irún, Roger ya no era el inocente muchacho que habían dejado en casa al irse de Salas. Ya no le gustaba ni ayudar a Misa ni acudir a las lecciones del cura del pueblo. Prefería jugar con los amigos, causándole gran disgusto a su tía y madrina, Doña Antonia, cuya sola ambición era que su ahijado llegase a ser sacerdote. Si durante la comida el padre o la madre le preguntaban: ¿Cómo está Don Florencio? o ¿Qué te enseñó hoy Don Florencio?, no podía mentir porque su piadosa, mas refunfuñadora, tía descubría la mentira con una pregunta muy suya: ¿De qué color era la casulla que el cura usó para la Misa de hoy? Como ella había ido a Misa, sabía la respuesta, pero él no.

    A Roger le encantaba su maestro, Don José, y estableció una buena relación con él. Por su parte, Don José les hablaba a sus padres del progreso que su hijo hacía en la escuela. Sin embargo, prefería jugar más que estudiar, y observar la naturaleza más que estar sentado en clase. De hecho, las clases que él más disfrutaba eran las que Don José impartía en las praderas o en los bosques. Por lo tanto, decidió hacer novillos y gozar de la naturaleza por su propia cuenta. Esta vez, pensaba él, su refunfuñadora tía no podría decir nada. Claro está, ella no dijo nada, pero el maestro sí.

    Don Antonio no vacilaba en el uso del cinto cuando Roger no cumplía con sus deberes de estudio. Puesto que Roger le tenía miedo al cinto, se buscó una manera de ganarle en picardía a su padre. Cogía el camino recto hacia la escuela, bajo la atenta mirada de su padre, hasta llegar a la calle donde estaba el edificio escolar. Luego volvía a la calle principal para ver si Don Antonio había ya regresado a casa. Después, desaparecía por las viñas hasta que terminasen las clases.

    Así duró la situación escolar de Roger por varios días, hasta que finalmente, sospechando que su ausencia de las clases no se debía a ninguna enfermedad, Don José decidió ir, después de las clases, a la casa de la familia Fernández a averiguar la verdad. Roger regresó a casa como si nada fuera de lo normal hubiera ocurrido. Pronto descubrió, sin embargo, que su malvada tía madrina estaba allí. La oyó lamentar: Ya os decía yo que iba por mal camino. Ya os decía yo que se estaba portando mal.

    Oír esas palabras y decidir marcharse de casa al instante fue todo uno para Roger. Volvió a las viñas y se quedó allí vagando por ellas unas tres o cuatro interminables horas hasta el atardecer. No sabiendo dónde pasar la noche, optó cuerdamente por rendirse, volver a casa y hacer frente a las consecuencias. Se imaginaba que sus padres le mostrarían compasión o lástima como en el caso del Hijo Pródigo de la Biblia. Lo que recibió fue más bien una dura advertencia y el severo castigo de irse a la cama sin cenar, un castigo demasiado riguroso e inhumano, pensaba él, puesto que aunque se había quedado en las viñas todo el día, no había comido nada desde el desayuno: las uvas que a él tanto le gustaban no estaban todavía maduras.

    Indudablemente, Roger escarmentó. Desde entonces asistía fielmente a clase y se puso al corriente del trabajo escolar que no había cumplido. Le fue un poco difícil, pues Don José dirigía sus clases muy profesionalmente y no se sentía obligado a perder el tiempo de los demás estudiantes repitiendo explicaciones para los que se habían ausentado a propósito. Roger compensó el tiempo perdido quedándose algunos días en clase durante el recreo estudiando y completando sus tareas.

    REALIDADES ATORMENTADORAS

    Después de la Guerra Civil, España era desprestigiada por el resto del mundo. A petición de Estados Unidos, Francia e Inglaterra, el Consejo General de las Naciones Unidas ordenó a sus miembros que retirasen sus embajadores de Madrid. Sólo dos países, Argentina y Portugal, se negaron a hacerlo, eligiendo por el contrario, ayudar al pueblo español.

    España carecía no solamente de comestibles sino también de suministros médicos. En Salas de los Barrios, esa situación causó algunos fallecimientos que fácilmente hubiesen podido ser evitados si el mundo se hubiese preocupado más por el bienestar del pueblo español y menos por las tendencias políticas de su nuevo dirigente, el Generalísimo Francisco Franco.

    Don Sergio, dueño de la única tienda de comestibles del pueblo y padre de dos de los amigos de Roger, murió una noche, después de que un esfuerzo desesperado por parte de muchos para salvarle la vida fracasara por falta de tiempo y de medicinas. El médico había llegado de Villar, y Joaquín, el hermano mayor de Roger, salió para Ponferrada en una mula en busca de medicamentos. Cuando Joaquín regresó, Don Sergio ya había fallecido.

    Más que ninguna otra muerte, la de Don Sergio vino a simbolizar la muerte de un pueblo pequeño, pues después del entierro, Salas de los Barrios parecía una villa sin vida. El pueblo estaba callado. El pueblo estaba triste y pensativo. Los hijos de Don Sergio ya no jugaban con sus muchos amigos en su gran mansión. Por su parte, Roger había perdido el calor de una persona muy cariñosa y atenta, y, aún más, el compañerismo placentero de sus hijos que apenas salían a la calle por guardar luto.

    Por triste y doloroso que fuera para Roger el fallecimiento de Don Sergio, no fue, sin embargo, tan devastador como el de su mejor amigo Andresito (no su nombre real) que murió de difteria a los nueve años de edad. Fue ésa otra muerte evitable que también ocurrió de noche. Andresito y Roger jugaban juntos, ayudaban a Misa juntos y habían sido monaguillos en el entierro de Don Sergio. Ahora Roger tenía que ser monaguillo en el entierro del mero Andresito…

    Más estrechamente unido a Andresito que a cualquier otro muchacho de Salas, Roger apenas podía controlar sus emociones. Lloró durante toda la subida al cementerio, recordando ocasiones más dichosas cerca de la iglesia San Martín donde habían compartido tantos divertidos y alegres momentos que incluían la primera comunión y juegos diarios en las ruinas romanas del Arco de San Juan que se hallaban frente a la escuela.

    Esos momentos tan preciosos ya no existirían más. Se acabaron para siempre las visitas joviales a San Martín, y a la fuente de allí cerca… Terminados para siempre serían también los juegos en los alrededores del Arco de San Juan… Solamente quedaban los recuerdos felices de una amistad calurosa y el recuerdo doloroso de su trágica conclusión. Por ahora, ésas serían las dos constantes reales en la vida de Roger, pues tendría que pasar diariamente por la casa de Andresito camino a la escuela, y pensar en su desaparecido amigo y la fragilidad de la vida.

    Así pues, de una manera sentida y vívida, la muerte de Andresito inició a Roger en su largo camino hacia el aprecio de la vida. Fue éste un drama desapercibido por los líderes del mundo, pero causado por su insensibilidad e indiferencia hacia el sufrimiento del pueblo español y su arbitrario aislamiento para castigo del régimen de Franco. Ahí yace la tragedia de la España de la posguerra, una verdadera y amarga tragedia, bañada por lágrimas de millones de españoles inocentes que continuaban sufriendo mientras que las Naciones Unidas disponían que el resto del mundo siguiera ignorándolos.

    Los tiros de la guerra habían cesado hacía ya tiempo, pero las señales de disturbios civiles se podían ver por todas partes en Salas de los Barrios donde un pequeño destacamento de soldados se hallaba estacionado, no solamente para mantener la paz, sino también para tener a la gente sujeta y prevenir el pillaje.

    Al principio, los soldados usaban como cuartel la inmensa bodega de Don Sergio, adyacente a la casa de la familia Fernández. Más tarde, establecieron el cuartel en una mansión ubicada a la entrada del pueblo, con el fin de controlar mejor el toque de queda y hacer más fácil la vigilancia.

    Durante su estancia en la bodega de Don Sergio, los soldados y los hijos de la familia Fernández desarrollaron fuertes lazos de amistad. A Roger le fascinaban sus uniformes y le atraían su gran cariño y atención hacia los jóvenes del pueblo. Frecuentemente iba al balcón para verlos salir hacia los montes a practicar el tiro, y se decía: Algún día yo también me pondré ese uniforme… Ignoraba, en aquel entonces, el poder mortal del fusil, comentaría años más tarde, recordando aquellos momentos.

    Otra función de los soldados estacionados en Salas era contener a los individuos que todavía vagaban armados por las montañas, rehusando rendirse al nuevo régimen que gobernaba en España. Si bien se les conocía despectivamente por rojos o maquis debido a sus puntos de vista izquierdistas, algunos eran hombres decentes que querían seguir luchando por sus principios y tenían sus simpatizantes en el pueblo.

    Un tal rojo era José Losada, hombre muy bondadoso que contaba con muchos amigos y partidarios. Su casa patricia había albergado a muchos necesitados en el pasado. Al final de la guerra, el señor Losada se retiró de la vista y se escondía en cuevas. Aunque muchos sabían el lugar de su escondite, nadie se lo decía a las autoridades. Al contrario, muchos ciudadanos le llevaban comida muy regularmente, poniendo gran esmero y cuidado en evadir al espabilado alcalde. Uno de esos ciudadanos era el padre de Roger, gemelo político del señor Losada.

    El alcalde de Salas en aquel entonces, Don Aurelio, a quien muchos consideraban abyecto y vengativo, decidió que Losada y sus defensores debían pagar un precio por sus convicciones políticas. Organizaba pelotones algunos fines de semana para capturarlo, y estableció una lista de hombres cuyas cabezas debían rodar. En esa lista se hallaba Don Antonio, amigo y admirador de Losada y padre de Roger.

    El alcalde Aurelio consiguió su primer deseo. Durante la salida de uno de esos pelotones que se había organizado, un joven descubrió a Losada que estaba bebiendo agua de un arroyo al pie de la montaña, cerca de Villar. Con un grito de triunfo anunció a los cuatro vientos su gran descubrimiento, obligando a Losada a retirarse a su cueva. Sin embargo, era demasiado tarde: su cuerpo, acribillado a tiros, fue exhibido por todo el pueblo para que sirviese de ejemplo a todos aquéllos que todavía se resistían a rendirse. Fue enterrado fuera del cementerio como un repudiado. Su desolada viuda y su confuso hijo Esteban, de edad aproximada a la

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