Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Errar por Amor. Orígenes
Errar por Amor. Orígenes
Errar por Amor. Orígenes
Libro electrónico311 páginas4 horas

Errar por Amor. Orígenes

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

«Cuando la justicia se vuelve ciega cobra vida la venganza». Este pensamiento de Andrés Corán es el que mueve esta segunda parte de «Errar por amor», donde es el protagonista de Orígenes, porque todo volverá al inicio. Después de la muerte de su supuesto padre y de su suegro el señor Charles Brown, su vida parece que al fin va a encaminarse al lado de Sophi, el amor de su infancia, luego de recobrar al hijo de ambos, tal parece que todo terminaría con un final feliz. Pero no es así, la curiosidad por conocer a su verdadera familia los Aguilera del Bosco, y su afán por vengarse, hacen que viaje a Cuba para algo más que encontrarse con sus raíces.
Ya en el país natal halla una situación económica bastante difícil. Gracias a Aynet podrá insertarse en la vida de La Habana de los años treinta y sobrevivir en un medio del cual poco conoce, se destaca la existencia de la Santería, como un medio para resolver los problemas mediante la creencia en dioses u orishas que participan en la vida de los seres humanos.
IdiomaEspañol
EditorialRUTH
Fecha de lanzamiento15 ene 2023
ISBN9789593141390
Errar por Amor. Orígenes

Relacionado con Errar por Amor. Orígenes

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Errar por Amor. Orígenes

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Errar por Amor. Orígenes - María de los Ángeles Padrón Cabrera

    Portada.jpg

    Edición: Dulce María Sotolongo Carrington

    Corrección: Rayman Vega

    Dirección de arte: Rafael Lago Sarichev

    Conversión a E-book: Lino A. Barrios Hernández

    Ilustración de cubierta: Francisco Blanco, Blanquito

    © María Padrón Cabrera, 2021

    © Sobre la presente edición:

    Ediciones Cubanas ARTEX, 2021

    ISBN 9789593141390

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

    Sin la autorización de la editorial Ediciones Cubanas

    queda prohibido todo tipo de reproducción o distribución de contenido.

    Ediciones Cubanas

    5ta. Ave., no. 9210, esquina a 94, Miramar, Playa

    e-mail: editorialec@edicuba.artex.cu

    Telef. (53) 7204-5492, 7204-0625, 7204-4132

    Índice

    Sinopsis / 5

    Prefacio / 6

    Extraña confesión / 8

    De mis orígenes / 20

    Entre familia / 36

    Amigos para siempre / 44

    Al llegar / 71

    Recordar / 81

    Eres solo para mí / 91

    Alguien especial / 96

    El encuentro / 104

    Confusión / 116

    Fiesta campestre / 123

    No te olvido / 130

    Ausencia / 147

    Revelación / 152

    Sucesos en el teatro / 179

    Perversidad / 193

    Sobre la autora / 200

    Sinopsis

    «Cuando la justicia se vuelve ciega cobra vida la venganza». Este pensamiento de Andrés Corán es el que mueve esta segunda parte de «Errar por amor», donde es el protagonista de Orígenes, porque todo volverá al inicio. Después de la muerte de su supuesto padre y de su suegro el señor Charles Brown, su vida parece que al fin va a encaminarse al lado de Sophi, el amor de su infancia, luego de recobrar al hijo de ambos, tal parece que todo terminaría con un final feliz. Pero no es así, la curiosidad por conocer a su verdadera familia los Aguilera del Bosco, y su afán por vengarse, hacen que viaje a Cuba para algo más que encontrarse con sus raíces.

    Ya en el país natal halla una situación económica bastante difícil. Gracias a Aynet podrá insertarse en la vida de La Habana de los años treinta y sobrevivir en un medio del cual poco conoce, se destaca la existencia de la Santería, como un medio para resolver los problemas mediante la creencia en dioses u orishas que participan en la vida de los seres humanos.

    Muy pronto viaja a Matanzas, donde está la hacienda de su abuelo paterno y su familia materna, allí comienza a tramar su venganza pero dos mujeres se presentaran en su vida: Tomasa y Teresa Leticia, quienes pondrán a prueba su amor por Sophi.

    ¿Hasta dónde puede llegar la maldad humana?, y ¿cuánto se es capaz de hacer en nombre del amor? ¿Es que acaso, después de la muerte de Charles Brown, puede existir en esta saga, otro personaje tan malvado capaz de todo por satisfacer sus deseos?

    El amor es el más tierno, complicado y universal de todos los sentimientos, nace y crece espontáneamente o se va cultivando hasta dar frutos, los más realistas consideran que el amor es avaricioso, insaciable y activo en la medida que no se contenta con los sacrificios hechos sino con los sacrificios que se hacen. El amor de Sophi y Andrés estuvo sometido constantemente a pruebas.

    Prefacio

    La presente saga de cuatro novelas que hemos denominado «Errar por amor», está conformada por: El hijo de la noche, Orígenes, Venganza Mortal y Encuentros. Tienen como denominador común el amor con todos los condimentos que lo han acompañado desde que el mundo es Mundo: La pasión, los celos, el odio, la traición y lo que hace falta para desarrollar un atractivo argumento que se desarrolla a finales del siglo xix y principios del xx, primero en los Estados Unidos de América, donde indios, negros, mulatos, luchaban por encontrar un espacio en la naciente república en que aún se sentían los escarnios de la esclavitud y los indígenas originales de esa tierra eran considerados hombres salvajes siempre destinados a ser los malos de las películas.

    El protagonista, siendo muy niño en unión de su «padre», ambos de origen ¿mexicano?, con una nueva identidad y motivados por una situación personal, se ven obligados a marchar al exilio. Después de estar expuesto a situaciones límites que van desde el secuestro hasta la pérdida de identidad, finalmente logra casarse con la mujer que ama Sophi y empezar una nueva vida donde parece que todo va a sonreírle.

    En Orígenes se narran todos los acontecimientos con que se encuentra el personaje principal al retornar a su país natal para dar cumplimiento al último pedido en su lecho de muerte del que fuera su padre de crianza, afloran hábitos, tradiciones, costumbres, idiosincrasia, y hasta matices religiosos que bifurcan la esencia de los personajes que aparecen, de la realidad, pero que en sentido general llevan implícito ubicar al lector en los rasgos de la cubanía del momento y a lo que se ve vinculado el personaje principal al llegar a su país en la década de los años treinta.

    Destaca la descripción de los campos cubanos, la flora, la fauna y personajes autóctonos que a pesar de la difícil situación económica que les toca vivir no dejan de soñar y amar.

    Aparece como parte importante en esta historia, el apego de los cubanos por las religiones afrocubanas. Así deidades como Oshún. Yemayá y Changó juegan un importante papel en el destino de los protagonistas.

    Podrá acercarse a estas páginas como cuando mira o escucha una tele o radio-novela. Cada capítulo lo dejará sediento, al punto de no poder dejar la lectura, siempre pensando qué pasará con sus personajes favoritos. ¿Triunfará el bien sobre el mal?

    La autora

    Prefacio

    Extraña confesión

    I

    Habían transcurrido algunos años de la muerte del señor Charles Brown, Sophi tomó las riendas de los negocios de su padre, llegando a invertir el poco dinero heredado por ella, una parte para liquidar las deudas contraídas por aquel y Lissy y otra en la restauración del hospital que dirigía su hijo Albert y una clínica de rehabilitación, donde destinaría un área a las personas que recibirían tratamiento médico en correspondencia con los descubrimientos alcanzados al padecer de una enfermedad que para finales del siglo xix y principios del xx, había cobrado cuantiosas vidas: la tuberculosis.

    Albert recién graduado como médico, permanecía el mayor tiempo en el hospital pendiente de cada paciente y perfeccionando sus conocimientos a través de estudios constantes.

    Se abrió la puerta de la lujosa habitación que ocupaban Andrés y Sophi en la mansión de los Brown. El joven penetró en el interior donde descansaba su padre, vistiendo aún su bata blanca de médico, apenas le había dado tiempo de quitársela, cuando abandonó el hospital al conocer el estado de gravedad de su abuelo Richard. Se acercó a la cama donde Andrés se encontraba acostado vistiendo aún las ropas del día anterior: pantalón color gris oscuro y camisa de un tono gris más pálido a rayas más oscuras, solo tuvo fuerzas cuando llegó de la clínica en la madrugada para quitarse los zapatos y la corbata, estaba exhausto.

    ―¡Papá, papá! ―lo llamó Albert, Andrés se llevó las manos a los ojos para protegerse de la claridad del sol que penetraba por la ventana, se sentó en la cama con la vista fija en el joven doctor como si quisiera reconocer aquel rostro en el que siempre veía la presencia de Sophi.

    ―Padre por favor, abra de una vez los ojos. ―Andrés parpadeó y luego de frotar sus ojos, volvió a mirar el rostro del joven y entonces contestó:

    ―Dime Albert, ¿qué pasa?

    ―¡Papá!, abuelo Richard está muy mal, creo que ha empeorado, el médico que lo está atendiendo en la clínica mandó por ti, lo dejé muy intranquilo, lleva mucho tiempo sufriendo.

    ―Hijo yo lo sé, pero vine de la clínica casi en la madrugada luego de una semana sin dormir, necesito recuperar fuerzas…

    ―Papá ―dijo el joven interrumpiendo a Andrés― parece que usted no comprende la situación, abuelo está muy mal, abuelo se está muriendo.

    La noticia fue electrizante, para Andrés que se paró súbitamente:

    ―Pero me dijeron que había mejorado, por eso vine a descansar y bañarme…

    ―Papá, después que usted salió, entró en un paro respiratorio, lo lograron sacar, dice el doctor Marcel que si se repite no podrá rebasarlo nuevamente, los pulmones están muy dañados, apenas puede sentarse, el diagnóstico es muy reservado, pidió hablar con usted urgentemente, se ahoga con frecuencia, además su estado de ánimo, atenta contra todo progreso.

    Andrés miró a su hijo espantado, se llevó las manos a la cabeza alisando el cabello hacia atrás, deslizándolas hasta alcanzar la parte posterior del cuello, gesto este característico en él, en estado de dudas o desesperación, ¿qué estaba pasando con su padre?, la idea de perderlo, lo atemorizó, Richard había sido su único apoyo toda la vida, su guardián, su escudero en todas las batallas que había enfrentado, aquella persona que siempre estuvo allí para él, ¿cómo sería su vida si le faltara su padre?

    Un extraño escalofrío recorrió su espalda para alcanzar sus piernas y brazos, se mantuvo por unos segundos sin saber qué decir ni hacer. Y Albert comprendiendo el estado de perturbación de su padre, se brindó con orgullo y buena voluntad a ayudarlo.

    ―¡Papá!, reaccione por favor, no puede perder tiempo, la situación es delicada, es necesario que vaya, abuelo lo ha pedido varias veces e insiste en su presencia, cuando lo hace se agita mucho, quiere hablarle, usted debe estar preparado para lo peor, no se preocupe, yo iré con usted ―hizo una pausa―. Papá, usted no estará solo.

    ―Gracias hijo, pero saliste de prestar servicios toda la noche...

    ―No importa ―lo interrumpió Albert― yo lo llevo y estaré a su lado, es lo menos que debo hacer por quien le agradezco la vida. ―Andrés se acercó al joven y lo abrazó fuertemente:

    ―Gracias hijo mío, gracias, no sabes cuánto me tranquilizan tus palabras, puedo darme por dichoso teniendo un hijo como tú a mi lado. ―Luego

    del abrazo Andrés lo miró fijamente al rostro― me dejas en el hospital y regresas para que puedas descansar.

    ―Pero, papá…

    ―No hay peros que valgan Albert, todo está dicho ―puso sus manos sobre los hombros de su hijo que permanecía aún parado frente a él– te decidiste por una carrera que requiere de muchos sacrificios, no puedes estar sometido a tantas tensiones desde ahora, debes guardar fuerzas para todo lo que se te avecina como médico, guarda energías hijo ―volvió a abrazar a Albert, estoy muy orgulloso de ti… bueno ―dijo concluyendo la escena ―ahora necesito tomar un baño y componerme un poco, avísale a Ayne que por favor, me prepare un café bien fuerte que lo necesito.

    ―Está bien, cumpliré con lo que me dice, si eso lo tranquiliza, pero ahora repóngase y vamos, yo estaré a su lado.

    Entró al baño y Albert fue hacia la cocina a cumplir la encomienda. A los pocos minutos, luego de Andrés tomar una taza de café, salió en unión de su hijo a la clínica donde había sido trasladado desde hacía unos días su padre al conocerse su estado crítico desde aquella tarde en que Richard Corán no pudo recuperarse de la falta de aire, la tos constante que le hizo expectorar algunas manchas de sangre y al final un fuerte dolor en el pecho y en la espalda que lo hizo perder el conocimiento, siendo hallado por su hijo en el piso de la cochera.

    II

    Llegaron al hospital, en el lobby los aguardaban Sophi y Sussy, la esposa de Albert, con la cual el joven médico hacia poco tiempo había contraído matrimonio y tenían un hijo.

    ―¿Cómo está mi padre? ―preguntó Andrés desesperado mirando a las mujeres, Sophi fue quien respondió.

    ―Está muy mal y demasiado inquieto, le pusieron un sedante y algo para el dolor de espalda y la tos, dice el médico que no puede alterarse el sangrado es constante, no se puede hacer nada más, él insiste en que quiere verte solo a ti, tratamos de que se calmara y que tratara de descansar pero es imposible...

    Andrés no escuchó más, abrió la puerta que conducía a un largo pasillo con ocho puertas, ubicadas cuatro a cada lado, eran las habitaciones de los pacientes, se dirigió a la última puerta del lateral derecho del pasillo, abrió sutilmente esta, allí todo era tranquilo, el cuarto pintado de blanco, las paredes cubiertas por unas cortinas de color verde aclimataban el ambiente, en el centro de la habitación una cama, y un silencio que solo era interrumpido por los agudos sonidos del hombre que acostado en la cama al sentir la puerta abrirse, dirigió una furtiva mirada a la persona que recién llegaba. Andrés penetró en su interior, quedó atrapado en el extraño ambiente de quietud que rápidamente lo envolvió, unas lágrimas saltaron furtivamente de los ojos de Richard y cayeron sobre la almohada, lo que no pasó por alto para el hombre que se acercó a la cama arrastrando una silla.

    ―A ver mi viejo, ¿dígame qué pasa?¿está usted llorando?, mire que eso no le hace bien, ¿qué me quiere usted decir?―expresó cariñosamente, miró el rostro pálido de su padre, ya aquellos ojos habían perdido todo el brillo de la vida, pasó la mano por la cabeza de Richard, se irguió, miró aquel cuerpo endeble que desaparecía entre las sábanas, entonces pudo ver los estragos de la enfermedad, se había consumido vertiginosamente en menos tiempo del que calculaba, y Andrés sintió una profunda tristeza, en su afán de compasión acarició nuevamente el cabello del hombre que tanto lo amaba y en la que se apreciaban algunas listas plateadas que marcaban el paso de los años, lo besó en la frente y luego se sentó a su lado.

    ―Andrés, escúchame, pase lo que pase, tú eres mi hijo, y yo seré siempre tu padre, ha llegado para mí el momento de abandonar esta vida, mi alma me lo dice, he pasado toda la noche soñando con los míos, con mis padres, con todos. Vi a mis padres sentados alrededor de mi cama y a mi hermana regando pétalos de rosas blancas y rosadas sobre mí, ellos están muertos Andrés, eso es un aviso, vienen a buscarme, quieren que yo esté con ellos, quizás así todos juntos podamos ayudarte en lo que voy a pedirte.

    ―¿Qué pasa mi viejo?, no me hable así, usted es fuerte, algo me dice que no me va a abandonar tan pronto… esas personas con las que usted soñó saben lo mucho que yo le quiero a usted y eso es suficiente para que se aferre a vivir ―continuó acariciando el cabello de su padre, aquel que siempre vio como su única columna, sobre quien podía descansar sin miedo, cuán triste era vivir la cruda realidad que se revelaba ante él, no podía creer lo que estaba pasando. ―Dios no me puede hacer esto ―pensó― no puede ser tan cruel de llevarse así a mi padre.

    ―Prométeme que siempre seré tu padre amado.

    ―Pero eso lo sé, ¿qué pasa? ―dirigió una mirada de preocupación a su padre y expresó Andrés.

    ―Calla y escúchame, no tengo mucho tiempo y no quiero morir sin que sepas toda la verdad.

    ―¿Verdad?, ¿de qué verdad usted habla?

    ―Prométeme que sepas lo que sepas, tú nunca me odiarás.

    ―Bueno, si eso lo tranquiliza, aunque usted bien lo sabe, usted es mi padre, no puedo odiarlo.

    ―Escúchame hijo ―Richard comenzó a toser e hizo silencio, luego tomando fuerzas continuó― Andrés tú y yo no somos mexicanos, somos cubanos, tu madre no murió de la forma en que infelizmente te conté y te hice creer por estos años. En un pequeño pueblo de campo allá en la provincia de Matanzas en Cuba, vivía una muchacha que solo tenía catorce años, y es la historia que quiero contarte, vivía con sus padres, un hermano mayor y otros tres menores, el más pequeño falleció siendo muy niño, por lo que quedaron el hermano mayor, ella y dos hermanitos menores.

    La situación de los cubanos casi a finales de los años 1880, era crítica, algunos después de la guerra no se habían podido recuperar, otros lograron mantenerse porque habían comenzado a hacer negocios con los americanos y pudieron acomodarse, otros no lo lograron solo contaban con sus propios esfuerzos para encaminarse y proteger a su familia, y comenzaron a emigrar de zonas intrínsecas de los campos hacia zonas pobladas, las mujeres eran fuertemente discriminadas y aunque muchas dieron manifestaciones de rebeldía, cualquier acto por la igualdad de ellas era reprimido, casi ni se les escuchaba, esa era otra guerra que había que iniciar y que duraría muchos años, se había logrado la abolición de la esclavitud, pero existían familias que comenzaron a utilizar a personas para el trabajo doméstico, y eso se volvió una nueva forma de continuar la esclavitud, porque aunque les pagaban, los importes que recibían eran casi ínfimos por los servicios prestados, y muchas de las personas que utilizaban para ello eran mujeres, se les juzgaba por cualquier acto de independencia o libertad, prácticamente eran discriminadas por la sociedad, y cuando lograban un trabajo, este era en el servicio doméstico donde eran en extremo maltratadas, otras se convertirían en ovejas descarriadas. La joven de la que te cuento esta historia, comenzó a trabajar como empleada doméstica en casa de una familia del pueblo, los Aguilera del Bosco y Fernández para ayudar con el gasto de la casa y el sostén de sus pequeños hermanos, muerto ya el más pequeño de estos. Se enfrentó al trabajo sin haber tenido tiempo de aprender a leer y escribir.

    El mayor de los hijos de la familia que te hablaré, marchó a La Habana, a probar fortuna, se comentaba que allí las cosas eran mejores, que los efectos de la guerra eran menos, y el desenvolvimiento económico, era en cierta medida mucho mejor, con los adelantos del comercio.

    El señor Aguilera del Bosco tenía un hijo que se las agenció para enamorar a la muchachita, el asedio era constante, hasta que un día aprovechando que sus padres habían salido y no sabiendo que el hijo de los señores se encontraba en la casa, ella entró al cuarto para cumplir con sus labores y el joven que según ella había bebido, y que en ocasiones le había dirigido algunas insinuaciones, la lanzó al piso, destrozándole las ropas abusó de ella, aprovechando que era solo una niña y se dejó envolver.

    Pasaron unos días, y el joven comprendiendo lo que había hecho, logró convencerla para que no contara nada de lo que había sucedido, y le prometió que se casaría con ella, pero que le diera un tiempo para arreglar las cosas con sus padres. Ella permaneció en la casa realizando las labores normales, le habían aumentado el pago, Alicia que así se llamaba aquella joven, no contó nada, para que no sucediera ninguna desgracia, y confiaba en que todo se arreglaría como le había prometido el joven. Pero llegó el día en que los padres notaron algo, se encerraron en la biblioteca y conversaron, luego acordaron una salida a casa de unos amigos y no regresaron hasta el atardecer, no sin antes dejarle la misión a la pequeña de que organizara con esmero la habitación del señorito Felipe, que así se llamaba, y se marcharon, el objetivo al parecer era regresar inesperadamente y poder sorprenderla en la habitación, promover un escándalo para librarse de cualquier responsabilidad y que la muchacha quedara en ridículo, si se diera algún hecho de reclamación.

    Alicia entró en la habitación a cumplir con la orden de la señora y allí nuevamente estaba Felipe, después se supo que los viejos la habían

    acusado en una conversación que tuvieron con los dos, de que ella era una aprovechada y una interesada.

    La pobre Alicia al día siguiente abandonó la casa, le confesó a su madre sobre el incidente, esta para evitar problemas mayores no le contó nada al padre y formuló denuncia ante las autoridades por maltrato y por las vejaciones a que fue sometida su hija, y por la injusticia de haber sido despedida sin recibir la paga por su trabajo.

    Después de esto y al conocer de que había sido denunciado su hijo, cada vez que el padre del muchacho la veía en lugares públicos, la amenazaba, en vez de reprochar la acción de su hijo, arremetía toda su cólera contra Alicia, la injuriaba y se burlaba de ella, decía que si acusaba a su hijo diría que ella era quien lo perseguía, que la habían despedido por el acoso de ella hacia el joven y otras cosas horribles que mancillaban su honor y el decoro.

    La vergüenza la mataba, el juicio se demoró, ninguna persona en el pueblo que se relacionara con la familia de Felipe se acercó a Alicia para ayudarla y mucho menos para acompañarla ni a ella ni a su familia, en ese momento tan desagradable, incluso hasta la gente de su mismo nivel social comenzaron a cuestionarla siendo considerada como una interesada, nunca pensaron que su actuar había sido movido por el amor, y entonces su vientre comenzó a crecer. El juicio se celebró y ganó el caballero Don Dinero.

    ―¿Y qué fue de Alicia?

    ―Podrás imaginarte cómo la gente la censuró, la vieron como una cazadora de fortuna. Fue a parar a la casa de unas amistades consideradas como parientes, lejos de sus padres y hermanos, donde finalmente tuvo a su hijo, Felipe fue enviado al exterior por sus

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1