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Yunuen Y El Bosque Mágico “Múul Ixmucané”
Yunuen Y El Bosque Mágico “Múul Ixmucané”
Yunuen Y El Bosque Mágico “Múul Ixmucané”
Libro electrónico218 páginas3 horas

Yunuen Y El Bosque Mágico “Múul Ixmucané”

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Yunuen es un pequeo que es adoptado por Uyama y Pedro quienes se convierten en sus tutores responsables esto debido a un lejano pariente que fallece en el pueblo vecino a ellos. Uyama en el trayecto de recoger al nio debe regresar por la selva y montes que separan a los dos pequeos pueblos, pero en la trayectoria de regreso, conoce a un duende maldito cuya responsabilidad es custodiar la entrada a las puertas del inframundo y a un joven de races mayas con dones sobrenaturales, quienes tienen un pequeo enfrentamiento del cual Uyama y el pequeo salen ilesos gracias a que llegan Pedro y algunos amigos, pero en ese pequeo lapso el joven maya le solicita que cuando haya pasado un determinado tiempo Uyama deber entregarle al pequeo. Lo llaman Yunuen y vive un tiempo con ellos aprendiendo aceleradamente, pero al ver que ya no le podan ensear mas, sin ms Uyama muy a su pesar va a donde se encuentra el joven maya y le entrega a Yunuen; en donde el nio sin negarse se va con el y se maravilla del bosque mgico en el que ahora se encuentra y conforme va creciendo y aprendiendo en un mundo mgico de duendes, hadas y seres mgicos que se convierten en sus amigos y donde el joven maya se convierte en su maestro y mentor quien ayudados por otros maestros le ensean a defenderse, desarrollar y controlar sus dones sobrenaturales. Ms adelante en un descuido el Maestro mentor es atacado por el ente maldito, quin a su vez a estado asediando a los pueblerinos y acechando al pueblo con la intencin ya marcada de apoderarse de ese prospero y pequeo lugar a lo que Yunuen tiene dos trabajos uno salvar al pueblo y el segundo es que sin saber que esta situacin ser el medio para salvar a su maestro mentor de sus malficas garras, pero para ello l se tendr que enfrentar al ente maldito y a sus soldados que andan con l.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento19 jul 2012
ISBN9781463330675
Yunuen Y El Bosque Mágico “Múul Ixmucané”
Autor

Victor Manuel Saldaña Núñez

Víctor Manuel Saldaña Núñez Sagaz, inquieto nació en 1963, en México, D.F.; casado y padre de dos hijos, hombre de 49 años que incursiona como escritor creando una novela de acción que desata el mundo mágico y misterioso de los duendes, los elfos, centauros, demonios, vampiros, hechiceros y brujos. Actualmente Víctor M. Saldaña es un autor apasionado en el mundo de lo mágico, lo sobrenatural y de lo misterioso, creador de narraciones de terror y suspenso, con una creciente habilidad de retratar con palabras lugares y paisajes deseados por el hombre mismo mostrando siempre el deseo de espacio y libertad. Actualmente es desarrollador de sistemas informáticos ha cursado la Carrera Técnica en I.C.M. de México, S.A. de C.V. como Programador en Cobol, Certificado. Carrera Técnica en Centro de Informática Londres, S.C. recibiéndose como Analista en Sistemas en “Análisis, Diseño de Sistemas y Procesamiento de datos”. Ha tomado cursos especiales en la UNAM, en la Facultad de Ingeniería. Curso de Programación Visual Basic Avanzado y en DGSCA. Estudio en el Tecnológico de Estudios Superiores de Ecatepec. (T.E.S.E.). tomando Curso Redes y Conectividad. Estudio en la Escuela Superior de Comercio y Administración (I.P.N. – E.S.C.A.) Unidad Tepepan tomando el Curso de INFORMIX – SQL. Últimamente tomo el Curso Oficial Microsoft 6463A Visual Studio 2008 ASP.NET 3.5 Developer.

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    Yunuen Y El Bosque Mágico “Múul Ixmucané” - Victor Manuel Saldaña Núñez

    YUNUEN  

     Y EL BOSQUE MÁGICO  

     Múul Ixmucané

    Victor Manuel Saldaña Núñez

    Copyright © 2012 por Victor Manuel Saldaña Núñez

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

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    ventas@palibrio.com

    409889

    Indice

    Capítulo I    El encuentro

    Capítulo II    La decisión

    Capítulo III    La travesía, El Tuunich nukuch

    Capítulo IV    La Villa ARKKAM

    Capítulo V    El manantial

    Capítulo VI    El despertar de sus dones

    Capítulo VII    El Chamiabac

    Capítulo VIII    Conociendo a Estella

    Capítulo IX    El salón de Heldor

    Capítulo X    El enfrentamiento

    Capítulo XI    La Huida

    A mi esposa, por su apoyo incondicional

    en momentos difíciles y en la realización

    de este libro.

    A mis hijos, que me animaron constantemente y me entusiasmaron a cada momento dándome animo de superar mi convalecencia y de seguir adelante.

    A mis padres, por creer en mí y contar

    con su apoyo.

    A mis amigos y amigas que siempre recibí palabras de aliento y apoyo.

    La felicidad es amar la vida que tienes, estés solo o no lo estés, sin riquezas o con riquezas, estés sano o estés enfermo, tengas problemas o no los tengas, simplemente sentarte por un momento y mirar con calma tu película, mirarte tú, ser tu

    mismo.

    Capítulo I

    El encuentro

    Era tarde y toda la maleza estaba cubierta de nieve, el frío arreciaba y se veían los copos de nieve volar de un lado a otro imposibilitando el poder ver de lejos. Uyama, una hermosa y regia mujer chiapaneca descendiente de mayas de tez morena y exuberante cabello negro enchinado, avanzaba con pasos vacilantes, sobre un pequeño sendero que apenas se vislumbraba semi cubierto por la blanca nieve. En su espalda, llevaba cargando un niño cubierto entre cabello, rebozos y tiras desalineadas de telas vacilantes jugando con los copos de nieve y el viento.

    Cada paso que Uyama daba era como una zancada tras otra, debido a que el camino se tornaba más difícil; sus pies se hundían en la espesa nieve cubriéndole dos puños más arriba de los tobillos haciendo más lento su apresurado avance; el angosto camino cubierto por la nieve se confundía con la maleza y los árboles, y la visibilidad cada vez más nula por la ventisca que arreciaba a cada paso que daba; aún con todo eso, Uyama estaba resuelta a seguir, ella sabía que no se podía quedar en esa parte entre bosque y selva; un lugar raro y mágico a la vez, aparte, la mujer no quería que la noche la tomara por sorpresa ya que esa parte del bosque no lo conocía y en cada tramo que avanzaba se decía:

    – ¿Porque le hice caso…?, ¡qué lugar tan raro…!, ¿no sé qué está pasando?, ¿no entiendo esto?, estamos a mitad de primavera y en esta parte del bosque está nevando; ¡aquí nunca ha nevado!, no… ¡no puedo quedarme aquí!, debo continuar, mmm …., debo seguir ah, ah, ah…, no puedo parar uch, uch, uch… , tengo que pasar el tuunich nukuch (Piedra Grande), debe estar atrás de esos peñascos y arboles… –.

    A cada momento el viento arreciaba, estaba claro que se encontraba en medio de una tormenta de nieve en uno de tantos cerros entre Tabasco y Chiapas, parte de la región maya del norte y una de varias regiones donde aún se habla dicha lengua. En esa extraña parte del bosque en donde la hermosa mujer chiapaneca, miraba a los lados con temor, sorprendiéndose y maravillándose a la vez de lo que veía, esta ruta que le había dado el anciano no la conocía y era increíble ya que estaba en los primeros días de mayo. La tarde se perdía lentamente, Uyama miro a las copas de los árboles y sin dejar de avanzar noto que la tormenta bajo su intensidad pero no dejaba de nevar a la vez se empezaban de forma misteriosa a vislumbrar las primeras líneas de sombras entre los árboles debido a los decadentes rayos de un sol que anunciaba el fin del atardecer.

    Uyama se detuvo jadeante en el lecho de un enorme y frondoso árbol, sus piernas no le respondían más y ella tratando de recuperar el aliento con las piernas entumidas, semi congeladas y castigadas severamente con calambres se recostó con desgano al pie de ese árbol cubriéndose con los helechos que le sobresalían y nieve que lo alfombraba. Tomo un profundo respiro y volteó a mirar de reojo la carga que tenía en su espalda; semi descubrió su pequeño contenido. En él se encontraba dormitando un niño de pelo negro, de piel morena como de cuatro años de edad, cubierto por varios rebozos y ropones que hacían que el niño no padeciera de frío y continuará dormido. La regia mujer se tranquilizo al verlo y recuperando poco a poco el aliento, entre cerró sus rasgados ojos negros y empezó a meditar su situación, diciéndose:

    – Tengo la sensación de que algo me persigue, ¡diablos!, no he visto nada, pero tengo la sensación de que así es y creo que no es bueno, mmm…, solo tengo que pasar el tuunich nukuch, oh estaré a su merced. Tengo que lograrlo. – respirando profundamente murmuro en su lengua maya:

    – Nohoch máak beel ts’a’ah muuk’ tia’al chuuk, Gran señor del camino habitado, dame la fuerza para seguirte –. Más en eso, todo se torno en un silencio profundo, Uyama abriendo más de lo normal los ojos y sin moverse empezó a escudriñar a los lados; un suave silbido, una melodía, muy ligera empezó a oírse como un suave vaivén; la mujer quedo muda y sin moverse como paralizada escucho la suave melodía mientras miraba el sendero y sus alrededores de donde ella venía.

    Todo se torno en silencio, ya no había viento, no se veían animales, la melodía ya no se escuchaba, los copos de nieve ya no se veían caer, de la nada había dejado de nevar; lo que se pronosticaba una tormenta que duraría mucho tiempo, de repente se quito. Uyama en ese momento miro absorta toda la espesa nieve que cubría la maleza, las ramas y copas de los árboles, denotando las partes oscuras de rincones que conformaban el bosque. Un ligero y exquisito perfume a flores se percibió en el entorno, ni el murmullo o ruido de un ave; nada el silencio era total. Uyama que se encontraba sentada y recargada de espalda en el gran árbol y ágilmente semi oculta entre maleza y nieve del cual casi los cubría por completo, solo se asomaba muy ligeramente y sin pestañear miraba con sus rasgados y desorbitados ojos negros hasta donde podía ver entre árboles, maleza y nieve.

    Casi atrás de ella, se encontraba sentado muy cómodamente, con una vestimenta un tanto extraña un hombrecillo; vestía un saco color vino que se veía un tanto fino por la forma en cómo brillaba la tela, acompañado de un chalequín a cuadros entre rojo azul y verde de una tela gruesa finamente entre tejida, portando un sombrero pequeño de copa del color del saco, y un pantaloncillo verde afelpado que le cubría un puño abajo de la rodilla y dejando ver sus peludos pies que se perdían en la maleza y nieve, su cara grande con el mentón alargado, y una profunda mirada que se encajaba en el frondoso y exuberante cabello negro de la regia mujer; con voz calmada y un tanto burlona dijo: –hhhooola –.

    Uyama, que miraba con avidez por donde venia y sus alrededores, moviendo los ojos de un lado a otro, más de pronto escucho la voz gruesa y a la vez como burlona; quedando pasmada de una sola pieza y sin moverse, sus ojos quedaron fijos en el camino, de su frente emanaron gruesas gotas de sudor, mientras que en su cuerpo le recorría un profundo escalofrío que iniciaba de su pecho lentamente recorriéndole por todo el cuerpo; en ese momento se volvió a escuchar la gruesa voz del hombrecillo que le decía:

    – ¿Por qué andas por estos caminos?, je… je… je –.

    Uyama, inmovilizada en su totalidad, quedo como petrificada al volver a escuchar lo vocecilla, que le volvía a decir:

    – ¿Porque estás sola?, je… je… je–.

    El rostro de Uyama, empezó a desencajarse, un profundo terror emanaba en sudor y sus rasgados ojos casi se le salían de sus orbitas, el hombrecillo dijo entonces:

    – ¿Porque estás ahí?, je… je… je –.

    Pero Uyama, no le respondió, de hecho contenía la respiración, ya no jadeaba, el miedo que tenía le hacía pensar en muchas cosas y a la vez hacia que Uyama no emitiera un mínimo sonido de su garganta; por lo que el hombrecillo percibiendo su silencio le volvió a decir:

    –Huummm, ¿eres… muda?, je… je… je.

    ¿No estarás buscando… el Tuunich nukuch, verdad? Huummm, herrrrmmm, je… je… je–.

    Uyama movió sus grandes ojos lentamente a la derecha del árbol a la vez que empezaba a estirar lentamente su cuello tratando de evitar hacer el menor ruido posible. Era evidente que la voz estaba al otro lado del árbol, pero para Uyama, era indispensable tratar de conocer quien le hablaba, y lo hacía de tal forma que su mirada escudriñaba ese lado derecho con temor y sigilo.

    La luz de la tarde se perdía, pero se empezaba a vislumbrar una luz natural, que iluminaba algunas partes del bosque, dándole una mística nitidez a la nieve y a los árboles, el hombrecillo, continuó diciendo:

    –¡Bueno!, Huummm…, Si es así, Huummm…

    Déjame decirte que…

    Pienso que vas por el lado equivocado, je… je… je–.

    –¡No!, ¡no puede ser que me haya equivocado!, ¡este es el camino!, por aquí me dijo que me fuera el anciano; lo que pasa es que me está engañando, ¿ahora qué hago…?, el Tuunich nukuch debe estar a la vuelta de esos árboles, o puede estar detrás de esas enormes piedras –.

    Se dijo Uyama a sí misma y pensando en su situación y que hacer se dijo nuevamente:

    –No se me ocurre nada, mis piernas no me responden están congeladas y muy entumidas ¿Qué voy a hacer ahora?, creo… que… ¡estoy perdida!–.

    El hombrecillo, entonces comento:

    –Sabesss, creo que me gustaría verteee… de… frenteee… je… je… je. ¿Me permites acercarme a ti?, Huummm, je… je… je –.

    Uyama, volvió a sentir que en su cuerpo se derramaba un intenso escalofrío y volteo levemente su cara a la izquierda, como preparándose para lo inevitable, sus negros ojos miraron de frente al otro lado del camino a la vez que su cabeza caía suavemente hacia atrás buscando el entorno del árbol. De sus ojos empezaron a salir gruesas lágrimas de impotencia, más de pronto del otro lado del camino observo que al fondo en la penumbra de entre unos árboles, noto dos puntos de luz diminutos, parecían como dos ojillos que la estuvieran como observando, en medio de ellos pero un poco más arriba se presento una tercera lucecilla que brillaba resplandeciente de un color azul y blanco de manera intensa, vio que cada vez se hacían más grandes, como si avanzaran hacia ella; de pronto tuvo la sensación de mirar un tanto hacia arriba del árbol donde estaba recargada y prácticamente escondida, miro a su lado derecho y vio como una mano delgada medio enclenca y dedos alargados en donde sobresalían una uñas alargadas y puntiagudas de las cuales empezaron a mostrarse lentamente, la mujer volvió a mirar hacia donde los ojillos que había visto momentos antes, y observo que aparte de los ojillos y la luz del centro, se denotaba una sombra como una silueta que por su entorno se arrastraba y avanzaba en forma sigilosa, en ese momento ella pensando se pregunto a sí misma: –¿qué es eso?, ¿será una animal?, esas dos luces parecen ser… ¡sí! parecen ser dos ojos, pero… ¿Qué tiene en medio de esos ojos que brilla?–.

    Para ese momento la tarde cayó y misteriosamente la noche se hizo presente y con ella una luna grande y llena, iluminando a la vez una buena parte del bosque, dándole un hermoso matiz blanco y resplandeciente a la nieve entre arboles y maleza; lo que le permitió ver una figura mejor conformada que sobresalía de entre los árboles al otro lado del camino, hasta terminar de hacerse presente.

    Uyama, sorprendida se dijo a sí misma:

    –Es… es… ¡un muchacho! –.

    A la vez que el hombrecillo asomaba el brazo y la pierna derecha en donde se mostraba alargada y cubierta de un grueso bello en el empeine y entrepierna, y su esquelética mano se había ya posado en el hombro derecho de Uyama, mientras este le continuaba diciendo:

    –Sabes… me encantaría tenerte de frente…, ver tu cara…, je… je… je.

    No, temas… solo… quiero conocerte, huummrrrr… je… je… je–.

    El muchacho, que estaba encorvado como a gatas, se había dejado ver del todo, lentamente se enderezo hasta quedar parado en su totalidad al otro lado del camino quedando de frente de la mujer y del hombrecillo. El porte delgado de un adolescente de entre 15 y 16 años, con un calzoncillo tipo falda, corto, hecho de cuero color beige; estaba cubierto por una túnica de cuero del mismo color que cubría su espalda hasta llegar a la mitad de unas musculosas pantorrillas y dejando al descubierto sus alargados brazos; su piel de tez fina y morena semi cubierta por una negra y ondulada cabellera que llegaba a los hombros finamente adornada por una banda compuesta de dos finos lazos de color oro y en medio de los lazos un aro de color jade, perdiéndose en la parte izquierda dentro de un pequeño medallón matizado de imágenes que apenas se distinguían pero que hacia resaltar la recia cara del muchacho. Uyama lo miro, con sus ojos exorbitados y llenos de lágrimas, a la vez que se mostraba en su totalidad el hombrecillo, quién no se había percatado de lo que se encontraba frente a ellos.

    El hombrecillo se fue moviendo lentamente hasta tener de frente a la mujer india, y sin percatarse de lo que acontecía a su alrededor asintió diciendo:

    –Vaya, vaya, vaya… pero mira… que tenemos… aquí… je… je… je.

    Mujeeer… que hermosa eres… je… je… je.

    Huummm… –.

    Uyama, no lo miro, aún cuando el hombrecillo ya estaba frente a ella, la hermosa mujer tenía posicionada su cara a la izquierda y solo miraba de frente al camino, miraba al muchacho que estaba ahí parado, mudo, observando; ella por su lado se encontraba aterrada y petrificada, estaba como expectante y a la vez como resignándose a lo que pasaría de manera inmediata. Entonces el muchacho indio con voz potente dijo en la misma lengua de ella:

    Alux ah ts´oon (Duende Cazador), Chakay (Langosta de mar), tsáab kaan (Víbora de cascabel).

    Déjala… yaaaaa… yo te lo demando… – El hombrecillo, volteó a la izquierda guiñando sus enormes cejas en torno de enojo a la vez que decía:

    –¡Túuuu…!, No ha ellaaaa…

    No ha ellaaaa…, ella… es… míaaa… herrrr…–.

    En ese momento Uyama miro al hombrecillo dejándose escuchar de su garganta un grito de horror que retumbo en el paraje, ¡sí…! el hombrecillo era horrible la nariz grande y encorvada el mentón era grande y partido a la mitad, sus orejas grandes y puntiagudas, sus cabellos negros y lacios que le salían del sombrero de copa, sus ojos grandes de un color violeta y muy profundos que la volvían a mirar con gesto de ira; pero el muchacho indio, con voz potente le dijo:

    U bak’el kaan (Carne de Víbora), mixbik’in (jamás) –.

    El hombrecillo salto hacia el camino quedando firme y de frente ante el muchacho a la vez que asentía: –No me la quitaraaas, ella Noooo… herrrr… –.

    El muchacho se mantenía inmóvil, erguido y con un porte altivo de orgullo y reto a la vez, quedo mirándolo fijamente y dejando su lengua maya, asintió en español:

    No, te tengo miedo, carne de cerdo, pico de buitre, torpe maloliente, engendro impuro, falso animal. Sus ojos empezaron a ponerse de un negro brillante cubriéndoles por completo y en medio de estos empezó a brillar un punto luminoso que emanaba de su frente.

    A lo lejos, se dejaron oír varios murmullos, y una voz fuerte que sobresalía, gritaba diciendo:

    –Uyama… Uyama… donde estaaasss… Uyama…–.

    El hombrecillo, volteo inmediatamente a ver a la mujer, que se encontraba frente a él, toda ella cubierta por maleza y nieve en donde sobresalía su cara y parte de su cabello; ella sin poder moverse yacía como desfallecida, expectante al encuentro que se iba a dar lugar, muda, impávida sin poder decir nada, solo miraba con lágrimas y estupefacción, sorprendida de lo que escuchaba y veía a la vez, cuando al escuchar el grito fuerte, llamándola; de inmediato repuso sin pensar en otra cosa más que en decir:

    –Aquíiii… A míiiii… Auxiliooo… Ahoraaaaa…–.

    Su grito fue desgarrante, acompañado de terror y sorpresa, de estremecimiento.

    El hombrecillo mirando el camino de donde provenían los gritos, entonces con enojo, impotencia e ira asintió: – heeerrrrrr –.

    Y volteo a ver al muchacho indígena, quien a su vez no

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