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“Reencuentro… Razonar Sin Razón’’
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Libro electrónico414 páginas6 horas

“Reencuentro… Razonar Sin Razón’’

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REENCUENTRO era un trmino
que continuamente Giovanni se repeta y que
signifi caba para l, no solo un simple regreso a
Cuba, a su Habana Vieja y a las personas queridas
dejadas atrs, sino algo ms, ya que ciertas partes de
su pasado le resultaban inalcanzables, en tanto que
otras seguan manifestndose en el presente, como
una droga enajenante que envenena lo que otrora
fuese un cuerpo saludable. Su razonamiento sin
razn le impeda entender que el pasado solamente
existe, en paciencia estable e infi nita, encerrado
en las tinieblas de nuestros propios pensamientos,
donde todo lo que hemos conseguido, lo que hemos
intentado hacer, as como lo que, por una razn u
otra, no hemos conseguido, de hecho regresar tarde
o temprano, para atormentarnos sin lugar a dudas
hasta el ltimo momento de nuestras vidas
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento19 jul 2011
ISBN9781463303112
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    “Reencuentro… Razonar Sin Razón’’ - Enrique A. Meitín

    Copyright © 2011 por Enrique A. Meitín.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso:   2011912018

    ISBN: Tapa Dura                  978-1-4633-0309-9

    ISBN: Tapa Blanda               978-1-4633-0310-5

    ISBN: Libro Electrónico      978-1-4633-0311-2

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para ordenar copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    345947

    ÍNDICE

    DEDICATORIA

    ACLARACIÓN

    RAZONAR SIN RAZÓN

    TRÍO DE MARGINALES

    ANABELLA DE LA HABANA

    JINETERISMO Y MARGINALIDAD

    INTENSIONES DE REBECA

    PLAN DE FUGA

    REBECA CONVENCE

    TOQUES FINALES

    TRAGEDIA EN EL MAR

    TRISTEZA POR LAS PÉRDIDAS

    EN BUSCA DE UN REENCUENTRO

    ACLARANDO DUDAS

    PRESENTE, PASADO O FUTURO

    EPÍLOGO

    FICHA DEL AUTOR

    DEDICATORIA

    " . . . el pasado siempre se habrá ido y sólo se recuperará, en última instancia en los filamentos de la memoria . . ."

    Scott Turow

    La Ley de nuestros padres

    A todos los cubanos que de una forma o de otra aspiran a un Reencuentro . . . con el pasado a sabiendas que nunca será igual, en específico a mi hija, y mi sobrino-hijo, que todavía sobreviven en nuestra sufrida tierra, que aunque no se han separado de su terruño natal, aspiran a un Reencuentro . . . también con sus seres más queridos . . . así como de una manera especial a mi esposa Yully, por su apoyo y dedicación, que por ser venezolana de nacimiento y cubana de matrimonio, sueña con un pasado que ha sido recientemente arrebatado por el actual desgobierno de su país, sin olvidar a todos aquellos que de una forma o de otra han colaborado con eficiencia y dedicación a que se materialice esta obra.

    ACLARACIÓN

    El término Reencuentro para Giovanni implicaba la idea de un retorno a un pasado propio que no estaba solamente vinculado a lo que había dejado atrás, sino en lo que atesoraba en sí mismo, en su mente, en su interior. Reencuentro era a su juicio, un retorno a viejas formas de comportamiento, al volver a toparse con lo que antes de venir a Estados Unidos tenía, a lo que es lo mismo, a no tener nada . . . continuar siendo como era, o como se sentía antes de partir . . . un vegetal. Ese era el dilema y ahí estaba el grave riesgo de repetirse.

    Ahora, años después, ya no era el hombre que había partido una madrugada en un yate de un puerto de la Isla, en compañía de todos los que significaban algo de su pasado, salvo una . . . pero si continuaba repitiéndose incesantemente en su mente aquella frase que un día había dicho su profesor de Historia, razonar sin razón, que hacía que se profundizara la contradicción en que vivía. Aunque en honor a la verdad creía firmemente que hasta el presente había tomado las decisiones correctas, tal vez las más difíciles, de las cuales no creía ni debía arrepentirse, porque según él, donde estaba ahora, en estas tierras de esperanza y libertad se sentía realizado y no quería oír hablar de un futuro reencuentro con el pasado.

    Recordó entonces que hubo una decisión, quizás la suma de muchas o tal vez en realidad una sola, la que lo llevó años atrás a abandonar todo aquello, para lo cual se había formado. El siempre, desde muy joven había otorgado a la huida, al escape, al abandono, a su juicio la única y decisiva ruta la solución—tal vez era su forma de evadir la realidad—, para iniciar un cambio en su accionar, en su manera de ser, de pensar, de vivir.

    Tal vez el no estaba entonces preparado, como tantos otros de su tiempo, para ese cambio, o para ninguno ¿Había sido el escapismo la mejor solución? por eso añoraba ahora más de una cosa, a más de un lugar, o a más de una persona . . . quizás tal vez motivado por ciertas cosas, o ciertos comportamientos de algunos de sus conocidos que no se habían aclarado en su momento por las más diversas razones y que ansiaba poner en su lugar. Todo eso lo mantenía en una eterna contradicción, y por eso. Tal vez por eso, quería echar un vistazo atrás.

    Si Reencuentro era un término que continuamente Giovanni se repetía y que significaba para el algo más que un simple regreso a Cuba, a su Habana Vieja y a las personas queridas dejadas atrás, que en realidad no sabía incluso si vivían o no, no era simplemente eso . . . sino algo más, ya que ciertas partes de su pasado le resultaban inalcanzables, en tanto que otras seguían manifestándose en el presente, como una droga enajenante que envenena lo que otrora fue un cuerpo saludable. Al mismo tiempo era consciente de que el pasado solamente existe encerrado en las tinieblas de nuestros propios pensamientos, en paciencia estable e infinita, donde todo lo que hemos conseguido, lo que hemos intentado hacer, así como lo que, por una razón u otra, no hemos conseguido, regresará tarde o temprano, para atormentarnos sin lugar a dudas hasta el último momento de nuestras vidas . . .

    RAZONAR SIN RAZÓN

    Después de algunos años en Estados Unidos, Giovanni había alcanzado el famoso sueño americano, obteniendo éxitos en las finanzas, no así en su vida conyugal que en vez de un sueño resultó ser una pesadilla. Si bien escapó ileso en cuestión de no haber tenido hijos en sus dos uniones maritales, no es menos cierto que acarreaba sobre sus hombros dos fracasos, que según él, atribuía al hecho de tener una constante obsesión de guardar reservas sobre determinadas cosas o situaciones, y el continuo pensar en el pasado. Ello impidió que sus esposas, la segunda aun más que la primera, hubieran podido evadir las cortinas de humo, que tal vez de manera inconsciente tendía él a su alrededor, tratando de evitar que fuesen a profundizar en su persona. ¿Estaba siempre presente en Giovanni la coyuntura de aquello de razonar sin razón?

    Tras su último fracaso matrimonial, de una forma o de otra se veía de nuevo necesitado de conectarse emocionalmente con un ser como él. Poder tener con un alguien un intenso intercambio afectivo, como lo tuvo en Cuba años atrás, antes y durante la partida. Se acordó entonces de Rebeca, y porque no de Ivonne, con las que compartió momentos sublimes y difíciles, de sus minutos finales antes de llegar a tierras de libertad. No obstante aunque añoraba a ambas, su pensamiento giró en la búsqueda de Anabella . . . su amor de la Habana, con la que no había sido del todo sincera y a la que no se había entregado plenamente. Pensó en lo cruel que había sido con ella. ¿Cómo pudo partir y dejarla?

    Al recordase de Anabella, y de otras mujeres que tanto significaron en su vida, pero sobre todo de esta, se sintió culpable al ver como ignoró sus propios sentimientos, pues aunque intentó no demostrarlo así mismo en aquel entonces, cierto era que la amó. Que infamia haber partido dejándola atrás . . . lo cual hizo, pues creyó que eso era lo mejor para ella, pues le hizo creer que no debía hacerse ilusión con él. Después siempre, hubo un alguien, otra mujer que le brindó más garantías, pero que a al final, a su juicio, directa o indirectamente lo que hizo fue incrementar su desenfrenada intensidad de amar.

    De hecho Giovanni sabía que esa intensidad que sentía crecer en su interior, a pesar de haber cambiado en ocasiones de pareja, buscando el éxito, no logró convertirla en amor. No era ajeno a que su carácter lo había llevado a entablar grandes luchas intestinas que oscilaban entre su naturaleza pasional, por un lado, y sus ansias de poder o de dominio, por otro. Vivía convencido de que sus dos esposas no habían sentido tanto, o que no se entregaban tanto como él, de ahí arrancaba también, en ocasiones, su tendencia a la crítica destructiva que ahondaba cada vez más el abismo existente que siempre abría entre él y su pareja.

    Quizás no fuera eso solo lo que le hacía pensar en una búsqueda constante, un retorno o más bien en un reencuentro con el pasado. Un reencuentro con el pasado ¿Para qué?, se preguntaba una y otra vez para nuevamente recordar, con lujo de detalles, la acción que años atrás le había obligado a tomar aquella decisión de huir de su tierra; de cómo no fue capaz de decirle nada a aquel ser, a quien sin querer admitir amaba, y de no aferrarse a ese su primer amor verdadero.

    En realidad llegó a extrañarlo todo, lo añoraba todo, recordaba como si estuviese viviendo nuevamente los buenos y los malos ratos. Volvía a sentir la misma sensación de vacío sentida al perder a sus padres, casi uno a continuación del otro, cuando apenas el comenzaba a trabajar para aliviar la difícil situación económica en que vivía. Pero entre todas las cosas, lo que más extrañaba Giovanni, era sin duda alguna el lugar donde nació y pasó su infancia, su Habana Vieja, su seductora e, histórica ciudad reconocida como "Patrimonio de la Humanidad. Vieja de por sí, con sus castillos antiguos, sus iglesias y conventos barrocos, sus murallas. Ciudad donde pululan plazas, plazoletas, y también como todos sabemos, muchos solares.

    No olvidaba ninguna de sus callejuelas, rincones pintorescos y sus patios de sabor colonial, con diversidad de estilos y diseños arquitectónicos, donde no faltaban sus vitrales . . . algunos de ellos ya destrozados por el tiempo y los bisneros clandestinos de arte, mucho menos abandonaban su mente las sábanas blancas colgadas de los balcones, o mejor dicho jirones blancos que cuelgan de balcones, también estos hecho jirones. Quería pero no podía en su pensamiento olvidarse de cada bache de la Habana, tan añejos como la ciudad que tanto amaba, pues en sus calles existen algunos de más de cincuenta años de historia, baches que como alguien dijera con exactitud " . . . si estos pudieran hablar, narrarían la historia de la lucha de nuestros habaneros por la plena soberanía".

    A sus recuerdos venían una y otra vez aquellas cadenciosas mulatas que danzan y se sofocan al toque de una rumba de cajón o al aspirar de un habano, o quizás sus folklóricos plantes de santería, tal vez sus santeros. Tampoco podía olvidar el genuino Malecón habanero con su larguísimo muro que serpentina a lo largo del litoral, convertido en sitio de ensueños frecuentado por enamorados, y alguno que otro fantasma de los chinos de otrora, con su maní tosta’o. Este naciendo en el Puerto se prolonga hacia el Vedado ganando en contemporaneidad. Mucho menos aquellos lugares de su añeja Habana, todos ellos, donde se entrelaza el antiguo y tradicional modo de vivir citadino, con el moderno resolver, para evadir la amarillenta libreta de racionamiento y vivir más allá de las posibilidades del sustento diario, o quizás más bien . . . lograr el sustento diario.

    Costumbrista como su ciudad natal, había sido el pasado de Giovanni, como también fue su educación, la que se prolongó entre el de cursar de un despertar católico y caótico, hacia un individualismo ateo e irresoluto. De su pasado, entre otras muchas cosas que venían a su mente, extrañaba los juegos callejeros con sus colegas del barrio; la destartalada Primaria a la que asistió; su Secundaria en el campo, donde vivió como becado, sin la supervisión diaria de sus padres, sólo y por su cuenta . . . o tal vez algún amor de juventud en particular. Recordaba todo eso, y muchas cosas más venían a su mente . . . aquellos planes tareco, cada salidero, cada apagón, cada tupición, cada bronca y sobre todo aquellas fabricadas colas por todo y para todo, que le hacían recordar esa Habana Vieja, de mas folklórica, con su pueblo amante dicharachero divertido y sobre todo bailador, y conocedor del deporte . . . es decir del baseball, (la pelota para nosotros los cubanos) pues no hay otro deporte para ellos.

    Crianza y vida tuvo Giovanni en su Habana Vieja, como el mismo contaba con orgullo, no sólo cuando emigró de la misma, primero en un yate tomado prestado, más bien robado y más tarde en una rústica balsa, igual de rústica como la ciudad que había dejado atrás. Orgulloso se sentía también de su barrio de Atarés, cuando en cualquier oportunidad, deambulando por cualquier otro de los veintiocho populosos barrios de la capital cubana se le preguntaba sobre su origen pueblerino.

    Hijo legítimo y único de un matrimonio cubano, también nacidos en La Habana, quienes cansados de intentar consolidar su unión con la llegada de un hijo, la naturaleza al fin le otorgó esa gracia cuando ambos padres pasaban ya de los cuarenta años y a pesar de no tener la edad idónea para comenzar a criar hijos, ni tener tampoco una holgura económica adecuada, Giovanni fue recibido por la pareja con mucho agrado. Como le ocurrió a tantos otros niños de su época—corría la década del sesenta—su niñez fue compartida entre una tolerancia y malcriadez común de padres maduros, y una educación revolucionaria, intransigente y algo más sólida llevada a cabo, primeramente, y por suerte para él, por una magnífica asistente del Círculo Infantil, continuada por la adolescente recién graduada maestra de la Formadora de Maestros Primarios, Gladys con la que aprendió a leer y a escribir, y que un 28 de Enero, fecha del natalicio de nuestro apóstol, se ordenó, como todos sus condiscípulos pionero José Martí.

    Entre el amor y la perplejidad transcurrió su infancia, sin odios, sin rencores. Una vez le oyó decir a su maestra . . . Quien recibe suficiente amor no se prepara lo suficiente para el mal, sino que lo va a sufrir cuando encuentre la maldad. Así era Giovanni, tendría que acostumbrarse al cambio en su forma de ver la realidad.

    A pesar de la educación católica a que fue sometido durante sus primeros años, debido a la persecución religiosa solapada, y en ocasiones descarnada que existía en Cuba, sus padres no se preocuparon, ni mucho menos se apresuraron en mostrarle a su hijo el camino a la religiosidad, y a pesar de ser ambos padres fieles creyentes, parte de su credo era solo el convencimiento de que Dios tarda, pero en algún momento llega. Tal conformismo lleno de contradicciones incidió en que Giovanni no lograse contar con un concepto adecuado de Dios. De todos es conocido que para los creyentes Dios es una realidad incorpórea, omnipresente y omnipotente, no así para el ateo que al no asumir la premisa de la idea como fuente de lo demás, su materialidad es imposible. Giovanni se movía entre esos dos conceptos.

    Debido a sus creencias religiosas, por demás caóticas y contradictorias, con frecuencia se le veía envolverse fácilmente en polémicas con sus amigos. Situación esta que fue superando a medida que iba creciendo y a la postre Giovanni lograba sintetizar y tomar como suya propia una conceptualización de la deidad que aglutinaba todos los miedos y esperanzas de quienes le rodeaban, alejándola o acercándole a la alegoría, madre de todos los dogmas, y el Supremo para él paso a ser, el sincretismo obligado de dioses y hombres, con purezas e imperfecciones al mismo tiempo.

    Por ello a sus características positivas, se le sumaron otras negativas, su marcado escapismo para no confrontar la realidad imperante, así como el machismo innato que tanto trataba de superar pero enraizado a su continuo pensar mal de las mujeres—al menos en su adolescencia—, la necesidad de utilizarlas sólo para su disfrute, a lo que se sumó más tarde los celos inventados, los que arrastraría durante toda su vida, lo conduciría a fracasos como pareja, o a la adicción a pasiones atormentadoras, unido a un insaciable e incomprensible espíritu de venganza, que no venían acorde con su personalidad, pasando con el de cursar del tiempo, hacia un individualismo ateo e irresoluto.

    No obstante es bueno destacar que para bien o para mal, Giovanni no pasaba inadvertido entre sus semejantes, aunque si lograba despertar, por línea general, sentimientos extremos, antes que resultar indiferente. De niño, más tarde también de adolescente, era solicitado por el resto de sus colegas del vecindario, así como por los alumnos de la destartalada Primaria del barrio de Atarés, a la que asistió, para compartir con ellos, no sólo los juegos callejeros—que por supuesto con el de cursar del tiempo extrañaría—, a los que se entregaba apasionadamente con una ocasional brutalidad, sino también para realizar otras actividades más intelectuales, pero que con su absoluta dedicación lograba una vez envuelto en las mismas, arrastrar al resto de sus amigos, ya fuese por la influencia que ejercía sobre ellos, o simplemente por no quedarse atrás.

    *        *       *

    Su llegada a la Escuela al Campo, la cual cursó en el interior de la provincia, en una Secundaria del municipio de Batabanó le hizo entablar amistad con personas de las más disímiles características, entre los que se encontraban: Víctor y Ramón, quienes junto a él llegaron a conformar durante los tres años que estuvieron en ese plantel, un trío, que los profesores no podían, ni mucho menos dejarían de pasar por alto. Estos no concebían como tres personas con formación y manera de ser tan disparejas, donde se combinaban la ocurrencia y la aparente madurez de Giovanni junto a la desfachatez de un Víctor, con la intolerancia y la ironía de Ramón, podían conformar un grupo tan unido.

    Todos ellos hasta entonces criados en el seno de sus respectivas familias con modelos de educación, procedencia y extracción social diferentes, contra viento y marea, en ocasiones envueltos en las incomprensiones del profesorado e incluso de sus compañeros de estudio, se lanzaron a explorar un mundo de nuevas revelaciones, no sólo producto de las enseñanzas escolares, sino en, y sobre todo, de aquellas que engrosarían su aval en cuanto a las relaciones humanas de nuevo tipo, que fueron adquiriendo y que los volvería a unir algunos años después en nuevas aventuras . . . tal vez mucho más serias.

    Tanto la diversidad, como las personalidades de estos seres, se pusieron de relieve en lo ocurrido durante una clase de Historia, así como también del mensaje que trasladó el profesor de esa asignatura y que Giovanni no olvidaría . . .

    . . . Una vez en el puerto habanero las cargas eran depositadas y puestas al cuidado de la guarnición del castillo de La Fuerza—expresaba el profesor refiriéndose a la estadía de las Flotas en su ciudad, allá lejos perdido en el tiempo—, mientras se preparaban las condiciones de los navíos, a la espera del tiempo favorable para la nueva travesía oceánica, se obtenían noticias de lo que acontecía en Europa, lo cual era trasmitido desde la metrópoli mediante rápidos navíos de aviso . . .

    . . . La estadía de millares de tripulantes y pasajeros que bajaban a tierra y se mantenían en ella durante semanas o meses de obligatorio estacionamiento, influyeron notablemente en la composición y en las costumbres de los habitantes de la isla, y en particular de La Habana . . .

    Continuaba la cacareada charla, a la cual Víctor no le prestaba ninguna atención, mientras ensimismado como estaba acariciando los cabellos de una de sus condiscípulas, sentada delante de él.

    . . . El principal negocio de la rada habanera fue por mucho tiempo, albergar a los pasajeros, proporcionarle alimento y diversión. Seguía la explicación.

    —Igual que ahora que la buena comida y la diversión es sólo para los extranjeros no para la población. Interrumpió en voz baja Giovanni, aunque fue escuchado por el profesor.

    —El jinetarismo del siglo XVI. Apuntó un poco más alto Ramón, lo que provocó la risa no sólo del trío inspirados en malear la clase, sino de gran parte del alumnado, mientras el profesor detenía la explicación, quedándose de momento en silencio, levantó la vista, despacio, y la paseó por el auditorio, buscando al causante de aquella broma de mal gusto, hasta detenerla en los dos jóvenes que estaban justo al lado de Giovanni . . .

    —Usted. Dijo, señalando a uno de ellos.

    —¿Dígame señor Ramón Manzano, de que estaba yo hablando?

    El alumno sabía que había sido descubierto. Se puso de pie mientras trataba de sobreponerse, tardó en responder, hasta que pausadamente lo hizo . . .

    —Creo que algo así de la forma en que los antiguos pobladores de La Habana guataqueaban a los extranjeros—y agregó—, a mi juicio, igual que lo hacemos ahora después de varios siglos.

    —Resulta interesante su comparación, pero como no presta atención a lo que yo estoy explicando, evade la respuesta correcta, que no sabe, pero no calla para no reconocer su culpa.

    —¿No es así? Le preguntó dirigiéndose nuevamente al alumno causante de la broma.

    —Si la verdad fuera esa profesor tal vez usted tendría razón. Se atrevió Ramón a contestarle, comenzando una polémica . . .

    —Perdone que lo interrumpa Profe, pero la verdad es que aunque se niegue, ahora se hace lo mismo que antes. Se inmiscuyó Giovanni.

    —Tal vez, admitamos que ustedes tienen razón, ¿De ser verdad lo que usted dice, sería una verdad absoluta? Remarcaba el profesor su disposición de llevar al auditorio a una reflexión, lo que de inmediato despertó el interés de todos.

    —Bueno profesor, todos sabemos que a los extranjeros se les trata mejor que a nosotros. Interrumpió Ramón.

    —Yo le diría . . . amigo europeo, ¡Ven a la Habana! ¡Mi Habana te recibe con los brazos abiertos! Agregó Giovanni.

    —Mejor di, ¡Con las piernas abiertas! Subrayó Víctor detrás de Giovanni.

    —Como lo hacen muchas niñas. Puntualizó la chica que estaba delante de ellos.

    —Ustedes aunque puedan tener razón, están claro que su palabra no basta para probar que los extranjeros tienen privilegios sobre nosotros los nativos, a pesar que todo puede indicar que es lo que se viene haciendo . . . si es así, la verdad sería relativa . . . ¿Me explico? Preguntó el profesor buscando la atención de todos los alumnos mientras utilizaba el ejemplo dado para desarrollar su teoría.

    —Pero de una forma o de otra eso ocurre. Insistió Giovanni.

    —Lo que significa que para otros es relativa, para mi es una verdad más grande que una casa, o sea una verdad absoluta, puesto que así me lo indica la realidad de todos los días. Continuó Ramón al discutir con el profesor.

    —Tal vez usted, mi querido alumno este en un error, o este sobrevalorando los hechos, pero de igual forma continuaría siendo relativa ¿No es verdad?, por lo que toda verdad puede ser relativa y absoluta al mismo tiempo ¿Correcto? Parecía concluir el profesor con su ejemplo.

    —Así es profesor. Afirmó Ramón, a lo que asintió Giovanni con una inclinación de su cabeza.

    —Puedo ponerles además otro ejemplo para que quede más claro . . . su compañero, el que está a su lado, creo que se llama Víctor, el que se esconde detrás de la joven, para que no se le pregunte. Además que lo secunda a ustedes . . . y ninguno de los tres atienden a la clase. Si al primero—señalando a Víctor—se le regaña, podría alegar que ella echó la cabeza hacia atrás para que le acariciara el cabello. Por otra parte, incluso cualquiera de los tres y ella misma incluso, podría disculparse planteando que le gusta . . . entonces que pasaría, yo quedaría como un tonto ante todos, ¿No? . . . es por ello que la razón al igual que la verdad son relativas.

    —De manera que razonaré sin razón por ustedes. Ella responderá las preguntas—dirigiéndose a la joven—ya que es mucho más aplicada que ustedes y ustedes, los tres por favor, se me van del aula. Esperarán afuera, en el pasillo a que termine el turno de clase.

    Una vez fuera del aula, Giovanni profundizó en lo que había dicho el profesor de aquello de razonar sin razón, entonces sin imaginarse siquiera que esa frase del maestro la arrastraría por siempre cada vez que estuviese frente a una contradicción y tuviera que tomar una decisión importante le vino a la mente, en ese momento como un símil, lo que una vez dijo Castro en una entrevista al inicio de la Revolución y lo compartió con sus compañeros expulsados junto con él.

    —Le dijo al periodista algo así como que él no era comunista por tres razones; Primero, porque el comunismo es la dictadura de una sola clase y él había luchado toda su vida contra las dictaduras y no iba a caer en una dictadura del proletariado. La segunda razón, dijo, porque el comunismo significa odio y luchas de clases, y el estaba en contra completamente de esa filosofía. Y la tercera porque el comunismo lucha contra Dios y la Iglesia.

    Los tres comprendieron en el ejemplo señalado de Castro la certeza del profesor en cuanto a su planteamiento de razonar sin razón ya que esto era lo que siempre hacía.

    Giovanni terminó disculpándose ante sus amigos de no haberse acordado durante la discusión entre ellos y el profesor de aquel ejemplo que le contase en una ocasión su padre, en la entrevista hecha al dictador por el periodista católico Ignacio Rasco en los inicios de la Revolución, donde el gobernante cubano, tan asiduo a las mentiras, esgrimiendo verdades relativas, llevaba al absoluto esas verdades, a un razonamiento erróneo y mentiroso. Giovanni pensó en lo bueno que hubiera sido ese ejemplo en la clase, donde el profesor hubiera tenido que definir su posición política.

    El razonamiento del trío fue el siguiente:  . . . no existe una verdad absoluta—el mensaje de la Revolución—, sino relativa de acuerdo a como asimile cada uno esa verdad y la razón nos dice que no se debe creer obvio lo que no se puede probar o demostrar.

    Finalmente comprendieron que el profesor había querido enviar un mensaje a su alumnado, y aunque en realidad lo hizo sutilmente, pues no podía hacer otra cosa, logró su objetivo. A partir de entonces su aplicación y atención a las clases no sólo de Historia, sino en todas las disciplinas se hizo notoria, mientras que la amistad entre los tres se fue profundizando . . .

    *        *       *

    Las relaciones de Giovanni con sus dos amigos, Ramón y Víctor no se enfriaron con el tiempo, a pesar de no haberse visto con frecuencia una vez que terminaron sus estudios en la Secundaria, por el contrario, pese a la lejanía, pues ninguno de sus amigos eran de la capital, si no que vivían en el interior, lo que nosotros llamamos Habana Campo, cada vez que alguno de ellos visitaba la urbe capitalina, no dejaban de compartir juntos, visitar centros de esparcimiento junto a amigas que Giovanni les presentara dada la ocasión, sin pasar por alto la comunicación que se establecía entre ellos para dar rienda suelta a sus inquietudes, hablar . . . por supuesto de pelota y de mujeres, ¿Qué cubano cuando se junta con sus amigos no habla de ello? . . . pero también hablaban de algo más y sin tapujos . . . sobre las percepciones que el trío tenía sobre la realidad imperante, ideas no del todo definidas aun en cuanto a los posibles cambios que la sociedad cubana necesitaba, así como sus esperanzas, o más bien su futuro . . . más allá del mar.

    Si bien las manifestaciones de repudio al régimen por parte de ellos, no pasaban de ser meras especulaciones, pues, a pesar de fustigar al sistema en tertulias de barrio, o cuando lograban reunirse los tres, ni les había pasado por la mente enfrentar al poder castrista, no es menos cierto que en una cosa si estaban de acuerdo, y era, que no existía solución posible de diálogo con Castro, que tenían que mantenerse vegetando en la sociedad cubana o en cambio decidirse, de una vez por toda, a brincar el charco como manifestaba Ramón con su habitual intolerancia e ironía, o irse pal’carajo, en palabras del desfachatado Víctor.

    Para Ramón, su vida no fue fácil, por el contrario, transcurrió igual a la de todo cubano semejante a él, que desde muy joven no demostró poseer aptitudes para asimilar los cacareados principios de la Revolución, y tuvo que campear los obstáculos que se presentaron a través del tiempo. Nacido en el seno de una familia humilde campesina, dedicada a las labores de siembra y acopio de frutos menores en Güira de Melena, sería el primogénito de la unión entre Gervasio Manzano y Doña Ramona, mote por el que se le conocía a la madre en aquel pueblo pintoresco situado al centro-sur de la provincia de La Habana, por el carácter autoritario de ella, que se contraponía al tolerante y buena gente forma de ser de su esposo. Completaban la familia otros tres hijos, dos hembras y un varón, que llegaron casi sucesivamente, con un intervalo de dos años entre cada uno de ellos, tras el nacimiento de Ramón.

    A Gervasio, su padre, a inicios del castrismo, se le otorgó la propiedad de la tierra gracias a lo establecido en la llamada primera Ley de Reforma Agraria, y más tarde, como a todos los beneficiados por la susodicha Ley se le despojó de la misma, algunos meses después por la casi obligatoria cooperativización practicada por la segunda de estas Leyes. En realidad el humilde guajiro, nunca entendió los vaivenes de la política del régimen en relación a los campesinos, como tampoco pudo entender la persecución desde el punto de vista ideológico a que fueron sometidos los Testigos de Jehová—culto que había abrazado él y su esposa desde mucho tiempo atrás—, cuando los dirigentes revolucionarios no se cansaban de pregonar el libre culto entre los cubanos. Por un lado se habla de la libertad y por otro usan las piedras contra los que no estamos de acuerdo. Repetía continuamente, a manera de queja, en el seno del hogar, nunca en la calle.

    Como tantos otros hombres de fe como él, prefirió ocultar sus creencias y no trasladarlas a su prole, a fin de que estos pudiesen sobrevivir y educarse en el país comunista que los discriminaba por su filiación religiosa. Pese a la posición que se vio obligado a tomar, y que además no era secundada por su esposa, pudo conseguir que estos acudiesen a la Escuela Primaria, y se hiciesen Pioneros a despecho y crítica por parte de los feligreses de su congregación, permitiéndole sortear " . . . la descomunal presión de grupo sobre cualquier niño que se resistiera a la corriente oficial", como bien escribiera Salvador E. Subirá en su obra Anatomía y Fisiología del Totalitarismo.

    Siguiendo esa misma actitud, años después, a pesar de que nunca compartió los ideales del proceso, como era una persona callada y sumamente trabajadora, obtuvo el reconocimiento de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA), por su labor en la producción, lo cual le brindaría la posibilidad, llegado el momento, de solicitar una beca para que su primogénito continuara los estudios en una Secundaria. Al mandar a Ramón a la Secundaria como becado en el campo, el señor Manzano tuvo que continuar manteniendo oculta su inclinación religiosa, inculpándose en secreto con Doña Ramona por su falta de valor, al claudicar ante la doble moral ya instaurada en la generalidad de la población cubana y no oponerse a ella.

    No obstante la pareja estuvo de acuerdo en preferirlo así, en aras de no comprometer el futuro de su hijo mayor, quien no era culpable de lo que venía sucediendo, además Ramón era lo suficientemente inteligente para aprovechar los estudios, que con el tiempo—y este era el criterio de ambos cónyuges—, de seguro entendería la posición de sus padres, debido a que ellos estaban obligado a adaptarse a lo que ocurría, o perecer, al entender que no tenían pensando abandonar el país.

    Lo que no podía imaginarse Gervasio, en aquel entonces—como tampoco lo podía imaginar entonces el joven Giovanni—, cuál era el verdadero objetivo que perseguía el régimen, al querer educar a los jóvenes en esa llamada educación integral, donde se mezclaba mitad estudio y mitad trabajo, por lo cual hago mías las palabras registradas en el mencionado ensayo de Subirá, quien describe magistralmente el verdadero propósito del proyecto de Castro de la Escuela al Campo, al decir que no era más que: " . . . separar a los jóvenes de la influencia y los valores familiares, y ponerlos en un ambiente desarmado y controlado ideológicamente donde se les pudiera inducir los nuevos valores". Mientras tanto, el tiempo iba a permitir que poco a poco todos los integrantes de esta familia, principalmente Ramón quien influía, sobre sus padres y hermanos, se percatasen de lo que realmente ocurría, y sus por qué.

    Su estancia en la secundaria en el Campo trajo para el joven primogénito, no sólo la preparación general en materia de estudio, sino también aprendió a no ser tolerante con lo que consideraba mal hecho—tal vez heredado de Doña Ramona—, enfrentándose en más de una oportunidad a lo programado por las organizaciones políticas de base del plantel, así como a los puntos de vista de algunos profesores, no acostumbrados al enfrentamiento con muchachos de su edad con las características de intolerancia y de ironía que manifestaba Ramón.

    Como era de esperarse las consecuencias para el joven no dejaron de aparecer, trayendo como resultado inmediato ser señalado como conflictivo, no sólo por la dirección del Centro de estudio—lo que quedaría reflejado en su expediente escolar—, sino también por parte de la mayoría de sus condiscípulos . . . con la excepción de Giovanni y de Víctor, con los cuales estableció una sólida amistad, identificándose cada día más con ambos.

    Si

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