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Con los pies en el polvo: Polvo y estrellas
Con los pies en el polvo: Polvo y estrellas
Con los pies en el polvo: Polvo y estrellas
Libro electrónico440 páginas5 horas

Con los pies en el polvo: Polvo y estrellas

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Polvo es para los perdedores.

Es el año 2021, y la humanidad ha estado en el espacio por medio siglo. La Luna está salpicada de ciudades, las colonias se extienden por Marte, y se están construyendo naves para explorar el espacio profundo. Mara Duval, de dieciéis años, nació y creció en la Estación Tombaugh, y está en entrenamiento para formar parte de la primera misión de la humanidad hacia las lunas de Júpiter.

La vida en el espacio está llena de oportunidades… pero no para todos.

Algunos están condenados a pasar sus vidas en polvo —un lugar que todos conocen pero nadie menciona. Polvo es para los que no son aptos para vivir en el espacio —los tontos, los enfermos, los dementes, los emocionalmente inestables, los sociópatas y los criminales.

Toda familia tiene miembros que están condenados a vivir en polvo, y la de Mara no es distinta. Pero aunque  las demás familias avanzan y dejan atrás a los parientes que fallaron, sus padres están decididos a que Mara conozca a los suyos —a que comprenda su pasado antes de marcharse hacia el futuro en el espacio profundo.

No hay escapatoria para Mara. A pesar de los peligros y enfermedades, sus padres la obligan a bajar a polvo.

“CON LOS PIES EN EL POLVO” es una novela juvenil de ciencia ficción con actitud, llena de detalles técnicos tan encantadores como sus personajes. Me sentí inmediatamente atraído por la historia.” ~ Kevin J. Anderson, éxito de ventas del New York Times, autor de LA MENTE DE LA ETERNIDAD

Evolved Publishing presenta el primer libro de Polvo y estrellas. Esta serie juvenil de ciencia ficción presenta una aventura de historia/futuro alternativos que seguro te mantendrá enganchado a las páginas. [sin DRM]

Libros de Kevin Killiany:

Con los pies en el polvo (Polvo y estrellas - Libro 1)

La vida en el polvo (Polvo y estrellas - Libro 2)

Levantarse del polvo (Polvo y estrellas - Libro 3)

Más Libros Excelentes en Español de Evolved Publishing:

La serie “Eloah” de Lex Allen

Perdóname, Alex de Lane Diamond (Tony Hooper – Libro 1)

Atrapavientos de Jeff Altabef y Erynn Altabef (Elegido – Libro 1)

Los Hijos de la Oscuridad de David Litwack (Los Buscadores – Libro 1)

Tras la Pista de Sinatra de Axel Howerton

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 ene 2019
ISBN9781547531813
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    Vista previa del libro

    Con los pies en el polvo - Kevin Killiany

    www.EvolvedPub.com

    ~~~

    CON LOS PIES EN EL POLVO

    Polvo y estrellas – Libro 1

    Copyright © 2018 Kevin Killiany

    Copyright de diseño de portada © 2018 D. Robert Pease

    ~~~

    Editado por  Philip A. Lee

    ~~~

    Traducción de Ana Sthal

    ~~~

    Notas de licencia del eBook:

    Queda prohibido el uso, reproducción o transmisión por cualquier medio, de cualquier parte de este libro sin el consentimiento escrito, excepto en el caso de citas breves utilizadas en artículos críticos y reseñas, o de acuerdo con las leyes federales de Uso Razonable. Todos los derechos quedan reservados.

    Este eBook está licenciado exclusivamente para su disfrute personal; queda prohibida su reventa o que se le entregue a otras personas. Si usted quiere compartir este libro con alguien más, por favor, compre una copia adicional para cada uno. Si está leyendo este libro y no lo compró, o no fue comprado para su uso personal, por favor vaya con su vendedor de eBooks y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor.

    ~~~

    Aviso legal:

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor, o el autor los ha utilizado de manera ficticia.

    LIBROS DE KEVIN KILLIANY

    POLVO Y ESTRELLAS

    Libro 1: Con los pies en el polvo

    Libro 2: La vida en el polvo

    Libro 3: Levantarse del polvo

    ~~~

    GUERREROS MECA

    Cazadores de lobos

    Montar a la Quimera

    ~~~

    CUERPO DE INGENIEROS DEL VIAJE ESPACIAL

    Honor

    Huérfanos

    ~~~

    ANTOLOGÍAS DE TECNOLOGÍA DE BATALLA

    Nacido en el caos

    Formado por el caos

    ~~~

    Página del autor en el sitio web de la editorial:

    Kevin Killiany

    ~~~

    LO QUE SE HA DICHO DE CON LOS PIES EN EL POLVO:

    ~~~

    "Con los pies en el polvo es una novela juvenil de ciencia ficción con actitud, llena de detalles técnicos tan encantadores como los personajes. Me sentí inmediatamente atraído por la historia."

    ~ Kevin J. Anderson, éxito de ventas del New York Times, autor de La mente de la eternidad

    ~~~

    CON LOS PIES EN EL POLVO [es] una lectura entretenida y fácil... cercana a la perfección. Todo lo que uno busca en un drama juvenil, de ciencia ficción distópica está aquí.

    ~ Readers’ Favorite Book Reviews

    ~~~

    Esta es una historia para chicas acerca del paso de la niñez a la adultez, es una lucha en contra del racismo institucionalizado, es acerca de las chicas tratando de hallar sus sueños en la negrura del espacio.

    ~ Jason Hansa

    CONTENIDO ADICIONAL

    Al final de este libro te ofrecemos una Vista previa especial. En ella podrás disfrutar los primeros cinco capítulos del muy esperado segundo libro de la serie de Kevin Killiany, LA VIDA EN EL POLVO. Solo haz clic en el enlace de abajo para acceder.

    VISTA PREVIA ESPECIAL: La vida en el polvo por Kevin Killiany

    DEDICATORIA

    Para Valerie.

    Tu fe y apoyo hacen que todo lo demás sea posible.

    Índice

    Hoja de portada

    Copyright

    Libros de Kevin Killiany

    CONTENIDO ADICIONAL

    Dedicatoria

    Mara: 1030 / 30 agosto de 2021

    Beth: Martes, 31 de agosto de 2021

    Mara: 1440 / 02 septiembre de 2021

    Jael: 3/9/21

    Beth: Viernes, 3 de septiembre de 2021

    Jael: 4/9/21

    Beth: Martes,7 de septiembre de 2021

    Jael: 7/9/21

    Beth: Viernes, 10 de septiembre de 2021

    Mara: 0930 / 15 septiembre de2021

    Beth: Jueves, 16 de septiembre de 2021

    Beth: Domingo, 19 de septiembre de 2021

    Mara: 1350 / 20 septiembre de 2021

    Beth: Lunes, 20 de septiembre de 2021

    Mara: 1120 / 23 septiembre de 2021

    Beth: Viernes, 24 de septiembre de 2021

    Mara: 1730 / 24 septiembre de 2021

    Mara: 0038 / 25 septiembre de 2021

    Beth: Viernes, 24 de septiembre de 2021

    Mara: 0930 (local) / 26 septiembre de 2021

    Mara: 1430 / 27 septiembre de 2021

    Jael: 27/9/21

    Mara: 2050 / 27 septiembre de 2021

    Beth: Martes, 28 de septiembre de 2021

    Jael: 28/9/21

    Beth: Jueves, 30 de septiembre de 2021

    Mara: 1745 / 1 octubre de 2021

    Mara: 1640 / 2 octubre de 2021

    Jael: 2/10/21

    Mara: 1920 / 4 octubre de2021

    Beth: Martes, 5 de octubre de 2021

    Mara: 1840 / 6 octubre de 2021

    Jael: 8/10/21

    Beth: Lunes, 11 de octubre de 2021

    Jael: 13/10/21

    Beth: Viernes, 15 de octubre de 2021

    Beth: Martes, 19 de octubre de 2021

    Mara: 2210 / 22octubre de 2021

    Mara: 2330 / 25 octubre de 2021

    Beth: Martes, 26 de octubre de 2021

    Jael: 27/10/21

    Beth: Viernes, 29 de octubre de 2021

    Mara: 2050 / 4 noviembre de 2021

    Beth: Viernes, 5 de noviembre de 2021

    Jael: 15/11/21

    Beth: Lunes, 15 de noviembre de 2021

    Mara: 1340 / 17 noviembre de 2021

    Mara: 2215 / 19 noviembre de 2021

    Mara: 0138 / 21 noviembre de 2021

    Mara: 1725 / 22 noviembre de 2021

    Jael: 24/11/21

    Beth: Miércoles, 1 de diciembre de 2021

    Jael: 7/12/21

    Entrevista con el autor

    Agradecimientos

    Acerca del autor

    ¿Qué sigue?

    VISTA PREVIA ESPECIAL: La vida en el polvo (Libro 2)

    Más de Evolved Publishing

    1030 / 30 agosto de 2021

    ~~~

    Es maldito abuso infantil.

    No es abuso, y no maldigas, respondió mamá-monstruo. De nuevo.

    Habíamos tenido esta conversación —con y sin maldiciones— como unas doscientas veces en las últimas semanas. Bueno, tal vez solo fueron cien. Llegué a casa el viernes, después de los exámenes finales del segundo año, lista para hacer absolutamente nada durante las dos semanas previas al inicio de mi tercer año, solo para descubrir que mis padres habían arruinado mi vida por completo

    Me enviarían a polvo. No debería haberme sorprendido porque por años habían estado hablando acerca de enviarme allá abajo, a visitar a los únicos parientes vivos que tengo, y que no compartían nuestro departamento. Es solo que nunca pensé que serían lo suficientemente crueles como para cumplir con la amenaza.

    Pero aquí estábamos, en la sala de espera de la doctora Kelso—

    Sí, sala. Mientras que todos los otros médicos en la Estación Tombaugh tenían bancas plegables en el corredor, a ella le habían autorizado desperdiciar lo que parecían ser al menos doce metros cúbicos, solo para impresionar a sus pacientes. Por supuesto, la doctora Kelso era única. La gente con enfermedades infecciosas no tiene permitido estar en el espacio. Todos los demás médicos se especializan en lesiones, nutrición, odontología o cosas de ginecoobstetricia. La doctora Kelso es la única en Tombaugh certificada en enfermedades infecciosas.

    Por eso era que mamá-monstruo y yo hacíamos un refrito —o, mejor dicho, ella leía y yo hacía el refrito— de nuestro inútil debate mientras esperaba mi revisión física semanal y mi batería de vacunas. Con vacunas me refiero a inyecciones; con batería, a muchas; y con semanal, a cuatro de seis sesiones de múltiples inyecciones a las que tenía que someterme si quería tener alguna oportunidad de sobrevivir en polvo. Si enviar a tu única hija a un sitio tan atestado de bacterias mortales que su vida depende de docenas de dolorosas y potencialmente peligrosas inoculaciones no es abuso infantil, alguien tiene que actualizar la definición.

    Pero ¿cómo le explicas actualizar a una madre que, de hecho, está leyendo acerca de la historia de polvo? ¿Por diversión? Lo que leía mientras me ignoraba —por enésima vez— era sobre la invasión de Japón. Eso se lo toma personal porque (1) cree que estuvo mal, y (2) su abuelo ganó una Estrella de Plata por hacerlo. La Estrella de Plata tiene cinco picos de más o menos un centímetro de ancho, y está colocada en el centro de una estrella de metal amarillo de cuatro centímetros. Lo sé porque está montada en el muro de la sala comunitaria de nuestra cabina. Pero —y esta es la parte importante— lo hizo en 1947. 1947. Hace tres cuartos de siglo. Diez años antes del primer viaje espacial tripulado por un ser humano. O sea, en la prehistoria. A veces pienso que mamá-monstruo cree que los cohetes de fusión son modernos. (Modernos es una de las palabras chistosas de papá.)

    Pero, aunque pareciera inútil, tenía que intentarlo. No creo—

    Mara, cállate.

    Me callé. No había escuchado a mi madre usar su voz de estoy-así-de-cerca-de-pegarte desde que tenía seis años. Ocho. Como sea. Le dirigí una rápida mirada por el rabillo del ojo, pero en vez de mirarme enojada, mamá-monstruo había dejado de leer mientras yo me quejaba de que lo hacía, y veía la puerta que conducía al santuario interior de la doctora Kelso con cara de preocupación.

    Bueno, esta sección es uno de los lugares en que la comandante Tenafly dijo que mi escritura no alcanzaba los estándares editoriales que se necesitan para esta bitácora y para ganar créditos académicos. En este caso, asumí conocimiento universal —que un lector hipotético sabe lo mismo que yo— y no le proporcioné a dicho lector la información esencial del contexto. (Le proporcionaré a los hipotéticos lectores la información esencial del contexto acerca de la comandante Tenafly cuando lleguemos a su parte.) Entonces, mientras que la mayor parte de esta bitácora la escribiré conforme suceda —bueno, antes de que se apaguen las luces del día que suceda— habrá grandes secciones de contexto que agregaré días, o incluso semanas, más tarde.

    Como los siguientes cuatro párrafos:

    La Estación Tombaugh describe una órbita estable alrededor de polvo en el Punto Lagrangiano Cuatro (L4), que es más una zona que un punto. Lagrange (quienquiera que ella —¿él?— haya sido) usó las matemáticas para calcular áreas en el espacio en las que la gravedad de polvo y de la luna y el sol se cancelan a sí mismas. Cualquier cosa que esté en estas zonas se queda en su sitio sin utilizar energía, y está protegido contra el estrés gravitacional. Los dos puntos útiles están en la misma órbita que la luna. L4, en donde estamos, está sesenta grados delante de la luna, y L5, donde está la Estación Brahe, sesenta grados atrás.

    La Estación Tombaugh se hizo autosustentable hace treinta y seis años, en 1985, doce años después de la primera colonia lunar. En ese entonces la estación era simplemente un anillo conectado a un solo eje por mástiles de soporte —piensen en una rueda con radios y un eje muy largo que pasa por el medio— y una población de ochocientos empleados del Servicio Espacial de los Estados Unidos. La rueda giraba alrededor del eje y la aceleración angular (o fuerza centrífuga, dependiendo de cómo te gusten las matemáticas) generaba 0.294 unidades de fuerza gravitacional para sostener todo en su sitio —haciendo que el eje en el centro fuera arriba y el borde exterior fuera abajo. Hoy la Estación Tombaugh mide dos kilómetros de largo y el anillo tiene cinco pisos de altura (En realidad son cinco anillos, con lo que papá llama un montón de resortes y poleas entre ellos para absorber las micro variaciones y mantener todo en balance dinámico, así es que, desde fuera, el anillo parece más un disco.)

    La Estación Tombaugh tiene una población permanente de 16,863 residentes (la base de datos dice que esta cifra no incluye al personal del Servicio Espacial en asignaciones temporales o a los niños menores de cuatro años que aún no adquieren el estado de residentes.) Un cuarenta por ciento de esos residentes son empleados por contrato, como mis padres, que hacen todos los trabajos necesarios para mantener a la Estación Tombaugh funcionando y para que el Servicio Espacial, los científicos, e ingenieros puedan hacer su trabajo. De esos residentes permanentes, 6,207 nacieron en la estación. Contándome a mí, 1,483 de esos 6,207 son menores de edad, de entre cuatro y dieciocho años.

    Todo este contexto se reduce a esto: una estación espacial es un mundo cerrado, densamente poblado, en el que noventa por ciento de los muros interiores está hecho de fibra de carbono ligera. La privacidad personal básicamente depende de que todos hagan un esfuerzo por no mirar o escuchar a nadie más. Por eso, cuando mamá-monstruo dijo que me callara, pude escuchar claramente lo que ella ya estaba escuchando: la conversación que la doctora Kelso tenía con la gente que estaba en su oficina.

    Pero está diciendo que los resultados no son concluyentes, dijo una voz masculina.

    Individualmente, sí, dijo una mujer en tono profesional— la doctora Kelso. Pero la presencia de niveles anormales de proteína plasmática A asociada al embarazo, y de gonadotropina coriónica humana, en combinación con los resultados del estudio de translucencia nucal, indican una muy alta probabilidad de Síndrome de Down.

    ¿Qué mostraba el ultrasonido? preguntó una mujer que sonaba mucho más ansiosa.

    El estudio de translucencia nucal fue el ultrasonido.

    Nada por un momento, luego el hombre —el padre, supuse— preguntó, Entonces, ¿cuáles son nuestras opciones?

    ¿Opciones?

    En cualquier otro momento habría puesto los ojos en blanco. Cada centímetro cúbico de volumen y cada gramo de masa en Tombaugh están dedicados a la investigación, exploración, manufactura para pagar por la investigación y exploración, y mantener vivas a dieciséis mil y pico personas saludables para hacer la manufactura, investigación y exploración. Una estación espacial no tiene los recursos para atender a las necesidades especiales de nadie. Por eso nadie que necesite de apoyo especial o que tenga una enfermedad contagiosa tiene permitido viajar al espacio. Por eso los niños menores de cuatro años no eran residentes —les tomaba cuatro años a los médicos el ir seleccionando a los que no podían ser parte de la estación y mandarlos abajo, a polvo. Pero al escuchar lo mucho que ese padre en serio quería cualquier otra respuesta a la que ya sabía... bueno, no era una situación para voltear los ojos.

    La doctora Kelso fue directo al asunto.

    La terminación es un proceso ambulatorio que pueden llevar a cabo en cualquier estación médica—

    No vamos a abortar, la mujer —la madre— dijo.

    En ese caso deberán volver a la Tierra para el tercer trimestre. Una vez que hayan colocado al bebé con un pariente o una agencia—

    No vamos a abandonar a nuestro hijo, dijo el padre.

    Bueno. Pausa. La doctora Kelso no había esperado eso.

    Médicamente, mientras más pronto estén en la Tierra, será mejor para el desarrollo del bebé. No sonaba oficial. Pero una o dos semanas más no harán mucha diferencia. Tómense todo el tiempo que necesiten para organizarse.

    Gracias, doctora.

    Mamá-monstruo se había anticipado y ya había devuelto la nariz a su tableta, fingiendo estar inmersa en su prehistoria del bisabuelo invadiendo Japón, cuando la puerta de la oficina se deslizó. Lo único que pude hacer fue sonreír anchamente a la pantalla en blanco de mi bitácora apagada y fingir que no veía a la pareja cuando pasaron pegados a mis rodillas.

    La doctora Kelso asintió, admitiéndonos en su oficina.

    Me quedé en silencio mientras mamá-monstruo la ponía al día diciéndole cómo había duplicado fielmente mi ingesta calórica, y que había sido solo moderadamente rebelde con respecto a mis sesiones de tortura dos veces al día —alias, sesiones de ejercicio— en la Cubierta Cuatro. La impresión que me había causado la gente que renunciaba a su única oportunidad de una vida que valiera la pena, solo para conservar a su hijo defectuoso, me hizo pensar que tal vez hay cosas peores que el hecho de que tus padres te obliguen a pasar seis semanas en polvo.

    Pero me preocupa esto de la caminata en la Cubierta Cinco, decía mamá-monstruo cuando me conecté de nuevo a la conversación. ¿En serio es necesario presionarla con peso extra?

    Cero peso extra, mamá, le recordé. En órbita todos pesamos cero todo el tiempo.

    Más contexto para los hipotéticos lectores (quienes, si pasaron física básica, pueden saltarse el resto de este muy largo párrafo): la masa de un objeto —masa masa, sin ningún calificativo— es la medida de cuánta materia tiene el objeto, pero la masa inercial es la medida de la energía necesaria para mover el objeto. La gente que acaba de salir de polvo tiende a llamarle peso a la masa inercial, pero la mayoría —a diferencia de mamá-monstruo— dejan de hacerlo después de un rato. La masa simple nunca cambia. La masa inercial depende de cuánta fuerza esté siendo aplicada al objeto. Una gravedad (G) es la cantidad de fuerza que presiona todo hacia abajo en la superficie de polvo. Cuando algo, como la Estación Tombaugh, gira, la aceleración angular (o fuerza centrífuga) aumenta mientras más te alejes del centro. En la Cubierta Uno es de 0.294 G; en la Cubierta Tres —el hábitat principal— es de 0.56 G. En la Cubierta Cinco, en la parte exterior del anillo, la fuerza centrífuga genera 1.1 G—más de lo que hay en la superficie de polvo, y casi el doble de gravedad en la que crecí. Un objeto con una masa inercial de cien kilogramos en la superficie de polvo tendría poco menos de treinta kilos de masa inercial en la Cubierta Uno, unos cincuenta y seis kilos en la Cubierta Tres, y ciento diez kilos en la Cubierta Cinco.

    Pero adquieres masa inercial, dijo la doctora Kelso, defendiendo a mamá-monstruo, cosa que tus músculos y huesos experimentan como peso y se adaptan a ello; ese es el punto. Qué bueno que volviste, Mara. Por un momento pensé que te habíamos perdido.

    Solo estaba pensando.

    Bien. Al parecer creía que era graciosa. "Para responder a su pregunta, señora Duval, estamos avanzando rápido porque estamos haciendo que Mara se acostumbre en la mitad del tiempo recomendado. Sin embargo no estamos haciendo nada que vaya a causarle daño a largo plazo."

    Me di cuenta de que no había incluído el corto plazo en su afirmación.

    Revisemos tus signos vitales, ¿de acuerdo? dijo la doctora Kelso. Luego podemos ver tu siguiente ronda de refuerzos.

    Sonaba demasiado alegre al hablar de clavarme más agujas.

    Martes, 31 de agosto de 2021

    ~~~

    Le hice una cara a la vendedora. No parpadeó. Le saqué la lengua. Misma falta de resultado. Estaba parada a cuatro pasos de ella, a unos veinte grados a la derecha de su línea directa de visión a Jael, y no podía verme.

    La invisibilidad era uno de los beneficios no reconocidos de ser la mitad blanca de una pareja de gemelas.

    Bueno, técnicamente Jael y yo no somos gemelas —ni siquiera estamos emparentadas— pero aparte de ser de dos razas distintas, de que ella es tres meses mayor que yo, y de que soy siete centímetros más baja que ella; y mis ojos son azules y los suyos, marrones; y mi cabello medio largo es algo rubio rojizo, y el suyo es corto e intensamente negro; y solo una de nosotras tiene pecas, somos prácticamente idénticas. Nuestros papás habían sido compañeros —como en una película de policías— por años antes de que nosotras llegáramos, así que el hecho de que nos criaran juntas era más un continuar la tradición que otra cosa. Toda nuestra vida, cualquiera que conocía a una de nosotras sabía que venimos en paquete; y nueve de cada diez veces, eso le iba bien a los involucrados. Mejor dicho, cuatro de cinco. Pero definitivamente era usual.

    Podemos esperar que no le caiga bien a alguien cuando hacemos algo que la gente no está acostumbrada a ver, en un sitio en el que nadie nos conoce. Como ir de compras juntas a Brennan’s, un sitio que se jacta bastante de ser lujoso y que atiende a la mujer profesional.

    Bajo circunstancias normales, Jael y yo nunca habríamos puesto pie en Brennan’s. No solo tenemos la mitad de la edad de su clientela usual, pues somos del segundo año del bachillerato y aún somos mujeres amateur. Bueno, yo lo soy. Jael tiene esta imagen profesional que adopta cuando está haciendo compras serias e ignorando a la gente, como esta impasible vendedora que la miraba como un halcón, sin intenciones de ofrecerle ayuda.

    Estábamos aquí hoy porque la mamá de Jael, alias mi tía Elizabeth (que no es mi tía), y mi mamá, alias mamá, alias la tía Renée de Jael (que realmente no es su tía), habían convencido a Jael de que una sólida base de ropa clásica, con una selección de prendas a la moda, sería una buena inversión para una joven mujer con ambiciones de asistir a la Casa Pembroke para Estudiantes Sobresalientes y Obstinados. (Probablemente no llamaría así a la Academia de Aceleración Pembroke si hubiera pasado el examen de admisión con las mismas notas altas que Jael, en vez de ser puesta en la lista de espera.)

    Solo mamá había ido con nosotras a la expedición, porque uno de los clientes de la tía Elizabeth había tenido una emergencia con una auditoría de impuestos y la llamó pidiendo ayuda. En ese momento mamá estaba sola, buscando opciones para Jael mientras ella buscaba metódicamente entre blusas de verdes aceituna, alga y tonos no encontrados en la naturaleza.

    Habiendo dicho que la vendedora que no vendía mantenía la mirada puesta en Jael, e ignoraba tanto las burlas como la descarada pantomima de robo, la descarté como fuente de entretenimiento y me dirigí hacia Jael con mi hallazgo.

    Pruébate esto.

    Era una blusa de gasa con un ligero motivo tropical —principalmente un azul turquesa con pinceladas de otros colores. Brillante, pero lo suficientemente deslavada como para no ser demasiado brillante.

    Jael me dirigió esa mirada con una sola ceja arqueada que sabe que detesto porque no puedo hacerla.

    No.

    Sobre una playera sin mangas o de tirantes, dije.

    "Es una blusa de verano," señaló.

    Con setenta y cinco por ciento de descuento, concedí. Cómprala ahora, úsala en mayo.

    Jael negó con la cabeza y volvió a explorar metódicamente entre las blusas de microfibra de colores imposibles —seda, corregí al mirar una de las etiquetas. Ya tenía dos blusas aburridas, una color crema y otra beige, colgadas sobre el brazo, y comenzaba a preocuparme que pensara que clásico quería decir verse de treinta.

    Sostuve la blusa de verano sobre sus hombros, revisando cómo se veía contra su nuca. Incliné la cabeza, invitando a la vendedora que miraba a Jael a que admirara cómo el turquesa cobraba vida contra la piel cacao de Jael, pero su expresión no cambió.

    Cacao. Así es como Jael ha llamado a su color desde que teníamos siete años. Cuando éramos niñas su papá nos llamó chocolate y fresa, y por años ese había sido el nombre que todos usaban para nosotras —especialmente cuando no habíamos estado portándonos bien. (Así que, básicamente, todos los días.) Luego un día Jael anunció que ya no era chocolate, era cacao. Yo le dije que el cacao se ve igual que el chocolate y argumenté que cacao y fresa no sonaba bien, pero Jael no cedió.

    Así es ella.

    Suspiré dramáticamente, sin ganar simpatía de Jael o de la vendedora, y evalué la distancia que tenía que recorrer para devolver la blusa a su sitio.

    Pembroke no tiene un código de vestimenta de mayores de treinta años. Las academias de aceleración son escuelas públicas con las mismas reglas que las demás. Cualquier cosa que estuviese limpia, sin palabras ni símbolos, y cubriera todo lo que debía ser cubierto, bastaría. Sin embargo, lo que sí hay en todas las academias de aceleración, y no en muchas preparatorias públicas comunes y corrientes como Franklin (de donde yo venía y a donde volvería), es un montón de niños ricos. Un diploma AA hace que un estudiante llegue a las universidades de prestigio que conducen a los empleos de prestigio, y las familias ricas contratan tutores para preparar a sus hijos para los exámenes de admisión (aunque escuché que en las academias no les gusta que a los chicos les ayuden con la tarea). Y una preparatoria llena de niños ricos significa que todos los niños no-ricos tienen que escalar su guardarropa unos cuantos peldaños. Porque es preparatoria. Esto se multiplica por diez para Jael: será la única chica cacao en el campus este año.

    Un buen azul podría funcionar. Mamá había vuelto a aparecer, trayendo consigo una selección de blusas elegantes que había tomado de un anaquel con la etiqueta de algodón egipcio.

    Esas sí le gustaron a Jael. Eligió una como azul pastel y otra del color de los jeans deslavados que se veía mejor contra su piel oscura que mi turquesa tropical, y una que me pareció más un verde apio que azul. ¿Verde salvia, tal vez?

    Mamá liberó a Jael de la aburrida blusa beige y la más aburrida blusa verde pero la dejó quedarse con la color crema y le indicó el camino hacia los probadores. Desde luego la vendedora, que había ignorado mi camaradería, comenzó a seguirla.

    Disculpe, dijo mamá en su voz de autoridad.

    Solía imaginarla pasando años en un apartado monasterio (¿abadía?) perfeccionando esa voz como un antiguo arte marcial. Sospecho que involucraba alguna especie de sacrificio de sangre. Mamá no usaba la voz de autoridad a menudo, pero cuando lo hacía —bueno, estoy segura de que podía detener una bala.

    En este caso la voz hizo que la vendedora con cara de piedra se volviera y caminara despacio hacia mamá. ¿Sí, señora?

    Mamá le entregó las blusas que Jael no se había llevado. Si fuera tan amable.

    Se dirigió hacia los probadores sin esperar a ver qué tan amable era la vendedora en realidad. Yo dejé la blusa turquesa sobre su carga y seguí a mi madre.

    La cuenta final de Jael no fue astronómica —aunque era seriamente estratosférica— pero al final, por escuchar a mamá y no a mí, llevaba un guardarropa versátil con unas cuantas faldas (incluyendo una dramática pero no demasiado apretada falda recta), dos sacos que podían ser casuales o de vestir, unos cuantos pares de pantalones formales con un corte que decía "no mirarás mi trasero, admirarás mi estilo", y suficientes blusas como para combinarlas por varias semanas sin

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