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La vida en el polvo: Polvo y estrellas, #2
La vida en el polvo: Polvo y estrellas, #2
La vida en el polvo: Polvo y estrellas, #2
Libro electrónico485 páginas5 horas

La vida en el polvo: Polvo y estrellas, #2

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Polvo es para los rebeldes.

“La vida en el polvo está lleno de personajes indelebles y exuberante prosa que te hace pensar en excelentes historias de alcanzar la mayoría de edad como The Dark Beyond the Stars y The Testament of Jessie Lamb, y la especie de mordaz narrativa en primera persona cargada de tecnología que podría hacer sonreír a Andy Weir.” ~ Dayton Ward, NYT Autor bestseller, “Star Trek: Headlong Flight”

Hace sesenta años el Servicio Espacial de los Estados Unidos fue creado y empoderado para proteger los potencialmente ilimitados conocimiento y riqueza del espacio para beneficio de toda la humanidad. Guardianes de la tecnología de fusión y todo lo que está por encima del atmósfera, el Servicio Espacial controla el flujo de gente, material e información entre la Tierra y las estaciones espaciales, Luna y Marte. Todos en el espacio están atados al Servicio Espacial, y todos los espaciales pertenecen a la élite racial indicada por el Servicio. El Servicio Espacial es dueño de las estrellas —y no tiene la intención de compartir.

Mara Duval, de diecisiete años, nacida en el espacio, estaba destinada a ser parte de la primera misión de la humanidad a las lunas de Júpiter, hasta que un accidente médico la dejó varada en polvo para siempre.

Pero polvo no es el asqueroso basurero que le habían enseñado que era, y el Servicio Espacial tiene al futuro de la humanidad como rehén detrás de un muro de mentiras. Ahora Mara está luchando y transmitiendo videos de la verdad a sus amigos del espacio, levantando la voz cuando puede hacerlo, y compartiendo tecnología y secretos con su aliada Polvorienta, Jael Alden, una joven visionaria decidida a romper la barrera racial del Servicio Espacial.

Sabe que no tiene mucho tiempo antes de que el Servicio Espacial se de cuenta de lo que está haciendo y la detenga. Pero hasta que lo hagan, Mara va a sacarle jugo a su vida en polvo.

“La escritura deliciosamente inmersiva de Kevin Killiany te atrapa en los personajes, su situación, su locación y sus vidas. Una lectura muy cautivadora.”~ Keith R. A. DeCandido, autor de novelas en “Star Trek,” “Supernatural,” “Sleepy Hollow,” y más

Evolved Publishing presenta el segundo libro de la serie Polvo y estrellas. Esta serie  de ciencia ficción para adultos jóvenes presenta una aventura de historia/futuro alternativos que seguro te mantendrá pegado a las páginas. [DRM-Free]

"Polvo y estrellas" Serie de Kevin Killiany:

  • Con los pies en el polvo (Polvo y estrellas – Libro 1)
  • La vida en el polvo (Polvo y estrellas – Libro 2)
  • Levantarse del polvo (Polvo y estrellas – Libro 3)
  • Hacia las estrellas (Polvo y estrellas – Libro 4) [Próximamente, a finales de 2018]
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 ene 2019
ISBN9781547542642
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    Vista previa del libro

    La vida en el polvo - Kevin Killiany

    www.EvolvedPub.com

    ~~~

    LA VIDA EN EL POLVO

    Polvo y estrellas – Libro 1

    Copyright © 2018 Kevin Killiany

    Copyright de diseño de portada © 2018 D. Robert Pease

    ~~~

    Editado por  Philip A. Lee

    ~~~

    Traducción de Ana Sthal

    ~~~

    Notas de licencia del eBook:

    Queda prohibido el uso, reproducción o transmisión por cualquier medio, de cualquier parte de este libro sin el consentimiento escrito, excepto en el caso de citas breves utilizadas en artículos críticos y reseñas, o de acuerdo con las leyes federales de Uso Razonable. Todos los derechos quedan reservados.

    Este eBook está licenciado exclusivamente para su disfrute personal; queda prohibida su reventa o que se le entregue a otras personas. Si usted quiere compartir este libro con alguien más, por favor, compre una copia adicional para cada uno. Si está leyendo este libro y no lo compró, o no fue comprado para su uso personal, por favor vaya con su vendedor de eBooks y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor.

    ~~~

    Aviso legal:

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor, o el autor los ha utilizado de manera ficticia.

    LIBROS DE KEVIN KILLIANY

    POLVO Y ESTRELLAS

    Libro 1: Con los pies en el polvo

    Libro 2: La vida en el polvo

    Libro 3: Levantarse del polvo

    ~~~

    GUERREROS MECA

    Cazadores de lobos

    Montar a la Quimera

    ~~~

    CUERPO DE INGENIEROS DEL VIAJE ESPACIAL

    Honor

    Huérfanos

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    ANTOLOGÍAS DE TECNOLOGÍA DE BATALLA

    Nacido en el caos

    Formado por el caos

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    Página del autor en el sitio web de la editorial:

    Kevin Killiany

    ~~~

    LO QUE SE HA DICHO DE CON LOS PIES EN EL POLVO:

    ~~~

    "Con los pies en el polvo es una novela juvenil de ciencia ficción con actitud, llena de detalles técnicos tan encantadores como los personajes. Me sentí inmediatamente atraído por la historia."

    ~ Kevin J. Anderson, éxito de ventas del New York Times, autor de La mente de la eternidad

    ~~~

    CON LOS PIES EN EL POLVO [es] una lectura entretenida y fácil... cercana a la perfección. Todo lo que uno busca en un drama juvenil de ciencia ficción distópica está aquí.

    ~ Readers’ Favorite Book Reviews

    ~~~

    Esta es una historia para chicas acerca del paso de la niñez a la adultez, es una lucha en contra del racismo institucionalizado, es acerca de las chicas tratando de hallar sus sueños en la negrura del espacio.

    ~ Jason Hansa

    Estamos muy emocionados de poder ofrecerte una Vista Previa Especial al final de este libro, en la que te daremos el primer vistazo al primer capítulo del tercer libro de la serie Polvo y estrellas.

    Para Valerie.

    Estoy muy emocionado por nuestros segundos treinta y cinco años.

    Índice

    Título

    Copyright

    Libros de Kevin Killiany

    CONTENIDO ADICIONAL

    Dedicatoria

    Mara: 0330 / 26 diciembre 2021

    Fatima: 0930 / 27 diciembre 21

    Beth: Lunes, 27 de diciembre de 2021

    Jael: 28/12/21

    Mara: 1320 / 29 diciembre 2021

    Lije: 31-12

    Beth: Domingo, 2 de enero de, 2022

    Lije: 3-1

    Jael: 04/01/22

    Fatima: 1800 / 08 enero 22

    Lije: 10-1

    Beth: Lunes, 10 de enero de 2022

    Lije: 11-1

    Jael: 14/01/22

    Fatima: 1700 / 18 enero 22

    Jael: 22/01/22

    Beth: Domingo, 23 de enero de2022

    Jael: 26/01/22

    Beth: Jueves, 27 de enero de 2022

    Beth: Lunes, 31 de enero de 2022

    Jael: 01/02/22

    Lije: 3-2

    Beth: Viernes, 4 de febrero de 2022

    Jael: 06/02/22

    Mara: 1840 / 09 febrero 2022

    Beth: Jueves, 10 de febrero de 2022

    Mara: 2100 / 11 febrero 2022

    Lije: 13-2

    Jael: 15/02/22

    Fatima: 1750 / 17 febrero 22

    Lije: 18-2

    Fatima: 1810 /21 febrero 22

    Beth: Martes, 22 de febrero de 2022

    Jael: 23/02/22

    Beth: Miércoles, 23 de febrero de 2022

    Mara: 1000 / 24 febrero 2022

    Beth: Viernes, 25 de febrero de 2022

    Jael: 27/02/22

    Fatima: 1750 / 28 febrero 22

    Fatima: 1920 / 01 marzo 22

    Beth: Jueves, 3 de marzo de 2022

    Lije: 3-3

    Fatima: 2010 / 09 marzo 22

    Beth: Viernes, 11 de marzo de 2022

    Fatima: 1620 / 14 marzo 22

    Jael: 15/03/22

    Mara: 1945 / 17 marzo 2022

    Lije: 19-3

    Jael: 24/03/22

    Fatima: 1840 / 29 marzo 22

    Beth: Miércoles, 30 de marzo de 2022

    Jael: 01/04/22

    Beth: Domingo, 3 de abril de 2022

    Mara: 1930 / 05 abril 2022

    Jael: 07/04/22

    Mara: 1640 / 07 abril 2022

    Beth: Viernes, 8 de abril de 2022

    Jael: 09/04/22

    Fatima: 1847 / 13 abril 22

    Jael: 16/04/22

    Entrevista con el autor

    Agradecimientos

    Acerca del autor

    ¿Qué sigue?

    VISTA PREVIA ESPECIAL: Levantarse del polvo (Libro 3)

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    0330 / 26 diciembre 2021

    Mi vida —la vida que tenía— se acabó.

    He estado practicando el decir eso. Tratando de acostumbrarme a la idea. El futuro que quería más que a otra cosa —el futuro que estaba tan segura de que era mío— se fue. Nunca exploraré las lunas de Júpiter, no veré más allá del hielo de Europa, ni estableceré una nueva colonia humana. Nunca más veré el espacio de nuevo —al menos no con claridad, no sin kilómetros de gases borrando y ondeando las estrellas.

    Seis horas antes del amanecer. Creo que soy la única en la casa que está despierta. Afuera hay cero grados —treinta y dos en la escala local de Fahrenheit— y el viento hace que las ramas desnudas del árbol golpeen mi ventana. Un sonido que solía aterrarme. Estoy apoyada en cojines en el sofá cama que construyó Beth, cubierta principalmente por una colcha, aunque hay al menos veinte grados en mi habitación, y esta es mi primera entrada en la nueva bitácora.

    ¿Por qué estoy empezando una nueva bitácora? Nunca más veré la primera —la que estaba escribiendo para la comandante Tenafly y el señor Harvester. Le di esa bitácora a Jael cuando le di mi computadora de estación. Esta tiene que ver con algo que noté cuando empecé a escribir la anterior en la Estación Tombaugh. Creo que ya escribí esto antes —la parte de darme cuenta— pero vale la pena repetirlo. Poner las cosas por escrito en una bitácora me obligó a ver realmente el mundo a mi alrededor y a pensar en lo que veía. Saber que todas las noches tendría que escribir acerca de lo que veía y hacía durante el día me hizo prestar atención a lo que veía y hacía —lo que escuchaba, decía y pensaba también. Y escribir acerca de esas cosas me hizo reflexionarlas, procesarlas, mientras escribía. Y esa reflexión me ayudó a comprender cosas —a veces más de lo que quería. (Lo digo en serio. Era más feliz antes de entender por qué el Servicio Espacial hace lo que hace.)

    Estoy atorada viviendo en polvo —ya no hay forma de cambiar eso. Alguien en Tombaugh cometió un error, y una vacuna que se suponía que debía protegerme del virus de Epstein-Barr me infectó, convirtiéndome en portadora de por vida. Mono, la enfermedad del beso, no suena como a gran cosa, pero el Servicio Espacial prohíbe que los portadores de enfermedades potencialmente serias vayan al espacio. Mi ciudadanía de la Estación Tombaugh fue revocada al instante —sin derecho de apelación—y fui exiliada permanentemente a la Tierra. A polvo.

    Pero estar atorada en polvo no es lo mismo que estar muerta. (Y hubo un tiempo en el que habría elegido la muerte antes que la vida en polvo.) No sé lo que puedo hacer con mi vida al fondo de un pozo de gravedad, pero si soy lo suficiente inteligente para el Servicio Espacial, soy lo suficientemente inteligente como para averiguarlo. La comandante Tenafly me alentó a aplicar a la Academia Terrícola del Servicio Espacial porque hay muchas carreras del SE que no involucran ir al espacio. No estoy segura de cómo me siento al respecto. Pero estoy segura de que el primer paso para averiguar cualquier cosa es recopilar y evaluar la información: prestar atención a lo que hay a mi alrededor y pensar en todo lo que veo y escucho. Que es exactamente para lo que sirve una bitácora. 

    No voy a fingir que esta bitácora tiene un lector hipotético como la comandante Tenafly me indicó que hiciera con la primera. Sin embargo, como esa primera bitácora está en posesión de una Polvorienta decidida a ser la primera mujer negra en el espacio, no voy a tomar por sentado que seré la única persona que leerá jamás estas palabras. Si pienso que algo necesita explicación, voy a explicarlo. Tanto para ayudarme a recordar y comprender en el futuro lo que estaba pensando, como para ayudar a cualquiera que termine con esta bitácora a entender lo que escribí y por qué lo hice.

    Estoy empezando mi nueva bitácora ahora —en la mitad de la noche justo después de Navidad— porque desde hace diecisiete horas tengo una nueva computadora. Estoy empezando a comprender el dinero, aunque aún me parece arcano, y comprendo que mamá-monstruo y papá están ganando mucho dinero además de créditos del servicio comunitario (aunque no sé suficiente acerca de cómo funciona para estar segura). Esta computadora, seleccionada y programada para mí por el compañero del FBI del tío Ben —fue comprada y entregada —no emitida— por mis padres como un regalo de Navidad al estilo polvoriento. Poseer cosas es uno más de los conceptos extraños que tendré que dominar si quiero florecer aquí en polvo.

    Como la forma en que los locales celebran la Navidad. En Tombaugh, el Final de Año —la última semana de Diciembre— es un momento para pausar los deberes (lo más que sea posible) y celebrar las cosas logradas, renovar amistades y contactos, compartir regalos de afecto o gratitud, y esperar el año nuevo. En polvo —o al menos en los Estados Unidos, pues aprendí que polvo no es una masa homogénea— estos ideales se reparten en tres festividades que están separadas por varias semanas entre sí. El Día de Acción de Gracias, del que aprendí el mes pasado, es un momento para celebrar a la familia y las relaciones; Navidad, que coincide con el primer día del Final de Año, es para intercambiar regalos y celebrar los beneficios del trabajo logrado; y la Víspera de Año Nuevo— el último día de Final de Año—es, según entiendo, una expresión frenética de optimismo ante el futuro. (Evidentemente también existe un componente religioso para estas festividades, pero no a tal grado que alguien se sintiera obligado a explicármelo.)

    En Tombaugh, los regalos de Final de Año son objetos pequeños, usualmente hechos a mano para la persona a quien se entregan. Con los recursos y espacio limitados de una estación, el gesto es más apreciado que el objeto —aunque las cosas geniales siempre son agradables. En polvo —con los recursos de todo un planeta para desperdiciar y, literalmente, todo el espacio del mundo para almacenar cosas— los regalos de Navidad tienden a ser más grandes, más numerosos y producidos en masa. (Al menos en las casas Duval y Alden. Ver nota previa acerca de cómo polvo no es universalmente uniforme.) Por costumbre, aparentemente yo era la única responsable de darle regalos a Beth y Jael —quizá técnicamente solo a Beth, pero no podía imaginar darle un regalo a una sin darle nada a la otra. La tía Renée me guió para hallar los regalos apropiados —lo que ella llamó joyería de fantasía con piedras semipreciosas. Recibí varios regalos, incluyendo esta computadora y una selección de libros— que son como los libros regulares pero están impresos en papel—y algo de joyería de fantasía también.

    El único objeto hecho específicamente para mí, y que por ende me recordó vagamente a casa, me lo dio Lije. Hizo una grabación audiovisual de su toccata de piano, que había ejecutado mientras yo seguía confinada a la casa recuperándome de la mono. Lo trajo el sábado, 16 diciembre, pero se quedó el tiempo suficiente como para presentarlo (envuelto en lo que, según la tía Renée, eran adornos tanto caros como de buen gusto) porque él y su familia iban camino a tomar el jet a casa. Llegó y se fue en un automóvil de motor de combustión interna. Estoy razonablemente segura de que él no era el piloto.

    Yo, según la costumbre de los Duval, no desenvolví el chip de datos sino hasta el día de Navidad, y no vi la grabación sino hasta en la tarde, después de una larga comida familiar con los Duval y los Alden. Beth había invitado a unos cuantos amigos a venir en la noche —Jason Roderick y tres de las antiguas amigas de Beth y Jael (cuyos nombres no recuerdo) de Franklin, su escuela previa y no acelerada. Las tres evidentemente habían sido informadas de mí antes de conocerme: ninguna hizo preguntas necias ni ofreció ayuda innecesaria. Excepto por una muy bajita que preguntó acerca de la música en el espacio. Le conté que todas mis grabaciones se habían perdido cuando mi computadora dejó de funcionar, cosa que se parecía un poco a la verdad. El tío Ben, la tía Renée y los padres de Jael nos acompañaron para ver la presentación de Lije —haciendo que el estudio se llenara tanto que me recordó a casa sin producirme nostalgia.

    Por la grabación ahora sé que una toccata está hecha de porciones vertiginosamente rápidas de música, evidentemente diseñadas para demostrar el virtuosismo del intérprete, separadas por porciones más lentas que probablemente tienen la intención de permitir al público tomar aire antes de la siguiente carrera. La velocidad y precisión de Lije eran impresionantes, pero prefería las partes lentas. Cuando la tía Renée me contó que estas eran fugas, una de las amigas de Beth dejó escapar un fugato, luego se tapó la boca. Me recordó a Fátima, la chica más obsesivamente precisa de Tombaugh, incapaz de evitar corregir a todos a su alrededor. Jamás imaginé que extrañaría tanto el que me dijeran que estoy equivocada.

    Muchas de las cosas que estoy encontrando en polvo son impresionantes. Lo que me conduce a dos cosas que tengo que decir antes de que esta bitácora avance más.

    Primero: Jael Alden será la primera mujer negra —casi seguramente la primera persona negra— en el espacio. Vale la pena recordar eso. Y vale la pena recordar lo loca y estúpida que alguna vez la consideré. Lo estúpida que yo era. Ahora... Ahora me alié con su ambición. No porque es mi amiga —no creo que seamos amigas. Sino porque ayudarla es la mejor manera de lastimar al Servicio Espacial. No lastimar. Cambiar. Agitar. La mejor manera de forzar al Servicio Espacial a convertirse en lo que debería haber sido desde el principio.

    Segundo: llamo a este planeta polvo. (Los nativos —los otros nativos— lo llaman Tierra. Yo también, cuando creo que es lo prudente.) Noventa y nueve punto nueve por ciento de las personas nacidas en polvo son polvorientos. Pero también hay Polvorientos: personas como Jael y Beth y sus padres y, sospecho, muchas más de la que imaginaba antes de venir aquí abajo. Esa es una distinción importante. Porque polvo y polvorientos, con p minúscula, son cosas que el Servicio Espacial mira con desdén. Los Polvorientos, con P mayúscula, son las personas a las que el Servicio Espacial debería temerles —y les temerán.

    Y yo soy una Polvorienta.

    0930 / 27 diciembre 21

    La prisión de Mara voló por el cielo a mis pies.

    Esta era razón para preocuparse.

    Estaba de pie en el casco externo de la Estación Tombaugh, firmemente anclada tanto por mis botas magnéticas agarradas a la rejilla de la superficie, como por un cable sujeto al Anillo de Seguridad 5 al sur, segmento Tango. Sin embargo, estaba mirando hacia el perímetro exterior del anillo principal, el abajo rotacional. Esto creaba una desconexión perceptual en que visualmente percibía el casco de la estación como abajo mientras que mi oído interno reportaba que estaba suspendida sobre un abismo.

    Con cada rotación de la Estación Tombaugh, polvo aparecía a mi izquierda y recorría lo que mi oído interno experimentaba como abajo. Contando el tiempo al ensayar mentalmente la música que interpretaría en el concierto de Final de Año, determiné que le tomaba a polvo aproximadamente cuarenta y tres segundos completar el arco y desaparecer a mi derecha. Aunque había crecido con imágenes, nunca había visto polvo directamente antes de hoy; el entrenamiento nivel bronce del E-traje se llevaba a cabo en la cara interna del anillo, con el núcleo por encima de nosotros y espacios estrellados a ambos lados. El planeta me pareció más interesante de lo que esperaba. Desde mi perspectiva, de pie en la superficie sur del anillo, el sur magnético de polvo estaba arriba, pero más allá de ese punto el planeta era un misterio para mí. Unas dos terceras partes de la cara visible del planeta estaban iluminadas por el sol. Predominaba un rico color azul moteado con intrigantes sombras de marrón y verde. Grandes cantidades de vapor de agua suspendido —nubes— creaban áreas de gris y blanco que oscurecían la superficie. Inferí que el sombreado indicaba densidad. Había un vórtice de nubes de un blanco vibrante que me pareció particularmente atractivo.

    Mi uso mental de adjetivos cargados de valor como rico, intrigante y atractivo sugerían que estaba presentando una respuesta emocional a polvo. Lo más atípico había sido mi identificación inicial de polvo como la prisión de Mara. Nunca antes había considerado esta descripción sensacionalista. Indicaba que estaba emocionalmente turbada, tal vez al punto de que mi juicio estaba fatalmente dañado. Consideré esto mientras estaba ahí de pie, en un silencio de radio impuesto.

    Esta era la primera experiencia del cuadro de segundo grado de Oficiales Junior en Entrenamiento del Servicio Espacial con un ejercicio diseñado para introducirnos a los conflictos perpetuos, aislamiento y desorientación que encontraríamos fuera de las áreas de entrenamiento conocidas y protegidas, en actividades extravehiculares de la superficie interna del anillo. No podíamos vernos entre nosotros, pues nos habían posicionado para intensificar nuestra sensación de aislamiento al confrontar el vacío a solas. La comunicación era restringida y los cronómetros, cámaras externas y localizadores de nuestros trajes estaban desactivados.  Nos habían dicho que navegáramos usando el recuerdo de los pasos y las uniones entre las partes visibles del casco, y a medir el tiempo en latidos del corazón. (El método era tan impreciso que sospechaba que nos lo habían aconsejado en broma. Me parecía que la música era más confiable.) Como los cadetes no son personal activo del Servicio Espacial, los parchadores —especialistas en construcción, mantenimiento y reparación que están íntimamente familiarizados con el exterior de la estación— fungen como oficiales de seguridad durante los ejercicios de entrenamiento de AEV. El parchador encargado de mi protección se quedó detrás de mí, fuera de mi campo visual, para preservar mi sensación de soledad.

    El ejercicio había comenzado en el Anillo de Seguridad 1, a veinte metros de la superficie interna del anillo principal, y progresaría hasta que hubiésemos alcanzado el Anillo 10, a doscientos metros de la superficie interna. O hasta que todos hubiéramos fallado. Solo quedaban nueve de los once cadetes que habían iniciado el ejercicio. Allison Winship se había mareado en el Anillo de Seguridad 2, a cuarenta metros abajo de la superficie interna del anillo principal. Elliot Collier había experimentado una respuesta fóbica irracional durante la transición del Anillo 3 al Anillo 4, y el pánico lo había paralizado. Ambos cadetes fueron asegurados por sus parchadores y fueron jalados de vuelta hacia arriba, a la superficie interna del anillo principal.

    En cada anillo nos ataban durante periodos de tiempo no especificados, y nos daban acertijos mentales y tareas físicas para llevar a cabo y medir nuestros niveles de adaptación; a veces nos dejaban en silencio para contemplar nuestra situación mientras nuestra telemetría era monitoreada. Pasé los periodos silenciosos ensayando mentalmente las melodías que interpretaría en el concierto de Final de Año. Me preguntaba, pero no lo hacía en voz alta, lo que el parchador que estaba detrás de mí pensaría acerca de los movimientos del sistema nervioso simpático que hacían que mis dedos formaran los acordes.

    Tradicionalmente, la semana de Final de Año era un hiato de las labores del personal no esencial —nosotros, como estudiantes de preparatoria, pertenecíamos a ese grupo. Pero también éramos cadetes entrenando para roles esenciales que nos exigirían estar listos para actuar en todo momento. Habíamos sido llamados a la Exclusa de Mantenimiento 14 con una alerta de crisis general a las 0800, y rápidamente corrimos los preparativos de AEV para simular un egreso de emergencia.

    Prepárese para desatarse, la voz de la comandante Tenafly hizo eco en mi casco. La ligera pero notable repetición era provocada por la conexión abierta entre mi parchador y yo: su micrófono transmitía lo que escuchaba por sus bocinas.

    ¿Lista, cadete Kielani? preguntó mi parchador. Durante nuestro régimen trunco de pre-AEV, había observado que era un hombre musculoso de estatura inferior al promedio, con cabello oscuro. La placa de nombre sobre el pecho de su poderoso traje de construcción lo identificaba como R. MEREDITH.

    Sí, parchador Meredith, dije. Le aviso que estoy experimentando una agitación emocional potencialmente disruptiva.

    Anotado, dijo el parchador Meredith. ¿Me copia?

    Copio, dijo la comandante Tenafly. Cadete Kielani, usted comprende que este ejercicio es el primer paso para aprender a reconocer y manejar respuestas emocionales normales a situaciones peligrosas y desorientadoras. Las respuestas de estrés, incluyendo el miedo, son normales. Dicho eso, ¿siente usted que su habilidad para completar el ejercicio está comprometida?

    Una mente no puede evaluar su propia funcionalidad.

    Se le avisa que su telemetría física es nominal, dijo la comandante Tenafly. Como lo ha sido su desempeño durante todas las pruebas. Los valores de respiración y pulso indican que su nivel de ansiedad está por debajo de las normas estadísticas. Sin embargo, su preocupación es prudente. Meredith, esté preparado para asistir a la cadete Kielani si la necesidad se presenta.

    Que cuide al pepino, sí, dijo el parchador Meredith.

    Richard.

    Sí, señora. Luego el parchador Meredith bajó la voz como si pensara que el radio no fuera a llevarla hasta la comandante Tenafly y dijo, Lo siento, cadete Kielani, no fue mi intención sonar irrespetuoso.

    ¿Qué es un pepino?

    Un pepino es un vegetal que normalmente se sirve frío. Hay una vieja expresión que dice que una persona que permanece fría y serena ante una situación que hace que otros entren en pánico es ‘tan fresca como un pepino.’

    Un coloquialismo, identifiqué. Al referirse a mí como pepino, quiso comunicar su valoración acerca de que estoy en calma y serena.

    Exactamente.

    Su valoración no es correcta. Me siento bastante conmovida.

    La comandante Tenafly hizo un ruido, que me llegó a través del micrófono del parchador Meredith, que indicó que estaba divertida.

    ¿Está diciendo que mientras más conmovida se siente, más formal se comporta?

    No precisamente. Habitualmente presento un afecto tajante que no comunica adecuadamente mi estado mental.

    "Supongo que al decir afecto y no efecto es porque quiere remarcar una diferencia."

    Correcto. Luego, recordando lo dicho por el doctor Shepherd acerca de proporcionar aclaración o contexto, añadí, "En ciencias conductuales, afecto es el tono emocional que una persona expresa. Fruncir el ceño cuando se está preocupado, gritar cuando se está enojado, sonrojarse cuando se está avergonzado, sonreír cuando se está alegre, llorar cuando se está triste —"

    Entiendo.

    No siempre reconozco la emoción que estoy sintiendo, así es que cuando sospecho que una emoción impactará negativamente en mi agudeza mental, me vuelvo más deliberada en lo que a acciones se refiere.

    Y ¿habla como un libro de texto?

    No soy apta para descifrar lenguaje idiomático o el adecuado uso del habla coloquial, expliqué. Hablo tan claramente y sin ambigüedad como puedo hacerlo.

    Así que ¿usted, en estado de pánico, suena como si estuviera pidiendo indicaciones para llegar a las canchas de balonmano?

    Las canchas de balonmano están en las torres cuatro, dieciséis y veintiocho.

    "Bueno, entonces no pediría indicaciones para las canchas de balonmano, dijo el parchador Meredith. Es bueno saberlo. Y, por cierto, es perfectamente normal sentirse turbado cuando uno hace algo tan locamente peligroso que el cuerpo nos grita que nos detengamos."

    Sí, confirmé. El propósito de estos ejercicios es desensibilizar el reflejo de supervivencia y normalizar nuestras respuestas a las condiciones antinaturales.

    A veces ayuda pensar en algo que uno ama, dijo el parchador Meredith. Algo que te hace feliz.

    Eso se habló en entrenamiento. Aproximadamente veinte por ciento de los evaluados reportaron que la liberación de las endorfinas asociadas reduce el estrés.

    Una probabilidad en cinco no es mucho, pero vale la pena intentar, dijo el parchador Meredith. ¿Qué la hace feliz, cadete Kielani?

    La música y la pasión física.

    Después de tres medidas de radio silencio, la comandante Tenafly dijo: Usted preguntó, señor Meredith.

    Sí, señora, eso hice, respondió el parchador Meredith.  A mí me dijo, Voy a desenganchar su cable. Luego repitió las instrucciones que me había dado cada vez que avanzábamos. Resístase a la tentación de inclinarse hacia atrás contra el impulso frontal. El giroscopio de su traje está calibrado para sostenerla perpendicularmente a la cubierta externa. Camine hacia adelante despacio. Cuando esté a tres metros del siguiente anillo de seguridad, la rejilla de la cubierta detectará su transpondedor y desplegará un seguro. No corra ni se lance hacia él. Cuando lo alcance, enganche el cable al arnés de su traje. ¿Entendió?

    Sí, confirmé. Luego, decidiendo que sería apropiado reconocer sus esfuerzos por confortarme, añadí, Estoy pensando en música.

    El parchador Meredith soltó una risita, indicando que encontraba graciosa mi aseveración.

    Cuando la tensión del cable desapareció, experimenté la sensación de estar tropezando hacia adelante. No lo estaba. Permanecí inmóvil hasta que el vértigo pasó, luego comencé a caminar firmemente hacia adelante, continuando en posición perpendicular a la cubierta.

    Por el canal de emergencia del cuadro escuché a Jared Tate rehusándose a seguir e insistiendo en seguir atado. Una alerta general por el canal de los parchadores, que escuché por mi conexión abierta con el parchador Meredith, advirtió que Walter Ramírez estaba desviándose del ejercicio para caminar en una dirección aparentemente aleatoria y que no estaba respondiendo a su radio. Candy maldijo a Walter en el canal de emergencia del cuadro cuando casi choca con ella.

    Continué hacia el Anillo de Seguridad 6, con el parchador Meredith supuestamente manteniendo la posición detrás de mí. El Anillo 6 estaba a 120 metros de la cara interna del anillo principal,  y a 450 metros del eje rotacional de la estación, una distancia que no coincidía con la de una cubierta habitada. Estimé que en el Anillo 6, la aceleración angular me lanzaría por la borda a 0.4 gravedades. Mi uso de lanzar indica una emoción elevada, seguramente ansiedad, potencialmente ligada a mi uso previo de descriptores sensacionalistas. Esto me hizo cuestionar mi estimación de la velocidad angular. Un pitido y una vibración indicaron que había activado el detector de proximidad del Anillo de Seguridad 6. Unos soportes conectados por una red, y cada uno con una luz amarilla parpadeante en la punta y dos ganchos de anclaje se levantaron del casco. Seleccioné el soporte más cercano y enganché el arnés de mi traje.

    Bien, dijo el parchador Meredith, prolongando la palabra. Se enganchó al mismo soporte, faltando al protocolo al pararse donde podía verlo. Bien hecho.

    No hay pepinos en la Estación Tombaugh, dije. Su corta estatura, familiaridad con los pepinos, y su uso de un coloquialismo sin analogía en el espacio me llevan a la conclusión de que usted es un terrícola. Un espacial nacido en polvo.

    Valdosta, Georgia, de hecho. Aunque no espero que eso signifique nada para usted.

    ¿Se puede ver Valdosta, Georgia abajo de nosotros ahora? Polvo había comenzado su trayecto.

    Es el otro lado del mundo, dijo el parchador Meredith. Eso es Madagascar recibiendo una paliza, y África esperando su turno.

    ¿Una paliza?

    Extendió la mano para indicar lo que ya estábamos mirando. "¿Ve ese vórtice de nubes?

    "Eso es un ciclón tropical tardío —lo que en casa llamábamos un huracán. Es hermoso desde aquí arriba, pero en la superficie eso es una fuerza con la que hay que

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