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El Susurro de los Muertos: Thrillers de Zoë Delante, #1
El Susurro de los Muertos: Thrillers de Zoë Delante, #1
El Susurro de los Muertos: Thrillers de Zoë Delante, #1
Libro electrónico386 páginas4 horas

El Susurro de los Muertos: Thrillers de Zoë Delante, #1

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Información de este libro electrónico

No hay descanso para los wiccanos.

GANADOR: Premio Pinnacle Book Achievement Award - Mejor Suspenso Paranormal

La búsqueda de un asesino se desarrolla, dejando a Zoe justo en medio de una lucha de poder entre la pesadilla de un aquelarre y un asesino en serie que deja cadáveres en círculos ceremoniales en las zonas rurales de los límites de la ciudad de Baltimore. Una carrera contra los cuerpos celestes y el rastro de partes del cuerpo terrestres mantienen a nuestro intrépido clarividente corriendo hasta el final.

"Hay un poco de misterio, un poco de romance y mucho suspenso y magia. Recomendado si te gusta un cuento paranormal lleno de acción". ~ IndieHeart

"Si amas el drama criminal con un toque, ¡esta es una lectura obligada!" ~ Kristin Marie, autora

EVOLVED PUBLISHING PRESENTA una mirada llena de suspenso y emoción al interior de la conexión extraordinaria de una mujer con los elementos que la rodean, en la primera de la serie paranormal “Zoë Delante Thrillers” repleta de acción.

Libros de C.L. Roberts-Huth

  • ZOË DELANTE THRILLERS - Libro 1: El Susurro de la muertos
  • ZOË DELANTE THRILLERS - Libro 2: El Susurro de la Serpiente
  • ZOË DELANTE THRILLERS - Libro 3: El Susurro del Sidhe
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 jun 2021
ISBN9781667404264
El Susurro de los Muertos: Thrillers de Zoë Delante, #1

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    Vista previa del libro

    El Susurro de los Muertos - C.L. Roberts-Huth

    Boletín de Evolved Publishing

    (NOTA: Los boletines están escritos en inglés.)

    ~~~

    (ENGLISH VERSION)

    WHISPERS OF THE DEAD

    (Zoë Delante Thrillers – Book 1)

    Copyright © 2013 C.L. Roberts-Huth

    ~~~

    EL SUSURRO DE LOS MUERTOS

    (Thrillers de Zoë Delante – Libro 1)

    Derechos de Autor © 2013 C.L. Roberts-Huth

    Traducido al español por Carlos Blanco

    ~~~

    Editor: Megan Harris

    Editor Sénior: Lane Diamond

    Artista de Portaba: Mallory Rock

    Diseñador Interior: Lane Diamond

    ~~~

    NOTA DE LA EDITORIAL:

    Al final de esta novela, de aproximadamente 77.041 palabras, usted encontrará una vista previa especial de EL SUSURRO DE LA SERPIENTE de C.L. Roberts-Huth, el escalofriante segundo thriller paranormal de suspenso de la serie Thrillers de Zoë Delante. Este adelanto se lo proporcionamos como un servicio adicional GRATIS, lo que de ninguna manera debe considerar como parte del precio pagado por este libro. Esperamos que aprecie y disfrute esta oportunidad.

    ~~~

    Notas de la Licencia del eBook:

    No puede usar, reproducir o transmitir, de ninguna manera, ninguna parte de este libro sin un permiso escrito, excepto en el caso de citas breves usadas en reseñas y artículos críticos, o de acuerdo con las leyes federales de Uso Justo. Todos los derechos están reservados.

    La licencia de este eBook solamente cubre su disfrute personal; no puede ser revendido o regalado a otra persona. Si usted desea compartir este libro con otra persona, por favor, compre una copia adicional para cada persona recipiente. Si usted está leyendo este eBook y no lo compró, o si no se compró para su uso exclusivo, por favor, regrese a su librería de eBook y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor.

    ~~~

    Descarga de responsabilidad:

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, caracteres, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor, o el autor los ha usado ficticiamente.

    Libros de C.L. Roberts-Huth

    Thrillers de Zoë Delante

    1) El Susurro de los Muertos

    2) El susurro de la Serpiente

    3) El Susurro del Sidhe

    4) El Susurro del Heredero (Próximamente en el 2021)

    ~~~

    www.CLRoberts-Huth.com

    Lo que otros dicen acerca de los libros de C.L. Roberts-Huth

    ~~~

    El Susurro de los Muertos:

    "Un drama muy bien documentado y completamente creíble, esta novela usa la magia blanca para resolver crímenes en una batalla supernatural, ¡que quemará las pestañas del lector! Zoë captura el corazón del lector al mismo tiempo que derrota fuerzas que parecen invencibles, dándonos una visión de la vida de una bruja, que usa sus poderes para resolver crímenes y aliviar el sufrimiento, a un elevado costo para su propio bienestar físico. Es una mirada al interior de la brujería que puede hacerle cambiar completamente su actitud. ¡Una lectura obligatoria! ~ Mari Sloan

    ~~~

    El Susurro de los Muertos:

    "Un thriller absolutamente fascinante y un disfrute total, con importantes elementos de lo oculto ¡Esperando ansiosamente las secuelas! ~ Jerry J. Davis

    ~~~

    El Susurro de los Muertos:

    "La heroína me cautivó desde el principio y no pude parar de leer. C. L. Roberts-Huth da vida a sus caracteres bellamente, y la historia es imaginativa y cautivante. ¡No puedo esperar para leer más de este fascinante autor! ~ Heather Quarnstrom

    ~~~

    El Susurro de la Serpiente:

    Este libro, y esta serie, hasta el momento han sido un thriller de principio a fin, ¡así que no se pierda estas estupendas lecturas! ~ TDC Book Reviews

    ~~~

    El Susurro de la Serpiente:

    De veras disfruto la manera en que Zoë fue concebida. Es fuerte, pero creíble. Es una mujer que lucha por ser, así como una mujer que se esfuerza. Se percata de sus imperfecciones, pero las usa para ser una mejor Zoë. Tomó decisiones que no fueron muy populares, pero también es muy honesta. Con ella misma, y con otros. Sería agradable ver más de Zoë, de sus primeros años; y por el suspenso de esta novela, pienso que lo conseguiremos en el futuro. ~ Nicole K.

    PRE-ESTRENO

    Nos complacemos en ofrecerle una vista previa especial al final de este libro, en la que disfrutará de los dos primeros capítulos EL SUSURRO DE LA SERPIENTE, de C.L. Roberts-Hut, del Segundo libro de la serie Thrillers de Zoë Delante.

    ~~~

    ~~~

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    Serie THRILLERS de ZOË DELANTE en Evolved Publishing

    Contenido

    Derechos de Autor

    Libros de C.L. Roberts-Huth

    Lo que otros dicen

    PRE-ESTRENO

    Contenido

    Dedicatoria

    EL SUSURRO DE LOS MUERTOS

    Capítulo 1 – Encuentro a medianoche

    Capítulo 2 – Fronteras

    Capítulo 3 – Faltan piezas del rompecabezas

    Capítulo 4 – Un indicio de cosas por venir

    Capítulo 5 – Contacto

    Capítulo 6 – Regreso a casa

    Capítulo 7 – Rastreando al monstruo

    Capítulo 8 – Marius DeFray

    Capítulo 9 – Hilo de vida

    Capítulo 10 – Traición

    Capítulo 11 – Otro punto de vista

    Capítulo 12 – El Sauce Llorón

    Capítulo 13 – Atando cabos

    Capítulo 14 – A través de sus ojos

    Capítulo 15 – ¡Oh, Diosa mía!

    Capítulo 16 – La clave

    Capítulo 17 – Visiones sombrías

    Capítulo 18 – Un plan elaborado

    Capítulo 19 – Ira

    Capítulo 20 – Encuentro de las mentes

    Capítulo 21 – Magia negra

    Capítulo 22 – Cat & Mouse

    Capítulo 23 – Sopla un mal viento

    Capítulo 24 – Lugares tenebrosos

    Capítulo 25 – El deber llama

    Capítulo 26 – Alianza mágica

    Capítulo 27 – Un momento de debilidad

    Capítulo 28 – ¡Pelea!

    Capítulo 29 – Transformación

    Capítulo 30 – Un regalo del aquelarre

    Capítulo 31 – Viejos enemigos y buenos amigos

    Epílogo

    Vista previa especial: EL SUSURRO DE LA SERPIENTE de C.L. Roberts-Huth

    Reconocimiento

    Acerca del autor

    ¿Qué sigue?

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    Dedicatoria

    Para mis hijos, Michael, Cameron and Desmond...

    los sueños sí se hacen realidad.

    Capítulo 1 – Encuentro a medianoche.

    Una luna llena, alta en el cielo de medianoche, hacia las luces de mi auto innecesarias mientras conducía por un camino de grava en algún lugar del oeste de Maryland. Me incliné sobre el asiento del pasajero y agarré las instrucciones escritas. Guiar de noche era casi tan malo como navegar caminos desconocidos, y aquí estaba yo haciendo las dos cosas.

    Encendí la luz interior. Sigue el camino de grava hasta la intersección y dobla a la derecha. Busca las luces. Dejé caer el papel, apagué la luz y me limpié el sudor de la mano en la pierna del pantalón. Los nervios, sí, pero el nudo en la boca del estómago no era una buena señal.

    En pocos minutos, las parpadeantes luces rojas y azules de la ambulancia llenaron el cielo nocturno. Ambulancia quería decir cadáveres. El nudo se apretó aún más.

    Me detuve a la par de un carro policial sin marcar. La ambulancia no era la única fuente de luz en la escena. Tenían el perímetro completo iluminado como un estadio de béisbol de las ligas menores. Conté cinco policías uniformados y dos detectives en ropa de calle. Otras personas remoloneaban en las sombras fuera del círculo de luz.

    Uno de los oficiales uniformados se acercó al par de detectives mientras me bajaba del auto. El oficial señaló en mi dirección y los detectives giraron para mirar a través del terreno cubierto de hierba seca que nos separada.

    —Mierda —tragué en seco. No los conocía.

    Uno de ellos se separó y se me acercó.

    —¿La señorita Zoë Delante? —dijo, al tiempo que me ofrecía su mano como saludo. Unos treinta centímetros más alto que yo, fácilmente tenía un metro ochenta de estatura, con el cabello claro, probablemente rubio, pero no podía estar segura.

    —Detective —le dije, metiéndome las manos en los bolsillos.

    —Disculpe —retiró su mano con una sonrisa desganada—. El capitán mencionó que usted no estrechaba la mano de desconocidos. Soy el detective Daniel Parsons, a cargo de esta investigación. Le agradezco cualquier asistencia que nos pueda dar. Me acompaña —dijo, extendiendo el brazo para abarcar la escena.

    Mi paranoia podría estar averiada, pero juraría que me echo esa mirada: la que los hombres les echan a las mujeres cuando las están chequeando para... ¿comérselas? Fue sutil, y me pregunté si habría sido mi imaginación, pero no había tiempo. El circo estaba por comenzar. La vanidad tendría que esperar.

    Dejando escapar el aliento lentamente, empujé esos pensamientos a un lado y lo seguí. Caminamos lenta y trabajosamente por la hierba que me llegaba a la rodilla. Una multitud de susurros se alzaba de la tierra —demasiados para que entender lo que decían, pero sentí la intensión: regrésate.

    Esa no era una opción, así que los empuje al trasfondo y comencé a ensamblar las piezas según se presentaban. Olor a sangre vieja suspendido en la brisa, y en la distancia, montones de cosas yacían medio escondidos detrás del tráfico de cuerpos realizando un sinfín de tareas. El poder pulsaba en el aire, a través del suelo, y penetraba mis zapatos de lona y mi cuerpo. El nudo se retorcía y tiraba, y luche contra la sensación en mi garganta: No voy a vomitar. No voy a vomitar. ¡No voy a...!

    —¿Así que usted es la psíquica? —una ronca voz masculina cortó a través de mi mantra, una bienvenida distracción. Llegamos a la cinta policial, y del otro lado, el segundo detective parado con la cabeza inclinada, midiéndome.

    Yo conocía esa mirada también, y era bienvenida.

    —Clarividente. Yo soy la clarividente. ¿O es esa palabra demasiado larga para usted, detective?

    Se paso la mano por un mechón de pelo negro. Era quizás una pulgada más bajo que su compañero y también más fornido.

    Escondí una pequeña sonrisa. Dos pueden medir. Ya veríamos si podría mantener el paso.

    —Srta. Delante, este es mi compañero, el detective Michael Sully —Parsons me dijo, con una risita—, Sully, esta es la singular y única Zoë Delante.

    —Es un placer —Sully sonrió, divertido por nuestra confrontación, evidente en el tono de voz de Parsons—. He escuchado mucho acerca de usted. Ahora veremos si es usted tan buena como el Capitán Brooks se la pasa diciendo. Si es tan amable y me sigue, tenemos alguna evidencia para usted. ¿Cómo tiene el estómago? —dijo, levantando la cinta policial.

    —Mi estómago estará bien, detective —dije y sonreí brevemente.

    El detective Parsons se me unió mientras cruzábamos bajo la arco de la cinta.

    —Yo no me preocuparía demasiado por él —murmuró—. Es un escéptico y un sabelotodo.

    Imagínate eso.

    —¿Y usted? ¿Qué es lo que piensa?

    —He oído los cuentos, Srta. Delante, y he leído los reportes de los casos. Usted tiene un récord impresivo. Y... —se encogió de hombros—. Siempre estoy abierto a nuevas experiencias.

    —Bueno, detective; solo el hecho de trabajar conmigo es, definitivamente, una experiencia.

    —¡Srta. Delante! —me llamó Sully.

    Me alejé de su compañero y me acerqué a la escena del crimen.

    Sangre rodeaba los restos en gruesos charcos gelatinosos. Vetas color café habían comenzado a formarse en su superficie, una señal de la edad de la escena del crimen. Dos cabezas decapitadas yacían a mi derecha, sus miradas apuntando a una pila de miembros amontonados como madera para fogata. Respiré profundo. El repugnante olor de la descomposición de los restos hizo que me diera vueltas la cabeza. La luz artificial se reflejaba de los charcos de sangre y de las partes de los cuerpos, haciendo lucir el rojo más brillante y las vetas más luminosas, la piel muerta de una palidez fantasmal. Tomé aire por la boca y traté de poner todo en perspectiva. Ya había tanta información, pero por experiencia yo sabía que aún quedaban muchas más piezas del rompecabezas allá afuera.

    —¿Cuándo los encontraron? —pregunté, sin quitar mis ojos de las partes.

    —Hace unas cuatro horas — Parsons se acercó un paso más.

    —¿Quién los encontró? —me arrodillé en la hierba y toqué el charco de sangre más cercano.

    Una niña blanca, quizás de unos ocho años, gritó, suplicando por su vida. Su cara, manchada de lágrimas, parpadeo frente a mí, sus brillantes ojos azules abiertos como platos. Una oscura sombra se proyectó donde se arrodillaba: definitivamente un hombre, dada la oscura amplitud de los hombros y la cabeza casi rapada de la silueta en la hierba.

    Paró. No más gritos. No más suplicios. Quedaba miedo, espeso y palpable. La visión comenzó a desvanecerse.

    Saqué un pañuelo del bolsillo y me limpié las yemas de los dedos.

    —El Sr. Joseph Geneer — murmuró Sully, desapercibido de las imágenes corriendo frente a mis ojos—. Él es el dueño de la propiedad. Dice que salió alrededor de las nueve a entrar al perro, pero el cachorro se había escapado. En su lugar, mientras lo buscaba, encontró esto —con un gesto indicando lo que nos rodeaba.

    ¿Dónde está ahora? —le pregunté, poniéndome de pie.

    —Por la ambulancia —replicó Parsons.

    Me di vuelta para mirar. El pobre cachorro en sus brazos acaparaba toda su atención.

    —Regreso enseguida.

    Me dirigí hacia el testigo, los detectives no dieron señales de que me seguirían. Que bien.

    —¿Sr. Geneer? Mi nombre es Zoë Delante, y soy una especialista trabajando en este caso —le extendí la mano—. ¿Cómo se encuentra?

    —¿Cómo cree usted que me encuentro? —me espetó. Con un suspiro, sujetó al perro con un brazo y me dio la mano—. Lo siento. No fue mi intensión ser grosero. Simplemente es tan horrible...

    Temor chispeó de la palma de su mano a la mía, un destello de electricidad que trajo consigo las imágenes de su irrupción inicial en la escena del crimen.

    ¡Icarus! En el borde de mi visión periférica saltó la pequeña sombra del cachorro de orejas caídas. ¡Icarus, ven acá! Geneer tropezó con algo y de pronto se encontró cara a cara con una mano cercenada. Vomitó, un acto desesperado de tratar de no ver lo que nos rodeaba. Estuvo unos diez minutos sentado en el suelo, sujetándose las rodillas y balanceándose de atrás para adelante, con el cachorro a su lado, antes de ponerse de pie para llamar a la policía.

    Soltó mi mano, me miró de un modo curioso y sacudió la cabeza.

    —Solo quiero irme a casa. ¿Cuándo puedo irme a casa?

    —Deme un minuto —le respondí con una practicada sonrisa—, y veré que puedo hacer por usted, Sr. Geneer. —Acaricié al cachorro y regresé con los detectives.

    —¿Entonces? —Sully me preguntó, mientras yo cruzaba por debajo de la cinta policial nuevamente.

    —Déjenlo irse a su casa. Necesita irse a casa y atender a Icarus.

    —¿Icarus? —los detectives se miraron entre si—. ¿Quién es Icarus?

    —El perro.

    Me alejé de ellos hacia otra parte del campo. Un pedazo de carne atrajo mi mirada. ¿Es eso un...? Me arrodillé y, con otro vuelco del estómago, confirmé que eso era un seno, un seno completo con todo y pezón, manchado de sangre. ¡Ay, Dioses míos! Cerré los ojos. No la puedes salvar. Salva a quién puedas.

    —Dejen al Señor Geneer irse a casa.

    Parsons se aclaró la garganta.

    —No podemos hacer eso Srta. Delante. Él es aún un sospechoso. No puedo simplemente dejarlo ir.

    —Él no hizo esto —dije, poniéndome nuevamente de pie—. Aparte de traerlos a una escena de crimen fresca, el señor Geneer no está de ninguna manera vinculado directamente.

    —¿Cómo puede usted decir eso? —los ojos de Parsons se entrecerraron y se agrió su tono de voz. Y eso que estaba abierto a nuevas experiencias.

    —Ese es su trabajo, no el mío —la frustración comenzó a calentarme lentamente la cabeza mientras Sully fruncía el ceño—. Lo siento, pero es cierto. Si de verás usted pensara que él fuera un sospechoso, ya estaría en un cuarto de interrogación en la estación de policía. Él no es el hombre que usted está buscando.

    —¿Y cómo usted sabe esto? —preguntó Sully.

    Me mordí la lengua. Odiaba esta parte —las dudas y la estrechez mental— y estaba cansada de defenderme. Brooks iba a oír acerca de esto en mi informe. Me planté frente a los dos hombres y cuadré los hombros, mirándolos a los ojos.

    —¿Qué fue, exactamente, lo que les dijo acerca de mí?

    Me miraron en silencio.

    —¿¡Hey!? ¿Qué les dijo Brooks sobre mí?

    La gente que nos rodeaba había dejado de hablar, sus ojos en dirección nuestra, atentos a nuestra discusión. La sensación —todos esos ojos— me provocó un escalofrío, como si fuera un sujeto expuesto en un espectáculo barato. ¿No tenían que recolectar evidencia, que tomar notas?

    —Él dijo que usted se especializaba en casos como este. Que usted es psíquica o algo así.

    —Psíquica —me froté las manos en las caderas, agitada—. ¿Y eso que significa? ¿Debería estar usando un turbante? ¿Me olvidé de ponerme las manos en la cabeza y hablar en lenguas?

    Fruncieron aún más el ceño. No se estaban divirtiendo. Tampoco yo.

    —¿Y entonces, detectives?

    Sully cruzó los brazos.

    —Sientes cosas —contestó Parsons—: espíritus, impresiones psíquicas dejadas en la evidencia. Probablemente oyes cosas también, como una Polaroid con animación y sonido IMAX.

    —Estoy impresionada, detective —riposté, asintiendo con la cabeza–. El hombre que hizo esto es por lo menos tan alto como usted, un poco más ancho de hombros, como un defensa en futbol. Échele una buena mirada a su sospechoso.

    Los tres nos dimos vuelta.

    —Él no es más alto que usted —observó Sully, ladeando la cabeza a un lado.

    —Y es muy delgado —agregó Parsons.

    —Si estoy equivocada...—les ofrecí.

    —¿Y si usted está equivocada...?

    —Bueno, sabemos dónde vive. Siempre podemos recogerlo nuevamente más tarde.

    Los dos detectives compartieron una larga mirada. Sully se encogió de hombros, incapaz de ofrecer una alternativa. Parsons suspiró.

    —De acuerdo, dejémosle ir. Sully, has que un par de uniformes lo acompañen de regreso a su casa. Y que lo animen a quedarse en casa, lejos de los medios. Me gustaría mantener esto fuera de los medios hasta que tengamos algo más sólido que darles, ¿entiendes?

    Su compañero asintió y me lanzó una última mirada antes de dirigirse hacia Geneer. Dio sus órdenes y abrió la puerta del carro policial más cercano, ofreciéndole un asiento a Geneer. Una cosa terminada, a saber cuántas más por hacer.

    Me arrodillé nuevamente en la pisoteada hierba y tracé cuidadosamente el borde del seno. Imágenes relampaguearon frente mis ojos: una mujer de unos treinta y tantos años yacía atada de manos y pies, sus ojos azules bien abiertos. Sus gritos ensordecidos, a pesar de tener la boca abierta como una enorme O —sin tapaboca, sin mordaza de bola, nada. ¿Por qué no podía oírla mejor?

    Un profundo escalofrío me corrió por la columna, rompiendo mi concentración y la visión. Levanté la vista de la sangre y se me cortó la respiración. La mujer que había visto solo unos instantes antes estaba parada en medio del equipo policial, la niña a su lado. Los bordes de sus siluetas radiando el familiar halo post mortem, como si alguien hubiera intentado borrar sus perfiles con un borrador malo. El halo quería decir que habían muerto recientemente, menos de una semana, pero eso no era información nueva.

    Era evidente que compartían algo más que los ojos azules —la misma cara ovalada, las mismas orejas que sobresalían un poco detrás del mismo cabello color paja. Tenían que ser familia, madre e hija, y de cierto modo eso hacia toda esta porquería aún peor. ¡Maldición!

    ¿Puedes ayudarnos?, murmuro la mujer, su voz tan baja en mi cabeza que casi no escuché las palabras.

    Asentí con la cabeza.

    Las lágrimas brillaban bajando por su rostro espectral, y abrazó fuertemente a la niña haciéndola sonreír. "Tienes que encontrarlo. No somos las primeras, y si no lo encuentras pronto, no seremos las últimas. Por favor apúrate".

    —Espera —dije en voz alta, extendiendo la mano hacia las etéreas figuras que se desvanecían lentamente.

    ¿No eran las primeras? No había oído de ningún otro caso en el área, y el pensamiento de que había otros cuerpos que encontrar...

    —¡Detective Parsons! —exclamé, mirando sobre el hombro hacia donde él estaba, a unos pasos detrás de mí.

    —¿Algo útil, Srta. Delante? —y se acercó.

    —Quizás —me reserve la aparición fantasmal. No tenía sentido que las mencionara sin primero hacer un par de preguntas—. ¿Son estos los primeros asesinatos en el área?

    —Que yo sepa, sí —me respondió, rascándose la cabeza—. ¿Por qué pregunta?

    —Una corazonada —me moví hacia la pila de miembros—. Mire esto —le dije, señalando los cercenados miembros amontonados desordenadamente unos encima de otros, como si alguien los hubiera vertido de un balde—. Algo anda mal con esto, del modo en que están amontonados. ¿El testigo tropezó con ellos?

    —Sí —respondió Parsons, mirándome curiosamente —. El señor Geneer dice haberse caído cuando tropezó con ellos, mientras buscaba a... ¿Cuál dijo que era el nombre del perro?

    —Icarus.

    —Sí, cuando estaba buscando a Icarus, él se cayó sobre ellos. No los tocó después de eso, solo tomó su celular y nos llamó.

    Hice una mueca. La visión con el seno había sido vivida. ¿Qué pasaría si tocaba la pila de miembros? ¿Ahogaría al sentimiento de que había algo más?

    —Un momento, ¿dónde están las manos y los pies?

    Él señaló hacia otra parte del circulo, más cerca de las cabezas. Las partes que faltaban habían sido arregladas para formar la curva de un arco.

    —Necesito más información: fotos, declaraciones, el informe final del forense, antes de que hayamos terminado. ¿Puede conseguírmelo?

    Parsons asintió.

    —¿Quiere que pregunte en las otras estaciones? ¿Qué averigüe si ellos se han tropezado con este tipo?

    —Si, eso está bien.

    —¿Algún periodo de tiempo que deba considerar?

    —No sé —respondí encogiéndome de hombros—. Pienso que algo reciente. Odiaría pensar que esto es un ritual anual para este tipo, que las únicas pistas que tendríamos para trabajar fueran las evidencias de aquí, incluso si eso significara que tendríamos un año para resolverlo. Las víctimas se merecían algo mejor.

    —Sí —Parsons asintió—. Déjeme ver que puedo encontrar. Lo demás se lo puedo tener listo para cuando usted termine con el Capitán Brooks.

    Sonreí, y me limpié el sudor frío de la frente. Necesitaba volver al trabajo, pero él continuaba parado frente a mí.

    —¿Usted es nuevo en la estación?

    —¿Es tan evidente? —dijo sonriendo y pasándose la mano por el cabello.

    —Usted no parece ser un novato, siendo detective y todo lo demás, pero nunca antes lo había visto. Y yo he estado en la oficina de Brooks lo suficiente como para tutearme con todos sus detectives. Su compañero también es nuevo. Es extraño.

    —¿Qué es extraño?

    —Que pongan juntos a dos detectives que son nuevos en la misma estación.

    —No somos tan nuevos, Srta. Delante. Hemos estado en la estación sus buenos seis meses, inmediatamente después del caso Fénix Gris, y Brooks nos apareó con Paul y Simpson. Una vez nos aclimatamos dejo que trabajáramos juntos nuevamente. Este es el primer caso en el que trabajamos juntos desde que nos vinimos de la ciudad de Dale.

    —¿Virginia? —le pregunté levantando una ceja. Él se sonrió, y fue desconcertante y embarazoso.

    —De cualquier manera, basta de chismear. Déjeme volver al trabajo —me di vuelta y me hundí de regreso en el frío terreno.

    —¿Usted piensa que tiene algo aquí?

    —Si, quizás tenga algo —reflexioné sin levantar la vista—. No todos los días un sicópata decide decapitar a sus víctimas. Necesito más tiempo con la evidencia y con su análisis. Debo tener algo tangible para usted en la mañana.

    El detective Sully se unió a su compañero y le susurro algo al oído. Se alejaron y me dejaron haciendo lo que hago mejor.

    ***

    La ambulancia se alejó mientras estaba sentada en el asiento delantero de mi auto. El resto de los oficiales se marcharon tras ella, solo Parsons y Sully quedaron en la escena del crimen.

    Suspiré, contemplando todo lo que había visto. Los brazos y piernas habían estado callados, algo desconcertante, como si las imágenes hubieran sido silenciadas. Incluso la sangre que los rodeaba no me había dicho ni mostrado nada. Los habían cortado post mortem, las víctimas no estaban conscientes del proceso, y por lo tanto no habían dejado un residuo psíquico detrás.

    Eso explicaba el poder detrás del seno. Ella tenía que haber estado aún viva, pero eso era un obstáculo para mi teoría. ¿Quién podría estar tan loco como para mutilar un cuerpo sin perturbar la cabeza, solo para decapitarla más tarde? ¿Y cómo podía haber desgarrado un cuerpo en tantos pedazos tan pequeños? Enterré la cabeza en mis manos.

    Unos pasos hicieron la grava crujir.

    —¿Srta. Delante?

    Levanté la cabeza y miré a Parsons. La preocupación en su cara me tomó por sorpresa.

    —Estoy bien.

    Sully se metió en el auto al lado del mío y se despidió con la mano.

    —¿Ya estamos listos para irnos? —pregunté dándole vuelta a los ojos.

    Parsons asintió.

    —¿Usted sabe cómo regresar a la estación desde aquí, o prefiere seguirnos?

    —¿Brooks le dijo que odio conducir de noche?

    —Sí —contesto sonriendo.

    —Está bien, detective. Puedo encontrar el camino de regreso.

    —¿Está segura?

    —Puede que no me

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