La Hija del Jeque y el Fabricante
Por Mohmmed Alsofi
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El placer de leer esta novela se halla en que sus eventos se interconectan. Sus palabras escudriñan en las profundidades de la vida، sus experiencias y enseñanzas más humanas. Quizás tu mismo te identifiques como el héroe de la historia. Los personajes fascinan y no podrás quitar tus ojos de sus líneas. Su historia representa la tragedia que se cierne sobre montones de familias y dejan detrás un rastro de dolor causado por personas crueles y sin corazón. Pero lo más importante es el amor que triunfa al final، pues siempre logra crecer y florecer en el gran jardín e la vida، a pesar de sus fantasmas de tradiciones y lo que llaman "clases sociales". Al final los secretos se revelan، las máscaras se caen، los principios se sacuden y los estereotipos muestran sus colmillos mientras la narrativa te arrastra sobre los sentimientos negativos y positivos de la historia. La Hija del Jeque y el Fabricantte es un reflejo de lo que sufre nuestra comunidad y del fuego que la lastima. Es una novela que respeta la mente del lector y lo has disfrutar de sus historias que se entrelazan con palabras simples y personajes atractivos. Una pieza realmente disfrutable que promete atraparte hasta el final.
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La Hija del Jeque y el Fabricante - Mohmmed Alsofi
Yo soy Rama, la hija de un Jeque del distrito de Elbayda, soy la única hija de mi madre y tengo un medio hermano por parte de papá; su nombre es Mossa, él es el único hijo de la segunda esposa de papá. Mi padre se casó con la madre de Mossa debido a que mamá no podía dar a luz a un varón, de hecho, mi madre no me dio a luz a mi sino hasta después de que nació Mossa. Sé que es extraño, pero así es el destino.
¡Oh! Escucho la voz de mamá, llamándome. Luego, ella entró en mi habitación diciendo: Vamos, mi hija Samira está aquí, vamos abajo a peinarnos.
Asentí con aceptación. Samira es muy buena peinadora y hace muy bien su trabajo; además de que su hijo les corta el cabello a los hombres, es decir, es un barbero, y su nombre es Qusay. Es un hombre muy guapo.
¿Qué cómo lo sabía?
Lo ví cuando estábamos en la casa de Samira. Cuando llegué abajo encontré a Samira peinando a la madre de Mossa, y cuando ella me vio, me dijo: ¡Bienvenida Rama! Samira, no quiero que peines el cabello de Rama de la misma manera que el mío. Yo la interrumpí diciendo: ¡Seguro que Samira no me peinará como a una vieja!
Luego, Samira y mamá comenzaron a reír, aunque la madre de Mossa no lo hizo. Una vez que terminó, Samira comenzó a peinarme a mí, y mientras lo hacía, conversábamos. Luego ella dijo: ¡Oh! Claro, eres tan bonita que Qusay estaba inter-. De pronto ella calló, y yo me miré en el espejo mientras decía: Continúa lo que estabas diciendo, no me enfadaré contigo, no te preocupes. ¿Qué dijo Qusay?
Ella respondió con una sonrisa: Él dijo que eres tan bonita que mereces ser princesa-. Yo la interrumpí preguntando que ¿Cómo sabía él que yo era bonita si no me había visto?
Ella respondió diciendo que hay otros ojos que no ven lo que los ojos de la cara pueden ver; son los ojos del corazón, los ojos del amor... la miré con intriga, y ella continuó diciendo: Sí, Qusay está enamorado de tí, mi hija, y va a proponerte que te comprometas con él, aunque estemos en contra. Yo la interrumpí preguntando: ¿Por qué están en contra? ¿No soy apropiada para Qusay?
Ella respondió: No, mi hija, esa no es la razón; hay otras cosas que se interponen en nuestro camino, que nos impiden seguir adelante. Son cosas que las otras personas crean.
Entonces, dejó de hablar por un momento y se acercó a mí para poner en mis manos este collar de color amarillo, con corazón negro y líneas rojas. Dijo que era un regalo de Qusay, que le pidió dármelo sin importar si yo lo aceptaba a él o no. Me pedía considerarlo como una muestra de amor y afecto.
La miré de nuevo con intriga y dije: Pero tú no sabes si lo aceptaré o no.
Ella respondió: Sí, yo sé que lo aceptarás-. De pronto, la madre de Mossa entró en la habitación gritando: ¡Vamos! Llegaremos tarde a la boda. ¡Vamos Samira! ¿Por qué la tardanza? Ni que Rama fuera la hija del presidente.
La miré con desprecio y dije: No, ella está peinando a la hija del Jeque Abo Mossa (el padre de Mossa) ¿Ya lo olvidaste?
La madre de Mossa dijo: Jaja, no, no lo he olvidado. Pero, de cualquier manera, debemos irnos, la boda está por comenzar.
Después de que la boda terminó, Mossa nos condujo hasta nuestra casa. Yo peleaba con él, no sé por qué, pero rara vez estábamos de acuerdo en algo. Cuando llegamos a casa, mi padre gritó el nombre de Mossa y él se dirigió al Diwan (la sala de estar); después, comenzamos a escuchar a mi padre, a Mossa y a otro hombre gritándose entre sí. Sus voces desaparecieron por un segundo y luego mi padre salió y se acercó a nosotras. Mi madre y la madre de Mossa le preguntaron qué es lo que ocurría y él respondió: No vas a creer quién vino a proponerle matrimonio a Rama.
Papá: ¡Qusay! ¡El Saneaa! (El fabricante)
Saneaa es el nombre que se les da a los hombres que provienen de una familia de barberos, carniceros, o cualquier profesión que tenga que ver con cortar. A ellos no se les permite casarse con mujeres de las tribus llamadas Al Mezyane.
La madre de Mossa: ¡Oh por Dios! ¿Acaso no sabe que esta es la casa de un Jeque?
Mi madre: Parece que es estúpido. Olvidó que nuestras tribus no casan a sus hijas con un fabricante.
Yo: Pero... ¿Por qué?
Y entonces, una expresión de intriga apareció en el rostro de todos. Mossa dijo: Porque él contaminará tu sangre ancestral con su sangre de fabricante.
Yo: Pero todos somos hijos de Adán. ¿Acaso no es él uno de ellos?
Papá: Sí, pero todos tenemos costumbres y tradiciones que nos distinguen.
Yo: ¡Pues no acepto estas costumbres y tradiciones!
Mossa: ¿Qué quieres decir?
Yo: ¡Quiero decir que acepto casarme con Qusay!
De pronto, la expresión en todos los rostros se transformó en asombro por lo que había dicho.
Mamá: Rama, no interfieras en este asunto.
Yo: Este asunto me involucra directamente a mí, ¿Cómo que no puedo interferir en él?
Mossa: Niña estúpida, ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?
Yo: No interfieras en mi vida, estoy hablando con papá. ¡Quiero casarme con Qusay!
Entonces, expresiones de ira aparecieron en los rostros de papá y Mossa.
Papá: ¡Silencio Rama! ¡Anda a tu habitación! ¡Este tema está concluido!
Yo: ¡No! ¡No lo está! No aceptaré que todos ustedes controlen mi vida con tradiciones ancestrales ¡He decidido casarme con Qusay y no cambiaré mi decisión!
La madre de Mossa: ¿Cómo te atreves a decir eso? ¡Es la manera en que tu madre te ha educado! Tú...
Yo: ¡Cállate, vieja!
Mossa gritó: ¡Rama! ¡No te excedas! ¡Es mi madre!
Yo quería gritar, pero los gritos de mi padre me interrumpieron: ¡Rama! ¡Ya he tomado una decisión y no va a cambiar! ¡Ahora, ve a tu habitación!
Yo: ¡No! ¡No! ¡No aceptaré esto! ¡Juro frente a todos ustedes que haré lo que he decidido!
Papá: ¡Mossa! Golpéala.
Mossa: Está bien.
Papá: ¡Pero no la lastimes!
Mossa: ¿Cómo?
Papá: ¡Has lo que te digo!
Luego, me arrastró hasta mi habitación. Mi padre había decidido perdonarme por querer estudiar, pero no cambiaría de opinión sobre este asunto.
Al día siguiente le pedí a mi madre que me llevara a comprar maquillaje, al principio se negaba a hacerlo, pero después de mi insistencia, aceptó.
Fuimos a hacer las compras al mercado y pasamos por la barbería en donde trabajaba Qusay. Yo me detuve en la entrada y mi madre me miró, preguntándome: ¿Por qué te detienes aquí?
Respondí: Quiero preguntar a Qusay sobre la crema que su madre utilizó para peinarme.
Mamá: No. ¡Sólo usa otra!
Yo: ¡Pero quiero esta! No te preocupes, no me escaparé con él.
Ella rio y dijo: Ya lo sé, pero... ¡No quiero que nadie te vea entrar en este lugar!
Yo: ¡Mamá! Estoy usando una abaya, nadie sabrá quién soy. Sólo le preguntaré y regresaré.
Luego, me dirigí hacia la barbería, y cuando me detuve ante la puerta, pude ver a Qusay cortando el cabello de alguien. Cuando me miró, dejó caer las tijeras; rápidamente supo que se trataba de mí, a pesar de que no podía verme. ¡Me reconoció sólo por mis ojos! ¡Eso era amor!
Él se acercó a mí mientras que yo lo miraba en silencio, luego miré hacia la calle, y entonces comencé a hablar muy fuerte: Eh, gente, soy Rama, la hija del Jeque, el padre de Mossa...
Espresiones de asombro aparecieron en los rostros de las personas y una expresión de horror apareció en el rostro de mi madre. Entonces, continué diciendo: Declaro que... acepto casarme con este hombre, Qusay, el fabricante.
Las personas comenzaron a elevar el volumen de sus voces. Mi madre vino a jalonearme del brazo y a golpearme mientras les pedía a las demás personas que ignoraran mis palabras, pero yo no sentía nada, sólo mis ojos que miraban profundamente los ojos de Qusay inundándose de felicidad y amor.
Mi madre se quejó durante todo el camino de regreso a casa de que se arrepentía de haber salido conmigo. Yo permanecí en silencio, y cuando llegamos a casa, me dirigí a mi habitación mientras escuchaba sus lloriqueos sobre lo que yo había hecho. Se quejaba con la vieja madre de Mossa que, a su vez, culpaba a mi madre. De pronto, las voces desaparecieron. Parecía que mi padre había llegado a casa. Él tiene esa energía que hacía que todo el mundo le tuviera miedo. Y, como lo esperaba, le gritó a Mossa: ¡Saca al perro!
De pronto, la puerta se abrió dejando entrar a aquella feroz bestia, que era Mossa, que me tomaba del cabello y jalaba muy fuerte arrastrándome detrás de él. Intenté tomar su cabello, pero fallé porque era tan corto... ¡Oh! ¡Dolía tanto! Desee no tener cabello. Luego, me empujó hacia mi padre, cuyos ojos brillaban de ira. Él se acercó a mí e hizo lo que nunca había hecho: Me abofeteó con una fuerza descomunal. El dolor que me causó fue más por el hecho de que me estuviera golpeando que por su fuerza física. Yo no estaba acostumbrada a recibir otra cosa de mi padre que no fuera bondad, y ahora, me mostraba unos sentimientos de furia que yo nunca había sentido. Lo miré con tristeza, y la madre de Mossa dijo: Sí, esto es lo que debió haber pasado desde hace tiempo. La chica es una adolescente y debe conocer sus límites.
Yo la miré con desprecio