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Un desafío para dos: Angelicales y crueles (2)
Un desafío para dos: Angelicales y crueles (2)
Un desafío para dos: Angelicales y crueles (2)
Libro electrónico158 páginas3 horas

Un desafío para dos: Angelicales y crueles (2)

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Información de este libro electrónico

¡Era esencial que ella no se convirtiera en su última conquista!
El famoso Rafe D'Angelo tenía muy claros los límites en lo que concernía a sus conquistas amorosas y era conocido por dejar a las mujeres deseando más, razón por la que le supuso un gran impacto despertarse y encontrarse, por primera vez en su vida, con que su cama estaba vacía…
El único acto de rebeldía de Nina Palitov contra una vida vivida bajo el opresivo control de su padre había sido pasar una noche fantástica con Rafe. Pero debería haber sabido que ese hombre suponía un gran desafío…
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 abr 2015
ISBN9788468762753
Un desafío para dos: Angelicales y crueles (2)
Autor

Carole Mortimer

Carole Mortimer was born in England, the youngest of three children. She began writing in 1978, and has now written over one hundred and seventy books for Harlequin Mills and Boon®. Carole has six sons, Matthew, Joshua, Timothy, Michael, David and Peter. She says, ‘I’m happily married to Peter senior; we’re best friends as well as lovers, which is probably the best recipe for a successful relationship. We live in a lovely part of England.’

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    Vista previa del libro

    Un desafío para dos - Carole Mortimer

    Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2014 Carole Mortimer

    © 2015 Harlequin Ibérica, S.A.

    Un desafío para dos, n.º 2378 - abril 2015

    Título original: A Prize Beyond Jewels

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-687-6275-3

    Editor responsable: Luis Pugni

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Prólogo

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Si te ha gustado este libro…

    Prólogo

    Iglesia de Saint Mary, Londres

    –No es demasiado tarde, Gabe –dijo Rafe en voz baja. La iglesia estaba abarrotada por los invitados de su hermano, que charlaban entre susurros mientras esperaban a que la novia llegara–. Lo he comprobado antes. Hay una puerta por donde te puedes escapar…

    –Calla, Rafe –dijeron al unísono sus hermanos, sentados a su lado. Gabriel, con los nervios típicos del novio, y Michael, con su habitual laconismo.

    –Silencio, Rafe –añadió su padre con una discreta advertencia desde el banco trasero.

    Rafe sonrió sin el más mínimo gesto de arrepentimiento.

    –El jet está listo en el aeropuerto, Gabe, y en lugar de marcharte al Caribe de luna de miel, podrías fugarte.

    –¿Puedes parar? –Gabriel se giró para mirarlo, estaba pálido y tenso mientras esperaba a que comenzara la música del órgano que anunciaría la llegada de su novia a la iglesia. Bryn ya llegaba cinco minutos tarde, y cada minuto le había parecido una hora y había intensificado las arrugas de tensión en su rostro.

    –¡Si no fuera por mí, Michael y tú no habríais vivido ninguna aventura!

    –Casarme con Bryn va a ser la mayor aventura de mi vida –le aseguró Gabriel con certeza.

    Rafe era consciente de los muchos años que su hermano llevaba enamorado de Bryn, un amor que Gabriel había creído condenado a no ser correspondido hasta hacía un escaso mes.

    –Es preciosa, eso tengo que admitirlo.

    –Rafe, ¿puedes dejar de incomodarlo? –dijo secamente Michael, el mayor de los tres, mientras Gabriel abría y cerraba los puños–. ¡Lo último que necesitamos para amenizar la velada es una pelea entre el novio y uno de los padrinos!

    –Solo estaba… –Rafe se detuvo cuando su móvil sonó con fuerza en el relativo silencio de la iglesia.

    –¡Te dije que apagaras esa condenada cosa antes de entrar en la iglesia! –le dijo furioso Gabriel, aunque claramente aliviado por tener algo concreto con lo que canalizar su tensión.

    –Creía que lo había apagado –dijo Rafe sacándose el móvil del bolsillo para silenciarlo–. Pero en serio, Gabe, aún estás a tiempo de escaparte por detrás sin que nadie se dé cuenta.

    –¡Raphael Charles D’Angelo!

    Rafe se estremeció sin comprender cómo era posible que su madre, con lo diminuta que era, aún lograra callarlos a todos, tan altos y pasando ya de los treinta, únicamente pronunciando su nombre completo con ese tono de voz especialmente reprobatorio. Al menos tuvo la suerte de ahorrarse tener que mirarla porque justo en ese momento el órgano comenzó a tocar la marcha nupcial que anunciaba la llegada de Bryn.

    Rafe notó la vibración de su móvil contra su pecho anunciando otra llamada entrante que decidió ignorar para ver a Bryn recorrer el pasillo hasta el altar del brazo de su padrastro.

    –¡Oh, vaya, Gabe, Bryn está absolutamente impresionante! –dijo con sinceridad.

    Bryn era como una visión en satén y encaje blanco; el brillo de su sonrisa al mirar a Gabriel podría haber servido para iluminar la iglesia entera.

    –Por supuesto –murmuró Gabriel con petulancia y una expresión de adoración al mirar a la mujer a la que amaba más que a su vida.

    –¿Quién podría tener el mal gusto de llamarte por teléfono durante la boda de tu propio hermano? –le preguntó Michael a Rafe con tono de desaprobación ya fuera de la iglesia, bajo el sol de verano, mientras observaba cómo fotografiaban a los novios. Tanto Gabriel como Bryn estaban exultantes de felicidad.

    Rafe se estremeció al levantar la mirada después de consultar el buzón de voz.

    –Solo un amigo advirtiéndome de que Monique se ha puesto en pie de guerra al enterarse de que no voy a volver a París después de la boda.

    Los tres hermanos se turnaban la gestión de las Arcángel, las tres galerías de arte y subastas que poseían y que eran conocidas en el mundo entero. El lunes Michael sustituiría a Rafe en la galería de París, Gabe se quedaría en Londres al regreso de su luna de miel, y Rafe se marchaba a Nueva York al día siguiente para ocuparse de la galería que tenían allí.

    –¿Y no podrías habérselo dicho antes de marcharte? –le gritó Michael irritado.

    Rafe se encogió de hombros.

    –Creía que lo había hecho.

    –Pues está claro que ella no recibió el mensaje –le contestó Michael antes de girarse para mirar a Gabriel y a Bryn–. ¿Te puedes creer que nuestro hermano pequeño ahora sea un hombre casado?

    Rafe esbozó una sonrisa cariñosa al mirar a la feliz pareja.

    –¡Y está claro que está encantado!

    Sin embargo, no es que Gabriel fuera tan «pequeño» en realidad; solo tenía dos años menos que Michael, de treinta y cinco, y uno menos que Rafe, de treinta y cuatro.

    Además de llevarse pocos años, los tres hermanos se parecían mucho: todos eran altos y de facciones duras, aunque muy guapos, con el pelo color ébano, los ojos marrones y la piel aceitunada, todo ello cortesía de su abuelo italiano.

    Michael era el hermano distante y austero, el que prefería llevar el pelo corto, y que tenía unos ojos de un marrón tan intenso que parecían negros y resultaban tan misteriosos como el hombre que se ocultaba tras ellos.

    Gabriel era discreto, pero tremendamente decidido, con el pelo ondulado a la altura de las orejas y la nuca y los ojos de un marrón chocolate.

    Por su parte, Rafe llevaba el pelo por los hombros y tenía los ojos tan claros que resplandecían con un brillo dorado. Además, los que no lo conocían bien, lo consideraban el menos serio de los tres hermanos D’Angelo. Los que sí lo conocían, eran completamente conscientes de que bajo esa fachada bromista y provocadora, Rafe era tan formal como sus hermanos.

    Michael enarcó las cejas con gesto burlón.

    –¿He de suponer que Monique no era la mujer de tu vida, como tampoco lo ha sido ninguna de esa legión de mujeres con las que has tenido relación durante los últimos quince años?

    Rafe le lanzó a su hermano una mirada de desdén.

    –No estoy buscando a la mujer de mi vida, ¡muchas gracias!

    Michael sonrió ligeramente.

    –¡Pues puede que uno de estos días ella te encuentre a ti!

    –¡Ja! Puedo aceptar que Gabe está extasiado de felicidad con Bryn, pero no me creo eso de «el amor de tu vida» cuando se trata de mí, igual que tú tampoco lo crees.

    –No –le confirmó su hermano rotundamente–. Cuando llegue a París, no me veré invadido por llamadas y visitas de esa tal Monique suplicándome que le diga dónde estás y cómo puede ponerse en contacto contigo, ¿verdad?

    –Espero que no –respondió Rafe con un suspiro–. Nos divertimos unas semanas, pero todo ha terminado.

    Michael sacudió la cabeza con gesto de irritación.

    –Pues ella no parece haberse dado cuenta –lo miró con dureza–. Tal vez podrías volcar tus encantos en algo más útil cuando llegues a Nueva York. La hija de Dmitri Palitov irá a la galería el martes –le explicó ante la mirada inquisitiva de su hermano–. Supervisará personalmente la instalación de las vitrinas que ha diseñado para la exposición de joyas de su padre y se quedará mientras dure la exposición junto con el equipo de seguridad de Palitov.

    Rafe abrió los ojos de par en par con incredulidad.

    –¿Qué estás diciendo?

    –Palitov quiere su propia seguridad y es comprensible –dijo su hermano encogiéndose de hombros–. Que su hija diseñara las vitrinas y que estuviera presente en la galería antes y durante la exposición fueron las otras condiciones para que accediera a exponer.

    Rafe sabía tan bien como Michael que para la galería Arcángel había sido un golpe maestro que el ermitaño multimillonario ruso hubiese accedido a que su exclusiva colección privada se expusiera.

    –Confío en que durante las próximas semanas tengas contenta a su hija.

    –¿Y qué significa eso exactamente? Palitov ronda los ochenta, ¿cuántos años tiene su hija?

    –¿Acaso importa cuántos años tenga? No te estoy pidiendo que te acuestes con ella, solo que vuelques en ella parte de ese encanto letal propio de Raphael D’Angelo –le dijo su hermano con tono burlón antes de darle una palmadita en la espalda e ir a reunirse con sus padres.

    Rafe resopló, nada contento de tener que desplegar sus encantos con la hija de mediana edad de un ermitaño multimillonario ruso.

    Capítulo 1

    Tres días después. Galería Arcángel, Nueva York

    –¿Le importaría apartarse? Me temo que está en medio.

    Rafe estaba apoyado en la puerta de la sala de la galería donde llevaba unos minutos observando cómo se desarrollaba la instalación de las vitrinas de cristal y bronce que se habían llevado para la exposición. Se giró para mirar al joven que acababa de hablarle con tanta brusquedad.

    Parecía un adolescente y debía de medir cerca de un metro ochenta; vestía los mismos vaqueros desteñidos y la misma sudadera negra ancha que el resto de los trabajadores y llevaba una gorra de béisbol que le cubría parte de la cara.

    Una cara que era demasiado bonita para pertenecer a un chico, pensó: cejas negras y arqueadas sobre unos ojos verde musgo y rodeados por unas largas y espesas pestañas oscuras, una nariz respingona cubierta por pecas, pómulos altos, labios carnosos y una barbilla fina.

    Sí, era demasiado guapo, aunque no parecía estar teniendo ningún problema a la hora de instalar las vitrinas.

    Rafe había llegado a la galería a las ocho y media, como de costumbre, y su secretaria lo había informado de que el equipo de Palitov llevaba allí desde las ocho en punto.

    –Solo estaba buscando…

    –¿Le importaría apartarse ya? –repitió el chico con voz fuerte–. Necesitamos meter el resto de las vitrinas –y como para recalcar el hecho, dos de los trabajadores más fornidos se situaron al lado y detrás del joven.

    Rafe frunció el ceño irritado ante tanto músculo; ¿dónde demonios estaba la hija de Dmitri Palitov?

    Esos ojos verdes se abrieron de par en par al ver que Rafe no hacía intención de apartarse de la puerta.

    –No creo que su jefe apruebe esta falta de colaboración.

    –Pues resulta que yo estoy aquí precisamente porque estoy buscando

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