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El ámbito de las luciérnagas
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El ámbito de las luciérnagas
Libro electrónico102 páginas33 minutos

El ámbito de las luciérnagas

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Ramón de la Cruz entrega en éste, su primer poemario, un canto a la desolación y a la rabia al tiempo que su mirada, parpadeante, como la luz de las luciérnagas, se entrega al misticismo de la contemplación y así, poder escribir(se) en la distancia. No es, sino la sensación sentida, su verso más simple. Y el más profundo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 mar 2018
ISBN9786079784003
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    El ámbito de las luciérnagas - Ramón de la Cruz

    I

    Apuntes de un viajero que jamás salió de casa

    Inicia frente al espejo

    El reino perdido de Alicia.

    Descubrimiento de nuevas regiones.

    Las líneas del cuarto se amotinan en el azogue,

    y de la boca emergen luciérnagas

    escupiendo pequeñas llamaradas,

    treno de sirenas encanecidas,

    mientras la noche multiplica reflejos.

    Los árboles, nubes vegetales enardecidas,

    alrededor de un ojo coronado de rabia

    giran sobre el espejo de la luna en agua

    y las frases se arrebatan penumbra.

    Señales de la devastación que arriba.

    Comienza:

    el desvanecer la geografía de mi rostro,

    apariciones detrás de mis párpados,

    renombrar tu cuerpo apenas llegue la aurora.

    Mapa de horas perdidas,

    con él oriento el movimiento

    dentro de mi memoria.

    Las calles hechas palabras,

    racimos de neblina arrumbados al silencio

    desaparecen; en verdad, éstas son las últimas cosas.

    Incendios corrompen el poema.

    El asombro, un doble juego de luces,

    y otra lista con cosas del olvido.

    La duplicidad de las habitaciones interroga

    mis recuerdos,

    los gestos,

    hechos que no tuvieron lugar.

    Pregunta el destino de mis amorosas culpas.

    Atraviesan el frío que se instala en los muebles.

    El señorío de los resplandores

    da cuenta de la oscuridad que atesoro

    entre los pliegues del libro que sueño

    y que sé no llegará.

    II

    Memorial de las islas

    Llagaron mis regiones.

    Desde el otro lado del espejo

    hicieron del árbol plantado

    en el centro de mi noche

    lugar de reposo para sus incendios.

    Llegaron desde el Norte.

    Pero eso fue antes de que tú partieras,

    y mis cabellos adquirieran tonalidades del fuego.

    Acostumbran procesiones, buscan

    los oscuros frutos;

    crecen en los espacios preservados

    de mi memoria

    en lo que resta de mi sangre.

    Alimentan con ellos sus resplandores

    y hacen oficio de asombros.

    Fugaces destellos para conocer mis rostros.

    Dibujan nuevas, efímeras constelaciones.

    Así nunca se encuentra un punto donde

    orientar las naves.

    No existen mapas fidedignos, ni cartas de navegación.

    Cada isla es territorio de bruma

    que cambia cuando cintila la luz.

    Avanzamos, y sólo el registro de los escenarios

    puede preservar una fugaz idea de quienes fuimos.

    Quizá quede constancia de nuestros días.

    La oscuridad tiene demasiados centros; todavía

    muchos más son sus nombres.

    No me conocía antes de su arribo,

    ni supe después quién fui,

    no puedo reconocerme entre estas páginas.

    LABERINTO

    También levanté puertos de ceniza

    entre el tumulto de islas, tu corazón,

    donde dijeron: «nada perdurará».

    Clavé en tus huesos mis huesos,

    fundamentos de estas construcciones.

    Encendí, una a una, las estrellas

    para ver si alumbraban tu camino.

    Debajo de mi piel,

    pequeñas tormentas,

    recorriéndome:

    tu rostro y otras cosas

    que no terminan de llegar;

    tu rostro, pequeño león sin garras,

    nada perduraría.

    Y clamé a olvidados dioses

    preces para la buenaventura,

    vanas oraciones por

    campos de luna para habitar contigo.

    Hasta que mi voz fue nada,

    y las palabras sólo sangre.

    Desmadejado hilo

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