Amores del pasado
Por JESSICA HART
4/5
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Información de este libro electrónico
Alice Gunning creía tener una vida perfecta. Le encantaban su trabajo y su sofisticado apartamento y estaba a punto de prometerse en matrimonio. Pero entonces la abandonó su novio, la despidieron… ¡y le tocó la lotería!
Alice se refugió en un paraíso tropical para intentar decidir qué hacer con su vida. Y allí fue donde se encontró con Will Paxman, un amor del pasado. Poco después le ofrecieron el trabajo de sus sueños en la ciudad y Alice se vio obligada a elegir entre su antigua vida… o el futuro junto a Will.
JESSICA HART
Jessica Hart had a haphazard early career that took her around the world in a variety of interesting but very lowly jobs, all of which have provided inspiration on which to draw when it comes to the settings and plots of her stories. She eventually stumbled into writing as a way of funding a PhD in medieval history, but was quickly hooked on romance and is now a full-time author based in York. If you’d like to know more about Jessica, visit her website: www.jessicahart.co.uk
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Amores del pasado - JESSICA HART
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2007 Jessica Hart
© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Amores del pasado, n.º 2112 - marzo 2018
Título original: Barefoot Bride
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-9170-771-4
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Si te ha gustado este libro…
Capítulo 1
A QUE NO sabes con quién me he encontrado en el centro?
Beth bajó los escalones del jardín y se dejó caer sobre una tumbona, al lado de Alice, que había pasado una mañana deliciosa en la piscina, relajándose mientras el sol tropical calentaba sus huesos y disfrutando, al fin, de unos minutos de soledad. El entusiasmo casi infantil de la mujer de Roger a veces podía ser agotador y desde que llegó a la isla, dos días antes, Beth hacía todo lo posible para que olvidase que Tony se casaría al día siguiente.
Pero nadie podía ser amable o más optimista que Beth y la verdad era que podrían haber sido grandes amigas aunque no estuviera casada con Roger, su amigo del alma. Y aquélla era, después de todo, su piscina. Una invitada correcta abriría los ojos y se sentaría en la tumbona para mostrar interés por lo que su anfitriona estaba contándole.
Por otro lado, antes de salir Beth le había dicho que se relajara. Y ahora Alice estaba tan relajada que no encontraba energías para abrir los ojos. Y mucho menos para preocuparse por el conocido con el que se había encontrado en el centro.
–¿Con… Elvis? –bromeó.
–No –Beth emitió un suspiro de fastidio, pero era demasiado agradable como para ofenderse por el desinterés de su amiga–. Alguien a quien conoces… Bueno, yo creo que lo conoces –añadió, dubitativa–. Sí, estoy segura de que lo conoces.
De modo que podría ser cualquiera. Beth era una persona muy sociable y tenía por costumbre acoger a cualquiera bajo su ala. Cuando vivían en Londres, organizaba fiestas en las que mezclaba gente de todo tipo, convencida de que se encontrarían entre sí tan interesantes como lo eran para ella.
Por desgracia, Alice era por naturaleza tan crítica y quisquillosa como Beth sencilla y amable. De modo que, poniéndose un brazo sobre los ojos, se resignó a que su amable amiga le relatase su encuentro con «alguien» a quien había conocido varios años antes y a quien nunca había esperado volver a ver.
–Me rindo –dijo por fin.
Al menos no tendría que prestar atención durante los siguientes minutos. Las historias de Beth solían ser largas y detalladas; tanto que se perdía a los dos minutos. Sólo tendría que decir un «¿de verdad?» o un «¿sí?» de vez en cuando para que Beth la creyera interesada.
–¿Con quién te has encontrado?
–Con Will Paxman.
Alice abrió los ojos de golpe.
–¿Qué? ¿Con quién?
–Will Paxman –repitió su amiga–. Era amigo de Roger en la universidad… Tú tienes que conocerlo.
–Sí, sí –murmuró Alice–. Claro que lo conozco.
Qué extraño. Estaba convencida de haber olvidado a Will por completo, pero sólo había tenido que oír su nombre para conjurar su imagen en todo detalle…
Will. Will, el hombre silencioso y serio de desconcertantes y burlones ojos grises. Will, que aceleraba su corazón cada vez que sonreía. Will, que le había pedido que se casara con él tres veces… y las tres veces ella contestó que no.
Alice llevaba años diciéndose a sí misma que había hecho lo que debía, pero saber que Will estaba en la isla la hacía sentir incómoda.
Durante los últimos cuatro años había estado concentrada en Tony y desde que éste se marchó, había hecho todo lo posible por construir una armadura alrededor de su corazón… Para ser derribada ahora por el recuerdo de Will Paxman.
No estaba preparada para pensar en Will. Creía que esa relación había terminado para siempre y que estaba a salvo de esos recuerdos, pero sólo había tenido que oír su nombre y, de nuevo, experimentaba esa inseguridad, esa sensación amarga del pasado.
Beth seguía charloteando, sin darse cuenta de nada.
–No lo reconocí enseguida, la verdad, pero había algo que me resultaba muy familiar en su cara. Sólo lo había visto un par de veces y la última vez fue en mi boda, así que… ¿cuánto tiempo ha pasado?
–Ocho años –contestó Alice.
Ocho años desde que Will le dio aquel último y apasionado beso. Ocho años desde que le pidió que se casara con él por última vez. Ocho años desde que se había alejado de su vida.
–¡No entiendo cómo Roger me ha aguantado tanto tiempo! –sonrió Beth.
Estaba sonriendo, como siempre, pero Alice había visto una sombra en sus ojos y supo que su amiga estaba pensando en todos esos años intentando quedar embarazada. Roger y ella habían querido tener familia desde el principio, pero la vida no les había sonreído en ese aspecto. Y, aunque cuando había gente en casa siempre se mostraban alegres, Alice sabía de su tristeza.
–¿Dónde te has encontrado con Will?
–¡En el supermercado, fíjate! ¿A que es una coincidencia asombrosa? Encontrarte con alguien en el supermercado no es nada raro, pero ¿un supermercado en St. Bonaventure? ¿Cuántas posibilidades hay de que acabemos todos en una isla del Océano Índico al mismo tiempo?
–Will es biólogo marino –le recordó Alice–. Supongo que el Océano Índico no es un sitio demasiado raro para encontrarse con él. Es más una coincidencia que hayan destinado a Roger aquí. No hay muchos banqueros que tengan la suerte de trabajar en una isla tropical.
–Sí, es verdad, hemos tenido suerte –sonrió Beth–. ¡Es como que te envíen a vivir en el paraíso durante dos años! Y ahora tú estas aquí y Will está aquí… Ni siquiera hemos tenido que dejar atrás a nuestros amigos.
Beth sonreía, encantada, y Alice empezó a preguntarse si su amiga estaría planeando emparejarlos. Beth era así. Había sido ella quien sugirió que fuese a visitarlos para no estar en Londres mientras Tony se casaba.
–Hay muchos hombres solteros por aquí –le había dicho–. Y cuando aparezcas se sentirán más que afortunados. Un par de semanas de adoración masculina y te olvidarás de Tony para siempre.
Alice dudaba mucho de que Will fuese a adorarla; la conocía demasiado bien como para eso. Y lo último que deseaba era que Beth lo llevase aparte para contarle los problemas de su «pobre amiga Alice». No quería que sintiera lástima de ella después de haberse jactado de lo maravillosa que sería su vida sin él.
De modo que tendría que decirle a Beth que olvidase su idea de emparejarla con Will Paxman.
–Sólo voy a estar aquí seis semanas –le recordó–. Y Will seguramente también estará de vacaciones. No creo que le apetezca perder el tiempo recordando viejos tiempos.
–Pero no está de vacaciones. Está trabajando aquí en un proyecto medioambiental. Algo que ver con el arrecife de coral, creo.
–Pero si estuviera trabajando aquí te lo habrías encontrado antes –objetó Alice–. St. Bonaventure es una isla tan pequeña que debes conocer a todo el mundo.
–Así es, pero Will sólo lleva aquí unos días. Tengo la impresión de que conoce la isla muy bien, pero es la primera vez que trae a su familia, así que supongo que piensan instalarse en Belice durante algún tiempo.
El estómago de Alice realizó un elaborado salto mortal al oír la palabra «familia».
–¿Will tiene familia? –preguntó, sentándose en la tumbona–. ¿Estás segura?
Beth asintió, sorprendida por su reacción.
–Lo vi con una niña pequeña. Era monísima.
Will tenía una hija. Alice tuvo que hacer un esfuerzo para asimilar la idea de que Will era padre. De que era el marido de alguien.
¿Por qué le sorprendía tanto? ¿Qué pensaba, que iba a quedarse esperándola todos esos años?
¿Por qué iba a hacerlo? Ella lo había rechazado. Final de la historia. Era lógico que Will hubiera rehecho su vida, que hubiera buscado a alguien. Tampoco ella lo había echado de menos durante esos años. No había vuelto a pensar en él cuando estaba con Tony. Bueno, no a menudo. Sólo de vez en cuando, en los momentos de depresión. Si las cosas hubieran salido bien, también ella estaría casada.
¿Habría sido la noticia menos sorprendente de haber estado casada con Tony?, se preguntó.
Entonces se percató de que Beth la miraba con sorpresa. ¡Y ella pensando que quería emparejarla con Will!
–No sabía que estuviera casado –dijo Alice, esperando mostrarse sorprendida y no desolada, que era como se sentía en realidad–. ¿Cómo es su mujer?
–No la vi –contestó Beth–. Pero le invité a la fiesta de mañana y él me dijo que vendrían, así que supongo que la conoceremos entonces.
–Ah.
Imaginar a Will casado ya era suficientemente difícil como para tener que conocer a su mujer y sonreír como si no pasara nada. Aunque debería alegrarse de que hubiese encontrado la felicidad. Y se alegraba, pensó. Aunque sentía cierta pena de sí misma… una emoción que no le gustaba nada.
Ninguno de los grandes planes que había hecho para su vida había salido bien. Con qué confianza le había dicho a Will que su vida sería un éxito, que