La cara en las sombras
Por Delia Dobbs
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Puede que Anita no sea la detective que todas las agencias desean contratar, pero con seguridad es la más decidida. Ni en sus peores pesadillas se imaginó cuan importante iba a ser su intuición para resolver problemas de su vida personal.
Cuando regresa a casa, luego de varios meses trabajando en el que fue considerado un caso sin posible resolución durante años, se da cuenta que su vida ya no es como debería. Al descubrir que su hermano menor, Mark, está desaparecido, es obligada a dejar sus sentimientos de lado y utilizar todo lo aprendido para averiguar que le sucedió.
Muy pronto descubre la existencia de una mujer misteriosa y tiene la certeza de que es ella quien la guiará hacia su hermano. ¿Quién es esta mujer y por qué nadie es capaz de identificarla? Cuanto más averigua sobre ella y las actividades en las que se relacionaban, más se da cuenta que él tenía una vida de la cual no sabía nada. Durante su persistente investigación, llega a la conclusión de que el secreto que está a punto de revelar va más allá de lo que jamás imaginó. Un secreto que ha estado persiguiendo a Mark y que ahora la persigue a ella.
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La cara en las sombras - Delia Dobbs
La cara en las sombras
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Delia Dobbs
Capítulo 1
El regreso a casa desde Carolsburg fue un poco agridulce. Retornar con una victoria, pero sin recompensa era en realidad bastante humilde de mi parte, pero sentía que todo se justificaba con saber que tuve la habilidad de resolver un caso de hace 40 años. Aunque no pude conseguir una licencia de detective, fui yo la que resolvió lo que la CIA, el FBI y otros organismos de seguridad no pudieron. Me sentí victoriosa. Pero, a pesar que aun no lo hubiese admitido, ya había comenzado a gastar mi parte del medio millón de dólares de la recompensa. Me había visualizado mudándome de mi viejo y raído departamento a una casa palaciega con servicio doméstico y unos cuantos autos geniales para presumir por la ciudad. En cambio, me volvía a casa solamente con un sentido agradecimiento del Departamento de Estado y algunas cartas de gratitud de las familias que por fin pudieron tener un cierre. Sí, era agridulce.
En el camino desde el aeropuerto pensé mucho sobre el viejo Samuel Watkins y en como intentó deshacerse de mí con su brusco comportamiento cuando me conoció. Eventualmente logré ganar su confianza y me contó todo lo que nunca jamás le cantaría a nadie. Creo que fueron todos los momentos que pasé con mi bisabuelo, que me ayudaron a construir la relación que permitió que Watkins confiara lo suficiente en mi como para abrirse.
Él era más inteligente de lo que la gente creía. Muchos lo veían simplemente como un viejo malhumorado, pero era mucho más que eso. Sabía que no le quedaban muchos años de vida, pero cual fuera el tiempo restante, lo pasaría sabiendo que hizo todo lo posible por conseguir justicia para su esposa y todas las personas que Jon Thorp había asesinado.
Se sentía bien adaptarme a mi propio espacio, luego de haber pasado los últimos meses en el campo. A pesar de no ser una gran ciudad urbana, tenía mucha más vida que Carolsburg. Sí, estaba muy feliz de estar de vuelta en casa, pero presentía que iba a necesitar un poco más de tiempo para readaptarme. Incluso las luces de las calles eran cegadoras y me pregunté cómo era que las toleraba antes.
El taxi frenó frente a mi casa de piedra justo antes que anocheciera. Le pagué al chofer y le di una generosa propina por llevar mis valijas arriba. Era un desaliñado y pequeño hombre que olía a cigarrillo y a algo que no pude detectar. Aceptó mi dinero no muy conforme con la cantidad y murmuró algo que no pude comprender mientras caminaba alrededor del baúl para agarrar mis cosas. Lo guié por las escaleras hasta el tercer piso, entretanto se quejaba todo el camino. Perdón amigo. Siento no tener el dinero suficiente para vivir en un departamento de lujo con ascensor en Manhattan. Inmediatamente recordé el medio millón de dólares que tuve tan cerca de mi mano. Para nada una obsesión con lo que podría haber sido.
Sacudí la cabeza para eliminar esos pensamientos y para alejar el sueño que estaba a punto de vencerme. El último caso me había dejado completamente exhausta y lo único que quería hacer era dormir. El taxista dejó mis valijas en la puerta y se fue tan rápido que ni llegué a decirle gracias. Eso me pasa por ser tan generosa. Probablemente se lo va a gastar en el bar más cercano en la primera oportunidad que tenga.
Intenté cerrar la puerta, pero las valijas estaban justo en la entrada, asique use mi pié para empujarlas fuera del camino. La cerré con llave, puse el cerrojo de seguridad y la cadena. No, ya no estás en el campo, queda claro. Aquí no tener al menos tres trabas para la puerta, es como dejarla abierta para que cualquiera ingrese.
Sólo dos pensamientos cruzaron mi mente. No había hablado con Mark desde antes de dejar la ciudad y de verdad sentí que necesitaba escuchar su voz para poder dormir mejor. Después de todo, él es la única familia que tengo. Agarré mi móvil y comencé a marcar su número, pero la luz de la batería indicó que me quedaba un 10% restante. No la había cargado de que salí de Carolsburg. Lancé el móvil al sofá y fui a la cocina para llamar del fijo. Parecía tan antiguo usar el teléfono de línea con toda la nueva tecnología disponible en estos días. Hasta se sentía extraño marcar los números, pero funcionaba de igual manera.
La llamada fue al buzón de voz directamente por lo que le dejé un mensaje: Hola Mark, quería decirte que estoy de vuelta en la ciudad. Encontrémonos pronto así puedo contarte todo lo que estuvo sucediendo. Llamame cuando escuches el mensaje... Mejor llamame mañana. Me parece que necesito cerrar los ojos, estoy destruida.
Colgué el teléfono con