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Matrioska
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Libro electrónico113 páginas1 hora

Matrioska

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“Si ya existe Tinder, y es para solteros, seguro que en el bajo mundo
del internet debe existir algo, como una App para casados, que quieran conocer
gente”. Y así empezó la historia. Nombre aquí, edad allá, escriba una
descripción, clic, clic,clic. Listo. Las solicitudes empezaron a llegar y los
hombres comenzaron a aparecer. “Yo quería que me pasa
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 nov 2022
ISBN9786074107784
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    Matrioska - Dulce Merlos

    Forro.jpg

    Matrioska

    Dulce Merlos

    Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del <>, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendiendo la reprografía y el tratamiento informático.

    Matrioska

    © 2022, Dulce Merlos

    D.R. © 2022 Innovación Editorial Lagares de México, S.A. de C.V.

    Gladiolas No. 225

    Fracc. La Florida

    Naucalpan, Estado de México

    C.P. 53160

    Teléfono: (55) 5240- 1295 al 98

    www.lagares.com.mx

    email: editor@lagares.com.mx

    Twitter:@LagaresMexico

    facebook: facebook.com/LagaresMexico

    Instagram: instagram.com/lagaresmexico

    Diseño de Portada: Jacqueline Hernández Rodríguez

    Cuidado Editorial: Rosaura Rodríguez Aguilera

    Corrección ortográfica y de estilo: Nelly Acosta Vázquez

    ISBN Físico: 978-607-410-774-6

    ISBN Electrónico: 978-607-410-778-4

    Primera edición electrónco: diciembre, 2022

    Para la primera Victoria,

    para Gloria y Paty,

    para Ale,

    para Patita,

    para Eli y Victoria M.

    Mi linaje, mi origen, mis mujeres fuertes.

    Para Nico, mi hombre fuerte.

    Yo quería que me pasaran cosas

    Dicen que no hay mejor manera de predecir el futuro, que creándolo. Dicen que para engañar al jugador de enfrente, hay que hacerle creer que tienes las cartas ganadoras, el juego de póker perfecto, aunque solo tú sepas que tu juego esta nefasto y que si no haces algo en ese momento, te vas a quedar mirando como ‘el chinito’… y yo no iba a ser ‘la chinita’ de esta historia.

    Yo quería que me pasaran cosas, cosas interesantes, conversaciones interesantes, vida social interesante, hombres interesantes... Quería levantarme con la felicidad de saber que ese día iba ser diferente a los demás. Nunca fui una mujer que se conformara ni que se resignara y para inventarme historias me pinto sola, así que decidí que ya era tiempo.

    Michelle creía que yo estaba jugando, bromeando como siempre he sido yo, riéndome de todo y haciendo bromas. Mujer de mi casa y mi trabajo, madre abnegada y amorosa esposa (léase con sarcasmo). Ja. Así que esa tarde de mayo, mientras bebíamos capuchinos con amaretto, me dijo: Pero ya, hazlo. Órale. ¡En serio! Estoy cansada de oír cómo te quejas y repites lo mismo cada vez que nos vemos. Consíguete un hombre que sí quiera coger contigo.

    Lo que ella no sabía es que ya tenía un plan. Llevaba meses pensándolo en serio, porque sí, en efecto, estaba harta de sentirme sola, vacía, triste, fea y gorda, para rematar. En verdad sentía que el nacimiento de mis hijos no sólo me había dejado el cuerpo con kilos de más, sino también con una furia que me nacía del corazón, que dicho sea de paso, se sentía solo y vacío, sin inquilino que le llenará los espacios.

    Y no, no me juzgues querida amiga, porque si tú eres de esas mamás perfectas, con horarios hasta para ir a cagar y horneas galletas sugar free, harina free y todo free, bien por ti, amiga, así que en este momento puedes dejar de leer porque lo que sigue no te va a gustar. Y no te va a gustar porque nos enseñaron que debemos ser fieles a morir, aunque en el intento a la única a la que seas infiel sea a ti misma.

    Entonces, sobre aviso, no hay engaño.

    Íbamos en que yo estaba dispuesta a buscarme un buen entretenimiento, un príncipe azul. No, no, no. Mejor un hombre guapo, alto, millonario, trajeado, que oliera a perfume caro y que usara reloj de marca. ¿Qué, pues? Se vale soñar, ¿no? Porque encima de todo, no es que yo quisiera tirarme al barrendero de la esquina ni a los del trabajo. ¡Dios guarde la hora! Yo andaba buscando al hombre de mis fantasías, ése que todas voltean a ver con ganas de que fuera a ellas a quienes se las cogiera. Ése que me hiciera el amor con furia, pero que al final, me abrazará y me hiciera mimitos en la espalda. Mi Christian Gray, pues. Ése, que al final, se enamora de ti porque eres irresistible.

    Ésas eran las pláticas entre Michelle y yo. Para ese tiempo ya existía Álvaro, por supuesto; pero digamos que él fue como que debut y despedida y casi casi que ni contaba, porque a él ya lo conocía desde antes y parecía que lo único que se nos daba bien era hacernos el amor con palabras que nunca llegaban a ninguna parte, pero que a mí me daban mucho para imaginar, tanto que hasta me animé a proponerle lo que le propuse, pero de eso hablaremos luego.

    Anyways. Bien dicen que el que busca, encuentra.

    Y un día estaba yo en mi oficina y pensé, si ya existe Tinder y es para solteros, seguro que en el bajo mundo del internet debe existir algo como una App para casados que quieren conocer gente.

    Y Mr. Google, que siempre es el santo patrono de los casos difíciles y desesperados, me mostró lo que andaba buscando. Porque adivina qué: esas páginas, ¡tin, tin, tin! ¡Existen!

    Así fue como comenzó la búsqueda. Encontré varias páginas; algunas, de entrada, se veían muy sexosas y no era justamente lo que andaba buscando. O sea, sí, pero con un poco de estilo. Yo quería un príncipe encantador y me aferré a la idea de que existía, que seguro en esas páginas me lo encontraba. Así que puse manos a la obra. Me decidí por una App, Amor a la segunda vuelta, se llamaba. Se oía bien, ¿no? Creé mi perfil con el nombre de la última protagonista de la novela que había leído: Ofelia. Bien poética. Bien Hamlet. No quería parecer una cualquiera, quería verme fina, elegante, educada. Acuérdate que dicen que en el nivel que te pones, es lo que te llega, y yo quería que me llegará alguien bien.

    Y así empezó la historia.

    Nombre aquí, edad allá, escriba una descripción, clic, clic, clic. Listo. Las solicitudes empezaron a llegar y los hombres, a aparecer.

    Yo quería que me pasaran cosas… y me empezaron a pasar.

    La adrenalina de esos primeros mensajes eran como un shot de azúcar al cerebro, un subidón de felicidad que me ponía una sonrisa en el rostro. Era como ir al buffet y poder escoger, del área premium, carne de la fina.

    Comencé a responder los mensajes y a entusiasmarme como niña con juguete nuevo, a sonreírle a la pantalla de la computadora como idiota, a cantar cuando me maquillaba en las mañanas, a sentir que todos los problemas del trabajo tenían solución… hasta a los niños les fue bien a la hora del postre.

    ¡Quién la viera! ¡Tan seriecita que se veía!, hubiera dicho mi abuela. Así como dijo de su comadre Mary, el día que se fue al mandado y ya nunca regresó; al tiempo, nos enteramos que andaba por allá bien empiernada con uno más joven que su marido… se presume que era quien le escogía la fruta en el mercado.

    Total, que la que era toda órdenes en la oficina, la que llenaba los días yendo de la oficina a la escuela de los niños y de la escuela a las actividades de los niños, de pronto encontró un mundo donde los hombres la chuleaban, la deseaban, sacando su mejor repertorio de frases para impresionar con tal de ganársela, que les diera el sí en algún motel de la ciudad, aunque fuera de 10 a 12 de la mañana, porque tampoco es que uno pueda abandonar la vida así como así… ¡Hay prioridades!

    Ah, porque no hay mejor afrodisíaco para un hombre que decirle que a ti solo te gustan los hombres inteligentes, ¡todos se vuelven Einstein! Tú verás, todos quieren luchar por la presa indefensa que necesita cuidado: quieren ser el león de la selva. Eso es lo más excitante para ellos.

    Y supongo que lo mismito le sucedió a Emilio, porque ahora que lo veo en retrospectiva, no entiendo cómo pude ser tan tonta, tan inocente, pensando que yo era el amor de su vida, que si me tenía nunca voltearía a mirar a nadie más. Porque, vamos, era Emilio, MI Emilio, ése que conocí desde niña, ése que le juró a mis papás que haría todo lo posible por hacerme feliz, ése que me abrazó cuando me encerraron en el colegio.

    ¿Pero te digo algo? La verdad es que sí fuimos muy felices, al menos desde mis ojos lo éramos. Tanto que nunca me imaginé que Emilio ya anduviera queriendo ser león de otra selva. Por eso es que nunca entendí cómo se pudo enredar con la recepcionista de la oficina. Creo que eso fue lo que más le dolió a mi ego. Es ahí cuando uno

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