Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La princesa de Dabaibe
La princesa de Dabaibe
La princesa de Dabaibe
Libro electrónico241 páginas3 horas

La princesa de Dabaibe

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Un canto al mestizaje.

En un breve, a la vez que apasionante relato histórico sobre la leyenda de Anayansi, la figura de Balboa y el avistamiento del Mar del Sur.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento29 sept 2016
ISBN9788491127017
La princesa de Dabaibe
Autor

Vicente Mezquida Serra

Nacido en Alicante (1953), ciudad en la que reside actualmente. Cursó estudios superiores en la Universidad de Salamanca.

Relacionado con La princesa de Dabaibe

Libros electrónicos relacionados

Crítica literaria para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La princesa de Dabaibe

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La princesa de Dabaibe - Vicente Mezquida Serra

    PRIMERA PARTE.-

    EL CERRO DE LA INDIA DORMIDA.-

    El sonido del teléfono móvil, me rescató de las garras de una terrible pesadilla, tuve la certeza porque desperté empapado en sudor, durante el verano solía dormir con un calzoncillo tipo short de algodón, me despertó el sonido del teléfono móvil, temblaba como una chicharra, el silencio de la noche suele magnificar casi todo, al cabo de un buen rato de un incesante vibrar logré contestar con simple sí, ¡dígame, ¡permanecí atento por una fracción de tiempo que resultó poco menos de una eternidad, al otro lado del teléfono sonó una voz con el tono fuerte, repitió en varias ocasiones, buenas señor, le ofrezco disculpas por la hora inoportuna de la llamada; busqué torpemente en el lado derecho de la cama el reloj despertador, aprovechando que el blancor increíble del plenilunio inundaba la habitación, Selene estaba espectacular, apenas faltaban unos minutos para las cinco de la mañana; solo llevaba algo más de una hora durmiendo profundamente, permanecí con el móvil pegado a la oreja sin reaccionar durante unos segundos que se me antojaron minutos, de repente volví en mí al escuchar de nuevo la voz, le habla, insistió, el agregado cultural de la Embajada de España en Bogotá, fue oír estas palabras y mi corazón comenzó a latir con una rapidez inusitada, el desenfrenado ritmo dificultaba la llegada de oxigeno al cerebro, con lo cual era imposible que se activara, mientras tanto continuaba sumergido en el estupor que produce el sueño gratificante, esto significaba que de entrada todo eran dificultades, las respuestas surgían con excesiva lentitud, incluso con ciertos toques de torpeza, dígame, alcance a contestar más por instinto que por educación, de nuevo preguntó el interlocutor al otro lado del teléfono.- ¿Es usted el profesor Victor Urice,? -sí señor- alcance a decir, recuperado del la hipoxia cerebral, ¿en qué le puedo ayudar?, – deseo comunicarle apunto el funcionario- que hace cuatro semanas que no tenemos noticias del profesor Ignacio Mejías, bueno pues, a mi qué carajo me cuenta este señor a las cinco de la madrugada, esto solo lo pensé, no le dije nada a mi interlocutor, hubiese dado lugar a prolongar este dialogo de merluzos que manteníamos desde hacía unos minutos.- dirigía una expedición, insistió el buen hombre, a las ruinas de Santa María de la Antigua, en la región colombiana del chocó situada en la frontera con Panamá, - el hecho de molestarlo, se debe a que en el Registro Consular, el profesor Mejías, dejó su nombre y teléfono en caso de producirse alguna contingencia, vaya ocurrencia del condenado profesor Mejías, pensé, nos preguntamos si usted nos podría aportar alguna señal sobre su paradero permanecí en silencio intentando ordenar los hechos; por un lado parece ser que Ignacio Mejías se encontraba en Colombia, de momento todo iba bien, continuaba sin entender cuál era mi papel en el asunto de marras, mientras tanto continuaba sin articular palabra, de nuevo desde el auricular del móvil mi interlocutor no paraba de hacer preguntas que le permitieran relacionarme, con Mejías, muy a mi pesar, yo apenas pronunciaba palabras coherentes, ello motivó que el funcionario insistiera de nuevo,¿se encuentra usted bien?, sí señor, ¡que murga!, por supuesto, solo algo sorprendido por la noticia, continuo sin asimilar porqué soy el destinatario de la llamada, a favor de ello existían múltiples argumentos, por una parte doy fe que desconocía el motivo del viaje de Mejías hasta hace apenas unos segundos, si me permite puedo aportar una luz a su razonamiento,- intervino de nuevo el funcionario-

    he seguido las instrucciones que facilitó en su momento el profesor Mejías, justo unos días antes de partir con la expedición, para nosotros es una simple actuación protocolaria, le confieso que en muy pocas ocasiones hacemos uso del mismo,- señor-, le agradezco su esmero es usted muy amable, por unos segundos intentaba ganar tiempo para componer mis ideas, añadí en tono cortés, procuro poner orden la información recibida, es sorprendente; habitualmente las autoridades diplomáticas españolas, por favor no se ofenda, le traslado mi experiencia personal, nada más lejos de mi intención que ser grosero con usted, son los últimos en todo, mire usted por dónde me ha tocado a mí la vez que son ustedes diligentes, bendito sea Dios, un hurra por la eficacia de la diplomacia hispánica, de nuevo le repito que estoy bien, le agradezco su interés, finalizó la conversación informándome que en unos días recibiría un comunicado con todos los detalles sobre la expedición del profesor Mejías, afortunadamente ya estaba todo dicho, solo restaba colgar el teléfono, en mi foro interno reinaba la incertidumbre y el desconcierto.

    Recapitulando, Mejías solo era un colega con el que tenía un trato cordial, entre tantos compañeros de la universidad, ni idea, que anduviese por Colombia organizando una expedición a donde no sé sabe, ni tampoco tenía noticias sobre su proyecto de investigación, únicamente conocía un trabajo suyo sobre la Isla de Pascua, en el ambiente de trabajo, era de sobra conocido el interés compartido por las costumbres de las sociedades nativas del Continente Americano, sociedades precolombinas a decir de los académicos, conviene aclarar, qué no sé a ciencia cierta quien descubrió a quien, Colón a los nativos o estos al navegante, llama poderosamente la atención la vastísima cultura de aquellos pueblos, a cambio los conquistadores eran auténticos señores de la guerra, cuya riqueza cultural consistía en la codicia, seres analfabetos con escasa ilustración.

    A todo esto una vez acabada la conversación con el amable funcionario, lo digo en serio, una vez que se normalizó el aporte de oxigeno al cerebro, iba recordando grosso modo, cada una de las palabras que había pronunciado el interlocutor, por un instante tuve la impresión que se trataba de un malentendido.¿Po qué me avisaban a mí.?Puede que alguien en la Embajada pensara que me unía una cierta amistad con Mejías, continuaba sin entender nada, no paraba de repetirlo mentalmente, solo éramos compañeros de trabajo, ni buenos, ni malos, por extraño que parezca, sólo nos unía el trabajo.

    El sobre de mensajería llegó pasados unos días desde la conversación, el contenido me informaba que en el registro consular constaba que Ignacio Mejías se hallaba en Colombia, realizando un trabajo de campo para una entidad internacional, intentaba llegar a los restos de las ruinas de Santa María de la Antigua, no podía evitar sospechar que el amigo Mejías estaría de fiesta con alguna guapa de la zona, de ser así, mis mejores deseos, que la vaya bonito, disfrute la vida, suele durar algo menos de un suspiro, mi asombro continuaba siendo el mismo que hacía apenas unos segundos, era francamente difícil asimilar los sucesos.

    El despertador marcaba las seis y media, la radio escupía noticias o algún comentario sabio de un tertuliano, decidí tomar un café, aprovechando que no tenía que salir, la preparación es un ritual, parecido a los orientales y la preparación del té, seguramente este ligado a las culturas, en mi caso seguía las instrucciones de una persona querida por mí, el resultado es francamente exquisito, en una cacerola mediana de tamaño, se vierte una cantidad de agua al gusto, se coloca al fuego y con paciencia se espera que el agua comience a hervir, en este justo instante, cuando comienza el ruidito, hay que disolver dos cucharadas de azúcar moreno, esto le proporciona una dulzura genial, después de un discreto hervor, hay que bajar el fuego, para añadir dos o tres cucharas soperas colmadas de café, buen café, hoy se consigue con relativa facilidad, prefiero el colombiano o panameño, proporciona una aroma y un color al sobrenadante muy bonito, el olor impregna todo aquello que ocupa, esta agradable tarea me proporciona muy buenos recuerdos.

    De entrada lo acontecido podría formar parte de un sainete o un guión para una comedia, en todo este trajín no sabía bien cuál era mi papel, costaba otorgar visos de verosimilitud a los sucesos de Mejías y compañía, estaba seguro que había una mejer por medio, era una broma pesada del tipo, tararee una estrofa de la canción aquella que decía: no estaba muerto estaba de parranda, acto seguido la carcajada fue sonora, ¿quién sabe en qué historia andaría metido el compañero Mejías?.

    Decidí que esta situación debía acometerla con técnicas de autoayuda, empleando un viejo truco, los problemas o los enfrentas de inmediato o permites que ellos solos se mareen, ello me llevó a la reflexión de comenzar el día con una actitud positiva, no volví a recordar lo sucedido, lo cual me provoco una sonrisa que mejoro mi semblante.

    El invierno había sido generoso en lluvias y nieves, bien entrada la primavera se podía ver nieve en lo alto de las sierras, por ello la primavera siempre coqueta, se engalanaba de colores verdes intensos, los romeros lucían sus florecillas y una aroma inconfundible, el tomillo sobrio, pero lo hermoso son las amapolas, amarillas, rojas, malvas, blancas, es una sinfonía de colores, un buen amigo las llama roselles, no sé si tendrá razón al llamarlas así, lo cierto es que no suena mal, los campos durante días nos regalan una visión irrepetible, cualquier observador sensible es capaz de percibir semejante regalo de la natura. Apenas levantarme desde la terraza podía contemplar la ladera del monte tapizada de verde, más tarde en el trayecto desde casa a la universidad el espectáculo visual me revitalizaba. La jornada comenzaba a las ocho de la mañana, por un acuerdo con los sufridos asistentes, concedíamos diez minutos de mora a los rezagados dormilones, acto seguido cerrábamos las puerta, a veces hacíamos excepciones, es lo normal, explicaba Antropología social de cuarto curso de Sociología, según dispusiera de tiempo, me gustaba pasar por el despacho, subir la ventanas y contemplar los jardines del campus, que solía frecuentar en los ratos libres, simplemente paseando, otra de las rutinas era encender el ordenador personal, para ver el correo personal, la agenda de las tutorías a estudiantes.

    La faceta de investigación suele acaparar la mayor parte del tiempo diario, durante el que estoy en el despacho, publicaciones, tesis doctorales, en fin estas tareas copan gran parte de mi labor de despacho. El ruido del teléfono contaminó el ambiente, -al otro lado -, una voz dulce, que decía ser la secretaria del rector me recordaba una reunión para el día siguiente a las once de la mañana, recuerde profesor que la asistencia es obligatoria, es un ruego personal que le hace el Rector, sería tan amable en enviarme el orden del día,- solicite inocentemente-, obvio que sabía la respuesta, acepto que era un juego para mi, unos segundos sobraron para recibir la apuesta ajustada, por favor, hable con el Rector,- fueron las palabras de respuesta-, muchas gracias por su atención, que tenga usted un buen día,- agregó antes de despedirse-, un simple clic quería decir que el asunto había acabado.

    Al finalizar la clase acudí al despacho, tenía una cita con Jaime García, un excelente estudiante con inquietudes, lo cual en estas fechas lo convierte en un objeto raro, el curso pasado me había solicitado una tutoría para este nuevo curso, con el fin de preparar unos temas para dar comienzo a la tesis doctoral, motivo por el cual eran frecuentes sus visitas al despacho, de un tiempo a esta parte, trabajábamos sobre una hipótesis interesante, es el paso previo a la incorporación en un departamento con miras a la dedicación académica, pensando en el futuro, la obtención de una beca con la que se puede subsistir confiere un toque de ser libre, quien sabe si con paciencia y dedicación, una posterior aventura académica.

    ¿Qué tal Jaime?, le aguardaba en pie, detrás de de la mesa del escritorio, luego del saludo habitual con un franco apretón de manos le dije que disponíamos de unos treinta minutos antes de una reunión en el Rectorado, no hay problema, - contesto- he pensado en un trabajo para tu tesis doctoral, hace unos días, la Universidad Nacional de Bogotá, me hizo una propuesta de trabajo, se trata de un estudio socio-antropomórfico de la población Muisca de la sabana Boyacense Colombiana, yo te lo traslado a ti, sabes que puedes contar conmigo, acabada la oferta en mi rostro se percibía una sonrisa nerviosa, se trata de trabajar duro, en la pantalla del móvil vi que ya era la hora de la reunión, definitivamente me retrasaba,- como de costumbre-, el zumbido del móvil sentenciaba mi mala costumbre, le pedí que contestará él, di que voy de camino al rectorado, te esperan, el truco no funciona.

    Si te parece bien, continué hablando con Jaime, puedo hacer una sugerencia a la Universidad de Bogotá, incluyéndote en el proyecto, mientras tanto ve pensando en títulos para la tesis doctoral, luego lo hablamos, sin darme cuenta llegamos al edificio del Rectorado, levante los hombres como signo de resignación, que hacer, apunte, la sonrisa de su rostro me motivaba, nos despedimos con un apretón de manos, hasta el próximo martes, chao profe.

    Entré en el edificio y me dirigí a la primera señorita que observé sentada en una mesa, buenos días soy Víctor Urice, de sobra lo sabía, era el protocolo, tengo una reunión con el Rector, ¿puede usted anunciarme, por favor?, espere un momento en el estar, me dijo indicando el lugar donde debía sentarme, he de reconocer que los asientos eran confortables, por poco me duermo, permanecía leyendo una revista de la universidad, me resultó interesante, desconocía su existencia, intuí la presencia de una mujer por el olor a perfume, no soy un experto, era delicioso, levante la vista y una señorita me solicitaba que la acompañará, que pena que no fuese a bailar, en el trayecto un sentimiento de envidia me invadió, que pena no tener secretaria, en el trayecto no pude evitar fijarme en esa parte de la espalda que no se nombra, me resultó perfecto, en el despacho me esperaban, el rector y dos señores de aspecto serio, con trajes de corte, no los había visto nunca.

    Se percibía una cierta tirantez motivada en gran parte por mi falta de puntualidad, lo pide constatar en los apretones de mano, recios los tres. El despacho del Rector encajaría a la perfección dentro de los cánones minimalistas, mesa ovalada de tres metros, a lo largo de la cual se ordenaban diez sillas, las paredes estaban vacías el ambiente era agradable, sensación de espacio libre, una vez concluidas las presentaciones, me quedó claro que la reunión tenía mucho que ver con el asunto Mejías, los acompañantes del rector eran uno funcionario de exteriores y otro de la Delegación del Gobierno. La reunión la inició el Rector, dirigiéndose a mí, como sabrás Víctor, me sorprendió la cordialidad, no solíamos tener contacto, nos veíamos poco, alguna tesis doctoral, al inicio del curso académico al que acudía como invitado, no solía ir a las reuniones de claustro, por supuesto que me refiero a mí, me causaban fatiga y una enorme jaqueca, intuyo que en el cuadro había algo de alergia.

    El funcionario de la oficina de asuntos Iberoamericanos, hablaba con pausa, las palabras que pronunciaba eran las justas, gestos medidos, apelando en cada momento, a la discreción y confidencialidad de todo la tratado en la reunión, daba la impresión de ser diplomático de carrera, no un trepa político, de los que abundan, lamentablemente, son de maneras toscas se les ve el trapo desde la distancia, ¡menuda casta!. Éste nos contó a los presentes que Mejías se hallaba ilocalizable en una zona de Colombia que va desde un pequeño puerto llamado Turbo situado a la entrada del golfo de Urabá hasta donde se supone que están las ruinas de Santa María de la Antigua, mostro un cierto malestar al afirmar que no tenía conocimiento del proyecto, apenas había leído algún comentario en las hemerotecas sobre una campaña que llevó a cabo el Rey Leopoldo de Bélgica por los años cincuenta, en pocas palabras no sabía que hacia mi compañero por aquellos lugares tan peligrosos, noté un poco de encono en su comentario. El suceso desde el Ministerio se pretende tramitar con mucha discreción, evitando que la prensa meta sus narices, ahora mismo en base a los datos que manejamos no pensamos que se trate de un secuestro, con fines económicos, han pasado más de cuatro semanas y lo normal es que haya alguna banda que pretenda lucrarse con los hechos a base de pistas falsas para sacar dinero, proporcionando pistas falsas sobre el paradero de sujeto, fruto de un primer análisis desde la Embajada se inclina a pensar en una desaparición voluntaria, en síntesis el susodicho profesor Mejías se encuentra inmerso en una aventura personal, acabada la frase, no pude evitar la carcajada, vamos que se ha ido de fiesta o de rumba como dicen allí,- añadí -, la mirada que me dirigió el funcionario taladró mi cerebro, esto me incomodó dado que el Rector también se reía, por pura cobardía solo se atrevió conmigo, el muy cabrón, la respuesta llegó de inmediato, estamos de acuerdo, dijo mirándome de nuevo, eso se avisa, ¡cojones!, -añadió con contundencia-, en el fondo había que reconocer que tenía razón.

    Esta reunión es únicamente para comunicarle que hemos pensado que la persona indicada para trasladarse a Colombia sea usted, entre otras razones están que usted conoce Bogotá y finalmente es la persona más cercana a Mejías, durante su estancia estará acompañado de un funcionario de la Embajada, no podía evitar la sorpresa en mi rostro, honestamente no se qué hago en esta fiesta, seguramente mis gestos reflejaban la angustia que comenzaba a embargarme. De lo malo, quizás lo bueno era de nuevo regresar a un lugar en el que he disfrutado mucho tiempo, me encanta el verdor, la amabilidad de la gente, son seres risueños y bromistas, sin caer en chovinismos, me atrevería a decir que son felices. Evidentemente el asunto de la reunión estaba claro, poco más se podía añadir, después de los saludos de despedida, quedamos en esperar noticias de Madrid, de nuevo se reitero por parte del funcionario la necesidad de máxima confidencialidad sobre lo hablado, - por supuesto –añadí afirmando con la cabeza, una mirada del rector me solicitaba que diese aceptación y total colaboración sobre lo comentado, por supuesto, mi colaboración será total, - al tiempo que extendí la mano para despedirme de los asistentes, esgrimí como excusa mis obligaciones académicas. El Rector me rogó que aguardarse antes de retirarme,- por favor te pido que revises la documentación del despacho de Mejías, puede que haya algo que nos dé una luz sobre su paradero -, de acuerdo acepté la petición con la exigencia de que todo se haga por escrito con el fin de evitar los malos entendidos que pudiesen surgir a posteriori, ¿estamos de acuerdo?, así será Víctor, no faltaría

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1