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Los Brackfort: La cueva de la niebla
Los Brackfort: La cueva de la niebla
Los Brackfort: La cueva de la niebla
Libro electrónico147 páginas1 hora

Los Brackfort: La cueva de la niebla

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Información de este libro electrónico

Ellos que desafiaron a inferiores utilizando el terror, serán castigados por la ira de los dioses, bajo el brazo ejecutor de los Legendarios Hombres Dragón.

Corre el año 1000 en un valle situado en el norte de Europa. Es una época de cambios y convulsa en la que los intereses de los reyes y los terratenientes pasan por encima de la plebe que vive en zonas rurales. Una familia granjera ha de enfrentarse al poder y los intereses establecidos. El Rey envía al malvado Urko para hacer huir a los Brackfort y así salvar sus vidas.

Ahora que dejan toda su vida atrás, comienza una aventura en la que todos se verán involucrados en situaciones límite, momentos intrigantes y vivencias únicas que nunca hubieran imaginado.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento14 jul 2015
ISBN9788491120421
Los Brackfort: La cueva de la niebla
Autor

Jaume Clot Civit

Jaume Clot nació en la pedanía de La Guardia del Prats, en Montblanc, un pueblo de carácter rural y arquitectura medieval de la provincia de Tarragona, el 30 de abril de 1968. Cursó estudios primarios en Arce Ochotorena y los finalizó en el colegio Mare de deu de la Serra. Las historias que narra el autor, están inspiradas en los cuentos que le contaba a su única hija Mickaela. El autor es cocinero de profesión y siempre ha sido aficionado a la lectura y la escritura. Ahora está separado y le gusta escribir, rodearse de su hija y familiares y estar en la naturaleza. Este libro es el primero de una trilogía de aventuras, la segunda parte se titula Los Brackfort en la corte del Rey Napsis III.

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    Los Brackfort - Jaume Clot Civit

    © 2015, JAUME CLOT CIVIT

    © 2015, megustaescribir

                Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    ISBN:   Tapa Blanda           978-8-4911-2041-4

                 Libro Electrónico   978-8-4911-2042-1

    Contenido

    Capítulo I La llegada de Fausto

    Capítulo II La paloma mensajera

    Capítulo III El Correo y su Destino

    Capítulo IV Huida a las montañas

    Capítulo V La fosa

    Capítulo VI El desprendimiento y el Oso

    Capítulo VII La persecución

    Capítulo VIII El ataque de los Lobos

    Capítulo IX Rescate por sorpresa

    Capítulo X Acorralado La cacería

    Capítulo XI NORDOMANIIS El Ataque.

    Capítulo XII El rescate Yirico 1º Parte

    Capítulo XIII El arbolado Yirico 2º -Parte.

    Capítulo XIV La escaramuza

    Capítulo XV Viaje a la Tierra de hielo 3 - Parte.

    Dedicatoria

    A mi Queridísima hija Mickaela Clot

    Sin su apoyo y cariño, no habría podido realizar este proyecto. Gracias hija por ser tan especial. T’estimo amor.

    Agradecer también la confianza de mi Madre, y la colaboración de mi hermana Gisel.la y su marido Francisco Javier Cerro.

    Capítulo I

    La llegada de Fausto

    El invierno daba sus últimos coletazos, en el valle, el Sol resurgía tímidamente por entre las escarpadas crestas montañosas que le rodean, disipando con su presencia, la densa niebla que se había afincado de forma gratuita en sus tierras.

    El cantó de las grullas, en su éxodo hacia el Sur, despertaba a los más pequeños de la casa, Clara, la madre de Racknia y ama de Emuaj, les calentaba un plato de cocido con pan de trigo y unas mazorcas asadas de maíz.

    - Un plato quizás demasiado consistente para un desayuno, pero en esas gélidas temperaturas era lo más apropiado.

    Sin siquiera vestirse, los intrépidos jóvenes, saltaron desperezándose del su cubil de paja, lugar en el que duermen junto a las gallinas, con unos simples buenos días, se dirigieron a la puerta de entrada, desde el rellano, bajo el saliente que resguarda el portón principal, contemplaban entusiasmados el pasó de las alborotadoras aves migratorias, que desde el cielo, se desplazaban acompañando en su vuelo, la franja de luz que se apoderaba lentamente de todo el entorno.

    El cielo color celeste, dibujaba estriadas nubes que confirmaban vientos en las capas más altas de la atmósfera.

    Al parecer, atrás quedaron los largos y fríos meses de oscuridad que les impidió salir prácticamente del refugio, siendo el fulgor del brasero junto las velas, él único punto de refulgencia del que podían gozar, manteniendoles recogidos a todos ellos frente a el, en varias ocasiones, permanecían jornadas completas, algunas de ella, amenizadas con relatos del viejo Rob.

    Clara, en éste periodo de penumbra, realizaba tanto las tareas propias del hogar, así como su dedicación a la costura, confeccionando con las pieles aportadas por Rob de sus cacerías, prendas de vestir y calzado, nada se desperdiciaba de las capturas, reciclaban todo del animal, con sus intestinos, elaboraba exquisitas morcillas y butifarrones, enbutíendo en ellas, las mejores carnes sazonadas, con los tendones deshidratados previamente al rasó, preparaban finas y resistentes cuerdas que se utilizaban tanto para amarrar los mocasines como en armas pasivas, combirtiendose en lazos correderos que Rob, sitúa estrategicaménte en parámetros ocultos al paso de pequeñas presas, capturando en ellas; conejos, hurones, ardillas, castores y aves de pequeño tamaño, usando sus diminutos huesecillos, - seguido claro ésta, de limarlos y lustrarlos, en afiladas agujas de costura así como en ornamentos decorativos que le daban al hogar esencia y vida, complementando su uso, en trabas para las zamarras y justillos.

    De las grandes piezas a las que emboscaba como Alces, Bisontes, Jabalís y Ciervos, previo despiece y maceración en especias, consistían en la despensa de carne para todo el año. Obteniendo a su vez de ellos el preciado cuero, que una vez curtido y cepillando en varios ciclos con sal, era cuarteado elaborando de los retales, botijos para el trasporte y almacenamiento de líquidos como agua, aceites, vinos y licores.

    Con los lobos, y algún que otro Oso, de los que sólo aprovechaban sus pieles, las cuáles tendían sobre el rústico suelo de la instancia, otras, eran colgadas de la pared, ayudando con ello ha aislarles de la humedad y del intenso frío.

    Ya bien alimentados los pequeños, se dirigieron a la parte alta de la pradera, lugar en el que Claus padre de Racknia y padrastro de Emuaj, segaba con su hoz, las primeras hiervas que surgen en los margenes que delimitaban el bosque, allí dónde los fuertes vientos, despejaron de nieve.

    Transportándola a posterior en un carruco tirado de un mulo en números fardos que almacena en el altillo del granero con el objetivo que esta secara, pudiendo con ello, alimentar al rebaño que posee la familia, ya que debido a la acumulación de nieve, era impracticable salir a pastar, hasta bien avanzada la primavera.

    Emuaj, con su arco de madera y su aljaba repleta de varillas, cuyas puntas redondeaban por seguridad, corría junto a Racknia. Colgado de su cintura, le pendía una onda de cuero que Rob le preparó.

    Ambos, surcaban él espeso albo que les cubría hasta media pierna. Sintiéndose un gran cazador en sus aventuras por entre los pajares que se les iban apareciendo ocultos en medio de la bruma matinal, como si de enormes monstruos se tratara, cubiertos aún en su gran mayoría por abultados gorros blancos cegadores, efecto que se producía, al caer sobre ellos los oblicuos rayos de sol.

    La pequeña, contempla esos imponentes gigantes de paja ennegrecida, que férreamente aguantaron impertérritos, ventiscas y temperaturas extremas a lo largo de casi ocho meses en los que se alarga la estación invernal.

    Entretanto, en las entrañas de almiar, repleto de madrigueras, camadas de conejos se acicalaban con esmero, desprendiéndose de sus ojos los apacibles sueños, hasta escuchar temerosos allá a lo lejos, a su enemigo terrenal, el Lobo, que aúlla de forma escalofriante, oculto entre la maleza en algún recóndito rincón de la alta montaña, reclamando sus dominios, ámbitos, compartidos por otro gran depredador, el Oso, el que no tardara en aparecer de forma silenciosa, exigiendo similar protagonismo, despertando en breve de su larga ivernación, cobijado en alguna cueva oculta de la sierra.

    Ya en la cima de la hondonada que delimita el llano, desde dónde se divisa prácticamente todo el valle, los intrépidos adolescentes, fijaron sus miradas, sobre un escualime hilo de humo que se perfilaba a lo lejos, haciéndose este visible entre el espeso bosque que se extiende hasta la cuna de Ínti.

    Pudiéndoles la curiosidad - como no, se acercaron sigilosamente por entre los espesos y humedecidos árboles, cuyos brazos desnudos soportan desfallecidos el peso del invierno, mostrando bajo viejos y olvidados nidos, los primeros brotes de vida, que surgen enérgicos entre sus gélidas y frágiles ramas.

    Los jóvenes, se movían ágiles por entre ellos, para no ser descubiertos, ocultándose instintivamente a cierta distancia, observando con atención los movimientos de aquel extraño forastero, su primera impresión, les pareció tratarse de un viejo y solitario Agorero.

    Un hombre de complexión fuerte, permanecía en cuclillas frente una improvisada hoguera, frotando sus manos, al tiempo que exalava de su boca, un aliento vaporoso, más parecido a una chimenea, una tupida melena, cubría parte de su ancha espalda, ataviado con pieles oscuras, al igual que el color de su pelo.

    Este, permanecía junto a un precioso caballo canelo con manchas blancas y un mulo azabache vestido con calcetines claros en sus patas delanteras. Ambos, sujetos, con una cuerda a un saliente grueso de una roca lateral a la tienda de acampar de no más de cinco pies de altura, por diez pies de largo.

    Un caldero chamuscado y retrógrado pendía de un trípode improvisado de madera sobre el fuego. En un costado, se apilaban varias cajas que componían sus visibles pertenencias.

    El quiebro de una rama, alertó al forastero. - Emuaj, se movió guiado por la curiosidad de ver más, delatando su presencia.

    ¿Quien anda ahí?, preguntó con voz ronca, ¡¡no os escondáis!! grito empuñando fuertemente en su mano un cuchillo con forma de media luna, - regalo de un mercader Árabe, mientras con la mirada y giros bruscos de cabeza, escudriñaba la periferia del improvisado campamento, al comprobar que nadie asomaba, - añadió nuevamente. Nada tenéis que temer si son buenas vuestras intenciones, enfundando el puñal con cabeza de hueso, en una vaina que colgaba sujeta al cinto, - ¡¡exclamó!! acercaros a calentaros cerca de la lumbre sin ningún temor, soy hombre de paz.

    Al rato de guardar silencio, ocultos tras un montículo, acurrucados entre los espesos matojos que les camuflaban, Emuaj decidió finalmente asomarse.

    No se asuste buen hombre, - repitió el joven en un par de ocasiones mientras la pequeña tiraba con fuerza de su mano, pensando que descubrirse ante un extraño, no era una buena idea que

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