Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Flashback
Flashback
Flashback
Libro electrónico342 páginas4 horas

Flashback

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Novela que traiciona al género masculino y pone en evidencia la dependencia del hombre hacia la mujer.

Flashback es una novela que traiciona al género masculino. El protagonista cuenta su historia desde el punto de vista de un hombre y narra cómo enriquece su vida a partir de su relación con varias mujeres, su esposa, su socia, su musa y su primer amor.

La novela está inspirada en la melodía homónima de la pianista japonesa Hiromi. La línea estructural, los ambientes y el personaje principal se desarrollan alrededor de un poderoso soundtrack de obras clásicas, melodías de jazz y canciones de rock que ayudan al personaje a descubrirse como ser humano, a llegar al límite de sus capacidades físicas y emocionales, a ser consciente de sus principales miedos y a comprender la esencia de la vida sin importar el costo que deba pagar.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento8 abr 2016
ISBN9788491124795
Flashback
Autor

Manuel Garduno

Manuel Garduño es un académico mexicano interesado en temas de educación, y en ésta, su primera novela, muestra su faceta de escritor de ficción con una narrativa en primera persona, que lleva al lector a un viaje al interior de la mente del hombre a través de saltos en el tiempo. Como gran apasionado de la música, el autor se ha encargado de acompañar su narrativa con una banda sonora muy poderosa en géneros como el jazz, el rock y la música clásica. El autor tiene también un blog en el que comparte ensayos y cuentos cortos.

Relacionado con Flashback

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Flashback

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Flashback - Manuel Garduno

    Título original: Flashback

    Primera edición: Abril 2016

    © 2016, Manuel Garduño

    © 2016, megustaescribir

              Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Contents

    Agradecimientos.

    Introducción

    Primera Parte

    Segunda Parte

    Tercera Parte

    Soundtrack

    Sobre El Autor

    AGRADECIMIENTOS.

    Este libro no habría sido posible sin la asesoría y motivación de mi gran amigo, el escritor CARLOS JOSÉ PÉREZ SÁMANO, quien desde el principio me advirtió que sería él quien me ayudaría a convertirme yo también en un escritor.

    Hoy podemos ver juntos este sueño hecho realidad.

    Agradezco con mucho cariño a tod@s l@s lector@s que me ayudaron a validar esta novela, que me compartieron sus puntos de vista, que me propusieron hacer algunos ajustes, que me cuestionaron respecto a la historia y sin cuyas palabras, FLASHBACK jamás habría sido publicada: Andrea Gutiérrez, Eugenia Patricia López, Gustavo Garduño, Josefina García, Nora Zepeda y Tania Cabrera.

    Agradezco también a tod@s mis amig@s que estuvieron al pendiente de este proyecto editorial y que cada día que pasaba me preguntaban con interés respecto al avance de la obra. Su credibilidad en el proyecto me ha ayudado a ser perseverante y a poder concluir este libro de forma satisfactoria.

    Para Ceci, Emilio y Nora

    INTRODUCCIÓN

    Flashback es una novela que traiciona al género masculino. El protagonista cuenta su historia utilizando la técnica de la analepsis desde el punto de vista de un hombre y cómo se nutre de la relación que tiene con varias mujeres durante su vida – con su esposa, con su socia, con su musa y con su primer amor de la universidad.

    La novela está inspirada en la melodía homónima compuesta por la afamada compositora y pianista de jazz japonesa Hiromi. La línea estructural, los ambientes y el personaje principal se desarrollan alrededor de un poderoso soundtrack de obras clásicas, melodías de jazz y canciones de rock que ayudan al personaje a descubrirse como ser humano, a llegar al límite de sus capacidades físicas y emocionales, a ser consciente de su principales miedos y a comprender la esencia de la vida sin importarle el costo que deba pagar.

    Al final de la obra se presenta un listado con las treinta obras musicales que enmarcan los principales conflictos entre los personajes. Se recomienda al lector tomarse el tiempo para escuchar cada una de las piezas sugeridas en el momento de la lectura con la finalidad de experimentar por varios canales sensoriales el sentimiento y las emociones de los personajes.

    Este libro está dedicado a todos los que han identificado con cierta claridad cada una de las canciones que conforman la banda sonora de su vida, a aquellos que han tenido la capacidad de asociar canciones y melodías con los momentos importantes de su existencia y que gracias a la música, dichos momentos han quedado plasmados en su memoria para siempre; a todos los melómanos que con tan solo escuchar las primeras notas de una canción evocan un sentimiento particular plenamente identificado que los transforma.

    PRIMERA PARTE

    Without music, life would be a mistake – Friedrich Nietzsche

    Carolina

    Tras un profundo respiro vuelvo en sí, con una bocanada de aire de esas que se atoran en la garganta y sientes como si te estuvieras ahogando. Mi respiración se siente por demás agitada. Estoy bañado en sudor. Una luz cegadora penetra mis pupilas y las hace arder como si les hubiese impactado un dardo incandescente; sin embargo, no hay dolor, no hay sensaciones, ni frío, ni calor, solo un agudo zumbido ensordecedor. Si hay algo que puedo detectar con facilidad es el ruido, en especial el tipo de ruido que revienta mis oídos con registros insoportables. La tolerancia nunca ha sido una de mis cualidades, pero lo que menos puedo tolerar es el ruido; las bocinas de los autos en la calle, la música estridente, el llanto, los gritos, los electrodomésticos; estoy seguro de que algún día, una descarga sonora acabará con mi vida.

    ¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? Puedo ver mi cuerpo pero no puedo tocarlo, puedo moverme pero estoy flotando en un vacío desolador, ¿es el espacio? Sólo recuerdo que esta mañana, como casi todas, salí a correr.

    No percibo sensación alguna, no tengo hambre, ni sed, no siento comezón ni dolor; se podría decir que estoy en algo parecido a un mundo de paz absoluta, completamente solo. Pero me preocupa que no me siento tranquilo, y esta intranquilidad no se debe a ese horrible zumbido.

    No es que quiera buscar a alguien, no tengo a quien buscar; tampoco siento la necesidad de ir a algún lado, no tengo algún propósito; no recuerdo haber tenido algo urgente por hacer, algún pendiente del trabajo, alguna cita o clientes que atender, no. Mucho menos siento el deseo de pasear, de ir a un parque, de salir a tomar algo, de ver amigos; ni siquiera tengo claridad respecto a quiénes o cuántos son mis amigos. La incertidumbre me corroe, me rasga, me descompone, ¿para qué estoy aquí? ¿Cómo es que llegué a este lugar?

    Hace unos minutos me encontraba corriendo, haciendo mi entrenamiento de todos los días. Recuerdo que desperté, tomé mi obligada taza de café matutino, y me dirigí al deportivo. En invierno prefiero usar las caminadoras para entrenar bajo techo, a mis cincuenta y cinco años de edad el clima gélido de las mañanas me puede hacer mucho daño, cualquier cambio abrupto de temperatura me puede poner en cama con un resfriado que a veces se llega prolongar por semanas a pesar de tomar todas las precauciones debidas. Aunque había algo de gente en el gimnasio, aún estaban desocupados varios de los equipos. Llegué a las caminadoras y tomé una de las nuevas; junto a mí estaba una señora joven, de unos treinta y cinco años, de esas que llegan al club después de dejar a sus hijos en la escuela y que no importa cuánto ejercicio hagan ni la cantidad de sudor que emitan siempre huelen rico, nunca sé si es su ropa, una fragancia o su esencia, pero ese dulce aroma es adictivo. Prendí la música de mi teléfono y comencé a correr, primero despacio para calentar los músculos y poco a poco fui subiendo el ritmo, como lo hago habitualmente. Cuando voy a correr me gusta que la música me sorprenda, no tengo un playlist, tengo una larga colección de canciones apropiadas para correr, normalmente elijo una y dejo que la reproducción aleatoria haga el resto; incluso hay días que me atrevo a jugar con la velocidad de acuerdo a la canción que estoy escuchando. Quizá ahora llevaba unos veinte minutos recorridos, lo sé porque habían pasado cinco canciones; siempre me pongo juegos matemáticos entre el número de canciones escuchadas y el número de kilómetros recorridos, mi ideal es que la proporción sea un kilómetro por canción, aunque muchas veces parece tarea imposible dado que muchas canciones duran menos de los cinco minutos que tardo por kilómetro en mi velocidad máxima. Esta vez decidí correr un poco más lento, hasta que llegó Flashback. La canción dura ocho minutos con treinta y nueve segundos y en ese tiempo debería poder recorrer un kilómetro y medio si ya estoy al final de mi entrenamiento, sólo que hoy no recuerdo cuánto llevaba, es más, no recuerdo si la canción terminó. Aún estoy sudando y puedo percibir ese aroma ácido que despide mi cuerpo con el sudor, por lo que creo ya haber llevado un buen tiempo ejercitándome.

    De la nada surge una sensación, una presencia, ¿qué es? ¿Azahares?, sí. Por encima de mi olor penetrante puedo distinguir una esencia familiar, un perfume, no, el perfume, su perfume.

    Me parece que han pasado muchos años desde la última vez que estuvimos juntos. Conocí a Carolina en la universidad, mejor dicho, supe de su existencia en la universidad. La primera vez que la vi noté algo en sus ojos, un brillo diferente que me hizo pensar románticamente y que en ese entonces atribuí al sentimiento de estar enamorado. A los 22 años cualquier joven puede pensar, sin temor a equivocarse, que el amor es la respuesta a todas las cosas, que cualquier problema se vuelve insignificante al lado de ese sentimiento que llamamos amor. En realidad en la universidad Carolina y yo nunca cruzamos más allá de dos palabras, solamente la veía de vez en cuando y llegué a clasificar mis días como buenos, si la veía; especiales, si cruzábamos nuestras miradas y había algún gesto de saludo cortés; o maravillosos si lograba escuchar el buenos días o hasta luego al salir de sus labios que siempre traía perfectamente delineados. Fueron siete años después de terminar la universidad cuando realmente tuve la oportunidad de conocerla.

    Acababa de inaugurar el Fillmore, un bar muy trendy para la época, punto obligado de reunión de acaudalados jóvenes recién graduados y con hambre de descubrir al ritmo de jazz fusión, la fórmula secreta del éxito, claro, con la ayuda de cocteles exóticos, y una que otra sustancia prohibida que todavía podía pasar desapercibida ante las autoridades. El Fillmore prometía ser un lugar que marcaría tendencias, ya que rápidamente captó la atención de la que se convertiría en la generación hípster en la Ciudad de México, y fueron ellos quienes le han dado vida todos estos años. Por supuesto que también merecen crédito las bandas que ahí se han formado y los artistas invitados de talla internacional que agotan las entradas en un par de horas para asistir a presentaciones que se llevarán a cabo varios meses después.

    Si no me equivoco, Carolina llegó al Fillmore una lluviosa noche de otoño, creo que un jueves en noviembre. Llegó sola, se sentó en un extremo de la barra, en lo que parecía ser el rincón más callado del lugar, y ordenó un Cosmopolitan. Yo estaba junto al piano revisando el repertorio del primer set que tocaría el cuarteto Diez, la banda de jazz regular del hotel del mismo nombre en el prestigioso barrio del Poblado en Medellín. El cuarteto era famoso por ejecutar un amplio repertorio de variaciones de jazz fusión contemporáneo. Cuando vi a Carolina sólo pensé que se trataba de otra chica atractiva como las que llegan a esos lugares en busca de acción. Pasé junto a la barra para admirar más de cerca su figura, siempre me ha fallado la vista y los contrastes de luz, en especial en ambientes obscuros, me han hecho perder detalles en momentos tan importantes como éste. Miré de reojo hacia el espejo frente a la barra y fue en ese momento cuando capté la esencia de su perfume, capté su mirada y reconocí ese brillo en sus ojos tan especial, tan familiar.

    -  ¿Carolina? Espero te estén atendiendo bien, ¡qué gusto saludarte! ¿Qué te trae por aquí?

    -  Hola Juan Pablo, hace tanto tiempo, ¿qué será? ¿Diez años?

    -  De hecho solo han pasado siete.

    -  Mira que llevas la cuenta ¿eh?

    -  Eres difícil de olvidar.

    -  Pues he venido a verte. ¿Recuerdas a Eva? Nuestra compañera en la carrera, ella me contó todo acerca de este lugar, parece que merece una membrecía VIP. Cuando me dijo que el Fillmore era tuyo me animé a venir. Bueno, también debo aceptar que como he seguido tus andadas en Alemania en la prensa sensacionalista has despertado mi curiosidad.

    -  Ya sabes cómo son los tabloides, aprovechan cualquier oportunidad para vender. Es el precio de la fama. ¡Bienvenida al Fillmore!, será un placer atenderte, ¿vienes sola?

    -  Sí, ¿tienes tiempo de tomarte una copa conmigo o estás trabajando?

    -  Para ti tengo toda la noche.

    Ponernos al día acerca de nuestras vidas fue cosa fácil. Carolina me contó que cuando se graduó de la carrera de Mercadotecnia recibió una oferta para trabajar en una importante firma en la ciudad de Monterrey. En ese entonces, la compañía que la buscaba era pionera del comercio electrónico en México y apenas se empezaba a definir el perfil profesional de administrador de redes sociales. A Carolina le tocó la tarea de definir el perfil y sus funciones como tal.

    Carolina venía de una familia muy tradicional, y había sido educada bajo las normas sociales más convencionales. Su padre, un importante abogado, se había asegurado de que sus hijas, Carolina y sus dos hermanas menores, tuvieran la suerte de encontrar un hombre ejemplar, con el que se casaran con todas las de la ley y cuyo comportamiento en sociedad estuviese a la altura de la alcurnia de la familia, cada una de ellas asumiendo el rol de toda mujer tradicional, responsable de su hogar y comprometida con la crianza de sus hijos. Como el padre nunca estuvo de acuerdo con que Carolina se mudase a Monterrey, a ella no le quedó más remedio que casarse con el novio que tenía en ese momento, un joven que había conocido en la universidad y con quien había compartido de todo, menos su intimidad.

    Es un milagro que un matrimonio como éste, destinado al fracaso desde su origen, haya durado cinco años, y más milagroso es aún que Carolina no hubiese tenido hijos, al menos hasta entonces. Al parecer Carolina había estado completamente enfocada a su trabajo y su desarrollo profesional. La separación con su marido fue abrupta, y ocasionó que Carolina necesitara tiempo para reorientar su vida y re-encontrarse. La ruptura de su matrimonio fue la razón que la trajo de vuelta a la Ciudad de México, dejando atrás su vida profesional y las amistades que la habían acogido en Monterrey.

    -  ¿Por qué nunca me invitaste a salir en la universidad Juan Pablo?

    -  La verdad es que era un tipo tímido y además no tenía mucho dinero. Siempre vivía al día y quizá el notar tu gusto por las cosas finas me detuvo más de una vez. Ahora me doy cuenta que tienes razón, debí haberte invitado, nunca se sabe cuál será el resultado de las cosas.

    -  ¿Nunca te imaginaste nada? Era lógico que yo no te iba a decir ni a insinuar algo, pero siempre te miré de una forma especial.

    -  Tu mirada será uno de los activos que me lleve hasta la muerte. No conozco otra igual.

    -  No era mi mirada, era mi mirada hacia ti.

    -  Espero poder recuperar algo de lo que pudimos haber tenido en esa época.

    -  ¿Qué? ¿No estás casado?

    -  Sí, pero creo que no por mucho más tiempo.

    Entonces le conté la historia de cómo conocí a Gabriela, mi mujer, con quien tengo dos hijas. Fue en una conferencia internacional de comunicación, en ese entonces yo trabajaba para una estación de radio haciendo recomendaciones de las nuevas bandas de música que aparecían en la escena subterránea mexicana, y Gaby era fotógrafa y escribía reseñas para revistas de viajes. Resulta que hice una pregunta al conferencista pero quien la respondió fue ella. Nuestro amor surgió vertiginosamente, como un torbellino de emociones que aceleraba su curso cada vez que estábamos juntos. A los pocos meses de salir, decidimos casarnos y ahora teníamos dos niñas y un centenar de problemas, tal como sucede en todo buen matrimonio. Gaby se ha dedicado en cuerpo y alma a su trabajo primero y posteriormente a sus hijas, dejando a un lado sus emociones, necesidades y sentimientos; creo que se ha vuelto un tanto egoísta y conforme pasan los años nuestro matrimonio parece descender drásticamente por los escalones de su pirámide de prioridades. Desde hace un par de años he tomado la decisión de ser el mejor padre para mis hijas pero también de atender mis necesidades por encima de las de los demás. El Fillmore me ha servido como plataforma para lograrlo.

    Cinco cocteles después ya habíamos bajado la guardia. De alguna forma convencí a Carolina de que la vida se nos estaba escapando entre las manos y de que cada momento era para disfrutarse a plenitud, como si fuese el último, así que salimos del Fillmore para ir a rumbear. A ella le gustaba mucho bailar, y aunque yo siempre he tenido dos pies izquierdos accedí a su petición pensando que el baile constituye un muy buen preámbulo para el amor. Es bien sabido que cuando dos personas se ejercitan juntas se segregan hormonas de empatía que promueven la atracción y despiertan la libido. Bailamos y reímos el resto de la noche, hubo los ocasionales roces y caricias entre nuestros cuerpos, coqueteo con miradas traviesas, insinuaciones de ambos y desde luego besos robados. A pesar del alcohol, Carolina se sentía incómoda ante la posibilidad, nula desde mi perspectiva, de que alguien nos viera; me atrevo a pensar que por esta razón los besos robados fueron más un mecanismo de defensa de su cuerpo para no ceder ante otros deseos. Salimos del lugar, y la acompañé a su departamento, un moderno loft minimalista, con mucha clase pero muy frío.

    -  ¿Puedo pasar? ¿Me invitas otra copa?

    -  Ya es tarde y estoy cansada. Además no estoy lista para tener una relación como la que pretendes.

    -  ¿Cuál relación? Si somos amigos. De una cosa puedes estar segura, no pasará nada que no quieras que pase.

    -  Por eso. Ni siquiera sé qué quiero. Hasta mañana Juan Pablo. Que descanses.

    -  Buenas noches Caro.

    Regresé a casa mucho más tarde de lo habitual. Gaby y las niñas estaban profundamente dormidas. La cabeza me daba vueltas, tal vez los efectos del alcohol, o quizá el conjunto de hipótesis me impedían encontrar el equilibrio. ¿Qué habría pasado si hubiese buscado a Carolina en la universidad? ¿Cómo sería mi vida ahora? De una cosa estaba seguro, lo tenía que averiguar. Necesitaba saber cómo era Carolina y qué tanto estaba dispuesto yo a poner en riesgo mi relación con mi familia por tenerla, o, mejor dicho, era la única forma de saber si valdría la pena dejar lo que tenía por estar con ella. Me propuse averiguarlo.

    Gabriela

    Parece que ese aroma tan similar al del perfume de Carolina ha despertado todos mis sentidos. De pronto percibo que mis manos están de vuelta en su lugar, puedo sentir mi cara aunque me da la impresión que mi piel es mucho más suave de lo que solía ser. He dejado de sudar pero mi cuerpo parece tener brillo propio, como si hubiese sido untado con aceite. No traigo puestos mis lentes pero asumo que no los necesito puesto que la luz blanca es el todo. A la distancia se escucha un pulso, un latido, puede ser mi corazón, creo; es un latido como el resoplo de una máquina perfecta ejecutando movimientos sincrónicos que asemejan los pulsos de un reloj. Pum, pum, pum, pum, cada segundo; o al menos eso pienso, no tengo forma de corroborarlo dado que no traigo reloj, pero confío en mi instinto; si de algo puedo estar seguro es de que mi percepción del tiempo siempre ha sido bastante exacta. Justo cuando estoy en esta reflexión me doy cuenta de algo que no había notado antes, estoy completamente desnudo, y no sentir frío es lo que menos me parece extraño; lo que percibo de inmediato es la juventud de mi cuerpo. Los músculos están tonificados, mi abdomen está marcado, no identifico señales de grasa más allá de la normal para un hombre de mi edad con un índice de masa corporal menor a veinte por ciento; mis piernas parecen dos grandes troncos de roble, fuertes y rígidas. Sin embargo, a pesar de la fuerza que siento, este vacío no me deja mover con algún rumbo. Lo único que puedo hacer es flotar dentro del gigantesco halo de luz blanca, como si me encontrase a la deriva en mar abierto, flotando boca arriba.

    Después de la conferencia donde conocí a Gaby, salimos por un café para seguir la discusión sobre el tema de la pregunta, aunque en realidad creo que ambos queríamos prolongar la plática para conocernos un poco más. Gaby vestía un atuendo muy formal pero muy fresco, adecuado para el extenuante calor de la ciudad. Lo que más llamó mi atención fueron sus manos, debo admitir que siempre he tenido debilidad por las manos femeninas; noté de inmediato sus dedos largos y afilados, de apariencia tersa, sus uñas brillantes, sin barniz y muy limpias. Gaby manipulaba los documentos de la conferencia con gran destreza; sabía perfectamente cuáles temas se discutirían en qué aulas, dónde se llevarían a cabo las conferencias magistrales y había revisado los abstracts y las trayectorias profesionales de cada uno de los ponentes para tomar la mejor decisión en caso de que hubiese dos o más sesiones de su interés al mismo tiempo. Lo único que no tenía muy claro era si todos los asistentes al evento estábamos invitados al coctel inaugural y de clausura, o había que realizar algún registro por separado pagando una cuota. A mí me parecía más importante salir a ver un poco más de la ciudad, y la convencí de que me acompañara a un bar a pesar de que la conferencia del siguiente día iniciaría temprano.

    -  Bueno Gaby, cuéntame, ¿qué es lo que te apasiona en esta vida?

    -  Creo que no debemos dejarnos arrebatar por las pasiones. Los gustos cambian, nuestros intereses se mueven en el tiempo, pero sí tengo muchas cosas que me gustan. Yo diría que el trabajo es lo que más disfruto. Crecer en el ámbito profesional es una de mis mayores ambiciones en la vida, ¿y a ti?

    -  A mí lo que de verdad me apasiona es la música. Algún día tendré un trabajo que me permita difundir la música o usarla como un medio de promoción cultural.

    -  Pero ¿qué no es eso lo que haces ahora en la radio?

    -  En parte sí, pero la música que se programa no la decido yo. Mi tarea es investigar al respecto de lo que se programa para poder hacer los comentarios.

    -  Suena como algo muy interesante, pero en definitiva yo no podría hacerlo. Me gusta la música pero no me clavo.

    -  Te entiendo, creo que el raro en ese aspecto soy yo.

    Era sin duda de las pocas veces que una mujer me reviraba una pregunta. A pesar de que le conté de mi gran pasión por la música y de cómo soñaba con algún día hacer algo para difundir el culto a la música, y, de paso, que dicha actividad fuera redituable yo sabía que nunca sería un músico profesional. Por ahora la estación de radio me abría las puertas para difundir la cultura musical y conocer las nuevas tendencias. Yo lo veía como una etapa de formación. Siempre que estuviera en contacto con la música, sin importar cómo, me sentiría bien, y si de paso me pagaban por ello, pues qué mejor.

    Los tres días que duró la conferencia los pasamos juntos. Asistimos a las mismas pláticas, mantuvimos nuestros horarios sincronizados, y mostramos la complacencia que sólo se tiene cuando estás por iniciar una relación. Gaby me contó de sus padres, dos extranjeros radicales que vinieron a México a continuar sus estudios y que se conocieron durante el movimiento estudiantil del sesenta y ocho. Se enamoraron y decidieron permanecer en el país que vio nacer a sus hijos. Desde luego que Gaby era una libre pensadora con gran fuerza de voluntad y convicción del deber ser, cualidades que en su momento me sedujeron pero que años más tarde han arrebatado parte de mi vida.

    Al regresar a la Ciudad de México, Gaby tenía una comisión por parte de su empresa. Junto con un equipo de periodistas y fotógrafos debía realizar un reportaje acerca del avistamiento del nacimiento de tortugas en

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1