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Heterotopías del mundo finito: Exilio, transculturalidad, poscolonial
Heterotopías del mundo finito: Exilio, transculturalidad, poscolonial
Heterotopías del mundo finito: Exilio, transculturalidad, poscolonial
Libro electrónico114 páginas1 hora

Heterotopías del mundo finito: Exilio, transculturalidad, poscolonial

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Es legítimo afirmar, con el teórico del decrecimiento Serge Latouche, que la Modernidad occidental está signada por una reducción del “bien-estar” al “bien-tener” y aun al “tener-de-más”, el “bienestar” declinado a partir de la idea de capacidad” recobra el ideal aristotélico de la “vida buena”, de eudaimonia, inscripto en el mismo término inglés wellbeing, estar-bien, en contraposición a welfare. "Bienestar" repensando la idea de “desarrollo” en un sentido no evolucionista y no economicista: no es sensato –Sen recuerda– considerar el crecimiento económico como fin en sí mismo [puesto que] el desarrollo debe tener una relación mucho más estrecha con la promoción de la libertades que gozamos”.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 abr 2016
ISBN9789876992121
Heterotopías del mundo finito: Exilio, transculturalidad, poscolonial

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    Heterotopías del mundo finito - Emanuela Fornari

    Fornari

    Advertencia

    Sólo algunas palabras para ilustrar el sentido del título del presente libro y la tesis que involucra.

    Heterotopía remite en cada evidencia a la investigación de Michel Foucault: en especial, a la conferencia Des espaces autres, pronunciada por él el 14 de marzo de 1967 en el Círculo de estudios de arquitectura. Sin embargo, al retomar este importante motivo, en mi reflexión incluyo una separación y una trasvaluación del aparato analítico-conceptual foucaultiano. Pero procedamos en orden.

    El rasgo decisivo del enfoque de Foucault respecto al tema de la heterotopía está constituido por la intuición precoz de un pasaje de época que, en años sucesivos, ha sido denominado como paso del giro lingüístico al giro espacial. Lo crucial del espacio a los fines de la comprensión de nuestro presente es afirmado por Foucault –que en esto se anticipa a los defensores del spatial turn– en términos de una despedida de la hegemonía de la dimensión temporal. Basta citar, a propósito, algunas afirmaciones emblemáticas contenidas en la conferencia: La época actual tal vez sea, sobre todo, la época del espacio. Y agrega: Creo que la inquietud de hoy concierne fundamentalmente al espacio, sin duda mucho más que al tiempo; el tiempo no aparece probablemente sino como uno de los juegos de distribución posibles entre los elementos que se reparten en el espacio. Dentro de la época de la sucesión lineal, del tiempo del Progreso acumulativo y proyectado hacia el futuro, se suma, entonces, la época de la simultaneidad: Estamos en la época de la simultaneidad, estamos en la época de la yuxtaposición, en la época de lo próximo y lo lejano, de lo uno junto a lo otro, de lo disperso. Creo que nos encontramos en un momento en el que el mundo se experimenta menos como una gran vida que se desarrolla a lo largo del tiempo que como una red que une puntos y que entrecruza su madeja.

    A la afirmación sobre la centralidad del espacio hacía corresponder, en cambio, la introducción de la noción de heterotopía, la exigencia de una ruptura del paradigma de la espacialidad homogénea. El espacio heterotopológico implica no sólo diferenciación, sino también alteridad radical: lugares otros que suspendan –mediante dispositivos dobles de apertura/cierre, inclusión/exclusión, acceso/prohibición– las normas que regulan las relaciones cotidianas del Espacio social ordinario. La escena otra de la Heterotopía se presenta como lo inverso al mundo otro de la Utopía. Por dos razones simples pero decisivas. Primero: la utopía remite a un lugar ideal; la heterotopía a lugares otros, heterogéneos pero reales (las heterotopías son suertes de utopías efectivamente realizadas). Segundo: la utopía es un diseño, su espacio es un espacio alternativo, normativamente proyectado, que –literalmente– no tiene-lugar; mientras que la heterotopía da-lugar a una multiplicidad de contra-espacios realísimos que son representantes, para Foucault, de contextos específicos visibles y localizables fácilmente (desde los colegios hasta las prisiones, desde los hospedajes hasta los cementerios, o espacios más propiamente heterocrónicos como bibliotecas y museos), mientras, en mi perspectiva, se remiten más bien a campos dinámicos o a zonas de tránsito, como los umbrales, las líneas de frontera, las fallas en las que se producen los cambios. Para sintetizar: si las heterotopías foucaultianas son contextos, lugares diferenciados aunque, en su peculiaridad, en última instancia funcionales al gobierno espacial de la sociedad, mis heterotopías son realidades de movimiento disfunzionales a los dispositivos de control. Por consiguiente, mi modo de entender la oposición a la utopía es diferente. En mi perspectiva –sobre este punto, en perfecta sintonía con Foucault– no existe ninguna diferencia de forma entre utopía y distopía, entre modelo-Campanella y modelo-Orwell: ambos reflejan el design del mismo estado de cosas, del mismo universo planificado, aún si se presentan con indicadores axiológicos diametralmente opuestos.

    No obstante –y aquí comienza mi separación y mi trasvaluación del acercamiento foucaultiano– la antítesis de la heterotopía respecto a la utopía deriva obligadamente de la diferencia radical del paradigma espacial. Mientras utopía y distopía tienen en común la persistencia de una espacialidad proyectada como superficie lisa, desde un ideal de transparencia total, declinado en el caso uno como coexistencia armónica de las diversas partes en el otro como control panóptico de las distintas componentes sociales, la heterotopía nos remite, en cambio, a una espacialidad estriada, atravesada por un devenir inmanente: no en el sentido unilineal o dialéctico del Proceso, sino en el sentido de la dislocación y de la metamorfosis.

    La tesis en que se basa este libro implica, por lo tanto, dos consecuencias:

    1. el paso del paradigma filosófico-histórico de la Edad Moderna, centrado en el encuentro de la Filosofía con la Historia, a un paradigma geo-filosófico, fundado en la idea de una coexistencia de planos, entendida como pensamiento de la inmanencia;

    2. la aplicación y trasvaluación del enfoque heterotopológico a la dimensión de los conceptos, de las palabras claves y de los cuadros simbólicos, en una perspectiva que se propone romper el actual juego de espejos entre naturalismo y culturalismo, que corre el riesgo de bloquear gran parte de la discusión filosófica internacional.

    Ambas jugadas aparecen como decisivas en un presente que se configura siempre más –ya lo había intuido precozmente Paul Valéry en un pensamiento fulminante de los años ‘20– como la época del mundo finito: de un mundo en el cual los cambios radicales no son pensables sino dentro de los márgenes y las líneas de falla que, juntos, infringen, delimitan y dan sentido a las lógicas del Poder y a sus sistemas del Orden. Es este el motivo por el cual me he detenido sobre tres figuras heterotópicas del mundo globalizado, resumidas en las figuras del exilio, de la transculturalidad y del postcolonialismo. Estas tres figuras se colocan en la línea de sombra que, como un todo, separa y conecta los dos imperativos que nuestro presente hipermoderno ha heredado de la Modernidad: el principio de mundialidad y el principio de territorialidad. La antítesis entre estos principios, que ha marcado –con vivencias cambiantes y dramáticas– la historia de los últimos cuatro siglos de la Modernidad, se revela hoy como una relación especular que al mismo tiempo alimenta y enmascara, la lógica de la identidad y del dominio, reproduciéndola a escala planetaria. Reproducción y enmascaramiento, Poder y Máscara, son los factores que nos impiden comprender esta lógica.

    Como escribía Pablo de Tarso en la Primera carta a los Corintios: Vemos como en un espejo, confusamente. Sólo partiendo del potencial metamórfico latente en las dinámicas heterotópicas se entreabre el paso para romper el espejo dando lugar a una nueva constelación de conceptos y a una nueva red de prácticas.

    Emanuela Fornari

    Prólogo

    Metamorfosis de la filosofía: del linguistic turn al spatial turn

    En la base de este libro de Emanuela Fornari se encuentra una intuición creadora: la intuición según la cual, para comprender la estructura lógica del mundo, es necesario despedirse definitivamente de los modelos teleológicos centrados en la temporalidad progresiva (lineal o dialéctica), para asumir una óptica inspirada en la espacialidad. Solo así, según la autora, es posible iniciar la construcción de una nueva constelación de conceptos filosóficos capaces de enfrentar los desafíos de las transformaciones globales vigentes. Sin embargo, la puesta en juego de este trabajo reconstructivo (y no solo, a pesar de la constante referencia a Derrida, deconstructivo) no es reducible a una mera rehabilitación del espacio, sino que demanda un cambio de posición lateral, una desviación prospéctica, suficiente para cumplir una doble operación: la de asumir el espacio en su caracterización topológica y la de hacerlo en una hetero-topológica. La llave para acceder al nuevo orden (o desorden) global no puede ser elaborada desde la prospectiva de una espacialidad uniforme, pero sí desde la prospectiva de una espacialidad otra, no homogénea aunque connotada cualitativamente, capaz de dar cuenta de los umbrales, de las líneas de sombra en las cuales tienen lugar las diferencias y las dinámicas de metamorfosis –esto es, la mutación de forma– de la estructura del mundo.

    En su Advertencia, Emanuela Fornari –autora de libros y ensayos apreciados también a nivel internacional– ha sintetizado claramente el sentido del título de este libro. La adopción del término heterotopía implica, en su prospectiva filosófica, un recomenzar, al mismo tiempo que un despegarse de la acepción en la que el lema se presentaba en la célebre conferencia de Michel Foucault Des espaces autres (ahora en Dits et écrits, iv, Gallimard, París 1994, pp. 752-762)¹. De la impostación foucaultiana, Fornari mantiene la caracterización con fuerte sentido de la alteridad: las heterotopías no son sic et simpliciter otros espacios –como desearía un elogio genérico o retórico de la pluralidad–, sino espacios otros. Se trata entonces de

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