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Todavía enamorados
Todavía enamorados
Todavía enamorados
Libro electrónico147 páginas2 horas

Todavía enamorados

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Información de este libro electrónico

A la última persona en el mundo a la que Samuel Bishop quería abrazar era a su exmujer, Laura. Pero Laura había perdido la memoria tras un accidente y no recordaba su amargo divorcio; en su mente, se acababan de casar y seguían enamorados. Samuel no tuvo fuerzas para rechazarla, pero se preguntaba qué pasaría cuando Laura recuperara la memoria… y qué pasaría si no la recobraba.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jul 2011
ISBN9788490006283
Todavía enamorados
Autor

Robyn Grady

Robyn Grady has sold millions of books worldwide, and features regularly on bestsellers lists and at award ceremonies, including The National Readers Choice, The Booksellers Best and Australia's prestigious Romantic Book of the Year. When she's not tapping out her next story, she enjoys the challenge of raising three very different daughters as well as dreaming about shooting the breeze with Stephen King during a month-long Mediterranean cruise. Contact her at www.robyngrady.com

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    Todavía enamorados - Robyn Grady

    Capítulo Dos

    Bishop la miró a los ojos y comprendió que aquella Laura estaba sinceramente enamorada de él; pero era consciente de que no estaba en sus cabales y se apartó de ella enseguida, aunque no sin dificultad.

    Rechazar su afecto fue una de las cosas más difíciles que había hecho en su vida; durante la última época de su matrimonio, Bishop habría dado cualquier cosa por conseguirlo, pero Laura se lo había negado. Definitivamente, tenía que ser cauteloso; si se dejaba llevar, se vería arrastrado al abismo en el que había caído su exmujer.

    –Laura, éste no es el momento más oportuno –declaró.

    –¿El momento más oportuno? –preguntó ella, desconcertada–. No lo entiendo... Somos pareja; nos besamos todo el tiempo.

    Al contemplar su angustia, Bishop cometió el error del acariciarle un brazo. Automáticamente, sintió una oleada de calor que activó todas sus alarmas.

    Apretó los dientes, dio otro paso atrás y dijo:

    –Voy a hablar con el médico.

    –¿Sobre la prueba de embarazo?

    A él se le hizo un nudo en la garganta.

    –Sí, sí... claro. Sobre la prueba de embarazo.

    Salió de la habitación, se dirigió al mostrador de las enfermeras y preguntó por el médico de Laura. Las enfermeras señalaron a un hombre de bata blanca que en ese momento desaparecía por uno de los corredores laterales. Bishop salió tras él y lo alcanzó.

    –Doctor...

    El médico, de mediana edad, se detuvo y lo miró.

    –¿Sí?

    –Soy Samuel Bishop. Tengo entendido que lleva el caso de Laura Bishop...

    –En efecto. ¿Usted es su esposo?

    –Algo parecido.

    El médico sonrió y lo llevó a un aparte para que nadie oyera la conversación.

    –Encantado de conocerlo, señor Bishop. Soy el doctor Stokes –se presentó–. Como ya habrá observado, Laura padece amnesia.

    –¿Será temporal?

    –Eso depende. En este tipo de casos, la gente recupera la memoria poco a poco; pero hay excepciones...

    –¿Excepciones? –preguntó con preocupación.

    El doctor Stokes asintió.

    –De todas formas, las pruebas indican que su esposa no tiene fracturas ni contusiones. Puede marcharse a casa ahora mismo, aunque tal vez prefiera pasar la noche en el hospital... Decidan lo que decidan, despiértela cada tres horas cuando se quede dormida y pregúntele cosas sencillas, como su nombre y la dirección donde viven, para asegurarse de que se mantiene estable.

    Bishop se rascó la cabeza.

    –Me temo que hay un problema, doctor... Ya no soy su marido.

    El doctor arqueó las cejas.

    –¿Que no es su marido? Pero su cuñada ha dado a entender que...

    –Mi excuñada –puntualizó.

    El médico lo miró con simpatía al comprender lo sucedido. Se metió las manos en los bolsillos de la bata y declaró:

    –La memoria es caprichosa... Les recomiendo que le enseñen fotografías cuando crean que esté preparada; estoy seguro de que tardará poco en recordar los acontecimientos más recientes.

    Stokes pareció a punto de decir algo más, pero se contuvo y se limitó a despedirse.

    –Buena suerte, señor Bishop.

    Justo entonces, el teléfono móvil de Bishop empezó a vibrar. Lo sacó y echó un vistazo a la pantalla. Era un mensaje de Willis McKee, su mano derecha en el trabajo; decía que tenían un comprador y que necesitaba hablar con él cuanto antes.

    Bishop se llevó una buena sorpresa. Bishop Scaffolds and Building Equipment estaba en venta desde la semana anterior, pero pedía varios millones de dólares por ella y no imaginaba que encontraría un comprador en tan poco tiempo.

    Su vida estaba cambiando muy deprisa. Primero se había divorciado y ahora estaba a punto de librarse de su empresa. Además, estaba saliendo con una mujer encantadora; sólo llevaban un mes y no iban muy en serio, pero se divertía mucho con ella.

    Entre otras cosas, porque Annabelle no pedía imposibles. Se guardó el teléfono y volvió a considerar sus opciones.

    Por una parte, no se podía marchar; por otra, no se podía quedar. Tenía un problema sin solución aparente. Un problema que empeoró segundos después, cuando alguien lo tocó en el hombro y resultó ser Grace.

    –Supongo que ya lo sabes –dijo ella.

    Él la miró con recriminación.

    –Sí. Gracias por advertírmelo –ironizó.

    –¿No recuerda nada de nada?

    –Laura cree que nos acabamos de casar. De hecho, piensa que hoy es nuestro aniversario de boda. –¿Y cómo lo vais a celebrar? –No te pases de lista, Grace. Bishop se dirigió a la habitación de Laura. Sabía

    que tendría que hablar con Grace más tarde o más temprano, pero de momento necesitaba poner tierra de por medio. Si se quedaba allí, era capaz de estrangularla.

    Mientras se alejaba, pensó que librarse de Grace había sido lo mejor de su divorcio. La hermana de Laura era una mujer dominante que siempre se metía donde no la llamaban y que tenía la mala costumbre de intentar controlar a todo el mundo. Bishop sabía que algunas personas pensaban lo mismo de él; pero su caso era diferente: tenía un negocio que dirigir; gente que dependía de sus decisiones.

    –Aún pienso que podrías salvar vuestro matrimonio.

    Bishop se detuvo en seco. Después, se dio la vuelta y apretó los puños.

    –¿Qué diablos quieres decir, Grace? En primer lugar, ya no estoy casado con Laura. Y en segundo, ¿pretendes convencerme de que quieres que vuelva con ella? Antes de creer eso, creería en los Reyes

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