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La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias: Vol. 7. Administración universitaria
La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias: Vol. 7. Administración universitaria
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Libro electrónico454 páginas6 horas

La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias: Vol. 7. Administración universitaria

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La Pontificia Universidad Javeriana se complace en ofrecer al mundo universitario la presente obra, que recoge la mayoría de los escritos del P. Alfonso Borrero Cabal, S.J., sobre la historia, la naturaleza, las características, funciones, realidades y proyecciones futuras de la universidad. Se trata de una colección de trabajos gestada a lo largo de muchos años, fruto de su intensa experiencia universitaria, de una paciente investigación personal, y de una continua interacción con sus colaboradores, colegas y amigos universitarios. La obra, tal como se presenta en la presente edición, consta de siete tomos organizados de la siguiente manera: los cuatro primeros recogen las conferencias relativas a la Historia de la universidad; el tomo V agrupa las conferencias sobre los Enfoques o la filosofía universitaria; el tomo VI se refiere a la Organización de la universidad y el tomo VII a la Administración universitaria. Confiamos en que los lectores sabrán descubrir y gustar la pureza del pensamiento del autor, considerado como uno de los mejores conocedores contemporáneos de la universidad.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 jul 2008
ISBN9789587168068
La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias: Vol. 7. Administración universitaria

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    La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias - Alfonso Borrero Cabal

    GENERAL DE LA COMPAÑIA DE JESÚS Y

    GRAN CANCILLER DE LA UNIVERSIDAD

    Adolfo Nicolás Pachón, S.J.

    PROVINCIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN COLOMBIA Y

    VICE-GRAN CANCILLER DE LA UNIVERSIDAD

    Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo, S.J.

    RECTOR DE LA UNIVERSIDAD

    Joaquín Emilio Sánchez García, S.J.

    RECTOR DE LA SECCIONAL DE CALI

    Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

    CONSEJO DE REGENTES

    Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo, S.J. (Presidente)

    Eduardo Uribe Ferrero, S.J.

    Luis David Prieto Martínez

    Alberto Múnera Duque, S.J.

    Julián Garcés Holguín

    Guillermo Hoyos Vásquez

    Joaquín Emilio Sánchez García, S.J.

    Mary Bermúdez Gómez

    Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

    Álvaro Vélez Escobar, S.J. (Secretario)

    CONSEJO DIRECTIVO UNIVERSITARIO

    Joaquín Emilio Sánchez García, S.J. (Presidente)

    Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

    Consuelo Uribe Mallarino

    Vicente Durán Casas, S.J.

    Iván Solarte Rodríguez

    Antonio José Sarmiento Nova, S.J.

    Sergio Bernal Restrepo, S.J.

    Roberto Enrique Montoya Villa

    Pablo José Quintero Delgado

    Catalina Martínez de Rozo

    Ismael Rolón Martínez

    Aura Bernarda Parra Santos

    Fabio Ramirez Muñoz, S.J

    Ángela María Robledo Gómez

    Víctor Hugo Restrepo Botero

    Jaime Alberto Cataño Cataño (Secretario)

    La Universidad

    ESTUDIOS SOBRE SUS ORÍGENES,

    DINÁMICAS Y TENDENCIAS

    ALFONSO BORRERO CABAL, S.J.

    TOMO

    VII

    ENFOQUES

    UNIVERSITARIOS

    Compañía de Jesús

    Pontificia Universidad Javeriana

    Comité editorial de la obra

    La Universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias

    Gerardo Remolina Vargas, S.J.

    Jairo H. Cifuentes Madrid

    Arnoldo Aristizábal Hoyos

    Nicolás Morales Thomas

    Nelson Arango Mozzo

    Recopilación de textos

    Consuelo Gutiérrez de González

    Reservados todos los derechos

    © Compañía de Jesús

    © Pontificia Universidad Javeriana

    Derechos exclusivos de publicación y distribución de la obra

    Primera edición: Bogotá, D.C., septiembre de 2008

    ISBN de la obra: 978-958-716-121-2

    ISBN del tomo: 978-958-716-137-3

    Número de ejemplares: 500

    Borrero Cabal, Alfonso, S.J., 1923-2007

    La Universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias / Alfonso Borrero Cabal, S.J. -- 1a ed. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana,  2008.

    7 v. : ilustraciones, cuadros, diagramas y gráficas; 24 cm.

    Incluye referencias bibliográficas.

    ISBN: 978-958-716-121-2 (obra completa)

    978-958-716-122-9 (v. 1)

    978-958-716-130-4 (v. 2)

    978-958-716-131-1 (v. 3)

    978-958-716-132-8 (v. 4)

    978-958-716-133-5 (v. 5)

    978-958-716-134-2 (v. 6)

    978-958-716-137-3 (v. 7)

    Vol. 1. Historia universitaria: la universidad en Europa desde sus orígenes hasta la Revolución Francesa. -- Vol. 2. Historia universitaria: la universidad en Europa desde la Revolución Francesa hasta 1945. -- Vol. 3. Historia universitaria: la universidad en América, Asia y África. -- Vol. 4. Historia universitaria: los movimientos estudiantiles. -- Vol. 5. Enfoques universitarios. -- Vol. 6. Organización universitaria. -- Vol. 7. Administración universitaria.

    1. UNIVERSIDADES. 2. UNIVERSIDADES - HISTORIA. 3. MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES. 4. ADMINISTRACIÓN UNIVERSITARIA. 5. AUTONOMÍA UNIVERSITARIA. 6. PLANIFICACIÓN UNIVERSITARIA. 7. EDUCACIÓN SUPERIOR - HISTORIA.

    CDD   378 ed. 21

    Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca General

    __________­­­­­____________________________________________________________________

    ech. Julio 28 / 2008

    Capítulo 1

    ADMINISTRACIÓN

    UNIVERSITARIA

    INTRODUCCIÓN

    Es pertinente anticipar algunas nociones generales sobre empresa, organismo y estructura, en cuanto aplicables al estudio de la administración universitaria y de los ejercicios de la autoridad.

    1. ¿QUÉ ES EMPRESA?

    El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española registra como empresa la acción ardua y dificultosa que valerosamente se comienza, o un intento o designio llevado a cabo, en especial cuando en él intervienen varias personas.¹ De donde la corriente acepción de empresa como la natural acción humana de acometer, por lo general en común, y de organizar y sostener, de manera eficaz, iniciativas para alcanzar con calidad, y no excluidas las eventualidades riesgosas, beneficios de orden y desarrollo social u objetivos de la empresa misma.²

    1.1. Clasificación de las empresas

    Por sus causas eficientes, son empresas oficiales las de oficio³ creadas por el Estado, a diferencia de las nacidas de la espontánea voluntad privada y con fundamento en el derecho natural de emprender.⁴ Si estas empresas surgen por iniciativa de alguna entidad privada preexistente, se las considera de origen indirecto.⁵ Por la iniciativa y el acuerdo conjunto de lo oficial y lo privado existen las empresas de naturaleza mixta.

    Por causa de sus fines y metas y por la capacidad propia de operar, las empresas son de carácter productivo, industrial y comercial o de servicio, en consonancia con los determinantes tradicionales de la economía. Llámanse entonces empresas de producción, en gracia a su actividad fundamental, las agrícolas, por ejemplo; e industriales, por el conjunto de acciones para la obtener, transformar, transportar –u otras– de uno o varios productos o recursos naturales.⁶ Las empresas comerciales, en cambio, o de prestación de servicios, se ocupan en los negocios de comprar, vender, permutar, o realizar otras transacciones, los productos de la empresa productiva o industrial.

    Sin negarles a estos tipos empresariales la capacidad y voluntad de servir al orden social, otras empresas, no ocupadas en trajines industriales y comerciales, llámanse empresas de servicio en razón de sus actividades de beneficencia, acción política, distribución de servicios al público, servicios bancarios y actividades religiosas, deportivas, de educación... En fin, por el destino dado al incremento económico y financiero, ha solido distinguirse entre las empresas dotadas de ánimo de lucro y las desprovistas de tal espíritu.

    La precedente clasificación de las empresas aparece en el Esquema 1-1.

    El carácter específico de cada empresa derivado de la naturaleza y modo de actuar de las causas, se consagra mediante el acto jurídico de la autoridad competente del Estado para el reconocimiento de la personería jurídica.

    La fuente de los recursos materiales, económicos y financieros no decide por sí misma la naturaleza jurídica de la empresa. Nacen y subsisten empresas privadas con fondos oficiales y el carácter de oficial no se afecta por el aporte de fondos privados.

    Supuesta su naturaleza y cualquiera sea la órbita de servicio prestado, las empresas están llamadas a satisfacer sus fines sociales. Oficiales o privadas, las empresas son por igual necesarias e importantes para el bienestar social y al Estado y al gobierno les compete velar, con idéntico cuidado, por la estabilidad y el progreso de ambos órdenes empresariales. Las empresas de carácter privado consultan mejor el derecho natural de todo ciudadano para emprenderlas y coinciden mejor con un orden de libertades.

    Siendo las empresas entidades sociales, tienden a aproximarse y coordinarse por razones de afinidad o complementariedad de objetivos, recursos, planes de acción. En esta forma, enriqueciéndose entre sí, prestan asistencias más globales e integradas a la sociedad.

    Esquema 1-1

    1.2. Recursos y eficacia de la empresa

    La convergente cooperación de voluntades, capacidades y capacitaciones es causa determinante de la eficacia empresarial; y a quienes así de consuno colaboran se los denomina recursos humanos o sustento de la empresa, pues con sus acertadas acciones garantizan la existencia y el logro de sus objetivos. Este logro humano incrementará la calidad si, además, la empresa posee los adecuados recursos materiales: físicos, técnicos, financieros y económicos.

    1.3. Estabilidad de la empresa: el retorno

    La estabilidad de la empresa exige recompensas por cuanto ella invierte y emplea para el cumplimiento de sus fines. Si los esfuerzos empresariales redundan en provecho colectivo, también la empresa debe ser beneficiaria por medio del retorno. Se verifica así el saludable círculo del mutuo y constante beneficio social y empresarial.

    El retorno, recuperación o recompensa es susceptible de múltiples significados. La manifiesta satisfacción de la sociedad por los servicios empresariales percibidos perfecciona y estimula la acción de los recursos humanos de la empresa, la cual, al mismo tiempo, requiere la retribución incrementada de los recursos financieros y económicos invertidos en la prestación de sus servicios. Por ello existe el justo y legítimo derecho a merecer excedentes, ganancias o utilidades que, reinvertidas por la empresa, le incrementen su capacidad de rendimiento y producción. Si el retorno es apenas equiparable, la empresa subsiste estática frente al riesgo de desaparecer. Y si la recompensa es racionalmente incrementada, la entidad deviene dinámica y progresista.

    Hay empresas extractoras de porciones de recursos naturales para transformarlos y prestar servicios industriales a la sociedad. Hoy, como siempre, abundan las razones para recuperar, restaurar y mantener al menos el equilibrio de la naturaleza, sustento de la vida.

    1.4. Autonomía de la empresa

    La capacidad de obrar, específica de una empresa, sustenta su autonomía de autogestión empresarial o facultad para dirigir sus operaciones hacia sus destinos. Los actos jurídicos de los cuales deriva la personería jurídica se fundan, en último término, en el reconocimiento a la empresa, de sus propias potencialidades de acción y de autodirección eficaz.

    En otros términos, la autonomía es de la empresa, fundada aquélla en el saber hacer y llevar a término sus propósitos con eficacia, estabilidad y calidad, mediante la adecuada adopción, dirección y manejo de sus recursos en beneficio de la sociedad. Autonomía no absoluta sino relativa al orden social, del cual la empresa es parte y a la vez gestora. Así, aunque el orden social condiciona y, en cierta manera, limita la acción autónoma, fortalece el alcance de la acción benéfica.

    Por acatamiento general, son ejercicios concretos de la acción autónoma orientada al servicio social:

    • La libertad o libertades de la empresa para escoger su carácter propio: si animada de tal o cual espíritu; si de producción, industrial o de comercio y de servicio y si con ánimo de lucro o sin éste.

    • La libertad para establecer el carácter, expansión y ámbito de sus servicios.

    • La libertad para seleccionar, escoger y procurar sus propios y adecuados recursos.

    • La libertad para fijar su forma de organización y dirección en lo referente a sus recursos humanos.

    • Y la libertad de escoger los sistemas apropiados para el manejo de sus recursos materiales y, en concreto, de los económicos y financieros.

    2. ¿QUÉ ES UN ORGANISMO?

    Para el logro de sus objetivos generales y específicos, la empresa suele dividir y distribuir sus funciones o acciones particulares entre órganos internos, por lo cual se la asimila a un organismo. De la división o dis-posición orgánica deriva la adecuada organización de la empresa.

    Esta terminología implica la similitud de la empresa y las organizaciones sociales con los organismos naturales, entidades organizadas de modo jerárquico o paritario, para el cumplimiento de sus respectivos fines naturales o sociales.

    El funcionamiento de los organismos naturales depende de las leyes de la naturaleza, de los instintos. Pero los organismos sociales, como la empresa, dependen, para su funcionamiento y el cumplimiento de sus fines, de normas de gobierno, administración y dirección derivadas de la libre y razonada libertad y decisión de la autoridad competente.

    Este gobierno y dirección es efecto primario de la organización, entendida en dos sentidos: asignarle su función o sus funciones a cada órgano y, además, determinarle su porción de autoridad, con el correspondiente órgano de gobierno y dirección. En el lenguaje y las concepciones modernas, se habla también de estructura de organización, gobierno y dirección.

    3. ¿QUÉ ES ESTRUCTURA? SISTEMA

    El término estructura es de múltiples aplicaciones, incluso, en cierto sentido, los conjuntos desordenados de objetos, por lo cual se afirma que sólo lo amorfo por definición carece de estructura.

    En el fondo, la palabra estructura responde mejor a la com-posición o cercanía y convergencia de partes en un todo, que a su dis-posición o distanciamiento. Pero en ambos casos el todo es más que la suma de las partes,⁹ subsistente principio orgánico aristotélico para constituir algún consenso sobre el concepto de estructura, tema tan de moda en la abundante y polisémica literatura actual: estructuras científicas y lingüísticas, estructuras teóricas y físicas y estructuras políticas, sociales, administrativas y académicas, como las universidades.¹⁰

    A veces, el término estructura se contrapone a organismo. O ambas palabras aparecen apósitas: estructura-organismo. O como unión de nombre y adjetivos: estructura orgánica u organismo estructural. O al modo de poseedor y poseído: la estructura del organismo.¹¹ Cualquiera sea el uso, los términos estructura y organismo aparecen con sentidos convergentes, conforme a su matiz propio. Nos importarán las partes componentes de una estructura o los órganos de un organismo y también la forma y el patrón según el cual las partes y los órganos se asocian o, mejor, se integran. Con frecuencia, las partes o unidades de la estructura están en su interior arregladas de conformidad con sus elementos componentes.

    El más alto y extenso concepto de estructuración orgánica, suele merecer el nombre de sistema.¹² Término por demás ambiguo, con el cual tratamos de explicar, y también con la palabra estructura, la interacción de partes, pero en un sentido más amplio, cuyos límites precisos en vano trataríamos de definir, sea cual fuere el sistema aludido: político, económico, educativo o de educación superior. Estos sistemas son elásticos y complejos, dada la abundancia de elementos convergentes: personas, costumbres, instituciones, acciones y propósitos.¹³

    4. EMPRESA, ORGANISMO Y ESTRUCTURA: CONVERGENCIA Y ALCANCE DE SUS SIGNIFICADOS

    Es fácil advertir la convergencia de los conceptos de empresa, organismo u organización y estructura, así la palabra empresa enfatice el acuerdo de esfuerzos; la organización denote el diseño y distribución de funciones asignadas a los recursos de la institución, y la estructura o la composición de partes –cara visible de la empresa– se asimile a los repositorios de la autoridad y a los ductos o canales por donde fluyen los mandatos y acciones para el cumplimiento de los fines empresariales. Estos serán mejor logrados si la unión de voluntades actúa en una estructura bien organizada. En síntesis, la empresa posee cualificados y eficientes recursos de organización institucional.

    Pero el cuidadoso examen de la abundante literatura contemporánea sobre el tema empresarial nos descubre la carencia de un pleno consenso sobre el significado de los términos cuya convergencia señalamos. Más aún, por efecto de la Revolución Industrial, todos ellos, en particular la palabra empresa, más expresiva si abarca la gran variedad de los emprendimientos humanos [Intr., 1], se redujo hasta denotar, de manera exclusiva, las instituciones, organismos y estructuras de carácter productivo industrial y comercial y la prestación de servicios, en cuanto comprometidas con los propósitos económicos y adictas a los procedimientos mercantiles.

    Surgieron, entonces, desde el tránsito del siglo XVIII al XIX, los intereses por la administración como acto ligado al concepto fabril y comercial de empresa y, más hacia nuestros días, a la management science gestion en francés– o constelación de ciencias y conocimientos sustentantes del arte de gobernar, dirigir y liderar, de gerenciar la empresa –en su reducido significado– y de controlar los procesos garantes de la calidad del producto.

    En muchos casos, el conjunto de saberes de la management science o ciencias de la administración, parece haberse reducido a la organización interna de la empresa –también en su angosto sentido–, dejando en el olvido la más auténtica y semántica significación del verbo administrar o tender la mano para la oferta generosa y externa de servicios a la sociedad. Pero en buena hora, escribe Tomás Calleja, el management ha trascendido ya la comprehensión tradicional y estrecha y "saltado a las colectividades de índole política o cultural, en las cuales siempre es preciso ordenar (organizar) racionalmente unos medios (o recursos) para la consecución de los fines perseguidos. (...) La concepción actual del management (o de la administración empresarial), superando parcialidades, pretende abarcar el horizonte global de la praxis humana en sociedad. En otros términos, se le recupera el contenido semántico a la palabra empresa, la cual, insiste Calleja, se ha desmercantilizado y adquirido un espectro que incluye corporaciones en las cuales el aspecto económico incide, (pero) en grados y modos muy diversos". El verbo administrar también ha retomado su más íntimo sentido de servir y no sólo el de la organización interna de la empresa. El management contemporáneo o gestión, cuyo fundamento científico es de índole interdisciplinaria, habla más de personas que de cosas.¹⁴

    5. LA UNIVERSIDAD: UN MODO PECULIAR DE SER EMPRESA

    Bajo el legítimo y amplio significado de la palabra empresa cabe el emprendimiento humano llamado universidad, cuyo origen nos explica el historiador Stephen d’;Irsay con lenguaje filosófico, tan del raciocinio medieval:

    Las universidades tuvieron una causa material: el aumento del caudal del saber humano a lo largo del siglo XII, y una causa formal: el desarrollo del espíritu de corporación, con el fin de defender los intereses comunes. El movimiento corporativo que dio lugar a la formación de los gremios, cofradías y hansas de artesanos y mercaderes, al reunir a los intelectuales, hizo surgir las universidades. Estas dos causas, material y formal, se produjeron al mismo tiempo; y al darse una causa eficiente, la mayor parte de las veces un hecho casual –presencia de un gran maestro, lucha contra el cancelario de la escuela catedral (...)–, fueron surgiendo las distintas universidades, también poseedoras de una causa final: la atracción de las carreras indispensables a la sociedad y, en último término, el servicio de Dios y de la Iglesia.¹⁵

    Las cuatro causas señaladas por el historiador d´Irsay explican la incipiente organización cuasi empresarial universitaria, mantenida y desarrollada a lo largo de la historia y requerida de recursos humanos y materiales. La palabra recursos puede entenderse como versión moderna de causas.

    Recursos humanos de la universidad son sus personas: directivos, profesores, estudiantes y todo el conjunto de quienes colaboran para vigorizar las funciones universitarias. Dicho con la filosofía reinante en la época medieval, la universidad sigue siendo la causa formal y eficiente de la tesonera y dinámica gestión en torno a la ciencia y el saber y, el estudiantado, la causa material o materia prima para imprimirle la figura de personas educadas, pensantes y servidoras de la cultura social o causa final.

    Los recursos materiales –adviértase la connotación moderna de la palabra–, sean ellos físicos o técnicos, financieros o económicos, le son ineludibles a la universidad, pese al peligro de ser convertidos en cierta especie de poder subyugante, y no subsidiario, como debe serlo, de los anhelos de academia, educación y servicio. Mas no por ello se los mire de soslayo o como si fueran una prescindible causa instrumental de los desempeños universitarios, así lo pertinente al logro y manejo de los recursos financieros posea su propio lenguaje y sus técnicas, en gran parte afines a las de otras empresas y con éstas compartidas.

    La universidad, institución autónoma fundada en la libertad del espíritu pensante y el poder del saber,¹⁶ aunque no acaricie ánimos de lucro, tiene derecho, como toda empresa, al justo retorno o recompensa por los servicios prestados. De lo contario, los recursos de organización institucional permanecerían estáticos e improductivos.

    6. NO OBSTANTE...

    ...expandida acepción de la palabra empresa, hay quienes traídos de justificable escrúpulo prefieren pensar que la universidad, emprendimiento humano según se dijo, es una empresa, si acaso, sui-generis y establecen tajantes distancias entre la administración empresarial y la administración universitaria, eludiendo así el riesgo de arrinconar en el olvido las peculiares misiones universitarias.¹⁷

    En general, unos pareceres se sitúan en torno a la naturaleza misma: causa formal de la universidad y su modo muy específico de ser una estructurada organización institucional, cuyos modos de acceder al cumplimiento de sus misiones –persona, ciencia y sociedad– y de sus funciones de educar, investigar y servir no son equiparables a las gestiones empresariales. La nota de autonomía universitaria, se agrega, no soporta fácil comparación con la autogestión de otras empresas.¹⁸ Por otro capítulo, se aducen el peculiar comportamiento de los recursos humanos de la universidad y los diferentes modos de obtención, rumbo y manejo de los recursos materiales, en particular de los económicos y financieros. Y es a su vez frecuente apelar a los sistemas de evaluación y acreditación institucional y de programas,¹⁹ tan propios del funcionamiento universitario, y al ejercicio de la autoridad y la participación en las universidades para insistir en la gran diferencia entre la universidad y otras concepciones empresariales. A este respecto, algunas opiniones:

    John J. Corson señala tres características de la empresa universitaria. Una,  la universidad no tiene uno sólo sino varios fines a la vez y difíciles de juzgar. En modo alguno pueden ser evaluados del mismo modo. Los criterios para medir el grado de libertad académica o del efecto transformador de la educación son, y quizás lo sean siempre, de naturaleza muy particular. Otra característica universitaria radica en la heterogeneidad de las personas. Los profesores, sea el caso, con su actividad tan diversificada; con la manera tan propia de sentirse vinculados a la institución y con su especial tipología de lealtades, producen una relación con la empresa, distinta de las demás. En fin, el carácter mismo de la institucionalidad, cuya departamentalización de unidades, bastante autónomas en su gestión administrativa y sobre todo académica, hace de la universidad una organización peculiar. Además, el influjo de quienes crean, subvencionan o controlan las universidades, es muy específico.

    Expuesto su parecer, Corson sugiere explorar tres asuntos sobre la organización universitaria: el papel respectivo de los participantes en el gobierno, el proceso en la adopción de decisiones y la consideración de la universidad en cuanto institución cuya naturaleza cualifica su dimensión empresarial.²⁰

    Convergente con el pensamiento de Corson, dice Burton R. Clark:

    La sustancia de la educación superior difiere de las organizaciones industriales, las burocracias oficiales y las tantas agencias pululantes en el sector empresarial sin ánimo de lucro. No que todo en la educación superior y en la universidad sea único y exclusivo. Muchos otros medios se están asimilando a la educación superior por fundamentarse en el conocimiento, la ciencia y la profesión. Pero las actividades universitarias tienen matices propios de la organización académica y formas y específicos problemas de comportamiento y autoridad.²¹

    Supuesta la naturaleza de los actos intelectuales y de conciencia educativa y científica cumplidos a diario y en todo momento en la institución del saber, no todo en ella es mensurable. A lo más es apreciable con criterios esquivos a toda demostración y cuantificación numérica.²²

    Glenn E. Brooks nos previene del intento de igualar las universidades y las empresas comunes y corrientes y del prurito de hablar de modernización administrativa en las universidades, al modo como el vocablo se usa en el lenguaje empresarial. Las universidades poseen, insiste Brooks, por lo menos cuatro peculiaridades que las separan de otras agencias de la sociedad, pues en gracia a la tradicional longevidad de su ser histórico, a sus aportes a las generaciones sucesivas de parsimonioso decurso por los caminos de la historia, a la naturaleza propia de sus misiones y a sus notas y sus funciones, las universidades son instituciones estables y no meras y pasajeras organizaciones.

    Las universidades son instituciones científicas, reacias, en muchos aspectos, a todo dictamen burocrático. Sus funcionarios y profesores son científicos y profesionales. Rectores y decanos velan por el orden institucional, pero nada los autoriza para regir en detalle la conducta investigativa y docente del profesorado, a la manera como el gerente y el jefe de un taller determina la acción cotidiana de empleados y trabajadores. Y Rudolf H. Weingartner precisa: Aunque sueñen con estar haciéndolo, los administradores académicos no gerencian a los profesores y estudiantes de sus facultades o departamentos. Los orientan.

    El acento universitario recae sobre la ciencia y la educación y no tanto sobre factores inmediatos, tan del afecto y cuidado en las empresas productivas y en algunas filosofías y conceptos del desarrollo social y económico.

    Las relaciones, en fin, entre la universidad-empresa con los medios políticos, económicos y sociales crean diversas circunstancias influyentes en la administración universitaria y no son equiparables a los nexos o relaciones entre la empresa productiva y su medio exterior.²³

    Las misiones universitarias –continúa Weingartner su incisivo juicio– aunque corporativas, por ser tan plurales y pluralistas contrastan con la misión empresarial. Todas las instituciones académicas, y no sólo las grandes multiversities aludidas por Clark Kerr, desempeñan diversas funciones al interior de la docencia y la investigación creativa, básica o especializada, para tan diversas profesiones y con recursos humanos de diferente índole. Y afirma además el mismo autor con sentido de máxima o aforismo: En las instituciones académicas, las fuerzas naturales son centrífugas y su arte de gobierno consiste, a lo más, en procurar propensiones hacia la coherencia. De aquí la importancia de la planeación, garantía de las acciones coordinadas y con acierto dirigidas.²⁴

    Con todo y las diferencias específicas entre la empresa-universidad y las restantes gestiones humanas, la administración universitaria conoce con los mismos nombres y parecidas interpretaciones las leídas en libros clásicos de administración empresarial, las etapas conjugadas allí prescritas, a saber: la planeación, la programación, la coordinación y la evaluación final y el círculo de retorno al paso inicial de planes y metas. Con lo cual, la administración universitaria se constituye en último intérprete de sus normas de comportamiento.

    Sin embargo –dice Alberto Moncada– un detenido análisis de las operaciones nos llevaría a formular las cuatro actividades de los altos administradores universitarios: protagonizar las relaciones fundamentales de la universidad con el Estado y la sociedad; preparar y formular las grandes decisiones, reglas o arbitrajes que, en virtud de una competencia preestablecida, les corresponde como última instancia del gobierno universitario; organizar y mantener abiertos los canales de comunicación mediante los cuales las diferentes unidades académicas de la universidad y sus personas participan en las actividades comunes; protagonizar las decisiones concernientes a los servicios generales o especiales y hacer posible la marcha universitaria.

    Todo lo restante es función delegada –ordinaria o simple–²⁵ a las unidades y a quienes actúan en la estructura total de la universidad, los cuales, a su vez y en escala inferior, cumplen también con sus propias gestiones administrativas.²⁶

    Pero es imprescindible anotar con ahínco la rica tarea del mundo universitario, cada vez más especializada y de mínima dirección. Con lo cual nos referimos a las actividades docentes, discentes e investigativas. La universidad está repleta de actos internos del entendimiento y de la voluntad, sobre los cuales es imposible y nugatorio legislar, prescribir, regular y controlar.

    En consecuencia, insiste Moncada, pocas organizaciones humanas se levantan sobre el supuesto específico, tan propio de lo universitario, de pensar que una vez señaladas las normas y líneas generales de acción, la mejor eficacia del conjunto venga dada por el grado de libertad e iniciativas personales, cuyas actividades peculiares no son integrables al conjunto por las vías de subordinación, sino de propósito global. En otras palabras, la empresa universitaria tiene, como una de sus herramientas más propias para valorar su eficiencia, el modo de garantizar la dedicación libre y entusiasta de la mayor parte –si no de todos, como es lo apetecible– de sus miembros a unas tareas que en su base los afectan. Por tal causa, el concepto de súbdito no halla legítimo alojamiento en el léxico universitario.

    Si la administración universitaria logra, coordinando actividades y recursos heterogéneos y escasos, una tan continua pasión de profesores y alumnos por sus tareas, que pueda traducirse en un clima de satisfacción, no siempre por los resultados habidos, sino por la calidad del empeño a lo largo de un determinado período, la administración universitaria está cumpliendo la mayor parte de su tarea.²⁷

    En este debate, el trayecto es inagotable y abundan las opiniones contrarias o contradictorias. Calleja nos habla de una revolución pendiente cuando intitula su libro sobre La universidad como empresa,²⁸ porque las universidades, estructuras organizadas, no deben mantenerse inmunes de cuanto enseñan en sus programas de administración empresarial. Correrían el peligro de alzarse cual torres de marfil, dificultando sus necesarios nexos con la empresa²⁹ y cultivando en su interior los consabidos morbos burocráticos.³⁰

    7. ¿QUÉ ES AUTORIDAD?

    Arriba [Intr., 2], hablando de los organismos sociales o no conducidos hacia sus fines por el simple instinto, sino regidos por seres libres, se afirmó la necesidad del mando. Procede entonces introducir ahora algunos conceptos generales sobre la autoridad, teniendo presente, en todo momento, la institución o empresa orgánico-estructural universitaria.

    Con el término autoridad se designan las cualidades propias de una persona física o moral, y sus implícitas condiciones y prerrogativas, y se motiva la aceptación a los mandatos de quienes poseen y ejercen la autoridad.³¹ J.M. Bochenski percibe la autoridad como una relación de tres términos: la persona consciente, física o moral, de ser el sujeto de la autoridad; el personal sobre el cual la autoridad se ejerce, u objeto de la autoridad, y el campo o ámbito de la jurisdicción.³²

    En el uso ordinario, el término autoridad –de augere, aumentar– suele ser de significado sinónimo con poder, del verbo latino possum. Algunos distinguen entre los dos conceptos: autoridad es la potestad, la facultad, la prerrogativa del mando, y poder es el ejercicio acertado o desacertado de la autoridad. De donde resulta defectuoso suplantar la autoridad por el poder o identificar poder y autoridad. Ello equivaldría al abuso de la autoridad y a mandar por mandar en desmedro de la autoridad, desgastada y desacreditada.³³

    Continuando en la distinción entre autoridad y poder, del segundo, al menos en sentido metafórico, lo poseen las fuerzas de la naturaleza. En cambio, a éstas no cabe asignarles autoridad alguna.³⁴

    7.1. Especies de la autoridad y su delegabilidad

    El autor citado, Bochenski, distingue dos especies de autoridad, conjugadas y ejercidas en la institución universitaria.

    Una es la autoridad fundada en el poder del saber de quien sabe más y mejor, y que por tanto es el sujeto de esta autoridad. Bochenski la denomina autoridad epistemológica, de episteme, con el significado de saber o conocimiento.

    Por su propia naturaleza entitativa, la autoridad epistemológica no es delegable. La ciencia, el saber, los conocimientos se enseñan, se trasmiten, admiten colaboración, pero de ellos no se hace entrega dadivosa mediante actos administrativos. En el ejercicio de la autoridad epistemológica tampoco es posible la representación, tema de nuestro ulterior manejo.

    Otra especie de la autoridad es la denominada, por el mismo autor, deontológica –o deóntica según Kelsen, de deomai, el deber ser. Esta no es la autoridad de quien más sabe acerca de algo, sino la pertinente a quien preside³⁵ por haber sido designado para tal efecto.

    La autoridad epistemológica es propia del universitario en cuanto científico y hombre de letras, en calidad de maestro o investigador. La deontológica caracteriza a quien acontece ser rector, decano, director de departamento, administrador académico. El fundamento de la primera especie de autoridad, reiterémoslo, es interno, la ciencia habida. El de la segunda es externo: es la norma o ley general, es el poder de gobierno depositado por algún tiempo en la persona, razón por la cual la autoridad deontológica es delegable en cuanto a la función, pero no siempre y salvo justa causa, de la responsabilidad.

    La autoridad epistemológica goza de la estabilidad del saber poseído e incrementado. La autoridad deontológica, aun nutrida de cualidades naturales o adquiridas de liderato, depende de normas verbales o escritas y designaciones externas.

    La primera especie de autoridad no supone dotes para el ejercicio de la segunda, ni viceversa. Pero es deseable que el portador de la autoridad deontológica sea a la vez señor de la autoridad epistemológica en el ámbito respectivo,³⁶ pues no ha de

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