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Pensamiento educativo en la universidad: Vida y testimonio de maestros. Volumen III
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Libro electrónico491 páginas6 horas

Pensamiento educativo en la universidad: Vida y testimonio de maestros. Volumen III

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Con las rápidas transformaciones sociales las universidades se están viendo apremiadas a reinventarse y reestructurarse como en ningún otro momento de su historia. Este tercer volumen de 'Pensamiento educativo en la universidad. Vida y testimonio de maestros', se constituye en un excelente ejemplo de la búsqueda y el logro de equilibrio entre tradición e innovación; pues en sus páginas, a través de las entrevistas y los in memoriam, se nos informa sobre cómo lograron los maestros elegidos —en virtud de su trayectoria educativa y sus aportes a la sociedad— poner en diálogo su experiencia personal y profesional con el ejercicio innovador en la docencia, la investigación y el servicio. De igual modo, se nos muestran los puentes que construyeron entre las demandas de la sociedad y las aspiraciones propias de la institución universitaria en la cual desempeñan o desempeñaron su vocación. Todos estos son ejemplos de delicados equilibrios sostenidos sobre un espíritu de dedicación, compromiso y coraje.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 may 2019
ISBN9789587814842
Pensamiento educativo en la universidad: Vida y testimonio de maestros. Volumen III

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    Pensamiento educativo en la universidad - Fabiola Cabra Torres

    editorial.

    INTRODUCCIÓN

    Este tercer volumen de la serie Pensamiento educativo en la universidad. Vida y testimonio de maestros es el resultado de un ejercicio de narración de trayectorias biográficas de profesores universitarios, que se construye en torno a conversaciones sobre la enseñanza y el maestro en la universidad contemporánea. Como en los volúmenes anteriores, la indagación se basó en entrevistas orientadas a explorar la historia de vida y trayectorias intelectuales de los maestros; su comprensión acerca de las nuevas generaciones de jóvenes; el sentido que le atribuyen a la docencia; algunas de sus preocupaciones y propuestas para la construcción de país con base en la enseñanza universitaria y su compromiso con la transformación social.

    Los maestros que reciben homenaje han dejado un testimonio viviente entre sus discípulos y colegas que ha trascendido a las comunidades educativas. Ellos son: P. Sergio Bernal Restrepo, S. J., in memoriam; Luis Felipe Silva Garavito, in memoriam; Simeón Moreno Ortiz; Olga Consuelo Vélez Caro; Robert Eugene Rosenberg; Silvia Cogollos Amaya; Hernando Bermúdez Gómez; Gustavo Zafra Roldán; Camilo Javier Bernal Vélez; Martha Cecilia López Maldonado; Albis Cecilia Hani Amador; y Janeth del Carmen Arias Palacios.

    El significado de ser maestro universitario, la dimensión política de la enseñanza, la pedagogía como acompañamiento y la enseñanza que construye país constituyen los temas centrales de este volumen. A continuación, se presenta un acercamiento a los testimonios que nos compartieron los maestros entrevistados que engloba elementos transversales presentes, en los cuales se puede apreciar cómo su actividad científica y formativa ha ocupado un lugar central en su proyecto de vida. Ante todo, son intelectuales comprometidos con los desafíos de su tiempo.

    EL SIGNIFICADO DE SER MAESTRO

    El maestro universitario tiene un doble rol que se configura en el cruce de la profesión de origen y la docencia: ser experto en su disciplina y fundamentalmente ser un educador que propicia experiencias de formación humana. Su identidad se ha construido en torno a su vocación educativa y de servicio a la sociedad a través de la enseñanza y la investigación. Más aún, la vocación es un requisito humano de su actividad docente.

    En la tradición universitaria el sentido y papel del maestro depende de los modelos educativos en los que desarrolla su labor pedagógica. De acuerdo con la misión educativa de la Pontificia Universidad Javeriana, el profesor no solo es un profesional comprometido, sino que también ha de

    [c]aracterizarse por su competencia académica y su idoneidad profesional; saber inspirar y motivar a los estudiantes en el marco de los valores que promueve la Universidad; investigar y comunicar pedagógicamente sus conocimientos y ser capaz de crear caminos con perspectivas realistas de acuerdo con las necesidades del país. Ser consciente de que su tarea educativa supera el ámbito puramente teórico y tiene una dimensión ética; poseer una actitud comprometida con la investigación y abierta a la realidad; y realizar un esfuerzo continuo de actualización científica, pedagógica y profesional¹.

    Acorde con estos rasgos, podemos decir que la tarea del profesor universitario no es meramente informativa, no se limita a la transmisión cultural, sino que se revela como una práctica social con impacto en la transformación de las comunidades. La labor del profesor es, al mismo tiempo, conservadora y disruptiva: lleva al sujeto a un encuentro con la cultura, pero en ese encuentro se abre el intersticio de la transformación de la tradición para que el mundo no siga siendo el mismo. El significado de ser maestro expresado en los testimonios recuerda que la tarea formativa está impregnada de experiencia y madurez, de responsabilidad y alteridad, de momentos para compartir la vida y de entregarnos al otro:

    Para ser profesor […] se necesitan muchos años de vida, de vocación, de experiencia [...]. Ese oficio de maestra, que para mí es y que ha sido el más importante en mi vida, es algo que se va madurando a través de los años (S. Cogollos Amaya).

    Creo que ser maestra es como darte tú misma en aquello que estás enseñando [...]. Es como la vida que se sigue dando y que se sigue revitalizando en una misma, en primera instancia (O. C. Vélez Caro).

    […] Es una profesión cargada de satisfacciones, no solo tiene la facultad de ayudar a los alumnos a desarrollar su máximo potencial, porque ese es uno de nuestros objetivos y logros, sino que también podemos contribuir a mejorar la calidad de educación en nuestra Universidad (A. Hani Amador).

    Para mí, ser profesora universitaria ha sido mi vida. La enseñanza de la microbiología es un pretexto para entrar en contacto con el otro, para tocar el corazón del otro [...]. Para mí es tener la oportunidad de compartir experiencias de vida con los estudiantes, es compartir una manera particular de hacer las cosas [...]. ¡Entonces, ser profesor universitario es respeto, es optimismo, es confianza! (J. Arias Palacios).

    Lo único que sé es que fue mi vida entera: oportunidades para incrementar la lectura, escribir para unas escasas publicaciones, compartir espacios de la vida universitaria, participar en algunas investigaciones de campo, y emprender largos viajes por el mundo, eso sí, todo hecho con pasión (S. Moreno Ortiz).

    Ese contacto permanente con los estudiantes lo alimenta y le permite a uno ser cada vez más humano. Intervenir de alguna manera en la vida de otro ser humano es una responsabilidad y una oportunidad que lo obliga a uno cada día a ser mejor (C. Bernal Vélez).

    Además de ayudar a desarrollar el potencial humano de las personas, implica el reto de construir sociedad, para ello es indispensable poner a dialogar el aula con la realidad del entorno, acercarla a la diversidad social, y no pasar por alto que el aula está incrustada en una realidad histórica que organiza el sentido en los sujetos que ingresan a este espacio. Así lo expresan algunos docentes:

    Mi docencia universitaria ha sido una docencia basada en las realidades, porque siempre he estado metido entre las cosas de la profesión para después venir a la Universidad a enseñarlas y nunca he creído en los profesores que no tienen un contacto con la realidad. La academia es una burbuja en la que uno puede inventar mil cosas, pero hay que salir a embarrarse, además porque la Colombia que vivimos es muy diversa (H. Bermúdez Gómez).

    Para mí la docencia representa la parte yang, es decir, la estructura, la organización y también la disciplina de seguir estudiando, de encontrarme en un papel donde tengo que liderar algo. No puedo negar que la docencia me ha dado, no solo un estatus, sino una felicidad, que yo pueda tener un efecto positivo en la sociedad, creo que es algo muy positivo (R. E. Rosenberg).

    Ser maestro implica vivir en la condición de aprendiz permanente y reconocer el privilegio que otorga la relación pedagógica como crecimiento mutuo, como lo señala uno de los testimonios: ser maestro es un llamado del alma, antes que una profesión (S. Moreno Ortiz).

    LA ENSEÑANZA COMO ACTO POLÍTICO

    Paulo Freire, pedagogo brasileño, defendió la idea de una pedagogía liberadora y de poner en práctica una educación que transformara la estructura de la sociedad, nos enseñó que toda educación es un acto político porque puede ser emancipadora en la medida en que se da en el diálogo que reconoce en el otro sus propios saberes, concepciones, valores y subjetividades; y porque permite que el sujeto se enfrente con su realidad, de tal manera que tenga consciencia de sí y de las aparentes determinaciones que imponen futuros domesticados, para así problematizar lo dado y abrirse a lo inédito viable.

    En los testimonios de los maestros está presente un ejercicio autorreflexivo y comprometido con la formación del pensamiento crítico de los estudiantes, con la igualdad educativa y la transformación social, que refleja el sentido político de la enseñanza universitaria:

    En primer lugar, yo siento un compromiso porque los estudiantes se transformen ellos mismos y transformen la sociedad en búsqueda de un mundo mejor; que sean capaces de acercase a la realidad y puedan identificar esa realidad en la que están y se den cuenta de qué es lo que funciona y qué es lo que no funciona, y cómo pueden contribuir [...]. Las generaciones han cambiado porque el mundo ha cambiado. Hoy hay mayor empoderamiento, mayor consciencia de sí mismo y de sus capacidades en los procesos de transformación (S. Cogollos Amaya).

    Yo creo que no es solo un tema de disciplina sino, sobre todo, mi propia obsesión con la igualdad en una sociedad que es muy desigual en distintos niveles. Pienso en estudiantes que vienen de excelentes colegios, al lado de algunos que han estudiado en colegios no tan buenos, cuyo capital cultural es diferente. Con frecuencia me pregunto si la terminología que uso, de pronto, una persona no la va a entender. Esa es una angustia constante para mí, pero eso mismo me motiva a ser más creativo. Es un reto y yo me pongo frente a ese reto cada día (R. E. Rosenberg).

    Se trata de enseñarles que el conflicto te toca a ti, indirectamente, en tu formación. Por cierto, les organizo el trabajo de campo llevándolos a los museos. La última visita fue a la exposición El Testigo. Memorias del conflicto armado colombiano, de Jesús Abad Colorado, para que vean qué ha sido el conflicto en el país, cuando todavía se discute si en Colombia hubo conflicto. Estamos volviendo otra vez a la tesis de que aquí lo que hubo fue unas bandas criminales. Entonces, los muchachos ven eso y se impactan, las fotos de Jesús Abad Colorado muestran algo tenaz (G. Zafra Roldán).

    Hay que mencionar, además, que la enseñanza, en tanto acto político, se ofrece como una intencionalidad liberadora. Así, por ejemplo: La historia no solamente es constructora de conocimiento, sino que su enseñanza es liberadora señala una profesora; de igual modo, se señala que en la educación teológica: La fe no puede ser ajena a los problemas de justicia social, que la fe se comprometa con la transformación de la sociedad, que la fe no sea de capilla sino de vida, este es el horizonte liberador (O. C. Vélez).

    Por otra parte, el sentido de la enseñanza también alude el cultivo de la insatisfacción por el presente, a labrar la esperanza y al derecho al delirio, en palabras de Eduardo Galeano. Como lo narra uno de los maestros entrevistados: No solamente se requiere de una formación profesional enfocada hacia una educación que prepare para el mundo del trabajo, que a la postre resulta gris y muy pragmático; sino estimular para que el sueño y la ilusión estén presentes en el ser humano (S. Moreno Ortiz). También nos lo recuerda el padre Gerardo Remolina:

    La acción política de la universidad consiste en proyectar su saber sobre la sociedad para transformarla. Esta proyección ha de realizarla de diversas maneras. En primer lugar, conociendo la realidad en que vive y generando nuevos diagnósticos. Este conocimiento no puede ser un saber abstracto, sino concreto⁴.

    Lo dicho hasta aquí nos acerca al legado de las pedagogías críticas, en cuanto la educación como praxis emancipadora es fundamental para la construcción de sociedades más inclusivas y justas; parten del reconocimiento incómodo de que la sociedad se sostiene sobre promesas modernas incumplidas, como la igualdad, la libertad y la fraternidad.

    En este escenario, el papel del maestro universitario es el de un intelectual de la cultura con la capacidad de incorporar de manera reflexiva y crítica en los procesos de formación, los grandes temas vigentes de la sociedad global y local; de convocar a nuevas generaciones desde el conocimiento del país y sus problemáticas más acuciantes; contribuir al uso ético y creativo del conocimiento con sentido social; y desarrollar en los estudiantes el pensamiento crítico, la capacidad de problematizar y desnaturalizar las desigualdades. Todo ello propiciando un proceso de transformación social mediante el compromiso de personas conscientes y críticas.

    VIVIR LA PEDAGOGÍA COMO ACOMPAÑAMIENTO

    La experiencia educativa que propician los maestros entrevistados acontece en un clima de aprendizaje donde prima el gesto de acompañar y cuidar al otro en el proceso de formación. Ellos refieren a aspectos que consideramos fundamentales y significativos porque contribuyen al proyecto y misión institucional de formación integral en la Universidad.

    Algunos de los maestros entrevistados consideran como elementos fundamentales de la pedagogía universitaria las relaciones no jerarquizantes, el discernimiento, el acompañamiento, el cuidado del otro y el compromiso vivencial con lo que se enseña:

    En el ámbito educativo el maestro mismo debe ser muy respetuoso con el estudiante y no violentarlo. Nosotros los maestros, desde nuestra posición privilegiada de conocimiento, algunas veces planteamos jerarquías que son leídas por los estudiantes como agresión. Ellos requieren sobre todo de una orientación crítica que los confronte y los conduzca al estudio y a la investigación, más que de una agresión (S. Moreno Ortiz).

    Creo que con el discernimiento continuo uno tendría que ayudar a que los alumnos entiendan el mensaje, tampoco que se crean todo lo que tú dices, pero que también te presten atención y disciernan sobre eso que tú les dices, los otros autores, los otros profesores, y hagan su síntesis personal (O. C. Vélez Caro).

    Con respecto a los estudiantes, también ha sido una experiencia increíble, sobre todo con esa figura de consejería que existe en la Universidad, que no es solamente una consejería académica sino una consejería de vida, de las problemáticas de los estudiantes. Entonces, más en la carrera que en la maestría somos consejeros. Nosotros invitamos a los estudiantes cuando tienen problemas y tenemos una ventaja frente a otros programas en la Universidad y es que esta no es una carrera grande, entonces uno puede tener una relación más individual y además lo hacemos, así estemos llenos de trabajo (S. Cogollos Amaya).

    Me encanta ser consejera académica, siento que empecé a ser consejera antes de que fuera establecida de manera formal en la Universidad. Desde siempre he tratado de orientar a cada estudiante que se ha acercado a preguntarme sobre su trabajo de grado, sobre los lugares de práctica, por ejemplo. También me he acercado para hacerles saber que cuentan conmigo, por si quieren conversar, aquí estoy para escucharlos (J. Arias Palacios).

    La cura personalis es un principio de la pedagogía ignaciana que nos dice que tenemos que cuidarnos; en clase de danza, el bailarín no tiene que subir la pierna de una, no se trata de eso, se trata de empezar con cada persona y ver cómo se va desarrollando y cómo se va cuidando y acompañando ese proceso. Por otro lado, tenemos el discernimiento, que, para los jesuitas, es darse cuenta de que Dios nos muestra cómo desarrollarnos. Ahí está la somática. El uso de la somática busca fomentar la consciencia y el conocimiento incorporado a través de la experiencia directa. La somática es el campo que estudia el cuerpo percibido desde adentro, en primera persona (R. E. Rosenberg).

    El papel de un profesor es ser un guía, un acompañante, que los estudiantes se convenzan que a pesar de sentir que son caminantes en este proceso, entiendan que en realidad dentro de ellos está el camino (C. Bernal Vélez).

    Los estudiantes tienen la capacidad de advertir si un profesor realmente tiene un compromiso vivencial con lo que enseña, o si eso es un contenido intelectual. Ellos deducen para quién es muy importante lo que hace, y para quién es algo que se hace, sin mayor interés. De manera que, cuando se va a enseñar algo, se tiene que estar seguro de que uno tiene puesta la mano en el corazón, y que uno va a aprender con sus estudiantes, porque enseñar es la mejor forma de aprender (H. Bermúdez Gómez).

    La clave del acompañamiento tiene que ver con hablar el mismo lenguaje del joven, no hacer juicios o censurar y sobre todo escuchar. Estas alusiones a una pedagogía centrada en el sujeto que aprende recuerdan los principios ignacianos y la cura personalis, en la educación jesuita, entendida como el cuidado integral de la persona a través del acompañamiento para que el otro crezca, siempre respetando sus particulares circunstancias y con aprecio a sus capacidades y necesidades².

    La concepción de cura personalis que ofrece el P. Peter Hans Kolvenbach, S. J., insiste en el cuidado de la persona, en un servicio sensible a la diversidad de las personas —su edad, su cultura, su madurez espiritual, su condición de vida—, en el que se requiere un ambiente de mutua confianza, una confianza siempre difícil de ganar y fácil de perder³.

    Con la emergencia de la educación virtual los maestros universitarios se preocupan por los modos en que se están transformando las relaciones de alteridad y de contacto físico necesarias para estrechar lazos en el acompañamiento:

    Nos hemos globalizado mucho, pero hemos perdido esto de darnos la mano, que es esencial. A mí me preocupan mucho los métodos educativos virtuales porque no sientes al otro, no sientes el calor humano del otro (G. Zafra Roldán).

    Algunos riesgos presentes en el acompañamiento están dados por situaciones en las que se desconocen los momentos vitales y las diferencias individuales de los estudiantes; no se ofrecen espacios adicionales de tutoría y consejería oportuna para que avance sobre aquello que le cuesta trabajo y en lo que no puede avanzar; así mismo, cuando la conversación con el estudiante tiene como único referente sus resultados académicos³. De este modo, la cura personalis refiere a la tarea formativa y educadora del maestro universitario como una actitud se servicio:

    He aprendido sobre la diversidad, sobre sus conflictos, sobre sus angustias, sobre cómo ven el mundo. Ahora, a veces estoy a tono, otras veces no, pero como directora de la carrera me ha tocado enfrentar muchísimas situaciones muy difíciles de droga, de sexualidad, de angustias, tristeza, etcétera, porque eso también forma parte del ejercicio docente. Ahora, trato de acercarme, comprender, entenderlos, de ver cómo los puedo ayudar. No soy psicóloga, pero si ellos acuden a mí, ya sea en el salón de clase o fuera, los ayudo y oriento (S. Cogollos Amaya).

    El siguiente aspecto de la pedagogía refiere a que los maestros universitarios encuentran en los procesos de formación satisfacciones y frustraciones.

    ¿Cuál ha sido la mejor satisfacción mía como docente? Ver el éxito profesional y personal de cada uno de nuestros egresados (A. Hani Amador).

    Se podría decir que en el campo de la educación uno no tiene muchas recompensas. Pocas veces te dicen que lo hiciste bien, pero la recompensa verdadera está cuando vemos que nuestros egresados son excelentes profesionales y tienen logros en el campo laboral (M. López Maldonado).

    Frente a las satisfacciones están las frustraciones del maestro que obedecen a diversas situaciones, algunas relacionadas con estudiantes que no manifiestan el deseo de aprender o no tienen circunstancias favorables para permanecer en la Universidad:

    Yo creo que todo maestro se siente frustrado cuando no llega a la totalidad de sus estudiantes. Siempre hay un reducto de estudiantes que no creen, no les interesa, o tienen otros intereses, y la frustración es no haber alcanzado a sensibilizarlos (S. Moreno Ortiz).

    A veces se encuentra uno que hay estudiantes que pueden pagar nuestras matrículas, pero no le ven interés a estudiar. Van a la clase y no les interesa participar. Esos estudiantes lo frustran a uno (H. Bermúdez Gómez).

    Mis grandes frustraciones se presentan cuando quedan estudiantes excluidos al final del semestre. Por ejemplo, cuando veo estudiantes que se retiran de la Universidad porque no lograron articularse por sus diversidades. Cuando veo que hay padres que no tratan muy bien a sus hijos (S. Cogollos Amaya).

    El estudiante tiene que aprender a saber qué es ser médico, la deserción se da muchas veces porque desconocen claramente cómo es el servicio social que ellos deben prestar, la responsabilidad social que adquieren al terminar la carrera de Medicina (A. Hani Amador).

    Ahora bien, en el acto pedagógico, la enseñanza implica reforzar la decisión de aprender, de persistir y sobreponerse, pero cuando no se logra esta disposición en los estudiantes, la reflexión sobre lo que está originando la experiencia formativa resulta, a la vez, iluminadora y dolorosa para el maestro. Por un lado, Philippe Perrenoud nos recuerda que la profesión docente requiere de una comprensión y un cierto dominio de los factores sociológicos, didácticos y psicológicos que están en juego en el aprendizaje que hace realmente compleja nuestra intervención y acompañamiento⁴. Por otra parte, la reflexión pasa por comprender que el acto pedagógico es intersubjetivo por lo que no solo depende del maestro, sino que el estudiante debe también disponerse para participar en él, por lo que atribuirle solo la carga al maestro es desconocer la naturaleza del proceso de formación.

    Ahora bien, hay frustraciones que provienen de los errores pedagógicos, de tener que abandonar proyectos, y también del desempeño profesional de egresados alejado de principios éticos, como se señala en estos testimonios:

    Tenemos siempre cosas que empezamos a hacer y salen mal o hay que dejarlas. También he tenido momentos de quiebre, por ejemplo, un manejo inadecuado de una situación en la clase (J. Arias Palacios).

    Cuando tal vez no hemos sido capaces de transmitir bien al discípulo el mensaje de excelencia, rigor, ética [...]. Hemos hecho muchas cosas, pero no nos podemos declarar satisfechos. No quiero parecer demasiado autocrítico, pero el alumno no puede pensar solo salgo de la universidad, qué puesto consigo, y cómo me va a mí. Me acuerdo mucho de la frase del padre Gerardo Arango: No podemos tener una universidad exitosa en un país fracasado. La formación de un abogado, además es un tema de compromiso con lo social. Es que cuando tú sacas un mal abogado, un mal abogado es un peligro social, es como sacar un mal médico (G. Zafra Roldán).

    Así que la praxis del maestro universitario está interpelada por la ética. Como señala uno de los entrevistados: Pondría en primer lugar del cuestionario la pregunta sobre la forma como nuestros egresados contribuyen al bienestar común (H. Bermúdez Gómez). Pues, no se puede hablar de desarrollo de la consciencia crítica cuando los egresados de un programa alcanzan excelencia académica, pero en su desempeño utilizan el conocimiento para el beneficio propio, olvidando la impronta de una profesión comprometida con el bien común que coloca por delante a la sociedad.

    EL APRENDIZAJE MUTUO COMO CLAVE DEL DIÁLOGO INTERGENERACIONAL

    La enseñanza universitaria tiene a las generaciones de estudiantes como referentes culturales, ya sea porque están atravesadas por la globalización cultural y el uso intensivo de las tecnologías de la información, o porque se reconoce que las formas de ser jóvenes en las sociedades contemporáneas constituyen una cultura en sí misma que debe ser comprendida⁶. Aprender de los estudiantes, de sus sensibilidades es algo que logran los maestros universitarios, a través del tiempo, y de la madurez que llega con la experiencia.

    Y uno aprende: sus sensibilidades, cómo ven el mundo, sus indiferencias, sus compromisos, eso lo aprendo. Ahora, no espero que sean como soy yo y espero que sean como son ellos, pero que se comprometan, eso es lo que a mí me interesa (S. Cogollos Amaya).

    Todo eso me llenaba de satisfacción, que ese reconocimiento venía de los estudiantes y no de los padres. Al principio uno reconoce que se deja meter el cuento de que es la autoridad del salón […] pero después fui madurando en la relación con los estudiantes (C. Bernal Vélez).

    En las relaciones intergeneracionales que se van tejiendo en las prácticas de enseñanza los roles van mutando, incluso los estudiantes pueden corregir a los profesores:

    En mis clases, cada dos o tres semanas, los estudiantes presentan un informe en primera persona, una autorreflexión del trabajo sobre sí mismo. No solo se trata de hablar sobre sí mismo, sino en el contexto de la clase de danza, de la experiencia de los principios somáticos. Es increíble cómo ya están programados, al comienzo siempre hablan de cómo son los otros, nunca hablan de sí mismos [...]. Ahora, los estudiantes más avanzados tienen la somática presente, incluso, corrigen a los profesores (R. E. Rosenberg).

    Igualmente, en el mundo interconectado de redes de datos, el estudiante puede conocer más o tener más información que el profesor sobre diversos asuntos, frente a lo cual está la posibilidad de asumir una postura abierta y de honestidad:

    Creo que los profesores aprendemos de los alumnos todos los días. Pero, el papel de maestro y educador ahora es más complejo. Por supuesto que el alumno es un foco, ese es el potencial. ¿Cómo leer el joven de hoy? Es muy complicado porque es un joven visual, que no te come cuento, que está todos los días buscando opciones nuevas. Y cuando el profesor no sabe, hay que decirle al alumno, honestamente, que uno no sabe. A mí no me da miedo decirlo. Muchas veces les digo qué bien que ya leyeron la jurisprudencia, porque yo no. Y, además, con eso los haces sentir bien, porque es una forma de decirles que ellos pueden saber más que el profesor. En el mundo interconectado, tú puedes saber más que yo, es un hecho (G. Zafra Roldán).

    La construcción metodológica de la clase universitaria es uno de los elementos que genera un punto de inflexión en los maestros universitarios, especialmente cuando no funcionan los métodos heredados. Es ilustrativa la reflexión de la profesora argentina Mariana Maggio cuando señala que lo que suelen hacer los docentes desde una perspectiva clásica en materia de didáctica ya está disponible para los estudiantes sin que necesiten participar ni presencial ni virtualmente, desde las pantallas de teléfonos y computadoras, por ejemplo: consultar periódicos digitales, visitar canales de video, que ponen al alcance de manera sencilla e inmediata recursos como documentales, conferencias y tutoriales que abordan contenidos diversos del aula. De modo que, en este escenario de información y comunicación mediada por tecnologías, las clases centradas en la transmisión comienzan a perder sentido⁷.

    El giro de la práctica educativa presenta el imperativo del aprendizaje mutuo. Por una parte, exige el reconocimiento de los cambios culturales que se producen en la sociedad contemporánea, que aluden a los cambios que se ven en lo rápido, en la inmediatez, y en la despersonalización, y por otro, a la necesidad de transitar reflexivamente, en estado de alerta creativa por las transformaciones en la construcción del conocimiento.

    Yo creo que estamos en una transición compleja, y especialmente para los pedagogos que nos tienen que orientar mucho sobre cómo combinar lo mejor de los métodos clásicos con los métodos nuevos de enseñanza de toda la revolución tecnológica. Entonces, por supuesto, para nosotros es difícil entender que un estudiante ande en clase con su celular porque uno no sabe si está hablando con la novia, o si está consultando la jurisprudencia. Eso es parte de la libertad del estudiante hoy de poderse insertar, ser responsable de su propio proceso educativo, o sea, el estudiante como agente fundamental de su proceso educativo (G. Zafra Roldán).

    Como profesora ya no soy la misma y la Universidad tampoco. Los retos que tiene la Universidad ahora son diferentes. Antes la vida académica era más simple, ahora el trabajo con los estudiantes es más complejo; la información la tienen en internet y también hay tutoriales para todo. ¿Entonces, qué les cuento? De hecho, es parte de lo que yo hago: lo importante es que haya esa interacción entre lo que se sabe y lo que hay que hacer. Tienen que ser experiencias muy vivenciales y experimentales, que puedan tener la posibilidad de crear, de descubrir por ellos mismos (J. Arias Palacios).

    La clase universitaria sigue siendo el escenario que se reinventa para propiciar prácticas de formación integral, es el espacio en el que se privilegia el respeto por la diferencia, la posibilidad de preguntar y disentir, y generar prácticas de lectura:

    Mi mayor preocupación es la formación de mis estudiantes, pero una formación integral. Por eso en clase les pido que reflexionemos en el hecho de estar donde estamos; en cómo nos vinculamos en el salón de clase como compañeros; si nos importa o no nos importa. No se trata de dictar una clase. La clase es el espacio en el que interactuamos y construimos a propósito de uno o diversos temas (S. Cogollos Amaya).

    Yo mantengo el mismo método de concentrarme en la lectura de los estudiantes, no les gustaba mucho porque exige esforzarse mucho para cumplir las metas de la materia, pero sigo teniendo la seguridad de que el que lee tiene una formación mucho más sólida, que el que oye o el que repite, obviamente (H. Bermúdez Gómez).

    En una sociedad que busca el valor performativo del conocimiento, el maestro universitario se ve interpelado por la necesidad de formar tanto en las competencias para la convivencia y el autoconocimiento, como en ayudar a los estudiantes a imaginarse las prácticas sociales para las que se les prepara en un mundo cambiante.

    ENSEÑAR EN UN CONTEXTO DESAFIANTE PARA UN MUNDO DESCONOCIDO

    El maestro universitario tiene el reto de construir sociedad a través de la investigación y la docencia, actividades que se retroalimentan constantemente. En la actualidad, los esquemas de valoración de la docencia que provienen de plataformas de medición o de políticas homogenizantes ejercen una fuerte presión en los sistemas de educación superior, a tal punto que las instituciones premian y reconocen prioritariamente los productos de la investigación que generan prestigio y reconocimiento visible, lo cual, a su vez, invisibiliza la enseñanza y la labor formativa, acentuando aún más el falso mito de la división entre docencia e investigación. Para algunos de los maestros entrevistados, como país no logramos reconocer la centralidad y la importancia de maestros consagrados a esta actividad. Al respecto señalan algunos dilemas y efectos no deseados en la enseñanza:

    Se le exige que sea profesor y buen profesor en sus clases; publicaciones semestrales, así sea de un artículo corto; liderar o vincularse a una investigación; elaborar una ponencia para asistir a determinado congreso. Son muchas las tareas que puede cubrir, solo algunas a cabalidad, pero otras quedan en lo superficial, y todo esto va en detrimento de su profesionalización y sobre todo en el debilitamiento de su práctica de enseñanza (S. Moreno Ortiz).

    Por una parte, es necesaria una política que ayude a valorar el profesado y exija su mejor preparación y promoción. Sin embargo, creo que Colciencias privilegia las ciencias exactas y aunque ha hecho algún esfuerzo por reconocer las ciencias humanas, no son todavía suficientes. Por otra parte, ser profesor no es solamente publicar y adquirir posiciones en el escalafón. Ser profesor es interactuar con los estudiantes, compartir su vida y sus sueños, crear consciencia crítica en ellos, es decir, hacer del aula un lugar de convivencia y crecimiento integral. Y creo que sí, que esos parámetros pueden determinar la enseñanza, porque lo pueden obsesionar con obtener un puntaje o con competir con los demás (O. C. Vélez Caro).

    Siento que ni siquiera es malo ni bueno, pero, obviamente, la investigación académica goza de más privilegios y es la que más puntos da en el escalafón. Yo estoy más allá de los puntos, estoy ad portas de cambiar mi vida. Cuando veo que la docencia no se tiene en cuenta, me pregunto: ¿dónde cabe la persona, el ser humano en eso? (R. E. Rosenberg).

    Todas estas observaciones se relacionan con formas de medición y comparación, que reducen la práctica docente a su elemento cuantificable, no obstante, otras prácticas de reconocimiento visibilizan de manera afirmativa los aspectos de alteridad y de construcción de humanidad. Es el caso de la actividad Carta al Maestro coordinada por el Centro de Asesoría Psicológica y Salud y apoyada por estudiantes voluntarios, que tiene como propósito favorecer el reconocimiento de la labor pedagógica que realizan los profesores de la Universidad, invitando a los estudiantes a escribir una carta dirigida a aquel o aquellos profesores que hayan sido significativos durante su formación académica. Una de las maestras entrevistadas en este homenaje, al recibir diversas cartas, nos compartió lo siguiente:

    Los estudiantes de primero sienten que les facilito su transición del colegio a la universidad, eso es bueno. De los mayores he recibido agradecimiento por haber apoyado sus procesos, por haber dado un consejo sabio en un momento de crisis o por haberlos hecho reír en un momento triste, por haber dado ánimo y motivación en momentos difíciles. Es una iniciativa muy linda de reconocimiento (J. Arias Palacios).

    Enseñar en la universidad contemporánea puede ser desafiante de distintas maneras: no solo por la diversidad radical y las consecuencias inesperadas de las múltiples transformaciones que emergen en distintos aspectos de nuestras vidas, sino por la responsabilidad que acarrea educar para un escenario social de pocas certezas que va configurando un mundo desconocido⁸. Sin duda, las universidades se tienen que repensar frente a los desafíos que tendrán que enfrentar los futuros profesionales como el cambio climático, las crecientes desigualdades y la condición deshumanizante de la convivencia en el planeta.

    De este modo, presentamos a continuación un conjunto de reflexiones que nos entregan los maestros entrevistados y que permite la apertura a mundos posibles en la formación universitaria:

    Yo creo que hay un discurso grande de la paz donde están inmersos muchos sectores de la realidad colombiana. La educación está inserta en ese gran interés nacional y sin dejar de lado estos empeños, también creo en lo micro: creo en el proceso de paz dentro del núcleo familiar, con los vecinos; en el transporte público; en ambientes de concurrencia masiva, como los conciertos y las marchas. Ahí es donde se mide el talante del ciudadano con características personales, y es donde se evidencia el respeto por el otro (S. Moreno Ortiz).

    En los últimos años he descubierto, dentro de este horizonte liberador, el rostro de la mujer como una de las más afectadas por esta realidad de injusticia. Ya no solo por el nivel socioeconómico, sino por el nivel cultural de estereotipos de género, entonces por eso también mi otro horizonte ahora es el feminista (O. C. Vélez Caro).

    Me preocupa que se quiera utilizar la historia como una herramienta ideológica y que, como herramienta ideológica, sea utilizada en las aulas de clase en los colegios. Porque si la vas a utilizar como una herramienta ideológica, lo que vas a hacer es falsear la historia y eso me preocupa enormemente [...]. Y es que no es solamente en Colombia, hablemos de cualquier país del mundo, como lo que sucede en Europa y el problema migratorio que han tenido de los países de oriente medio, donde se ha utilizado la historia como un arma de exclusión (S. Cogollos Amaya).

    Ya que lo planteas, en un mundo tan cambiante, el profesional tiene que estar moviéndose a una velocidad igual a la del mundo. Las carreras disciplinares tan rígidas van a tener problemas. Entonces, el abogado tradicional tiene un reto muy complejo. Tiene que estar abierto con las antenas a todo lo que está pasando en

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