Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias: Vol. 3. Historia universitaria: la universidad en América, Asia y África
La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias: Vol. 3. Historia universitaria: la universidad en América, Asia y África
La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias: Vol. 3. Historia universitaria: la universidad en América, Asia y África
Libro electrónico662 páginas9 horas

La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias: Vol. 3. Historia universitaria: la universidad en América, Asia y África

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

La Pontificia Universidad Javeriana se complace en ofrecer al mundo universitario la presente obra, que recoge la mayoría de los escritos del P. Alfonso Borrero Cabal, S.J., sobre la historia, la naturaleza, las características, funciones, realidades y proyecciones futuras de la universidad. Se trata de una colección de trabajos gestada a lo largo de muchos años, fruto de su intensa experiencia universitaria, de una paciente investigación personal, y de una continua interacción con sus colaboradores, colegas y amigos universitarios. La obra, tal como se presenta en la presente edición, consta de siete tomos organizados de la siguiente manera: los cuatro primeros recogen las conferencias relativas a la Historia de la universidad; el tomo V agrupa las conferencias sobre los Enfoques o la filosofía universitaria; el tomo VI se refiere a la Organización de la universidad y el tomo VII a la Administración universitaria. Confiamos en que los lectores sabrán descubrir y gustar la pureza del pensamiento del autor, considerado como uno de los mejores conocedores contemporáneos de la universidad.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 jul 2008
ISBN9789587167948
La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias: Vol. 3. Historia universitaria: la universidad en América, Asia y África

Lee más de Alfonso Borrero Cabal

Relacionado con La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias

Libros electrónicos relacionados

Métodos y materiales de enseñanza para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

1 clasificación0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias - Alfonso Borrero Cabal

    GENERAL DE LA COMPAÑIA DE JESÚS Y

    GRAN CANCILLER DE LA UNIVERSIDAD

    Adolfo Nicolás Pachón, S.J.

    PROVINCIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN COLOMBIA Y

    VICE-GRAN CANCILLER DE LA UNIVERSIDAD

    Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo, S.J.

    RECTOR DE LA UNIVERSIDAD

    Joaquín Emilio Sánchez García, S.J.

    RECTOR DE LA SECCIONAL DE CALI

    Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

    CONSEJO DE REGENTES

    Gabriel Ignacio Rodríguez Tamayo, S.J. (Presidente)

    Eduardo Uribe Ferrero, S.J.

    Luis David Prieto Martínez

    Alberto Múnera Duque, S.J.

    Julián Garcés Holguín

    Guillermo Hoyos Vásquez

    Joaquín Emilio Sánchez García, S.J.

    Mary Bermúdez Gómez

    Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

    Álvaro Vélez Escobar, S.J. (Secretario)

    CONSEJO DIRECTIVO UNIVERSITARIO

    Joaquín Emilio Sánchez García, S.J. (Presidente)

    Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

    Consuelo Uribe Mallarino

    Vicente Durán Casas, S.J.

    Iván Solarte Rodríguez

    Antonio José Sarmiento Nova, S.J.

    Sergio Bernal Restrepo, S.J.

    Roberto Enrique Montoya Villa

    Pablo José Quintero Delgado

    Catalina Martínez de Rozo

    Ismael Rolón Martínez

    Aura Bernarda Parra Santos

    Fabio Ramirez Muñoz, S.J

    Ángela María Robledo Gómez

    Víctor Hugo Restrepo Botero

    Jaime Alberto Cataño Cataño (Secretario)

    La Universidad

    ESTUDIOS SOBRE SUS ORÍGENES,

    DINÁMICAS Y TENDENCIAS

    Alfonso Borrero Cabal, S.J.

    TOMO

    III

    HISTORIA UNIVERSITARIA:

    LA UNIVERSIDAD EN AMÉRICA,

    ASIA Y ÁFRICA

    Compañía de Jesús

    Pontificia Universidad Javeriana

    Comité editorial de la obra

    La Universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias

    Gerardo Remolina Vargas, S.J.

    Jairo H. Cifuentes Madrid

    Arnoldo Aristizábal Hoyos

    Nicolás Morales Thomas

    Nelson Arango Mozzo

    Recopilación de textos

    Consuelo Gutiérrez de González

    Reservados todos los derechos

    © Compañía de Jesús

    © Pontificia Universidad Javeriana

    Derechos exclusivos de publicación y distribución de la obra

    Primera edición: Bogotá, D.C., septiembre de 2008

    ISBN de la obra: 978-958-716-121-2

    ISBN del tomo: 978-958-716-131-1

    Número de ejemplares: 500

    Borrero Cabal, Alfonso, S.J., 1923-2007

    La Universidad. Estudios sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias / Alfonso Borrero Cabal, S.J. -- 1a ed. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana,  2008.

    7 v. : ilustraciones, cuadros, diagramas y gráficas; 24 cm.

    Incluye referencias bibliográficas.

    ISBN: 978-958-716-121-2 (obra completa)

    978-958-716-122-9 (v. 1)

    978-958-716-130-4 (v. 2)

    978-958-716-131-1 (v. 3)

    978-958-716-132-8 (v. 4)

    978-958-716-133-5 (v. 5)

    978-958-716-134-2 (v. 6)

    978-958-716-137-3 (v. 7)

    Vol. 1. Historia universitaria: la universidad en Europa desde sus orígenes hasta la Revolución Francesa. -- Vol. 2. Historia universitaria: la universidad en Europa desde la Revolución Francesa hasta 1945. -- Vol. 3. Historia universitaria: la universidad en América, Asia y África. -- Vol. 4. Historia universitaria: los movimientos estudiantiles. -- Vol. 5. Enfoques universitarios. -- Vol. 6. Organización universitaria. -- Vol. 7. Administración universitaria.

    1. UNIVERSIDADES. 2. UNIVERSIDADES - HISTORIA. 3. MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES. 4. ADMINISTRACIÓN UNIVERSITARIA. 5. AUTONOMÍA UNIVERSITARIA. 6. PLANIFICACIÓN UNIVERSITARIA. 7. EDUCACIÓN SUPERIOR - HISTORIA.

    CDD   378 ed. 21

    Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca General

    ____________________________________________________________________

    ech. Julio 28 / 2008

    Capítulo 1

    LA EDUCACIÓN Y LA UNIVERSIDAD NORTEAMERICANAS

    INTRODUCCIÓN

    El despoblamiento europeo en el siglo XVI infló velas exploradoras hacia el septentrión de América. En 1532, hombres de Hernán Cortés costearon por California y, en 1565, navegantes españoles fincaron la colonia de San Agustín, en la Florida de hoy, asistida con escuelas, tres años después, para la evangelización de los indígenas. Los franceses llegaron a Acadia y Québec cuando apenas nacía el siglo XVII (1605 y 1608).

    En 1624, inmigrantes alemanes y neerlandeses desembarcaron junto al Hudson y tras negociar tierras con los indígenas, las denominaron New Amsterdam, en 1626 el New York de los ingleses. Los suecos, en 1638, posaron sobre las márgenes del río Delaware. Judíos de Portugal, presbiterianos de Escocia, españoles y sectas religiosas alemanas se desperdigaron por doquier pudieron y les fue útil y grato. El mercado de la esclavitud embarcó razas africanas hacia el continente nuevo.

    Los ingleses, llegados en abundancia, sembraron trece colonias a las brisas del Atlántico: Virginia, Massachusetts, Maryland, Rhode Island, New York, New Jersey, Connecticut, New Hampshire, Delaware, North Carolina, Pennsylvania, South Carolina, Georgia. Rencillas religiosas, luchas militares, ambiciones de dominio, alianzas de oportunidad con comunidades indígenas mediaron entre el estreno de las tierras vírgenes y el triunfo final de lo inglés: ley, lengua, educación, costumbres.

    Los estudiosos atribuyen el dominio del Albión a la prosperidad educativa en tiempos de los Tudor y los Estuardo, dinastías sucesivas en 1603; al entrenamiento intencionado de las generaciones que retoñan en América para colonizarla y permanecer en tierra intacta. Y no falta quien lo diga, a esa curiosa mezcla de Dios, rey y riqueza agazapada en el fondo de los anglosajones.¹

    Dejamos estudiado el origen y desarrollo de la universidad en los Estados Unidos de América.² Ahora, alguna breve remembranza de la historia nos será necesaria para trazar, en la primera parte, la composición de lo que pueda llamarse el sistema educativo de Norteamérica con énfasis en la educación superior, e indagar, en la segunda parte, el alma o filosofía de este estilo de universidad, catalogado por Paul Ricoeur entre las universidades de la idea.³

    En ambos enfoques del imprecisable sistema prestaremos atención a la convergencia de las tres corrientes de la universidad europea decimonónica.⁴ En momento mañanero y a través del Harvard College modelado sobre el Emmanuel College de Cambridge, Inglaterra aportó un pequeño fragmento de su universidad: el protestant college desprovisto de las facultades profesionales de herencia medieval. De raigambre germana son la tradición científico-investigativa, el seminario y la libertad de pensamiento. De Francia y la Europa continental son las insinuaciones profesionales y el anticipado cuño francés el intento fallido en Norteamérica, de constituir la Universidad Nacional de los Estados Unidos.⁵ Estas tres corrientes importadas se asimilaron a lo norteamericano, en atención a necesidades domésticas y al fuego de la Declaración de Independencia (1776), uno de cuyos inspiradores fue Thomas Jefferson, universitario por excelencia.⁶

    Concluiremos aludiendo a la expansión e influjo mundial de la universidad norteamericana.

    Primera parte

    CONFORMACIÓN O ANATOMÍA INSTITUCIONAL DE LA EDUCACIÓN Y LA UNIVERSIDAD NORTEAMERICANAS

    Muy variadas son en los Estados Unidos las denominaciones institucionales referentes al alto nivel de la educación –higher education–, equivalentes y equiparables a la palabra university. A éstas aludiremos, y a las institutions⁷ subsiguientes, analizadas en consonancia con las tareas propias de la educación superior: la conservación e interpretación de los conocimientos y de las ideas; la búsqueda de la verdad y el cómo ganarse la vida mediante el ejercicio profesional, y la función universitaria de servicio.⁸

    1. SISTEMA EDUCATIVO INICIAL

    En el modo educativo⁹ norteamericano, las grammar schools corresponden al nivel elemental de otros arreglos escolares del mundo. Es la primaria, prolongada y confirmada en las high schools, no siempre equiparables al nivel secundario de los sistemas fieles al esquema napoleónico.

    Estos niveles –o gran nivel inicial–, diferenciados en su interior desde los tiempos coloniales, son para todos. Las high schools no son selectivas, ni todas descuellan por su nivel académico o vocacional. Las hay de varias orientaciones atinentes a objetivos más o menos clásicos y literarios, o a la formación para ocupaciones menores. Los currículos, afectos a lo enciclopédico, están sobrecargados de asignaturas y actividades extracurriculares para enrumbar a la persona hacia la vida, sin por fuerza inducirle orientación alguna, científica o profesional definida. En el modo norteamericano, poco haría quien no diera paso adelante hacia el college.

    2. LA UNIVERSITY Y LOS SCHOOLS O COLLEGES

    Los schools o colleges y las graduate schools componen la secuencia institucional de la educación superior norteamericana, siempre orientada hacia el servicio.

    Por lo general, los schools o colleges se dedican, con terminología muy propia, al pregrado o undergraduate level, en el cual, es curioso señalarlo, se mezclan dos aguas: la formación o educación pertinente a los planteles secundarios de otros países del mundo como los liceos de Francia, los gimnasios en Alemania y los colegios de bachillerato de España y Latinoamérica, y el aforo o bagaje preparatorio para la universidad.

    Rudolph H. Weingartner nos advierte diferentes relaciones, similitudes o correspondencias entre las expresiones undergraduate level o undergraduate education con la higher education. Ésta parece aludir a la alta meta perseguida: la persona educada que a juicio del mencionado autor, en términos aristotélicos, se conduzca bien a lo largo de su vida. En la undergraduate education se busca modelar y cultivar los rasgos característicos personales, aunque no aún ajustados a profesión alguna. Esta es tarea del bachelor’s degree. La liberal education o aproximación desinteresada al acto educativo y la general education facilitan los logros del undergraduate level.

    La general education se cifra en un juego de cursos o asignaturas señaladas, o dejadas algunas al arbitrio del estudiante y, en principio, precisa Weingartner, se ha de distinguir en ella entre las proficiencias o habilidades –proficiencies or skills– y las conversancies. Las primeras se sintetizan en la capacidad, comprensión y habilidades para el arte de leer y escribir –litteracy– para lograr algún manejo en lenguas extranjeras, matemáticas y en las destrezas con el computador –computer litteracy. Las conversancies significan la familiaridad con algo como la suficiente información sobre las ciencias y el pensamiento científico y la historicidad de todos los conocimientos humanos y de las relaciones internacionales, multiculturales y artísticas.

    De los profesores dotados de habilidad y pericias pedagógicas y didácticas, se espera ser capaces de transformar la pasividad estudiantil en activo aprendizaje o the transformation of student passivity into active learning. Por fuera del aula de clase, las actividades no curriculares tienen, a la manera de un hidden curriculum o currículo oculto, profundos efectos en los propósitos educativos de la undergraduate education.

    Es tanta la variedad y disparidad de formaciones logradas en los high schools, que los colleges y las universities, al seleccionar sus candidatos, confían en los recursivos y bien estructurados tests o pruebas de admisión practicadas por los más prestigiosos high schools y avalados por los accreditation boards. Los records escolares juegan papel secundario en el proceso selectivo. Weingartner acentúa la distinción entre el a priori view y el a posteriori view de la undergraduate education. Aquélla, selectiva o elitista, parte de cuanto la institución piense sobre la persona educada y educable. La segunda toma en cuenta las metas individuales del estudiante. Por supuesto, son visiones inseparables y conjugables.

    En los colleges o schools de la universidad impera lo docente sobre lo investigativo, de la cual actitud y actividad buena parte significativa se recupera con la práctica del seminario. Los estudiantes se agrupan en las cuatro etapas sucesivas conocidas como freshmen, sophomores, juniors y seniors, modos verbales también válidos en los cuatro años del high school. Es innumerable la riqueza de rutas profesionales: medicina o ingeniería, periodismo o administración, ingeniería o agricultura, entrenamiento y formación militar. También es posible dedicar los cuatro años del college a estudios y carreras académicas: física o biología, lenguas o química, letras o sociología.

    Al final del cuatrienio pregraduado se adquiere el bachelor’s degree, a veces un título combinado, porque el estudiante, además del estudio principal: el major académico o profesional, pudo o debió, en el mismo período, complementar su interés con el campo colateral del minor. El major, dominante, identifica al estudiante y depende de diferentes prácticas y prescripciones institucionales, de ordinario orientadas a la práctica profesional y variables en porcentajes de concentración y cantidad según se trate, en general, de un B.A. o un B.S. El minor, en el cual mucho juegan la capacidad selectiva del estudiante y la dirección del advisor, no suele estar tan sometido a normas prescritas. Siendo tan flexible cuanto en los Estados Unidos se pueda llamar sistema escolar, estos parámetros son por igual flexibles y plásticos.¹⁰

    A veces, los schools o colleges son parte de la university. Sin embargo, algunos funcionan con independencia para ofrecer, como se dijo y por lo general, programas de pregrado y en ocasiones, también de posgrado, así las instituciones conserven el nombre de school o college. Esto es, sin cambiar su denominación por university, pero cuyas funciones ejercen.¹¹

    Característicos del fenómeno educativo norteamericano son los liberal arts colleges. Ora funcionen por su cuenta o estén unidos a la universidad, acogen en su seno –como el nombre lo indica– disciplinas no profesionales. En algunos casos se denominan colleges of arts and sciences, de acuerdo con el distanciamiento impuesto por la Revolución Científica a estos dos grandes ramales del saber.¹²

    El elenco institucional educativo se completa con los junior colleges, de ordinario de dos años de duración de estudios prácticos; con los two-year colleges, profesionales y terminales, y con los community colleges. Cualquiera sea su contenido académico o profesional, son establecimientos de iniciativas comunitarias, y suelen orientar al estudiante hacia profesiones u oficios requeridos por el medio local donde estos colleges se erigen.

    Colleges y schools los hay de todas las calidades en los Estados Unidos. Más o menos selectivos, unos disponen de faculties más numerosas y capacitadas que los otros. Adictos a los conceptos residenciales del estudiante en el campus del college, o desasidos de la tradición colegial inglesa. De uno o de ambos sexos. Unos exhiben su confesionalidad específica: protestante, judía, católica..., también las universidades, y otros son adictos a los más variados principios ideológicos, raciales y filantrópicos. Es la más abigarrada policlase de instituciones establecidas en clima de abierta libertad, dada la carencia de un ministerio federal del ramo educativo. Mediante asociaciones –muchas y variadas– y acuerdos interinstitucionales y regionales, se evalúan entre sí para el logro de altos niveles académicos y para garantía de mejores servicios al orden democrático de la nación. En general, en los arreglos educativos de los Estados Unidos se advierte el sello del conocido sentido empresarial norteamericano.¹³

    3. EL NIVEL DE POSGRADO: LOS GRADUATE STUDIES Y LA GRADUATE SCHOOL

    Los graduate studies y la graduate school constituyen lo más sobresaliente de la auténtica universidad norteamericana. Como ambas expresiones lo indican, son dedicaciones del estudiante tras haber adquirido el bachelor’s degree. Es, pues, el posgrado un después de: sentido temporal, sin por ello limitarse a la simple circunstancia de tiempo. Por la insoslayable esencia investigativa, el posgrado es más que el pregrado y diferente de la naturaleza del mismo: notas o sentidos cualitativos.

    En algunas instituciones de educación superior de los Estados Unidos, los programas de posgrado o graduate studies, son administrados por schools o colleges, que también ofrecen el pregrado. La faculty puede desempeñarse en ambos niveles. Pero si son numerosos los programas graduados y mayor la atención requerida, se instituye, para acogerlos y administrarlos, lo denominado en nuestro texto el otro componente de la universidad norteamericana: la graduate school, cuyos profesores asumirán casi de lleno el ejercicio docente-investigativo de nivel superior.

    Variadas son las especies o modos del posgrado, asunto merecedor de análisis especial en otro estudio.¹⁴ Por el momento señalemos dos: el posgrado académico al servicio de los intereses de la ciencia para desarrollarla y los posgrados profesionales, atentos a la afición ocupacional del estudiante. Este posgrado, a su vez, acontece ofrecer dos modalidades: en unos casos, obtenido el bachelor’s degree, en ciencias, por ejemplo, el estudiante ingresa con el carácter de posgraduado a cursar alguna carrera profesional, como la medicina. En tal sentido, lo absuelto en otras partes en el nivel de pregrado, como llegar a ser ingeniero, bien puede acontecer, en universidades norteamericanas, que se logre en la school o el college posgraduado de medicina o ingeniería.

    Otra forma de los posgrados puede ser complementaria del título profesional obtenido en el pregrado, supuesta la adicional investigación. Es el caso, por ejemplo, del ingeniero civil especializado en estructuras o en caminos, o del profesional de la economía en macroeconomía, microeconomía o en alguno de los muchos perfiles mínimos de esta ciencia y profesión.

    Abundaríamos en ejemplos, pero baste con destacar la libertad de iniciativa vigente en los Estados Unidos, tan rica en la oferta de programas posgraduados. No hay normas, no hay regulaciones, no hay institutos ni ministerios que prescriban. La universidad crea, concibe, ofrece. El estudiante norteamericano o extranjero escoge a su gusto. La universidad admite con fundamento en las credenciales académicas del estudiante. Si el programa es bueno y si la calidad del estudiante corresponde a la naturaleza del programa, el egresado contará con el respaldo de la sociedad empleadora.

    Después de todo, la sociedad dice la última palabra sobre cuál fue o es la buena universidad; cuáles los mejores programas de pregrado o de posgrado ofrecidos por la universidad, y cuál el mejor graduado cuyos servicios sean utilizados con plena garantía por las instituciones sociales.

    Por supuesto, hay programas buenos, regulares y malos. Universidades óptimas, mediocres y pésimas, y también profesores adjudicables a cualquiera de estas categorías. Hay estudiantes de toda clase. Lo cierto es que las regulaciones gubernamentales, de haber existido en los Estados Unidos, no hubieran cambiado ni mejorado situaciones. Más se ha logrado en la universidad norteamericana y en muchas otras universidades del mundo, en programas de pregrado o de posgrado, con la iniciativa responsable de cada institución y, ante todo, por la participación activa del estudiante en su proceso de aprendizaje. De nada hubiera servido, de nada sirve, de nada servirá la desmedida regulación gubernamental. Por cerrada y normativa desestimula más que impulsa.

    No obstante haber emigrado a los Estados Unidos el toque investigativo de la universidad alemana, los primeros posgrados norteamericanos, vigorizados por la práctica del seminario, pudieron haber tenido, y de hecho tuvieron, imperfecciones y fracasos. Mas por la senda del intento, del ensayo, del fracaso eventual y del éxito, la universidad de Norteamérica se situó con otras a la cabeza de la investigación moderna, convertida en imán de muchas otras universidades del mundo. Más vale seguir ensayando por los senderos de la libertad creativa, sin ordenanza y control gubernamental superior, sepultura de la universidad francesa en el siglo XIX. Regulaciones que siguen siendo principio de parálisis de algunos sistemas universitarios de Latinoamérica. No son el Estado y mucho menos los gobiernos y los funcionarios de turno los mejores maestros, ni estímulo de la creatividad y la calidad universitarias.¹⁵

    La combinación de colleges con graduate schools, resultante en la variedad institucional de la universidad norteamericana, se defiende a sí misma, dice Flexner, pues en un sentido la graduate school espolea la actividad académica del college y, en algunos casos, también lo contrario.

    La complejidad y la continuidad del modo universitario de los Estados Unidos se acentúan. Muchas veces la high school es parte de la universidad, aleccionada por su vecindario y relación con el college. Más aún, muchos de estos colleges tuvieron, o tienen, agregados, las preparatory schools, fenómeno estructural desaparecido cuando estas escuelas propedéuticas se asimilaron a los modos estatales de las high schools.¹⁶

    4. MODALIDADES PEDAGÓGICAS. LOS CREDITS

    Las modalidades pedagógicas son muchas. Desde la cátedra tradicional hasta los seminarios de investigación, herencia de la universidad alemana, y las tutorías de estilo inglés. Las modalidades están diseñadas para los pregraduados, y otras para el posgrado, o diseñadas para estudiantes de pregrado y de posgrado. Esto crea dificultades ineludibles, pues sólo en casos singulares el grupo de profesores está capacitado para atender con acierto a todas las modalidades pedagógicas, diferentes, por supuesto, en razón de la capacidad y dedicación del estudiante. Pero, en suma, es una flexibilidad benéfica.

    En muchos casos, la faculty universitaria se divide en dos grandes porciones: la pertinente a la escuela graduada y la comprometida con los colleges y schools de pregrado. Lo cual en el fondo implica linderos entre dos grandes grupos o categorías: los investigadores, más ocupados en la dirección de seminarios investigativos, y el profesorado, en especial afecto a la enseñanza de cátedra. Los primeros escriben, producen y publican en variada gama de revistas científicas del mundo. Otros, manteniéndose al día en el avance de los conocimientos, de manera más inmediata y constante velan por la formación integral del estudiantado. De la dedicación y del trabajo solidario de ambos grupos de maestros y estudiantes, dependerá la eficacia de la universidad en el cumplimiento de sus misiones institucionales.

    Los créditos

    De tiempo atrás, la universidad de los Estados Unidos adoptó los términos academic unit y academic credit o, sin más, credits, americanismos para significar la trayectoria, la participación, la dedicación y la evaluación del estudiante en las determinadas asignaturas, durante el prescrito monto de horas por semana, en cierto número de semanas por mes, o de meses por período académico.

    Este sistema de créditos o unidades de medición, adoptado con mayor o menor libertad por parte de las instituciones, se explica por la existencia de asignaturas selectivas; por la distinción entre el major y el minor; por la libertad del estudiante para hacer cursos y recoger credits en diferentes schools, colleges y departments de su universidad o en otras distantes o cercanas, y ahora o después en los períodos escolares regulares: first and second terms, o en los summer schools; por esa libertad curricular tan dependiente de la opción del estudiante dirigido por su advisor, incluida la posibilidad para el estudiante de migrar de una a otra carrera si así lo aconsejan sus intereses y capacidades intelectuales y, en fin, por la gran variedad y abundancia de profesores de planta y por el flexible funcionamiento de los horarios y los sistemas de administración académica en las universidades y colleges de Norteamérica, permisivo al estudiante de unirse a asignaturas de pregrado o de posgrado. En cierta manera, el sistema de créditos ha permitido cursar en cuatro años varios programas de pregrado.

    Con todo, dudas y tempranas objeciones se alzaron frente a la bondad y la conveniencia del sistema crediticio, por no ser siempre clara la relación entre una determinada cantidad de créditos académicos merecidos en clases, laboratorios, seminarios o talleres, con el bagaje de educación y formación profunda que el estudiante hubiera podido derivar. Desde principios del siglo XX, la fórmula de los créditos, quizá basada en el principio divide et impera, fue objeto de serias críticas, pues no siempre demuestra relación íntima alguna con sanas filosofías de la educación y la formación de la persona.

    A propósito decía Abraham Flexner allá por 1930: Me veo obligado a llamar la atención sobre las reacciones contra esta tendencia favorable a las medidas cuantitativas. Se nos ha hecho creer que una hora de ejercicios de formación militar es tan educativa como la hora consumida en el estudio del cálculo, así estos ajetreos intelectuales hayan tenido diferente cuantificación en credits.

    Por fortuna hay colleges y schools vivos y progresistas en donde más allá de estos conteos, se fijan miras en los aspectos culturales. En buena hora hay quienes eludiendo el engaño, y tras podar los currículos, se dedicaron a las asignaturas y ejercicios académicos fundamentales que dirigidos por profesores competentes, exigen trabajo serio, aunque el sistema de unidades y créditos les resultara útil para medir el esfuerzo. Muchos colleges y universidades prescindieron de cuántos créditos hubiera acumulado el estudiante por razón de cursos tomados en estenografía, mecanografía o contabilidad, y atendieron más a las ganancias del estudiante en su formación cultural y profesional y el desarrollo de su inteligencia. Muchas instituciones han dejado de insistir en cuál sea la línea divisoria entre los cursos de formación vocacional, los de orden práctico y los de mayor desarrollo intelectual para conferir a la postre el título de bachelor en artes o en ciencias. Hay instituciones, colleges y schools, que prescindieron de este abominable sistema, destructor de los esfuerzos desinteresados e intelectuales. Instituciones capaces de poner la práctica deportiva, también productora de créditos, en su justo sitio, empeñadas con audacia en romper del todo tan absurda computación de grados mediante el recurso aritmético, cambiándolo por la insistencia en la concentración y el trabajo científico serio. Hubo instituciones audaces para escapar de esta trampa mortal del salón de clases y de la tenaza criminal del sistema de unidades y créditos, y utilizan mejor las energías en algunas disciplinas concretas, propiciando el contacto directo del estudiante con los instructores, cercanía ajena a las mediciones aritméticas.¹⁷

    Estas observaciones de Flexner hacen pensar hoy en los créditos asignables por la destreza del manejo de la computadora, quizás con olvido de su valor educativo. Flexner ilustró su crítica a los créditos con las exageraciones de la Universidad de Chicago para evaluar algebraicamente la relación entre "la scholarship y la combinación matemática de todos los tests".¹⁸

    En préstamo de F. Z. Bereday tomo opiniones algo opuestas a Flexner sobre el sistema de los créditos: "El famoso o desafortunado point-credit system estableció la medida nacional (académica) de improcedente repercusión en otros países, y nadie se encuentra en condiciones de discernir cuanto el estudiante haya cursado, sin una consulta cuidadosa del transcript crediticio".

    Pero el entrecejo de académicos europeos se frunce a la vista de este sistema norteamericano, desprovisto, según ellos, de justificación teórica válida. ¿Con qué fundamento se equipara y conmensura el conjunto de factores tan heterogéneos como el hundimiento estudiantil en el análisis de Platón y el estudio del cálculo, y con igual o peor frescura evalúan ejercicios intelectuales tan diversos con el intríngulis de calcular amortización y débitos? Sin embargo, Francia, Gran Bretaña y Suecia han ensayado el sistema crediticio para satisfacer la tarea de percibir equivalencias suficientes en el desempeño intelectual. Hasta aquí, Bereday.¹⁹ Lo menos comprensible –agrego de mi cosecha– es la misión imposible de estirar equivalencias y medir con el mismo instrumento crediticio el desempeño intelectual y el físico de los deportes y de otras actividades.

    5. EL SERVICIO

    Nota característica de la universidad norteamericana es la conciencia relacionada con la función de servicio a la sociedad,²⁰ comprensible en por lo menos dos sentidos: a través de la investigación y mediante la extensión difusiva de los conocimientos y capacitación profesional ágil y abierta.²¹

    La creación de los posgrados investigativos, impulsores de la investigación moderna en la universidad norteamericana, obligaron, como se dijo, la parcelación del profesorado en docentes e investigadores. A los segundos se los consagró más al trabajo continuo en unidades académicas especiales o en unidades investigativas, creadas dentro de la universidad: los laboratorios, los institutos y los centros.

    La idea de los laboratorios e institutos, unidades académicas nacidas en el seno de la estructura académica de las universidades, es de estirpe alemana. Los norteamericanos la copiaron y desarrollaron. A los institutos o laboratorios que no tuvieran por tarea la especialización en ciencias particulares, sino la convergencia de varias para estudio de complejos problemas sociales, se los llamó centros de investigación. Cuando pasado el tiempo la investigación se propuso metas de aplicación inmediata y útil para la sociedad, y cuando las universidades, a fin de atender los altos costos de estas investigaciones pusieron su saber en el mercado investigativo, se fue conformando la tercera misión o parte de la estructura universitaria norteamericana, llamada el servicio.²²

    Sobre el mercado de la investigación a pedido del Estado y de las empresas, es mucho cuanto se ha escrito en los últimos años. Albert Meyerhoff asevera: "En muchos aspectos la comercialización de la investigación universitaria en los Estados Unidos pone en peligro la integridad de las instituciones, de su faculty y sus programas, de modo particular en los niveles de pregrado y de posgrado. A propósito de su estudio de casos, el autor citado agudiza su profunda preocupación por las implicaciones sociales, si tal tendencia mercantil se mantiene".²³

    La función de servicio ha tenido otro encargo. Desde fines del siglo XVIII, con incremento notable en el XIX, universidades de los Estados Unidos, también de Europa, abrieron sus riquezas a estudiantes de tipo menos regular en cuanto a su dedicación. Fue otra cara de la moneda universitaria, antes siempre introvertida y ahora extrovertida y extensa hacia el mundo extrauniversitario. Entró en el uso académico la oferta de los programas existentes a la gran población urbana dispersa, y la creación de otros diseñados para un nuevo estilo de usuarios, distinguiendo entonces entre los resident students y los non-resident students.

    El elenco de programas era amplio y prolífico. Algunos con quilates académicos, como filosofía, matemáticas, historia, biología, y otros de ribetes profesionales, capacitadores o de adorno: contaduría, mecanografía, práctica de la administración, floricultura y otros más.

    De estas disponibilidades y existencias, la universidad norteamericana hizo opima venta pública. Casi un supermercado difundido por los medios publicitarios comerciales y en inserciones periodísticas. La duración y el costo se sugirieron con el anuncio de inversión, no como gasto: con talones desprendibles y atractivas cartas al público, desconocido destinatario de las cada vez renovadas ofertas universitarias. Para el período escolar de 1928 a 1929, por ejemplo, la Universidad de Columbia anunciaba casi un centenar de cursos abiertos, tan dispares como religión, poesía, dibujo técnico, uso y manejo de la regla de cálculo.

    Miles de estudiantes se inscribían en estos cursos, de ordinario breves, subastados a través de nuevas unidades universitarias administrativas, creadas con la alucinante etiqueta o slogan de home-study departments. ¡Estudie en casa!²⁴

    Por regla general, no se discernió por estos cursos crédito alguno. Al beneficiario le correspondía acreditar ante el empleador el esfuerzo doméstico de estudiar, o el non-resident student se declaraba satisfecho del logro intelectual obtenido en el latín, la astronomía o la ciencia política.

    Por supuesto, hubo razones universitarias y sociales para impulsar la investigación científica al servicio de las empresas estatales y privadas. Cundió el convencimiento de la universidad como un public service, debido a tantos contribuyentes que no lo usufructuaban de modo directo. Cobraron vuelo el imperativo de la universidad al servicio ciudadano y el ansia de justificar, como en el caso de las State universities, los emolumentos fiscales percibidos vigencia tras vigencia. Estos incentivos, incluido el financiero, se cifran en la divisa acuñada por los fundadores de la Universidad Cornell en 1865: Queremos una universidad donde cualquier ciudadano pueda aprender cualquier cosa.²⁵

    En la extensión universitaria norteamericana, se perciben, desde el siglo XIX, muchas de las motivaciones y conceptos hoy estructurados para el flexible propósito de la educación permanente o no formal.²⁶

    6. LAS BIBLIOTECAS Y LA ARQUITECTURA UNIVERSITARIA

    Para dictar clase, quizá bastaría con un libro: el de texto, sin importunar a profesores y estudiantes con la compra o consulta de muchas obras más, y se satisface la cátedra cicatera y pobre. Que el alumno se aprenda el texto, las notas del profesor y los resúmenes de clase. Ello garantiza la adquisición del crédito académico para la asignatura en cuestión.

    Pero la pedagogía en el nivel de posgrado y el seminario investigativo requerían el acceso directo y permanente a las fuentes de la investigación. La universidad norteamericana tuvo conciencia de su carencia bibliográfica. Ventaja secular le llevaban las bibliotecas de Europa y de varios países del Oriente, venero casi único de valiosa riqueza documental. Era cuestión de hacerse a ella por todos los medios eficaces. Impulsores de los posgrados norteamericanos visitaron las grandes bibliotecas, librerías y anticuarios de Europa, en procura de textos inéditos, ediciones novedosas y adquisición de cuanto circulara en los mercados del libro.

    Las universidades pioneras en los posgrados interpretaron bien la frase de Carlyle (1795-1881): La verdadera universidad es una colección de libros²⁷ alojados con dignidad, organizados con esmero, mantenidos con generosa avaricia y buscados con avidez insaciable. No basta con atesorar libros, ansiosos del acceso ferviente y libre.

    El enriquecimiento de las grandes bibliotecas de las universidades norteamericanas acompañó o precedió la organización del nivel de posgrado. Dizque Daniel Hillman, futuro presidente de Johns Hopkins University, renunció a la dirección de la Biblioteca de Yale por no haber obtenido de la administración el asistente que por lo menos le ayudara a encender la chimenea en las nevadas invernales. Pero en Yale y en otras universidades, esta situación no perduró por mucho tiempo. Conscientes todas las instituciones, se pusieron por tarea, bajo el liderazgo intelectual de los profesores, adquirir obras y documentos imprescindibles para el trabajo de los seminarios investigativos.

    Más aún, se debe a las bibliotecas universitarias la creación de los primeros sistemas racionales de clasificación y catalogación, a fin de localizar sin tropiezo, en la selva creciente y espesada, las obras literarias. Tradición y técnicas incansables, hoy apoyadas, líder Norteamérica, en las bibliotecas sistematizadas.²⁸

    La disposición arquitectónica de los primeros colleges y schools no respondía al ímpetu investigativo de la universidad. La cátedra se suele dar en el consabido espacio de planta rectangular, donde el profesor, eminente sobre sitial de madera, ejerce su función de maestro. Él precisa, si no espacios de otro corte, diferente disposición interna del mobiliario adecuado al supuesto de ser el profesor quien anima como primus inter pares.

    Norteamérica desarrolló nuevas tipologías arquitectónicas: el edificio de la biblioteca y para la biblioteca. No tanto en anaqueles de talla artística como en la vieja Europa, con libros arreglados en intocable y rítmico adorno, sino en mobiliarios propicios al alcance y las consultas ágiles. Los espacios, amplios los unos para la sesión de seminarios, otros tranquilos y de escala humana sin ser exiguos, para el scholar requerido del libro a la mano, recatados del tráfago universitario, querendones de la investigación silenciosa y calmada. Similar transformación dispositiva tendrían los laboratorios, los institutos, los centros.

    Abraham Flexner afirma: La universidad americana alcanzó resultados mejores que en ninguna otra parte en lo relativo a la organización de bibliotecas. Sin exageraciones, ninguna universidad podrá hoy embarcarse en la construcción de su biblioteca sin previo estudio del sucesivo y continuo mejoramiento de las contribuciones norteamericanas para solucionar los problemas de una biblioteca universitaria. Así escribía Flexner hacia 1930, aún lejano de los sistemas de información aprendidos de los parámetros del Norte.

    Volviendo a opiniones de principios del siglo XX, un connotado profesor inglés, T. F. Tout, se hacía lenguas de la excelencia y accesibilidad de las bibliotecas de los Estados Unidos y de la gradual acumulación de manuscritos relacionados con la historia de Inglaterra. Le envidio al profesor americano la magnífica organización del recurso bibliográfico. En esta parte de Europa, tendremos las más apreciables rarezas, pero ellos, al otro lado del Atlántico, saben mejor que nosotros cómo allegar la información al estudiante investigador. Y continúa el mismo profesor:

    En cuanto a impresos, pocas universidades son hoy tan ricas como las americanas. Todo debido a la pujanza editorial en nuestros días y también al desarrollo, en Norteamérica, de las ediciones universitarias y los títulos de emisión periódica, si bien por los costos y el anhelo de mercado productivo pueden haber incidido en el error de publicar cosas de ningún valor científico, traídas las editoriales del ánimo comercial, mientras obras necesarias para la conservación y desarrollo de la ciencia yacen inéditas o encerradas en viejas y escasas ediciones.²⁹

    Estos hechos se reflejan en el asiento físico de las universidades, ya conocido desde sus orígenes al igual que el concepto medieval de ciudad universitaria.³⁰ Las ciudades universitarias de antaño surgieron por evolución. Como París o Salerno, centros ciudadanos preexistían a la vocación intelectual, luego convertidos en ciudades universitarias.

    En el siglo XIX, Norteamérica les escogió lugares idílicos. Los llamó campus, palabra, en el latín de Cicerón y Virgilio, alusiva a la campiña, desvanecidos ya los linderos del poblado, expandidas las llanuras y las vegas. A las universidades se les hizo ciudad a su acomodo: university campus.³¹ En recogimiento y libertad, cual lo quiso Humboldt, nació el campus universitario. Con fábricas arquitectónicas de renovados cortes góticos y románicos, las unas; invadidas otras por el gusto ecléctico decimonónico o engalanadas con los toques del estilo norteamericano colonial. Hubo también universidades tejidas, al modo de las europeas, por entre el trazado de las grandes ciudades.

    El empeño de las universidades norteamericanas por disponer de bibliotecas de renombre, muchas financiadas con aportes filantrópicos, pudo haber tomado ejemplo de las universidades alemanas,³² impulso que abarcó toda la planta física de la university. La pujanza edificatoria coincidió, en el último tercio del siglo XIX, con la euforia arquitectónica de Francia a partir de 1870, durante la Tercera República.³³

    7. LA ORGANIZACIÓN: EL BOARD OF TRUSTEES,  EL PRESIDENT Y LOS DEPARTAMENTOS

    Siendo tantas y tan heterogéneas las partes funcionales de la universidad norteamericana –escribe Abraham Flexner–,³⁴ su unión no supera el simple agregado de unidades académicas y administrativas. El organismo universitario carece de continuidad; y la tesorería, arca del dinero para ser erogado en beneficio de las grandes inversiones, se constituye en punto cordial de convergencia. El juicio de Flexner no exime a Columbia, Harvard, Johns Hopkins, Chicago o Wisconsin..., es válido para todas las universidades de Norteamérica.

    Trusteeship significa supervisión de alguna empresa por parte de sujetos externos: laymen, quienes desempeñan sus funciones en tiempos parciales y por lo general por honorarios. Se los denomina, por uso y costumbre inglesa o norteamericana, trustees, governors, overseers o regents.

    El origen del board en Norteamérica se hunde en los primeros años de Harvard. Seis años después de fundado el college en 1642, la legislatura de Massachusetts lo dotó de un board of overseers, con full power and authority to make and establish all such orders, statutes, and constitutions as they shall see necessary.

    Pese a su origen británico, el board ha tenido mayor desarrollo en los Estados Unidos. Lo adoptaron las universities. En la doctrina del trusteeship, los miembros son voceros de los grandes intereses públicos y ejercen el control social sobre las instituciones. Estas encomiendas o fiducias las ejercen los trustees a nombre del pueblo o del Estado, con mayor o menor encargo de los cuerpos legislativos y gubernamentales, en el caso de las instituciones oficiales.

    Desde arriba, los trustees orientan la marcha de la universidad y recaban y manejan fondos, inversiones y propiedades. Nombran al president del college o de la university. La integración del órgano no corresponde a la unión colegial universitaria. En el board no se cumple el principio corporativo de la universidad.³⁵

    Elegido el president –a veces denominado chancellor– por acción del board, todo corre a cuenta de este funcionario de muy singular especie en los Estados Unidos. Más que de scholar, se le exigen las dotes del ejecutivo eficiente, casi profesional del oficio.³⁶

    El presidente de la universidad norteamericana es el primus, pero no inter pares. No lo segundo, porque en el seno del board, él se sienta junto a figuras no pertenecientes a la universidad. Y como tampoco suele disponer de un consejo universitario de dirección, asume no sólo como el personaje primus de la universidad, sino al modo de su único regente.

    Los grandes milagros de las universidades norteamericanas –dice Flexner– se deben a quienes las han regido. La repentina aparición, por ejemplo, de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, y las mejores realizaciones de Harvard, Yale, Columbia, Princeton y Chicago, son obra de los respectivos presidentes y de la continuidad de políticas, tan propia de la universidad norteamericana.

    Por esto es frecuente referirse a figuras carismáticas: Eliot en Harvard, Gilman en Johns Hopkins, Harper en Chicago, White en Cornell, Angell y Tappan en Michigan, Burgess y Barnard en Columbia, Folwell en Minnesota, Star Jordan en Stanford, Adams en Wisconsin, Hall en Clark, Wheeler en California.³⁷

    Cuando el president es inferior a las expectativas, las cosas siguen como venían, pero nada malo acontece. La universidad, si no progresa, se mantiene. Persiste gracias a la dinámica de su gente.

    Las funciones del president en la universidad son muchas y dispares. Es el principal agente para procurar fondos y apropiaciones. Es el magnate local. Es quien se mueve de aquí para allá pronunciando discursos, atendiendo recepciones, asistiendo a numerosos comités, no consejos. Es el gran amigo de los más destacados ex alumnos –los alumni– y punto de unión entre el board of trustees y la faculty de la universidad entera.

    El presidente está rodeado, para el ejercicio de sus funciones, de variado número de funcionarios, de comités. Los schools y los colleges tienen decanos, como se ha dicho. Pero éstos no conforman para sí ni tienen entre sí órgano alguno colegiado, mediante el cual el dean gobierne el college y el president gobierne la universidad. De resultas, el president es vértice de convergencia de los departamentos del school o college.³⁸

    Valga traer a cuento el pensamiento de Jacques Barzun sobre la administración en la universidad norteamericana:

    Algunos preferirían limitar la función administrativa universitaria a mantener al estudiantado en calma; fiel al profesorado en el cumplimiento de sus obligaciones, y contentos el vecindario y la ciudad. El asunto va por diverso camino, dicen otros. La administración universitaria tiene su razón de ser en la adecuada distribución de los recursos, no reducidos en forma exclusiva a la asignación financiera y económica. Por recursos se entienden también los humanos, los espacios, el tiempo, los bibliográficos y las ayudas informáticas, los equipos y el buen nombre de la institución.³⁹

    Quienes en la universidad norteamericana administran este abanico de funciones no constituyen una fuerza única. Son conjuntos de personas y mecanismos. Lo conocido en los campus universitarios como administración central es parte de las tantas administraciones derivadas del board of trustees, con no mucho fundamento en estatutos. Es algo más que una singular condensación de influencias. Con su técnica y sus funciones, el president hace cuanto le dicta su buen juicio.

    Sus inmediatos colaboradores: el academic vicepresident o dean of faculties and provost, el head of business and finance, el director of proyects and grants or of scientific research, informan al president de los planes y desempeños cumplidos por los deans, los department chairmen, los directors of institutes, los profesores más antiguos, los committees y por la opinión de todos en el campus. Si alguno pregunta por la administración de una universidad, ha de tocar a muchas puertas.

    Cada faculty member o profesor está en lo suyo, hace lo suyo que es investigar, enseñar y educar, de conformidad con su posición en la escala ascendente de instructors, assistant professors, associate professors o professors. Panfletos circulantes se preguntan sin más sobre la utilidad del poder más cercano al profesor, el de los deans. De nada vale a quienes tales dudas suscitan, la réplica de otros: ¿acaso cada profesor quiere ser tan libre e independiente que responda de modo afirmativo a la pregunta: Do you want to bring your own chalk to the class room?. ¡Allá también la tiza pareció ser símbolo y bastón de mando en todas las universidades!

    Es tal el índice de descentralización y estrellamiento del poder, que a diario gana en vigencia la célebre frase de Brewster, president de Yale: la función principal del rector es to make the strongest possible effort to remain a cohesive community y procurar por todos los medios la cohesión corporativa de la universidad.⁴⁰

    Concluido su discurso sobre la administración central, Barzun agrega: La elaborada maquinaria de la universidad contemporánea de los Estados Unidos tiene por fin garantizar y controlar las abanicadas operaciones que él graciosamente señaló y, si acaso fuere necesario, mantener satisfecho al profesorado proveyéndole de tiza su salón de clase.⁴¹

    En algunas universidades existen los faculty senates, de escasas funciones administrativas, en los cuales han ambicionado asiento los estudiantes. Con todo, la unidad académica de veras estructurada y corporativa de las universidades norteamericanas es el departamento o congregación de personas, profesores y estudiantes, en torno a la ciencia o disciplina aglutinantes.

    Cada faculty departamental desarrolla su propia política académica y educativa. Sumadas todas, darían por resultado la multiplicidad de direcciones y sesgos. El estudiante, en su recorrido por departamentos de su university y aun de otras de su agrado, es el responsable, en último término, de darle concatenada secuencia a los créditos espigados en diversos sembradíos del saber, los departamentos, bajo la dirección de quien en su school o college rija, o no rija, sus estudios.

    Quizás los norteamericanos captaron la idea de los departamentos académicos en el pensamiento universitario alemán. Dijo Fichte:

    (...) El docente debe mantener puesta su atención sobre un sujeto firme y determinado y siempre conocido. Para el caso, entonces, como es de esperar, que este sujeto no estuviera compuesto sólo por un individuo, sino por varios, estos individuos deben refundirse en unidad espiritual y en determinado cuerpo orgánico de alumnos, pues el sujeto del docente ha de ser sólo uno y determinado. Por tal razón deben mantener continua comunicación e intercambio científico. Que cada uno muestre a todos la ciencia desde el punto de vista adoptado por quien, como individuo, la capta, y la mente más ligera ceda a la más lerda algo de su rapidez. Y la última a la primera, algo de su tranquila gravitación.

    Y Schleiermacher:

    Por ello constituyen todos un todo, y se sienten unidos por el sentido vivo y el fervor por la causa del conocimiento en general y por la inteligencia, de la necesaria relación entre todas las partes del conocimiento. Pero debido a éste, se separan de nuevo porque las ramas del saber necesitan unirse todavía más para ser elaboradas con profundidad y en forma adecuada.⁴²

    Podría atribuirse la idea del departamento a la intromisión de formas y organismos empresariales en la administración universitaria. Válida o no esta afirmación, se dice que la Universidad de Chicago fue la primera organización departamentalizada, a juicio de muchos en exceso distanciadora de los sectores del saber, porque la universidad norteamericana carece de ese sentido de unidad propiciado en Alemania por la Facultas Philosophica. En la universidad norteamericana, cada autor enlista a su modo las funciones de los departamentos, que en alta medida influyen en las decisiones de la alta administración, según lo afirma Lloyd Woodburne, si se espera que sean efectivas.

    Alfred North Whitehead hizo cuanto pudo para romper la insularidad de las disciplinas alojadas en los diversos departamentos de la Universidad de Harvard. Y Félix Frankfurter opina: Es ya lugar común pensar que la departamentalización es uno de los obstáculos de la universidad de los Estados Unidos para activar la vida intelectual.⁴³

    8. LOS ESTUDIANTES

    Más que de la universidad, el estudiante lo es del school o college de su carrera, así muchos residan en su universidad. Con todo, la universidad norteamericana ha sabido generar una verdadera mística por el alma máter, atenta a mantener unidos a los alumni o ex alumnos, quienes de tiempo en tiempo acuden a la universidad para visitarla, conocer sus necesidades y planes, entrevistarse y, desde sus posesiones o de los bufetes de sus posiciones en las empresas privadas u oficiales, inquirir sobre la manera de allegarle fondos al desarrollo de su universidad y apoyar sus programas académicos

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1