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¿Dónde está la ilusión?: Edición Bilingüe Castellano / Catalán
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¿Dónde está la ilusión?: Edición Bilingüe Castellano / Catalán
Libro electrónico75 páginas44 minutos

¿Dónde está la ilusión?: Edición Bilingüe Castellano / Catalán

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Información de este libro electrónico

Sandro, un niño que ha perdido la ilusión a raíz de la muerte de su padre, viaja a la Tierra de los Sueños para llevar a cabo una misión que no puede ni siquiera imaginar, allí encontrará a Nit, una curiosa hada que despertará en él los valores perdidos.
¿Dónde está la ilusión? nos sumerge en una dimensión onírica que se desvanece falto de grandes soñadores y víctima de un mundo en el que adultos y niños prefieren la comodidad de lo material a los mágicos e incorpóreos parajes de fantasía, en los que es necesario atreverse a dar un salto y volar para que cualquier sueño se haga realidad.
Y como en todas las historias donde la magia cobra vida, el final de esta obra puede pulsar de nuevo el interruptor apagado en los ojos de aquéllos que se atrevan a vivirla. ¿Te atreves tú?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 may 2013
ISBN9788415067078
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    ¿Dónde está la ilusión? - Alberto Trinidad

    Escena I

    (Sandro, Madre de Sandro e Isabel)

    El dormitorio de un niño. Una cama. Algún mueble, las paredes azules…

    Sandro entra por la puerta de la izquierda, enfurruñado, y se tumba en la cama, lloriquea.

    Su madre le llama desde fuera del dormitorio.

    Madre —¡Sandro, por favor!

    La madre entra en escena por la misma puerta por la que ha aparecido Sandro, preocupada, y se acerca a la cama.

    Madre —¿Por qué te pones así?

    Sandro no contesta, continúa tumbado en la cama, malhumorado, haciendo caso omiso a la madre. Ella trata de hacerle llamar la atención poniéndole las manos en los hombros.

    Madre —Es de muy mala educación abandonar a todos los invitados en el salón y salir corriendo de esa manera, ¿lo sabes, no?

    La madre se toca al puente de la nariz, cabecea, vacila.

    Madre —Ya sé que echas mucho de menos a papá. (Compungida.) Para mí también está siendo muy duro acostumbrarme a vivir sin él, pero ambos tenemos que hacer un esfuerzo. Seguro que ahora mismo él nos estará mirando desde el cielo y se estará poniendo muy triste de verte así.

    Sandro —Papá no está en el cielo. ¡Papá está muerto! (Todavía de espaldas a la madre, sollozando.) Ya estoy harto de que todos digáis tonterías como ésas. ¡En el cielo sólo hay aire! ¡Y papá está muerto!

    La madre se echa las manos a la cara. Titubea.

    Madre —Sí, Sandro. Papá está muerto, pero la gente cuando muere se va a…

    Sandro —Basta ya, ¡por favor!

    La madre coge al niño de los hombros y lo gira para que la mire.

    Madre —Puedes pensar lo que quieras, pero papá nos está observando desde algún sitio. Y, en cualquier caso, jovencito, tendrías que tener más respeto por toda esa gente que ha venido a verte por tu cumpleaños para estar contigo y hacerte compañía.

    Sandro —Son todos estúpidos. Papá era el único que me entendía, el único que sabía jugar de verdad.

    Madre —Y crees que pensar eso te da derecho a dejar plantados a todos tus amigos y a la abuela y a los tíos.

    Sandro —Me da igual… Además, es que… bueno, no importa, no lo ibas a entender de todas maneras…

    La madre se levanta, pasea por la estancia y vuelve a sentarse. No sabe qué más decirle. Finalmente se acerca otra vez a la cama.

    Madre —¿No te hace ilusión ver todos los regalos que te han traído? ¿No tenías tantas ganas de tener ese videojuego?… ¿Cómo se llama?

    Sandro —Yo ya no quiero tener nada. Me da igual todo. ¡Todo me aburre!

    Madre —(Entristecida.) No digas eso…

    Sandro —Es la verdad.

    Madre —(Perdiendo los nervios.) Te digo que vayas al comedor ahora mismo a disculparte con todo el mundo.

    Sandro —No, son todos idiotas.

    La madre desespera.

    Madre —Está bien, pues te quedarás aquí toda la noche sin cenar.

    Sandro —Perfecto…

    La madre hace la intención de irse, pero espera unos segundos mirando a su hijo, buscando una reacción de su parte que no encuentra. Tras otra decena de segundos de silencio y quietud absolutos, ella niega con la cabeza y se marcha.

    Sandro se queda solo en la habitación. Se sienta en la cama y se aferra a las rodillas.

    Sandro —Nadie entiende nada…

    Unos instantes después, llaman a la puerta.

    Sandro —No quiero ver a nadie.

    La puerta se abre. Sin hacer caso de las indicaciones de Sandro, una niña de su misma edad entra en la habitación.

    Isabel —¿Por qué te has ido de esa manera? (Desenvuelta, aunque se acerca a la cama con cautela.) ¿Te has enfadado conmigo?

    Sandro hace gestos que

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