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Libro electrónico312 páginas4 horas

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A través del espejo es la historia de un joven músico llamado Tod Bridwell, cuyo destino y el de un científico, el Dr. Boreau, se cruzan para sumergirnos en una apasionante y divertida aventura apta para grandes y pequeños...
Cada decisión que tomamos puede cambiar el rumbo de nuestra existencia y la de los que nos rodean. ¿Querrías conocer tu destino si tuvieras la oportunidad? ¿Y si existiera otro lugar donde pudieras enmendar tus errores? ¿Y si...?
Acompaña a una pandilla de músicos, The Black Knights, en este apasionante viaje. Si lo tuyo es la música, el cine de los 80 y los coches americanos, esta es tu novela.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 sept 2019
ISBN9788417927264
A través del Espejo
Autor

Diego Anatole Sánchez Gómez

Diego A. Sánchez Gómez es un hombre de 39 años que reside en Gijón, Asturias; casado con Lucía y actualmente con dos hijos, Gonzalo y Andrés. Músico por afición desde muy joven, enamorado de la guitarra y del cine de los 80. Influenciado, sin duda, por los grandes clásicos de la ciencia ficción de aquella época y capitaneados por maestros como Steven Spielberg, George Lucas, Joe Dante, Ron Howard o Robert Zemeckis, entre muchos otros. Como hemos dicho, la música es una parte muy importante en su vida, y por esto precisamente con esta novela nos quiere hacer partícipe de ello, ofreciéndonos la posibilidad de sumergirnos en la historia escuchando su banda sonora mediante una playlist. Escritor por accidente y seguramente por la necesidad de compartir y expresar algunas de sus inquietudes, una liberación intelectual en definitiva. Graduado con un máster en Dirección Comercial y Marketing, actualmente trabaja como responsable comercial de una compañía cervecera internacional, dedica el poco tiempo libre que le queda actualmente a compartirlo con su familia, pilar fundamental de su vida.

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    A través del Espejo - Diego Anatole Sánchez Gómez

    familia

    Capítulo 1

    «El otro lado»

    Aún aturdido, Tod se palpa las extremidades y el torso para asegurarse de que todo está en su sitio. Afortunadamente, ha caído de bruces sobre unos pequeños arbustos que le han amortiguado la caída. Aún así, el golpe ha sido considerable :

    —¡Menuda leche me he dado! —exclama el joven dolorido.

    En ese instante se incorpora como puede mientras agarra con fuerza su guitarra. Entre la maleza, a unos pocos metros de distancia, una hermosa chica de ojos claros se columpia justo delante suya. A la guitarra interpreta una melodía que llama la atención del joven, que se sacude el pelo enérgicamente:

    —¿Dónde narices estoy?

    Tod cree haberse quedado dormido y que todo lo que le está ocurriendo es una especie de sueño, pero nada le resulta familiar, qué extraño piensa. El muchacho se acaricia la barbilla pensativo.

    Mientras, la joven se mece tranquilamente, ajena totalmente a su presencia. En ese momento, él se acerca despacio con extremo cuidado para no asustarla demasiado:

    —Estooo… Disculpa, siento molestarte , pero no tengo ni idea de dónde estoy ni lo que hago aquí, ¿podrías ayudarme? —titubea mientras le toca levemente el hombro con la punta de su dedo índice:

    —¡¡Aaaahhhh…!! —grita aterrorizada la adolescente girándose bruscamente —¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?¿Cómo has…? —continúa incrédula.

    —Como te decía… ¡Ostras, vaya pasada de guitarra!, ¡ y además eres zurda! A mí me fliparía tocar a lo Jimmy Hendrix, pero me resulta complicadísimo, soy incapaz de… — el joven se rasca la cabellera frustrado— Perdón, quiero decir… No se cómo pero he aparecido por ahí detrás, y al oírte pensé que quizás tú podrías… Oye, por cierto ¿cómo se llama esa canción que estabas tocando?¡ Se parece mucho a una idea en la que estoy trabajando, de hecho juraría…! — pregunta Tod volviendo a cambiar de tema desconcertado.

    —¿Pero qué dices? No entiendo nada de lo que me estás contando, ¿me estabas espiando? —frunce el ceño desconfiada— ¿Eres alguna especie de pirado?

    —No, no, no para nada, yo ...Te lo juro, no tengo ni pajolera idea de cómo he terminado aquí. Déjame presentarme, soy un maleducado, me llamo Tod Bridwell… ¿Dónde estamos?

    —Estás en el jardín de mi casa —responde la chica irónicamente —Y por cierto, estás pisando el abono orgánico que mi padre utiliza para sus plantas…

    —¿Tu jardín? ¿Quieres decir que estoy pisando mie…? —pregunta Tod cuando de pronto una voz le interrumpe.

    —¿Con quién hablas Lucie?¿Quién se ha atrevido a traspasar mi propiedad?

    Una voz adulta se escucha mientras una figura se acerca entre las sombras. Tod cree reconocerlo.

    —¡Papá, es Tod Bridwell! —exclama señalando la joven al chico.

    —¿Mark? —pregunta Tod extrañado.

    El chico cree reconocer a su amigo el científico que le está ayudando en su nuevo proyecto musical.

    —¿Quién demonios es Tod Bridwell? —contesta el hombre .

    —Pues este chico ha aparecido de repente de entre la maleza, y dice no saber donde está… —trata de explicar la adolescente.

    —¿Doctor Boreau? —vuelve a preguntar Tod —¡Buf, qué alivio encontrarle, ni se imagina… ¿Qué está pasando aquí?¿Y sus cicatrices? —le pregunta asustado el chico.

    —¿Doctor? Hace siglos que nadie me llama así. Mira hijo, no te conozco de nada, debes confundirme con otra persona — responde Boreau molesto.

    —No, yo… juraría… —tartamudea Tod.

    —Es suficiente, fuera de aquí o llamaré a la policía. Lucie, métete en casa ahora mismo, tu madre te está buscando.

    El hombre señala a la entrada de la casa, donde puede distinguirse a lo lejos la silueta de una mujer.

    —¿Quién? —pregunta Tod mientras trata de ver con mayor claridad la puerta de entrada del caserón.

    — Y usted váyase y déjenos en paz —dice enfadado el doctor mientras se dirige hacia la chica cogiéndola del brazo y arrastrándola consigo hacia la vivienda.

    Al hacerlo, una revista cae del regazo de la chica, que no puede dejar de mirar al joven Bridwell embobada.

    Tod, no entiende nada, recoge el magazine del suelo mientras desaparecen el hombre y su hija en la oscuridad de la noche. Justo al lado del columpio descansa una bicicleta de color violeta, presumiblemente de Lucie. Se guarda la publicación en el bolsillo trasero de su pantalón, toma prestada la bici y sale de allí rápidamente para tratar de entender algo de lo que está pasando, olvidando su guitarra entre los arbustos.

    El muchacho pedalea bajando una pequeña colina en dirección hacia su casa, deseando que sólo se trate de una pesadilla.

    Sale del jardín rápidamente, y mientras se aleja de la extensa propiedad se da cuenta de que se encuentra en realidad en la avenida Kennedy, arteria principal que atraviesa literalmente Hookersville de extremo a extremo.

    Pasados unos minutos, cuando le restan unos pocos metros hasta su casa, apenas una tenue luz ilumina la vivienda, lo cual le resulta especialmente extraño. Abandona la bici y se aproxima a la puerta del garaje, que, sorprendentemente, se encuentra bloqueada.

    La puerta trasera de acceso a la vivienda también está cerrada con llave, lo que le desconcierta aún más. En el interior ahora sí parece ver que hay una luz encendida. Se atreve a acercarse y mirar por una de las ventanas laterales. No puede creer lo que ven sus ojos:

    —¿Mamá? ¿Qué hace cenando sola viendo la televisión?¿Y papá? —se pregunta el chico.

    Se escucha suspirar a Karen, parece que lo que está viendo en la televisión produce un efecto nostálgico en ella. Tod se aproxima para observar la escena con más detalle.

    Efectivamente puede ver con claridad que se trata de su propia madre, pero con un aspecto mucho más desaliñado y descuidado, como si de golpe le hubieran caído diez años encima. Por lo que poco que puede ver, en la antigua propiedad familiar, herencia de sus abuelos, todo parece bastante desordenado, y deshabitado. Tanto el porsche como el jardín sin duda han visto tiempos mejores, y a Tod le extraña de manera excepcional ya que recuerda perfectamente haber ayudado a su padre a pintarlo esa misma primavera .

    —¿Qué está ocurriendo? —vuelve a preguntarse.

    —¡Eh, chico! ¿Quieres una chuche? — le dice una voz desde atrás —¡Chico! —insiste — ¿Estás sordo? Oh no, espera, ¿no serás uno de esos pervertidos vouayers? Seguro que es eso, ¿eh? —continúa.

    —¿Perdón? — dice Tod mientras gira su cara para ver quién le habla.

    —O no, a lo mejor simplemente te gusta espiar a la gente en sus casas… —vuelve a decir la voz mientras parece mascar chicle —Tengo material muy interesante, te hará viajar a lo bestia…

    —¿Sara?

    Tod cree reconocer en la chica a su pequeña vecina Sara y a sus inconfundibles coletas, la hija de los Foster, aunque con unos añitos más.

    —¿Nos conocemos? ¿Eres de por aquí? —responde la chica sonriendo.

    —Yo... No, no, sólo estoy de visita… —dice disimulando— ¿Sabes qué le ha pasado a Karen? —dice Tod señalando su casa.

    —¿Karen la bibliotecaria solterona? Pues sinceramente no es que haya hablado mucho con ella en todos estos años. No sale mucho de casa, y menos desde que cerraron la antigua librería. No es que yo fuera una gran asidua la verdad —continúa suspirando —Eso sí, todas las mañanas la veo dar de comer a sus gatitos, pero en seguida se vuelve a meter en su cueva — abrevia la chica mientras se coloca su corta falda y retoca el pelo.

    El joven no puede creer lo que está oyendo, apenas puede respirar. Tras unos segundos estupefacto, trata de recuperar el aliento como puede para asimilar tanta información:

    —¿Qué mi madre qué? —solloza —No entiendo nada… Esto es horrible.

    Rápidamente, Tod coge la bicicleta de nuevo y se despide de la chica:

    —Adiós Sara, he de irme —se despide el joven apresurado.

    —¡Adiós guapo! Ya sabes dónde estoy si necesitas algo —se despide Sara con un contoneo —Aunque creo que vas bien servido, majadero —dice entredientes.

    Es ya tarde y ningún coche circula por la avenida Kennedy al que poder agarrarse y surfear, así que le toca hacer todo el trayecto a la vieja usanza, pedaleando. Se dirige a casa de los hermanos Jackson, sus mejores amigos de la infancia, a ver si ellos pueden aclararle que está pasando exactamente .Al llegar a las cercanías, abandona su transporte pocos metros atrás y se escabulle entre las sombras para evitar ser visto, no sabe qué se puede encontrar en esta ocasión y prefiere ser prudente. Se posiciona junto a una de las ventanas de la planta inferior donde puede ver claramente a Anna, la madre de sus amigos. En ese momento suena el teléfono y Anna lo descuelga:

    —¿Sí? —responde la matriarca —¡Shaaaaun, hijo! ¿Cómo estas de ánimo?¿Cómo te tratan en la clínica?¡Me alegra taaanto oírte! Parece que hoy tienes un buen día ¿verdad?, eso es bueno, muuuy bueno cariño, pronto estarás de vuelta con nosotros… —contesta emocionada la mujer secándose las lágrimas con la mano izquierda...

    —¿Shaun en un hospital? ¿Está enfermo? —se pregunta Tod.

    —¿Quieres hablar con tu hermano? Ahora mismo le llamo y le digo que se ponga al teléfono ¡Tim! Es tu hermano, quiere hablar contigo, ¡baja aquí ahora mismo! Cuídate muchísimo hijo, te quiero, te queremos. La semana próxima hablamos otra vez¡ Un beso muy fuerte! —dice Anna muy emocionada.

    Tim baja por las escaleras caminando tranquilamente. Tod observa a su amigo más desaliñado que de costumbre, con un aspecto mayor, pero es imposible, sólo es un par de semanas más viejo que él. No entiende nada de lo que está pasando:

    —Hola hermano, ¿qué tal estás? Te echamos de menos. Pronto volverás a casa, no te preocupes, sólo es algo temporal, hasta que consigas recuperarte, ya sabes, es por tu bien ¿Que si he terminado la canción? Claro, claro, todo va como la seda, lo tengo todo listo para cuando salgas e irnos de gira, va a ser todo un bombazo ya verás... ¡Vamos a arrasar! Oye, Shaun —balbucea cortando el hilo de la conversación —Tengo que dejarte, estoy en medio de algo realmente bueno, ya te contaré ¿vale? Te quiero bro, cuídate mucho, adiós, adiós.

    Diciendo esto, Tim cuelga el teléfono sujetando el auricular tembloroso con ambas manos. Y su madre, que permanecía a su lado, le acaricia el brazo consolándole:

    —Mamá, me voy a mi cuarto. Buenas noches, hasta mañana — se despide Tim de su madre besándola en la mejilla.

    —Que descanses hijo —responde Anna resignada.

    Tim sube las escaleras para llegar hasta su habitación y Tod, intrigado, trepa por un árbol que precisamente le deja entre ver el cuarto de su amigo. Éste se sienta en su cama. A sus pies tiene un pequeño teclado y una libreta abierta, entonces, comienza a tocar. Trata de componer y cantar una especie de melodía, anotando cada nota en el cuaderno. Lo vuelve a intentar tras un leve traspiés, pero, cuando parece avanzar, comete un error de ejecución tras otro, algo no suena nada bien, le resulta realmente frustrante. Tim desesperado, golpea con fuerza el teclado, arroja al suelo las hojas de un manotazo y se tira sobre su almohada llorando de rabia, impotente, preguntándose:

    —¿Por qué, por qué, por qué yo no…? —solloza su amigo —¿Qué estoy haciendo mal? —continúa.

    Esa imagen tiene un especial impacto en Tod y no puede continuar viendo a su amigo sufriendo más por lo que trepa descendiendo por el árbol, mientras se seca las lágrimas:

    —¿Qué clase de pesadilla es ésta?¿Qué ha pasado para que todos estén así? —se pregunta.

    Compungido, el chico recupera la bici y se dirige calle abajo en dirección a la vieja tienda de discos del dr Boreau:

    —Tengo que encontrar una respuesta a todo este embrollo... —insiste.

    Por el camino, observa cómo la ciudad de Hookersville también se ha transformado. La mercería del anciano señor White, donde su madre solía comprar a menudo, aparece cerrada a cal y canto, como si nunca hubiera estado abierta, sin rastro alguno del simpático tendero. Un par de manzanas más adelante, donde debería estar el Big Joe´s, un enorme Burger Queen ocupa su lugar. Algo llama su atención, muy cerca el gran Joe arrastra un pequeño puesto de perritos ambulante. A su lado cree reconocer a Rosa, la simpática camarera que aunque hace tiempo que ha dejado de ser joven, aún conserva un atisbo de su belleza natural.

    —¡Adiós Joe! —grita Tod saludándole.

    —¿Quién es ese que saluda, Rosa? —pregunta Joe mientras levanta su gorra de cocinero.

    —Ni idea grandullón, quizá otro cliente satisfecho… —responde irónicamente su acompañante.

    Cuando Tod llega a la tienda del doctor Boreau, en su lugar se encuentra un viejo edificio a medio derruir donde apenas se salvan las letras desordenadas que un algún tiempo atrás anunciaban una librería. Desconcertado, sigue andando por la avenida. Al otro lado de ésta, en donde recordaba la pastelería de la señora Hans encuentra un bar. En el exterior unas letras medio caídas apenas dejan leer «Savoy Club».

    —¿Savoy Club?¿Pero qué narices? — se pregunta Tod alucinado dirigiéndose a la puerta de entrada.

    Aparca su bici de nuevo justo delante, al lado de un par de motocicletas. En la entrada puede ver un enorme hombretón tirado totalmente sobre un mostrador que parece servir de taquilla:

    —Hola, yo, vengo a… —dice Tod sin terminar la frase.

    El hombretón levanta como puede su cara, totalmente desencajada, apenas alcanza a abrir los ojos. Le mira y dice:

    —Eeeeh, sí... Eeeeeeh, tú, chaval...Tooodo correcto, puedes pasar — y su cara vuelve a estrellarse contra la madera.

    —Eeeh… ¿gracias? —contesta Tod sarcásticamente.

    El joven accede al local sin ningún tipo de problema pese a no tener edad para ello. Lo único que alumbra el interior del garito es una luz roja que difícilmente cumple su función principal. Precisamente es lo que pretenden los allí congregados, pasar desapercibidos. «Lie to me» de Jonny Lang ameniza la velada. Al fondo hay un pequeño escenario sobre el que un hombre y una mujer desarrollan una extraña performance. El tipo lleva una correa al cuello semidesnudo en ropa interior, y la mujer, enfundada en un ceñido vestido de latex negro, azota al individuo mientras éste emite una serie de extraños gruñidos:

    —¿Señor Flip?¿Señora Sayce? —se pregunta incrédulo.

    Tod intenta no acercarse demasiado para no llamar la atención o levantar sospechas, pero está casi seguro que se trata de los dos docentes del High Valley School. A su izquierda otra sorpresa, en una pequeña mesa redonda puede ver a tres hombres muy borrachos bebiendo chupitos y tratando de hacer una torre con los vasos vacíos. Los distingue claramente, se trataba del señor Marshall de física, el repelente señor Anderson con su famosa pajarita por diadema, y el tercero… ¡No es un hombre! Es la señora Hetfield, profesora de música, que parece discutir enérgicamente con sus compañeros de juerga mientras sujeta con fuerza el triángulo de metal que tantas veces le había hecho sonar en la escuela. Bridwell está convencido de que ella no cree en sus aptitudes musicales y por eso únicamente le cede el «honor» de tocar este singular instrumento.

    —¡Soy yo! ¡El que más sabe de música en esta mesa soooooooy yo! —grita la señora Hetfield.

    En ese momento está a punto de perder el equilibrio de no ser por la mesa que se interpone entre ella y el suelo…

    —Nada de eso, nada de eso —responde Anderson.

    El hombre sopla girando la pajarita que lleva en la coronilla a modo de helicóptero mientras saca de uno de sus bolsillos lo que parece una armónica y comienza a tocarla sin ritmo ni sentido alguno.

    —Pfffff… —se limita a decir el señor Marshall mientras tira un vaso contra la torre como si de una partida de bolos se tratara…

    Al darse la vuelta para evitar ser visto por los embriagados profesores, Tod se tropieza con Javier, el propietario del local. Es una persona muy conocida en Hookersville, casi una leyenda podría decirse, siempre impecable, y por supuesto Tod sabe quién es perfectamente, aunque apenas había intercambiado un par de palabras con él en todo este tiempo:

    —Disculpe señor ¿Qué ha ocurrido con el viejo Savoy Club? Soy forastero y la última vez que estuve por aquí aún existía el que estaba abierto al otro lado del pueblo, a las afueras… —pregunta el chico disimulando…

    —¿Forastero? —contesta Javier extrañado —Hace tiempo que no tenemos forasteros por aquí… ¿El antiguo Savoy Club? Eso se acabó, se terminó chaval ...Pero de eso hace siglos, ni siquiera estoy seguro de que un joven como tú haya podido conocerlo.

    —Quiero decir… Alguien me había hablado de él, era un lugar mítico por aquí… —continúa Tod disimulando tratando de desviar la atención para conseguir más información del gerente.

    —Desde que aquél chaval desapareció mientras volvía a su casa en bici, la triste noticia y la mala prensa se encargó de borrar literalmente del mapa Hookersville, ya nadie viene por estas malditas tierras —continúa explicando Javier.

    —¿Desapareció un chico?¿Quién? ¿Qué ocurrió?

    —Hace mucho tiempo de eso. ¿Qué pasa que no lees los periódicos? — pregunta de nuevo extrañado Javier mirándole a los ojos mientras levanta una ceja.

    —No tengo ni idea de lo que me está contando, señor, se lo prometo —responde Tod intimidado por la persona que para el joven es toda una leyenda local.

    — Pues… Era un buen crío, y además era un gran artista tengo entendido. Dicen que lo secuestraron, nunca se supo más de él, fue todo muy extraño, como si se lo hubiera tragado la tierra, sin ninguna pista ni explicación alguna, como si de un fenómeno paranormal se tratara. Imagínate que algo así ocurre en un pueblo tan pequeño, aún no nos hemos recuperado, ni creo que lo hagamos, sinceramente... —concluye emocionado —¡Ey, tienes cara de necesitar un trago! Tranquilo, no se lo diré a nadie — le dice a Tod mientras le guiña un ojo.

    —¡Soniaaaaa! Ponle un Jägermeister a este forastero, invita la casa. Me has caído bien — continúa Javier sonriendo mientras se coloca su elegante sombrero de cowboy.

    —No no, gracias, he de irme ya... —dice Tod recorriéndole un sudor frío por todo el cuerpo.

    Javier parece llamar a una camarera que se encuentra limpiando y colocando unos vasos detrás de la barra. Al darse la vuelta, Tod puede ver su rostro claramente. Se trata de Sonia, su pretendienta y compañera de instituto. Bridwell se tapa la cara rápidamente con un servilletero para evitar que le vea y sale del pub rápidamente, cogiendo de nuevo su bici prestada aparcada entre las motocicletas. Coge impulso y comienza a pedalear.

    Quizás en el High Valley School, Tod encuentre algo más de información sobre qué pasó realmente al chico desaparecido de la historia que le acababa de contar Javier ¿Se referiría a él?¿Era el chaval desaparecido?

    Entonces cae en la cuenta mientras se dirige al instituto, quizás aparezca su foto en algún anuario. Además tiene curiosidad por saber qué ha sido de este lugar viendo el lamentable estado en el que se encuentra el resto del pueblo.

    Ya allí, en la puerta principal tampoco hay absolutamente nada de luz, parece que todo está sumido en la oscuridad, no se distinguen apenas las letras de la entrada. Decide dar una vuelta en redondo para ver el aspecto general del edificio. Se queda asombrado al encontrárselo efectivamente muy descuidado, sucio y lleno de pintadas, con mal aspecto. Una luz y unas voces llaman su atención tras el muro donde se encuentra la cocina. Apoya su bicicleta de nuevo y se apresura para saltar el muro al otro lado y descubrir quién anda por ahí. Observa a través de una ventana situada a sus pies una curiosa escena:

    —Ja, ja, ja, ja, ja — se ríe el joven.

    Desde donde se oculta, puede ver claramente el interior de la cocina y al director Esquinner acostado sobre la señora Santos que, pataleando y quejándose en un extraño dialecto, intenta quitárselo de encima. Ella le golpea en la cabeza con un utensilio de cocina y él se cae al suelo refunfuñando. Todo ocurre sobre una mesa enorme rodeados por todas partes de gatos. Gatos de todos los colores, tamaños y pelajes, un auténtico retiro felino.

    Justo encima de él hay una ventana entre abierta, que aprovecha para colarse. En silencio y casi a oscuras recorre los pasillos del instituto. De repente se topa con la puerta que da acceso al cuarto de mantenimiento. Entra sin dudarlo un momento y entre las estanterías busca algo que le sirva para alumbrar. Con mucha fortuna encuentra en una vieja caja de

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