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La Mula Ciega: La Mula Ciega
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Libro electrónico353 páginas6 horas

La Mula Ciega: La Mula Ciega

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Un libro de crimen, abgogados, y un juicio cuando el abogado que defende "las mulas ciegas", los que traen narcoticas en su carros a los Estados Unidos sin saberlo, si mismo esta acusado de llevar drogas. Aunque es novella, todo del cuento es muy verdadero incluyendo el juicio criminal. Desde Colombia a la frontera México-Estados Unidos, el cuento tiene el lector en suspenso hasta el fín.
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento8 ene 2015
ISBN9781483547879
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    La Mula Ciega - Russell S. Babcock

    engaño.

    Introducción

    Las fronteras internacionales son lugares de desigualdad económica y delincuencia. Siempre existirá una forma ilegal de hacer dinero, donde hay una pared dividiendo ambos países.

    Las drogas y los inmigrantes ilegales entran de contrabando entre México y los Estados Unidos en cantidades inconmensurables. El lavado de dinero y el tráfico de armas fluyen al otro lado de la frontera en el ir y venir de la marea de la codicia.

    El término frontera segura es una contradicción porque los audaces criminales siempre encuentran la forma de excavar por debajo de esta, la brincan o simplemente la evitan. En ese lugar hay hombres a quienes se les conocen como coyotes o polleros quienes los ayudan a cruzarla, de igual manera a las drogas.

    Todo lo relacionado con el tráfico de drogas es sobre dinero—mucho de este. Un kilogramo, o aproximadamente dos libras y un cuarto de cocaína pura, se pueden comprar en Bogotá, Colombia, por cien dólares. Para el momento en que termine de realizar su largo viaje, primero en barco desde un puerto como el de Buenaventura, Colombia, para llegar a la costa de México, y después ser transportada por camión a la frontera México-Estados Unidos en Tijuana, su valor habrá aumentado a diez mil dólares—una ganancia de cien veces más. Entonces, el simple hecho de cruzar de Tijuana, México a San Diego, California nuevamente subirá su precio a más del doble. Para el momento en que el producto llega a Nueva York, el kilo de cocaína tendrá un mayor valor de aproximadamente cuarenta y cinco mil dólares.

    La Oficina del Fiscal de los Estados Unidos para el Distrito Sur de California es el puesto de mando central de la guerra contra las drogas del gobierno de los Estados Unidos. Los fiscales quienes trabajan para el gobierno federal son llamados Abogados Asistentes de los Estados Unidos. (Ausàs). Solamente en San Diego hay más de trescientos de estos abogados, quienes informan a un Fiscal de los Estados Unidos designado por el Presidente.

    De acuerdo a las estadísticas publicadas por Aduanas y Protección Fronteriza, en el 2010, solamente en la aduana de San Diego e Imperial Counties, fueron incautados exactamente 8,802 libras de cocaína, 5,400 libras de metanfetamina, y 570 libras de heroína; los dos condados los cuales rodean la mayoría de la frontera al oeste de los Estados Unidos y México. Y hay cientos, si no es que miles de casos de drogas que son presentados cada año en la Corte de Distrito de Estados Unidos en San Diego, el tribunal que se encarga de los casos de drogas federales de estos dos condados.

    La mayoría de aquellos quienes son arrestados se declaran culpables o son condenados tras un proceso judicial ante un jurado. Desafortunadamente, es imposible calcular cuántos de los condenados son inocentes.

    Aquellos quienes conducen la corta distancia de Tijuana a San Diego con un coche cargado con drogas generalmente caen en una de estas tres categorías: en primer lugar, están aquellos que saben que están llevando drogas. A menudo es por un pequeño pago, menos de quinientos dólares, a quienes se les dice que solo llevaran una pequeña cantidad de marihuana, sólo para descubrir más tarde que transportaban drogas de un valor superior a más de un millón de dólares .

    En segundo lugar, están aquellos quienes sospechan que lo que están llevando es contrabando, pero miran para otro lado. A ellos se les puede pedir que les hagan un favor para alguien en México, que por alguna razón no puede conducir el coche de regreso a los Estados Unidos…posiblemente por un problema con la licencia de conducir o que no tiene papeles para cruzar a Estados Unidos. Así, ya sea gratis o por unos cuantos cientos de dólares, la persona cruza a veces logrando pasar al otro lado, pero muchas veces no.

    Por último, está la mula ciega, las verdaderas víctimas inocentes quienes cruzan a los Estados Unidos sin saber de la presencia de drogas escondidas en sus coches. La mula ciega puede ser un incauto, un ser querido o incluso un cónyuge a quien se le convenció de ir a pasar el día e ir a comer a Tijuana, México o para ir a realizar algún trabajo de reparación de un vehículo, dado que la mano de obra es barata en México. A algunos les siembran drogas en sus coches mientras duermen o trabajan en México y después son seguidos por un coche a muy corta distancia, cuyos ocupantes después irrumpen en el interior del vehículo para recuperar la valiosa mercancía. Hay infinitas maneras en que una persona puede ser engañada para transportar drogas.

    La versión oficial del gobierno de los Estados Unidos es que no existen mulas ciegas y cada conductor de un vehículo es responsable y sabe de la presencia de dichas drogas y es en otras palabras, culpable. Irónicamente, las señales colocadas por el gobierno de EE.UU. en la frontera desmienten su propia posición, porque todos estos carteles advierten a los conductores que si alguien les ha pedido que lleven algún paquete o si en algún momento no han tenido bajo control su vehículo y si así ha sido, que deben denunciar éstos hechos inmediatamente" ya que sin saberlo, pueden estar llevando drogas.

    La ley federal no es amable con aquellos que cruzan con drogas. La importación de drogas fuertes como la cocaína, la heroína, o metanfetamina casi siempre conlleva a una sentencia obligatoria de diez años de prisión sin posibilidad de libertad condicional. Eso significa que un joven de dieciocho años de edad que por primera vez comete un delito, probablemente tendrá que pasar por lo menos ocho años y medio de su vida en la cárcel por el primer acto delictivo cometido.

    Esto no es una excusa legal o incluso un factor atenuante para que una persona que creía que llevaba un kilo de marihuana fuera engañada para llevar cinco kilos de cocaína. Tampoco es una excusa legal por no hacer preguntas y simplemente conducir el coche hacia el interior de los Estados Unidos. Todas las personas quienes tengan razones para creer que podrían llevar contrabando a los Estados Unidos y de hecho lo hacen, son culpables de los cargos.

    Las mulas ciegas que son capturadas se enfrentan a un dilema. A pesar de que el gobierno tiene la obligación de probar su culpabilidad más allá de toda duda razonable, el fiscal de los Estados Unidos casi nunca cree su versión de los hechos o simplemente le dice al abogado de la defensa: Es por eso que tenemos procesos judiciales ante un jurado: para esclarecer la verdad.

    Muchos de los acusados se ven tentados a aceptar un acuerdo con el fiscal de cumplir una sentencia de menos de diez años, que sólo el gobierno y no el tribunal pueden ofrecer y de ésta manera puedan escapar de la sentencia obligatoria. Cuando se enfrentan con la probabilidad de una condena, aunque sean inocentes, la mayoría de las mulas ciegas se rinden y deciden aceptar un acuerdo con el fiscal, esta sentencia usualmente es en exceso de cuatro años. Pero entonces volvemos a lo mismo, ¿quién no preferiría perder cuatro años de vida en vez de diez?

    En lo que el fiscal se equivoca es en no reconocer que el proceso judicial de esclarecer la verdad está lejos de ser perfecto. Muchas personas inocentes son condenadas por las convincentes palabras y argumentos inteligentes del Fiscal de los Estados Unidos, debido a que es casi imposible para un acusado establecer el hecho que desconocía que existieran drogas en el coche. Casi siempre, hay argumentos de peso hechos por la fiscalía que prácticamente aseguran la condena. "La persona parecía estar nerviosa cuando fue interrogada por los cinco agentes del ICE [1] los cuales le apuntaban al rostro con sus pistolas, y si no parecía nerviosa manejo hasta la frontera con una mirada inexpresiva."

    Las mulas ciegas existen. La naturaleza humana y sus deseos de ganar dinero son suficientes por sí solas para asegurar que muchos, especialmente los ingenuos e ignorantes, sean engañados al transportar drogas sin saberlo a través de la frontera internacional.

    A diferencia de muchos conocidos programas de televisión y novelas criminales de ficción, he incluido en esta historia los procedimientos legales, siendo lo más preciso posible. Todos los actos y resoluciones judiciales se basan en las leyes actuales establecidas por la Constitución de los Estados Unidos y los estatutos penales federales (leyes).

    La siguiente historia es ficticia. Cualquier parecido de los personajes de este libro con personas de la vida real es pura coincidencia. Sin embargo, esta historia podría ser real y es real, para los cientos de mulas ciegas quienes cometen un error y caen en una trampa y se enfrentan al adversario más poderoso del mundo, el Gobierno de los Estados Unidos.

    ______________________________________________________

    1 ICE es un acrónimo para Control de Aduanas e Inmigración Los agentes criminales quienes trabajan bajo las órdenes del Departamento de Seguridad del Territorio Nacional para hacer cumplir las leyes fronterizas.

    Capítulo 1

    Mark Porter, reconocido abogado de defensa criminal, se quedó mirando hacia la fotografía que sostenía en su mano. La sonrisa de Camila era valiente, serena, excepto con solo con un indicio de falsa valentía, eso significaba que debajo de todo esto estaba atemorizada. El bebé, Esperanza, estaba envuelta en un chal de encaje rosa, tejido por la madre de Camila. La mano de Mark comenzó a temblar, y la imagen se volvió borrosa. Su pequeña hija— a quien todavía tenía que conocer.

    Mark coloco la fotografía hacia abajo sobre la mesa de madera de teca y echó un chorrito de Ron de Caldas en su taza de café. Todo estaba tranquilo en su lujosa oficina—demasiado tranquila para estar en el centro de San Diego. Se bebió el ron de un solo golpe, demasiado rápido para disfrutar de este y luego se sirvió otro. El tictac del reloj en la pared lo irritaba. Y los latidos de su corazón le recordaron que su destino estaba corriendo hacia él.

    El teléfono permaneció en silencio. En la facultad de derecho, los profesores enseñan lo que son las evidencias, la práctica de procesos judiciales, procesos criminales— pero no a tener paciencia. Nadie le puede enseñar a un abogado litigante cómo tener paciencia y Mark Porter nunca desarrollo la habilidad para hacerlo con elegancia, ni siquiera ahora, cuando el veredicto se esperaba era el suyo propio.

    Los meses pasaron tan rápido. El año nuevo llegó con la inusual urgencia con la contratación de un nuevo socio legal, Jason Spurlock, a quien Mark ahora le confiaba su vida.

    Y luego estaba Camila. En un viaje de negocios a Medellín, Colombia a principios de año, Mark se enamoró. Después de décadas de hambre, de espera, de soledad, por fin ahora lo tenía todo. Pero sabía que podría perderlo todo en cuestión de segundos.

    El teléfono sonó, trayéndolo nuevamente hacia la realidad. Sabía lo que podría significar esta llamada. Respondió, incluso antes de que el primer timbre hubiese terminado.

    Sí, dijo con voz entrecortada, tratando de mantener el control de su respiración.

    Tenemos un veredicto, el empleado del juez Jenkins anunció con su monótona y seca voz, y colgó antes de darle a Mark la oportunidad de decir nada. Mark dio un último profundo trago de ron antes de caminar las tres cuadras hasta el palacio de justicia federal.

    Capítulo 2

    (Nueve meses antes)

    Mark Porter, dueño de la firma de abogados en defensa criminal Mark S. Porter, LLC, estaba solo y eso era algo verdaderamente raro en esta ocupada oficina.

    El complejo de la empresa consistía de varias oficinas conectadas en una de las zonas exclusivas del centro de San Diego.

    Tenía una recepcionista en la entrada, y una impresionante fuente por la cual reciba elogios de parte de sus clientes. Para ganar dinero se debía aparentar tenerlo. Ningún cliente confiaría en un abogado o dejaría una gran cantidad de dinero en un lugar que parecía pertenecer a un detective de segunda categoría.

    La oficina privada de Mark era su santuario privado donde trabajaba y creaba. No le gustaban las distracciones. Tenía en su puerta una placa de latón pulido que decía: Por favor, toque antes de entrar. Sólo los clientes privilegiados o unos cuantos de sus amigos eran invitados a su oficina. La mayoría de los contratos por honorarios y estrategias publicitarias se realizaban en la opulenta sala de conferencias.

    El objeto más impresionante en su oficina era una enorme pecera. Mark importo peces de colores exóticos conocidos como discus desde América del Sur, muy parecidos a las pirañas, la única diferencia era que éstos no muerden y tienen unos impresionantes colores. Les puso nombres a los peces, de aquellos quienes representaban personas importantes en su vida. El pez más hermoso, un pequeño discus de color rojo, el único pez al que no le gustaba que lo tocaran, se llamaba Camila.

    El reloj de pared marcaba las 08:00 a.m. en el primer día del Año Nuevo. Mark encendió uno de los famosos puros marca Cohíba. Compro una caja de ellos el año pasado cuando estuvo en La Habana. Le gustaban demasiado los cigarros y por esa razón, solo se permitía fumarlos una sola vez al mes. No quería que se convierta en un vicio. Su madre falleció de cáncer de pulmón por lo que temía los cambios celulares que se producirían con cada bocanada.

    Descansando en su lujoso sofá de cuero el cual era del mismo color del cigarro, Mark tomó la primera aromática calada. Al principio, este tenía un sabor ligeramente dulce, después amargo, luego casi el sabor de los campos cubanos. El humo gris lentamente se elevó.

    Cerró los ojos y dejó que su imaginación lo llevara muy lejos hasta Medellín, Colombia, donde deseaba estar. Se sirvió un trago de Ron de Caldas, su ron favorito procedente de Colombia y agitaba el elixir de color ámbar en el vaso. Era tan difícil creer que casi habían pasado diez meses desde que vio a Camila Escobar.

    Sabía que tenía que regresar a Colombia lo antes posible. Cuanto la extrañaba— el cómo cantaba suavemente en el baño, el olor de los patacones, los plátanos, las frituras de su cocina, la forma en que lo regañaba por dejar su ropa regada en su casa, la forma en que le sonreía mientras trabajaba en su laptop.

    Los días festivos no significaban nada para Mark, solo eran para que pudiera pensar y trabajar sin interrupción. La avalancha de mensajes de correos electrónicos y llamadas telefónicas se detuvieron temporalmente. Tenía grandes planes para su negocio el siguiente año y necesitaba tiempo para meditar sobre los cambios y metas. La firma de abogados ya no podía operar con solo un abogado. El teléfono sonaba más de trescientas veces al día y Mark recibía cientos de correos electrónicos, muchos provenientes de nuevos clientes.

    Ha estado ejerciendo la abogacía desde hace treinta años, y desarrollo una teoría acerca de por qué cada año pasaba más rápidamente. Cuando solo tienes un año de edad, el siguiente año de la vida parecería toda una vida. Pero cuando se tiene cincuenta años, otro año será sólo el dos por ciento de tu vida.

    Se sintió igualmente fascinado y asustado por su cálculo, sabía que sólo tenía cinco años, tal vez siete y en el mejor de los casos, de continuar practicando como abogado litigante, antes de que comenzara a ir en declive y no ser tan diferente a esos zombis que se arrastran a sus finales de los sesenta y setenta años quienes eran afortunados y aún podrían incluso encontrar la sala de audiencia correcta.

    Mark no ahorro tanto dinero como hubiera querido y su esperanza de un estilo de vida confortable con Camila se vería afectado si algo le pasara y le impidiera seguir con su práctica. Hacía ejercicio con su entrenador tres veces a la semana y visitaba a un estilista que le aplicaba un costoso tinte para pelo de origen alemán al menos una vez al mes; así de esa manera, Mark intentaba hacer ambas cosas, permanecer lo más joven posible y también parecer lo más joven que le fuera posible. No quería que los amigos de Camila pensarán que él era su padre.

    A pesar de su edad, sabía que Camila lo adoraba. Ella le dijo que con sus arrugas por tanto sonreír y su distinguida apariencia, le recordaba a su padre. Mark le proporcionaba una sensación de seguridad que nunca se encontró en los hombres o los chicos de su misma edad. Camila estaba hipnotizada por los ojos verdes de Mark y estos le hacían saber del estado de ánimo que se encontraba— cuando el color de sus ojos era de un tono verde más oscuro, era cuando estaba feliz, cuando estaban de un color gris pizarra era cuando estaba enfadado o bajo estrés, y de color purpura cuando estaba excitado— por ella.

    Mark creció a sólo a 16 kilómetros al norte de México. Mientras asistía a la universidad, le atraía tener citas casi exclusivamente con mujeres hispanas porque las encontraba mucho más hermosas y exóticas. Perfeccionó su español por la asignatura de español cuando era menor de edad, pero sobre todo de sus novias. Una de las cosas que le divertía era cuando estaba en algún bar o en algún viaje que alguien le preguntase, donde había aprendido español. A lo que Mark siempre contestaba: en la cama mi amigo—aprendí todo acerca del arte de conquistar y decir malas palabras entre las sábanas.

    El padre de Mark, Milton, un hombre de negocios muy exitoso, le insistió que estudiara una carrera de derecho corporativo. Pero Mark siempre estuvo fascinado por el lado más sórdido de la vida, —probablemente porque nunca formo parte de esa cultura. Nunca uso drogas ilegales en la escuela secundaria o en la universidad.

    El bufete de abogados de Mark se especializaba en defender a los más necesitados, personas que no eran como él. Con el tiempo, se convirtió en el abogado más exitoso en San Diego defendiendo a los que son conocidos como mulas ciegas, aquellos que importan drogas ilegales a los Estados Unidos sin saber que las transportaban de contrabando. Recientemente gano dos casos de muy alto perfil, casos que se consideraban imposibles. Tanto la suerte y el esfuerzo le trajeron a Mark una repentina e inesperada notoriedad.

    Capítulo 3

    El primer caso que le trajeron a Porter al comienzo de su profesión fue el de Alma Rodríguez. Alma ha estado separada de su esposo, Juan, desde hace casi dos años y han vivido en lugares separados en el suroeste de Nayarit, México. Toda la familia tenía visas americanas y desde hace muchos años se dedicaban a la importación de ropa desde Los Ángeles y la vendían en México.

    Alma casi perdía la esperanza de reconciliarse con Juan, cuando un día, mientras se preparaba para irse a dormir, escuchó mucho alboroto afuera de su casa. Juan estaba afuera de su ventana junto con un trío de músicos, cantando una balada de amor. El áspero rasgueo de la guitarra y la explosión estridente de la trompeta trajo recuerdos de su noviazgo con Juan y reavivó su deseo por él.

    Si Juan tenía el don para ser un mentiroso, también tenía el don para cantar con una hermosa voz de tenor. La dulce voz de Juan casi hizo sus mentiras creíbles. Juan sedujo a Alma una vez más, tal como lo hizo unos años antes en el asiento trasero de su Chevy Impala.

    Después de la serenata, no le fue difícil a Juan convencer a Alma y a sus dos hijas de que tomaran unas vacaciones con él. El viaje desde Nayarit hasta Tijuana en el Chrysler Cruiser de Juan les tomo cinco días. Los cuatro celebraron estar juntos nuevamente, deteniéndose en muchos cafés de la carretera, alojándose en pequeños hoteles y cantando hasta la madrugada. Diana y Araceli pensaban que nuevamente tenían un padre y Alma incluso comenzó a pensar que tal vez existía una posibilidad de que los cuatro estuvieran juntos como una familia.

    Llegaron a Tijuana en la tarde, justo a la hora en que todo el humo de los coches y el sol poniente despedían un misterioso y polvoriento resplandor amarillo a través de la ciudad. Juan le dijo a Alma que él tenía que irse por un rato para lavar y quitarle la suciedad al coche y los dejaría en una peluquería, así se verían bien para cuando llegaran a Disneyland.

    Dianita y Cheli, bromeó Juan. No querrán verse como espaldas mojadas cuando lleguemos a los Estados Unidos. Vayan a asearse y arreglarse el cabello.

    Mientras tanto, Juan dijo que estaría de regreso en un par de horas después de llevar el coche a revisión y mantenimiento.

    Juan regresó en menos de una hora. Alma y las dos chicas justo acababan de lavarse el cabello y ni siquiera tuvieron tiempo de hacerse un corte de cabello, pero Juan insistió en que tenían que regresar a la carretera. Empezaba a oscurecer y quería llegar a Disneyland antes de que fuera medianoche.

    Alma se sorprendió con este brusco cambio de planes, pero no quería discutir con Juan. Se culpaba a sí misma por su separación ya que en palabras de su padre, tenía la lengua del diablo. Les ordeno a las chicas que se apuraran y saltaran hacia el interior del coche.

    Cuando se detuvieron en la línea fronteriza entre Estados Unidos y México en Tijuana, Diana y Araceli se quedaron viendo fijamente a los perros que olfateaban alrededor de los vehículos. "Mami, ¿Le puedo dar al perro un poco de caramelo?" Preguntó Araceli.

    "No, hija, estos perros son especiales, están trabajando para atrapar a los malos quienes tienen drogas."

    La felicidad y los sueños de Alma se hicieron añicos en cuestión de segundos. Seis agentes de Inmigración y Control de Aduanas, o ICE, rodearon su coche.

    ! Salgan, salgan del coche! les gritaron los agentes, mientras los perros ladraban ferozmente al igual como los perros que custodian el perímetro de una prisión.

    Alma fue separada de Juan. Pronto el Agente Croix de la ICE, un hombre de mediana edad con un enorme estómago y bigote tipo mostacho, le informó a Alma que los agentes encontraron cinco kilos de metanfetamina pura, también llamados hielo, flotando en el tanque de gasolina del coche.

    El Agente Croix le permitió a Alma que se despidiera brevemente de sus dos niñas antes de que se las llevaran los Servicios de Protección Infantil.

    La familia de Alma contrató a Mark tres días después de su arresto. Cuando Mark visitó por primera vez a Alma, se dio cuenta que parecía que no dejo de llorar desde su arresto. Alma era pequeña y frágil y sus ojos tenían sombras a su alrededor como los de un mapache.

    Por Dios Alma le dijo a Mark, Te lo juro, no sabía nada con respecto a las drogas. Ellos me dijeron que tenía hielo en mi vehículo. El único hielo del que tenía conocimiento era el que tenía en mi hielera. ¿Cómo pudo hacerme esto?

    Todo en lo que Juan pensaba era que fue injusto que lo hayan atrapado. ¿Que podría haber sido más perfecto que llevar a su ingenua ex esposa en su coche con él y sus dos hijas? Si tan sólo no hubiera sido por ese maldito perro, admitió más tarde.

    Cuando Mark le explicó a Alma las Leyes de las Sentencias Federales en el Centro Correccional Metropolitano, donde tendría que permanecer hasta el juicio, ella lloró en silencio. Las leyes consistían en una lista de sentencias que fueron establecidas por la Comisión de Sentencias de los Estados Unidos, un comité que se formó por el Congreso y que principalmente está integrado por jueces y fiscales conservadores.

    La ley castiga los delitos relacionados con drogas con muy poca consideración ante la falta de antecedentes penales y de la buena conducta moral por parte del acusado, enfatizando casi todo el caso sobre el tipo y cantidad de drogas que tenía en posesión. La metanfetamina, metan o hielo, como a menudo es llamada por los distribuidores y los jueces, alcanzan sanciones más severas que cualquier otra droga, incluyendo la heroína, la cocaína y el LSD. Un poco más de un kilo de la droga era suficiente para recibir una sentencia obligatoria mínima de diez años. Alma, la mula ciega, se enfrentaba a una sentencia de más de quince años de prisión.

    ¿Cómo pude ser tan estúpida para creer que mi ex marido estaba realmente interesado en reconciliarnos y que quería hacer un viaje con las niñas y conmigo?

    Muchas veces los conductores de los vehículos están dispuestos a firmar una declaración donde dicen que los pasajeros en el coche no sabían nada con respecto a las drogas, dijo Mark. Pero justo acabo de terminar una llamada telefónica con el abogado designado por el tribunal, y me dijo que tu esposo no está dispuesto a firmar esa declaración por temor a que esto pudiera aumentar su propia sentencia."

    Pendejo Alma murmuró en voz baja. "Que poco hombre es."

    Alma les dijo a los agentes una y otra vez que no sabía nada acerca de las drogas. Pero de lo que Alma no fue consciente es que cometió un gran error por haber sido honesta y decirles que ella sólo estuvo fuera del coche durante casi una hora, el tiempo en que Juan supuestamente se llevó el coche para que lo lavaran.

    El Fiscal Adjunto de los Estados Unidos asignado al caso, Paul Greco, era joven y también nuevo en la oficina.

    Paul, no tienes ninguna evidencia en contra de mi cliente que no sea más que las egoístas declaraciones de Juan Rodríguez, quien obviamente está intentando salvar su propio pellejo. Podría llevar este caso a juicio y el jurado le creería a Alma y la encontraría no culpable en un instante. Mark estaba alardeando, porque sabía que un jurado probablemente asumiría que los esposos estaban juntos en el complot, especialmente cuando el marido no hizo una declaración indicando que su mujer no sabía nada de las drogas.

    Tienes un gran problema, mi amigo, el engreído Fiscal Adjunto Greco, bromeó. Por admisión propia, tu cliente no estuvo en el coche por al menos una hora. Mark, sabes que podría haber sido imposible plantar la metanfetamina en el tanque de gasolina con tanta rapidez.

    Mark se preocupó al recordar tantos casos cuando los clientes fueron condenados por sus propias palabras. Es política del gobierno de los Estados Unidos no grabar la mayoría de los interrogatorios de la policía. Esto le da a la policía una licencia para embellecer e interpretar las palabras del acusado.

    Con los años, Mark aprendió que muchos de sus clientes mentían, incluso a sus propios abogados, porque creen erróneamente que el abogado no defenderá con la misma determinación si admiten que

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