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Pasión Salvaje
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Libro electrónico77 páginas1 hora

Pasión Salvaje

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La voluptuosa Madison Bates solo desea alejarse de su vida en Pickford, con un novio que la engaña y un empleo desagradable en una conocida parada de camioneros. Al morir su abuelo, hereda una cabaña en un pequeño pueblo llamado Titusville. Acurrucada en las montañas de Montana, está decidida a pasar ese tiempo tan necesario a solas, y a mantener a los hombres alejados sin importar lo que hagan para enamorarla. Ya sabe como termina esa historia.

Y es ahí cuando el atractivo alguacil del pueblo Caleb Fowler llega para arruinar su determinación. Una ráfaga de su pasado, él es exactamente tan impetuoso y demandante como ella lo recuerda... y no puede resistirse. Las cosas se complican aún más cuando su amor de la infancia, Will Hunterson, parece igual de decidido a conquistarla. ¿Puede ella elegir entre estos dos mejores amigos? ¿Tendrá siquiera que hacerlo?

IdiomaEspañol
EditorialJackie Sexton
Fecha de lanzamiento2 oct 2014
ISBN9781633395602
Pasión Salvaje

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    Pasión Salvaje - Moon Flower Press

    Pasión Salvaje

    Jackie Sexton

    Capítulo Uno

    Madison Bates cerró los ojos antes de comenzar a recorrer el camino hacia la casa que le era tan familiar. Lo había visto muchas veces cuando era niña, con los ojos bien abiertos y una sonrisa estampada en su rostro regordete y rosado.

    Pero ahora ella era mayor, y aunque su rostro era igualmente redondeado y tenía la misma tendencia a enrojecerse como un tomate, sus grandes ojos azules ya no estaban llenos con la esperanza de un verano infantil. El abuelo Seth ya no estaría allí, esperándola en su mullido sillón al lado de la chimenea, y la abuela Grace no estaría esperándola en la cocina con su postre casero y su delantal escocés con volados atado a su amplia cintura.

    Madison abrió sus ojos tratando de asimilar la visión de la vieja cabaña, y con una respiración profunda se recordó a si misma por qué estaba en realidad allí.

    Había aceptado la muerte de su abuelo, tal como había aceptado la muerte de su abuela cinco años antes. Lo que no había aceptado era esa sensación que tenía de haber desperdiciado su vida.

    En Dustin, en Pickford, al atender el bar El Golpe.

    Pero esa no es la razón por la que estoy aquí, se recordó a si misma cuando apagó el motor y comenzó a caminar hacia la casa. Este era su nuevo comienzo: una cabaña pequeña escondida en un pueblecito de montaña en el corazón de Montana.

    Madison caminó por el sendero de tierra, inspirando el aire fresco de la montaña y la vista de los hermosos pinos cuyas ramas ondeaban en el viento, moviendo sus hojas verde oscuro que la saludaban amigablemente y calmaban su corazón apesadumbrado.

    Este es mi nuevo comienzo, se recordó a si misma, dándose vuelta para admirar la vista colina abajo. Titusville era un pueblo sombrío, pero lo que le faltaba en civilización lo compensaba con su belleza natural. Las construcciones dispersas y apiñadas estaban cómodamente ubicadas entre los árboles y los caminos de tierra, a lo largo de un arroyo serpenteante que conducía a un hermoso lago hacia el este. Y hacia el oeste, una sinuosa ruta de montaña conducía a una entrada del parque estatal muchas millas más delante. Un barranco empinado al lado de la ruta les daba a Madison y todos los habitantes del pequeño pueblo una vista gloriosa de una larga cadena de montañas que subía hasta el cielo.

    Madison buscó la llave en su cartera y jugueteó con ella; abrió la puerta y encontró la vieja cabaña de su abuelo exactamente como la recordaba, con un fuerte aroma a pino y tabaco inundando cada espacio.

    Después de que la abuela Grace muriera, Madison y su madre llevaron al abuelo Seth a vivir con ellas, donaron lo que sobraba y enviaron otros objetos con valor sentimental de vuelta a casa para que fueran guardados en el ático. Solo quedaron algunos muebles y unas cabezas de animales disecadas en la pared, de los días de cacería del abuelo.

    Entró al living, dejó caer sus dos bolsos sobre el pintoresco sofá color malva y recorrió todo el largo de la mesa de madera con el dedo, haciendo un mohín por el polvo. Sabía que había mucho por limpiar.

    Pero antes de que pudiera siquiera sacar lo necesario para comenzar a desempolvar, oyó que golpeaban fuerte a la puerta. Refunfuñando para sí misma, comprendió por primera vez que su pequeña liberación en las montañas no sería tan tranquila como había pensado; por supuesto, este pequeño pueblo no sería muy diferente de aquel del que había intentado escapar. Todavía estaba lleno de personas chismosas que necesitaban conocer todos los últimos detalles acerca de la nieta de Seth Brown y su regreso misterioso a Titusville.

    Se recogió el cabello rubio sucio en una cola de caballo, deseando estar medianamente presentable, y abrió la puerta con una sonrisa falsa estampada en el rostro. Para su sorpresa, no era ninguna mujer anciana con una canasta de frutas cortadas de su jardín. Debió recuperar el aliento ante la visión que le daba la bienvenida: un hombre musculoso de cabello oscuro y deslumbrantes ojos color avellana, salpicados de un verde profundo. Si no fuera por su rostro exquisitamente masculino, ella nunca hubiera sobrevivido a la profundidad de su mirada magnética; él tenía una nariz robusta y aguileña, y una mandíbula perfecta que parecía esculpida en granito. Incluso la mueca irónica que formaban sus labios sorprendentemente carnosos casi hizo que Madison se desmayara.

    Pero rápidamente notó la camisa color caqui y los pantalones verde oliva sobre un cuerpo impresionantemente trabajado, y supo de inmediato que la policía del condado ya estaba de alguna forma tras ella.

    - ¿Puedo ayudarle, oficial?, dijo dulcemente, cruzando sus brazos sobre el pecho para que él no asumiera que tenía el control, aún cuando el corazón le latía salvaje en el pecho. Ella no había hecho nada malo, pero desde que empezó como camarera a los dieciocho años siempre se había sentido a la defensiva.

    -Quizás pueda, señora, dijo el oficial de policía, y avanzó un paso quedando demasiado cerca, lo cual resultaba incómodo. Ella sintió un aroma almizclado, intoxicante, mezclado con un rico olor a café.

    -No quiero alarmarla, dijo él, y sonrisa pícara le cruzó los labios y la perturbó. Madison ahogó el nudo que sentía en

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