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Auriol
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Libro electrónico81 páginas57 minutos

Auriol

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La línea de la vida no es recta para Dolores Cardona. En el Viejo San Juan las vidas se cruzan en aceras y aposentos. Entre pistolas y gemidos se sueltan nudos y se amarran lazos de otros mundos. La pasión se desenfrena mientras se cumple con el deber y con el llamado. Cada uno se trenza con el otro y cada otro se trenza con Dolores.
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Francisco R. Velázquez es un veterano periodista y escritor. Dotado de un extraordinario dominio del lenguaje, sus escritos se constituyen en lectura obligada para los amantes de la palabra escrita. Liberado de la camisa de fuerza de la sala de redacción, Pancho -como le llaman sus seguidores- se abraza a la sabia maquinilla de antaño y se sumerge cada día en los mundos paralelos de la página y la palabra.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 mar 2014
ISBN9781310721809
Auriol
Autor

Francisco R. Velázquez

Francisco R. Velázquez es un veterano periodista y escritor. Ha sido reportero de notas policiacas, columnista y editor de plantilla en diversos diarios de Puerto Rico por espacio de un cuarto de siglo. Dotado de un extraordinario dominio del lenguaje, sus escritos se constituyen en lectura obligada para los amantes de la palabra escrita. Liberado de la camisa de fuerza de la sala de redacción, Pancho -como le llaman sus seguidores- se abraza a la sabia maquinilla de antaño y se sumerge cada día en los mundos paralelos de la página y la palabra.

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    Auriol - Francisco R. Velázquez

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    AURIOL

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    Se hallan reservados todos los derechos. Sin autorización escrita del Editor, queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, mecánico, electrónico u otro, y su distribución mediante alquiler o préstamos públicos.

    Auriol

    Dolores Cardona: Detective

    Edición  2014

    Ediciones Secta de los Perros

    Francisco R. Velázquez, 1949 -

    Editor Ejecutivo – M. Pérez-Cotto

    Revisión y Estilo – Zaira Tellado

    Copyright©2011Francisco R. Velázquez

    franciscovelazquez49@gmail.com

    Arecibo, Puerto Rico

    Dolores-black

    AURIOL

    *******

    *******

    DOLORES

    A 2 DE JUNIO, 1950

    ESTOY por San Sebastián en casa de una espiritista que me enseña a tener ojos que miren donde no alcancen los míos.

    Se llama crear el elemental. Hay gente que los desarrolla y hasta los alquilan. Viven de eso.

    Se trata de una bola que se echa a rodar con un encantamiento y uno ve y oye cosas que te los transmite en los sueños.

    La señora es mujer seria. Cuando entré a su casa se estremeció de pies a cabeza y resopló. Vibró el agua en las poncheras y las fuentes, los gatos se escondieron, las gallinas cacarearon.

    --Qué presencia fuerte, tiene usted señora Cardona, ha dicho.

    Me ha reconocido facultades. No le creo al comienzo, tengo un diagnóstico de esquizofrenia de un señor con bata y títulos. La lobotomía que me hicieron no parece funcionar, sigo distanciándome de la realidad.

    Pero entonces me ha dicho que en sueños me la paso sentada en un banco tomada de manos con una mujer más joven que se llama Auriol.

    --Ambas llevan tiempo presentes en el pensamiento de la otra, me dice. Pero no hay maldad en lo que percibo.

    Jodía vieja, como sabe...

    --He perdido toda esperanza de volver a verle

    --Vendrá, en la forma de un ángel de fuego. No desespere doña Dolores.

    --Pues se ha muerto, entonces.

    --Es que se ha puesto una nariz falsa que le cambia el semblante. Lleva el pelo corto, no como usted la ve en sueños. Hace poco se han cruzado en estas realidades, creo que en El Baleares en Arecibo, pero usted le pasó por el lado sin fijarse.

    --¿Me puede dar otra seña?

    --Ella se la dará. Tiene algo para usted. Y entenderá usted entonces de que se trata.

    --Gracias, doña Marcela.

    Le entrego una gallina y una lechoza madura. También le doy un billete de a cien dólares. Lo declina.

    --Ese no, tiene manchas de sangre. Pero gracias de todos modos.

    Saco uno de los que Miguel me dio, mi parte del tablazo de Veneno. Me sonríe y también lo declina.

    --Tiene ese la mancha del azar. No va bien con la obra. No se preocupe, Hágame una merced un día de estos si le place.

    Me despido y subo al carro que he fletado.

    Salgo a dar una vuelta por el pueblo y compro unas fruslerías de botica. Al regresar me dice el griego que el cartero me ha dejado una notificación de paquete.

    Paso por él al día siguiente. Me lo ha remitido Justo Poder por correo certificado, porque, según me explica en una nota, viene de Nueva York y está en inglés.

    Regreso con el paquete apoyado contra el pecho, como hago con el catálogo de Sears.

    Miguel lo mira y no pregunta. Por estas fechas sólo le entusiasman las sopas, que las hace temprano porque son sopas largas y deben estar listas para las once de la noche.

    Son sensación y refuerzo de los borrachitos que hacen fila a la entrada del comedor. Miguel es el centro de atención; como un cura repartiendo escapularios del santo ese de las causas perdidas en un pabellón de tuberculosos.

    Llena cuatro soperas de porcelana de una vajilla fina que trajo el griego de Nueva York. Al lado, sobre la servilleta, coloca pan de agua y un sobrecito de Cortal, para la jaqueca.

    Se han hecho tan famosas que hasta de Adjuntas vienen a probarlas.

    RETRAIDO y horro de apetencias está Miguel por estas fechas. Se está yendo de mi lado aunque casi no nos separamos. Creo que presiente cómo mi pensamiento se deshilacha y es que Auriol me llama en sueños y le está ocupando el espacio.

    Seguimos destrozándonos en la cama pero cada vez menos y es que han pasado cosas entre nosotros y él

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