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De vuelta a La Eternidad
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Libro electrónico371 páginas6 horas

De vuelta a La Eternidad

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Novela de Ciencia Ficción secuela de “Por un pedazo de la Eternidad”

Justo cuando creíamos que los problemas y las guerras habían quedado atrás, resulta que nuestro planeta se encuentra pasando por su peor etapa: La irresponsabilidad humana y una nefasta crisis solar lo han colocado al borde del exterminio inminente. Sólo hay un ser capaz de evitarlo, no obstante, la única forma de llegar a él, también se encuentra bajo el asedio de una tiranía que insiste en envolver a todos bajo un manto de ignorancia y mediocridad como no se había visto desde el medievo. Queda una vez más de manifiesto que los seres humanos no hemos aprendido nada de nuestros peores errores históricos y que tropezamos una y otra vez con las mismas desdichas; que no ha cambiado tampoco la esencia de nuestros crímenes, sólo se han vuelto más sofisticados y masivos.

El retorno del Taahn supondrá para los habitantes de la Tierra su siguiente paso evolutivo; se trata de un ascenso lleno de obstáculos que el héroe y sus aliados tendrán que sortear por el bien común. ¿Qué hay en este segundo libro que narra una proeza que parece insalvable incluso para un Dios?

IdiomaEspañol
EditorialArturo Lule
Fecha de lanzamiento11 feb 2014
ISBN9786070076817
De vuelta a La Eternidad
Autor

Arturo Lule

Contact: arturo.lule@gmail.com

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    De vuelta a La Eternidad - Arturo Lule

    1

    Cuentan las fábulas que en ese pasado

    donde sucedieron todas las cosas,

    unas ciertas, unas ficciones, otras dudosas;

    aún había cabida para nuestra historia

    en un río de rostros, como los años

    pasando bajo sus aguas tempestuosas.


    Cuaderno de Pequeños Grandes Prodigios


    HIJOS DEL VIENTO


    Existe sobre las áridas y olvidadas tierras de Nyantala, en Argelia, una pobrísima aldea de tan poca importancia que frecuentemente ni siquiera aparece en la cartografía oficial.

    Ahí reside el pueblo Zuarin, una antiquísima y tranquila sociedad dedicada al pastoreo de cabras; la agricultura de trigo morisco, el frijol criollo y a la elaboración de cestas artesanales, entre otras cosas, que consta de no más de 800 personas. Por supuesto que forman parte de la misma Confederación que ya conocemos, pero al ser tan ignorados, su desarrollo parece haberse quedado estancado voluntariamente en épocas muy remotas cuando no existía ni la biotecnología ni los avances tecnológicos que permiten realizar las mismas tareas de formas menos complicadas para el hombre moderno.

    Los Zuarin son tradicionalistas a ultranza y muy cerrados en cuanto a usos y costumbres; sus creencias religiosas son una extraña adaptación cultural de místicos elementos africanos de inmemoriales periodos combinados con un sincretismo complejo del culto al Taahn. Así mismo, resulta curioso verlos combinar ingenios primitivos con elementos actuales. Arar, por ejemplo, a pie esos campos protegidos bajo livianas carpas translúcidas de un textil que filtra los rayos UV a la vez que capta y destila la humedad ambiental; mientras que otros recolectan manualmente la leche de sus flacos rebaños y la mezclan con sal y cuajo para elaborar quesos y otros derivados con los que comercian, mismos que conservan en contenedores con forma de panal fabricados con polimetal de esta era; y lo mismo saben trenzar las hojas de palmeras y rafia que realizar transacciones electrónicas con el exterior que valora sus artesanales derivados.

    Ahora atardece y con la caída del sol empiezan también las faenas de esta laboriosa gente; un dron mensajero aterriza en medio de esta polvorienta aldea, trae consigo una retícula con porte pagado nada menos que por la Armada Confederada. Una delgada mujer de aspecto ajado les señala con el dedo, descuidando un poco el molino de piedra del que saca harina apenas suficiente para elaborar un pan de frijol, a un grupito de chiquillos semidesnudos que juegan cerca de ahí con una pelota, estos le responden y corren al encuentro del luminoso heraldo volador.

    El paquete va dirigido a quién corresponda en Zuarin, así que el mensajero automatizado no pedirá esta vez la correspondiente firma ocular del destinatario, y se limita a sacar un par de fotografías de la zona para constatar su entrega para después emprender nuevamente el vuelo y desaparecer en el oscuro azul del cielo. Los niños corren hasta donde la matriarca y le entregan la retícula. Esta sonríe y les hace una señal con la mano temblorosa y manchada por la edad; los niños entienden perfectamente y corren dispersándose por todos lados para llamar a la gente.

    Una vez reunidos todos, la anciana les hace patente que han recibido correspondencia del exterior, esta vez de dos célebres hijos de la comunidad. Ella levanta a la altura de su cabeza canosa la delgada membrana electrónica y tras un comando de voz se enciende y reproduce.

    -¡Son ellos! –Gritan los más pequeños al reconocer a un par de jóvenes uniformados que los saludan desde el video pregrabado.

    -Se les ve, muy sanos y fuertes –Afirman otras mujeres mayores.

    -¡Silencio dejen oír! –Reclama alguien más, detrás de la multitud cuando el sonido que sale de la pequeña retícula es lo único que rompe el silencio del desierto.

    -Querida familia, estamos bien y completos. -¡Ja,ja,ja!

    -Todavía no nos mandan al frente, pero ya hemos empezado a cobrar como soldados. Así que les mandamos nuestro salario integro para que puedan comprar lo que más necesite el pueblo para la próxima plantación. Como siempre, la clave de canje está en la retícula.

    -Mañana salimos para América, nos mandan a custodiar una importante reserva documental. Como si vigiláramos una enorme biblioteca –¡Ja,ja,ja!

    ¡Si El Absoluto y nuestros mandamases así nos lo permiten, iremos a visitarlos muy pronto para las Fiestas Confederadas!

    No se preocupen por nosotros, que por acá se come muy bien y dos veces al día. ¡Mil Abrazos a todos!

    En cuanto hubo terminado la videograbación, estalló un gran júbilo entre los allí presentes. La chiquillada se correteaba con ramas simulando armas de plasma, las mujeres mayores volvían a sus faenas comentando sobre la generosidad y soltura de aquellos dos muchachos que vieron crecer desde la cuna; mientras que las adolecentes casaderas no dejaban de admirarse de lo galanes que lucían los conocidos pícaros con uniforme militar. Y claro la gente de más avanzada edad sonreían carentes de uno que otro diente y hacían números para ver para cuánto les alcanzaría la suma de puntos enviada por este par de hijos predilectos del pueblo. Y grande fue su alegría, pues resultó que podrían comprar mucho más de lo que imaginaban para beneficio de su menesterosa comunidad: Una buena cantidad de granos y pies de cría, además de un humidificador para sus sembradíos subterráneos.

    En resumidas cuentas todo mundo estaba más que satisfecho con la lealtad de aquel dúo, desde entonces ya proverbial.

    Se llamaban Batundee y Kiniee, nacidos hacía ya 19 años sobre esos mismos resecos suelos africanos. Vieron su primera luz bajo la densa capota rojiza de una repentina tormenta de arena que casi devastó los paupérrimos asentamientos con inusual violencia, parecía que los dioses patrones de los elementos se encontraban cada año más molestos. La devastación de la villa fue total. Sus madres murieron durante el desatendido parto, ya que en medio del pánico y los vendavales en todo Zuarin nadie las escuchó pidiendo ayuda; para cuando las encontraron por separado horas después, los recién nacidos a duras penas respiraban.

    Contra todo pronóstico los bebés se recuperaron milagrosamente. La Shamanesa local les tiró los huesos rituales y bendiciéndolos, los cobijó bajo la tutela del resto del pueblo, afirmando que eran hijos de todos y del viento; nacidos de mujer muerta y que por esta suma de acontecimientos nunca la mano de otro hombre podría dañarlos, pues estaban destinados, según ella, a convertirse en grandes patriarcas de lejanas tierras. Y muy por el contrario, la segunda parte de su profecía aseveró que aquel dichoso que les salvase por segunda vez la vida, sería visto con buenos ojos por el furioso dios que controlaba el aire, y no moriría, pues su soplo vital no se extinguiría jamás.

    Los dos mozalbetes estaban tan consentidos y llenos de atenciones por todos que crecieron un tanto malcriados y traviesos; al grado de que, durante casi una década, si alguna pesada broma era gastada a cualquier afanoso habitante Zuarin era seguro que esos dos locos e inquietos negritos estarían detrás de ella.

    Su alegría y buen humor aún en tiempos de gran escasez era contagiosa y casi no hubo oficio que no intentaran, frecuentemente con resultados poco triunfales para ellos, pero muy prósperos para sus maestros a quienes siempre les llegaba, como por arte de magia, rachas de buena fortuna. Incluso llegaron a considerarlos amuletos humanos y se disputaban el turno de tenerlos como aprendices bajo sus respectivos techos.

    Pero tal como lo había predicho la Shamanesa, aquellos dos osados chicos estaban destinados a un futuro mayor que el confinamiento de su aldea y una sofocante noche de mayo cuando tenían 14 años se pusieron de acuerdo para partir en busca de ello.

    Así fue que cruzaron con sobrada decisión y valentía kilómetros de mortales dunas cambiantes, sorteando numerosas vicisitudes hasta llegar a asentamientos urbanos mayores. Durmieron en las calles de Camerún; fueron cargadores en Senegal y trabajaron muy duro, ya como mozos en bares, ya limpiando y sirviendo comida en locales cada vez más grandes de Marruecos. Mudándose cada vez que debían lo suficiente de renta como para salir huyendo a escondidas poco antes de que anocheciera; o bien toda vez que algún marido cornudo los persiguiera machete en mano tras descubrirlos con la esposa.

    En sus muchas andanzas y tropelías les tocó ver de todo, desde asesinados en las callejuelas y pasajes subterráneos hasta verse implicados en contrabandos y robos menores. Y de todo ello escaparon, a veces por muy escaso margen, sin más consecuencia que un buen susto y la consabida lección de vida. Pero siempre manteniéndose inseparables y fieles a las tradiciones Zuarin de ayudar a quién más los necesitara, lo que les ganó rápidamente multitud de amigos; a la vez que jamás faltaron manos que se les tendieran para llevarlos cada vez más lejos.

    No son muy altos, ni mentalmente sobresalientes. Batundee y Kiniee son del tipo de personas que confían y se despreocupan; tampoco despuntan pero resulta fácil reconocerlos, pues siempre parecen estar sonriendo como alguien que se acabara de acordar de un buen chiste. El primero es un tanto regordete y de amplia nariz chata como un bulbo, y gusta de tejerse el pelo en delgadas trensitas que le llegan al nacimiento del cuello; mientras que al segundo lo caracteriza su ancha boca y voz muy grave, además de que oculta siempre que puede su denso afro rojizo bajo una gorra o un casco, esto último debido a que es plenamente consciente de que si se lo ve de espaldas, su complexión delgada lo convierte de inmediato en la viva imagen de un viejo micrófono.

    Tal vez un día sus picarescas andanzas llenen uno que otro volumen; por ahora sólo es menester contar que sus ilusiones de viajar y conocer mundo se vieron resueltas el día que encontraron una oficina de reclutamiento militar y decidieron entrar sólo para ver qué pasa. El resto es historia.

    Y como todos nacemos con talentos desconocidos que, muchas veces, difícilmente se descubren pues nuestros senderos nos llevan por otras elecciones menos creativas, de igual forma nadie pensaría que este par de indisciplinados y revoltosos jóvenes encontrarían en la milicia un espacio donde encausar sus dispersas aptitudes. Con ellos nunca había términos medios, sus compañeros y superiores los adoraban o bien los odiaban, no obstante, cualquiera que fuese el sentimiento que despertasen, parecía que la fortuna siempre terminaba sonriendo a estos chicos ingeniosos y nobles. Lo único cierto es que hay pocas almas así, cuyo proceder natural y sin malicia les abren los caminos más inciertos del reino de este mundo.

    2

    La cura está en aprender a perdonarnos

    cuando la salida apunta hacia el olvido de esos daños;

    espantemos la tristeza,

    despidámonos del miedo,

    pues en la obscuridad del resentimiento,

    ni nuestra sombra inseparable puede acompañarnos.


    La Tempestad (fragmento)


    TOCCATA Y FUGA


    Cae una fuerte tormenta, de esas que parecen rasgar con furia el telar del cielo, abarcando la creación entera y todo el firmamento nocturno es herido por latigazos blancos que apenas alcanzan a reflejar una vertiginosa y mal recortada escena desarrollándose sobre la provincia de Antigua Turbana en Colombia.

    Ahí una furtiva figura salta por encima de los altos techos de un complejo militar confederado y es perseguido muy de cerca y a toda prisa por una decena de soldados bien armados, luciendo armaduras BIOS de última generación. Las voces de alerta son confusas y demasiadas; las potentes luces de reflectores y vehículos se encienden por doquier, pero aquel elusivo intruso está decidido a escapar y se quita del paso sin dificultad uno a uno a sus perseguidores. Dentro de su cabeza se desenvuelven pensamientos que nos trasladarán al principio de nuestra historia:


    -Han pasado ya 85 años desde la guerra Drom y muchos Vanoratos han ido y venido desde entonces. –Reflexiona mientras elude la lluvia de disparos sobre él ejecutando gráciles saltos de gimnasta y piruetas aparentemente imposibles en pleno aire.


    -Al principio pensamos que la unificación de los pueblos bajo un solo mandato nos llevaría a la prosperidad, así debió parecer en un principio cuando la gente trabajaba gustosa los campos y un ambiente de rural simplicidad volvían al mundo un buen lugar para vivir. Pero todo cambió con la ascensión de un tirano al poder, ahora la realidad dista mucho de ser favorecedora para los pueblos y el aire que hoy respiramos apesta a opresión y falsedad. Este sistema nos ha ido envileciendo cada día que pasa y cada vez hay más personas trabajando a un nivel semejante a la esclavitud para este rancio esquema militar que constantemente incrementa el precio que hay que pagar para que este mantenga un funcionamiento que a pocos conviene.


    El intruso se barre en el lodazal y le rompe la pierna izquierda a un soldado que trataba inútilmente de cerrarle el paso, mismo que tumbado en el suelo todavía se pregunta cómo pudo fallar un blanco tan próximo. El siguiente no corre una suerte muy diferente, quien, al intentar a su vez detener al impresionante fugitivo, da en falso un mandoble de su arma de plasma y al tiempo que le atina al aire, siente como el otro le sujeta el brazo y se lo dobla horriblemente hacia la espalda acompañado del inconfundible crujido de huesos y ligamentos rotos.


    Todo sucede tan rápido que pareciera que nadie tiene tiempo suficiente para saber qué o quién los está derribando como pinos de boliche. Y únicamente el asaltante solitario parece tener la cabeza lo suficientemente fría como para seguir con sus cavilaciones mientras continúa exitosamente su huida:


    -Aún así el común de la gente intenta vivir feliz adorando al Taahn como un ser moldeado del barro como ellos y que, sin embargo, alcanzó el poder más grande, marchó hacía las estrellas y un día no muy lejano todos haremos lo mismo, toda vez que la Confederación haya encontrado un mundo mejor para alojarnos… Pura mierda, tan sólo cabezas llenas de falacias y verdades a medias que el actual Vanorato se encarga de fomentar…


    -Hace medio siglo que las misiones Ikarus 1 y 2 descubrieron una trágica realidad; y esa es la única verdad que no ha podido ocultarse, que nuestro Sol está muriendo lentamente; que entró en un periodo irreversible de agrandamiento nuclear crítico y las constantes erupciones en su superficie han ido diezmando lenta pero crónicamente la vida sobre la Tierra con ráfagas de partículas supercargadas que alteran todo para mal. Nuestro planeta está condenado; el clima se ha vuelto loco tornándose extremo y poco predecible; muchas especies animales han dejado de existir para siempre y la continuidad de la raza humana jamás ha estado mayormente amenazada. Hoy día se trabaja en un plan de supervivencia que acarrea cuanto podamos salvaguardar de la hirviente superficie hacia un submundo artificial que con los años hemos climatizado. La humanidad ha vuelto a las cavernas, sólo que esta vez en lugar de pintar glifos en las paredes, construimos hábitats y ciudades completas interconectadas bajo tierra.


    ¿El Taahn? Bien, estoy seguro de que no volverá, no tiene para qué. Según cuentan algunas leyendas está demasiado ocupado buscando cómo librarse de la presencia dormida del Opositor incubada dentro de él; demasiado preocupado por encontrar al creador de todas las cosas más allá de toda multidimensión en un suprauniverso llamado Superior Convexo. Sé bien que él está demasiado enfermo de ira y tristeza por la pérdida de todo lo que amaba cuando aún andaba por aquí. No, Thomas no volverá a poner un pie sobre este miserable mundo que ha dejado en el abandono… A menos, claro, que yo pueda obligarlo… -Se dijo por último y dio una grandiosa zancada que combinó con un medio giro sagital en pleno aire mismo, que logró perderlo en la oscuridad dejando muy atrás a sus cazadores.


    -¡Fuego! ¡Dispárenle antes de que…!


    -Muy tarde, Teniente. Cruzó el perímetro secundario.


    Ese hombre había burlado sistemas de seguridad que se creían inexpugnables en un edificio lleno de profesionales y militares de carrera a los que había puesto totalmente en ridículo.


    Ahí dentro estaban también, un par de guardias novatos de oscura y brillante piel, recién egresados de la academia militar. Un cabo malhumorado los había puesto a cargo de las cámaras de vigilancia con tal de quitárselos de encima por un rato, pues su mal ejemplo corrompía a quien estuviese a su alrededor y de paso le causaba dolor de cabeza. Y ni siquiera este dúo singular con toda su desfachatada ingenuidad podía creer lo que veían. Este par de divertidos amigos parecían tomárselo todo como un reto de supervivencia y se sorprendían rebobinando una y otra vez las grabaciones en video sobre grandes retículas mientras trataban de justificar aquellas proezas.


    -¡Míralo bien, Kin! ¿Estás seguro de que no se trata de un truco? Tal vez es una de esas pruebas, para ver como reaccionamos o…


    -Nada de eso, ve cómo se encienden las alarmas desde aquí hasta la ciudad, es demasiado para que se trate de un simulacro, Tundee.


    -Sabes; un día vi a una pequeña mujer, allá en Lunda Sul, que tras una volcadura, alzó a mano limpia un auto de poco más de una tonelada para sacar a su hijo de abajo; y ella no pesaría más de 50 kilos.


    -¡Mentira, negro… Eso yo te lo conté!


    -El caso es que quiero decir que este tipo debe tener una motivación muy grande.


    -O está muy encabronado, Tundee… La pregunta es por qué meterse a robar aquí, que solo hay acervo fílmico de la confederación y un puñado de soldados en entrenamiento como nosotros -Le respondió de inmediato su comparsa abriendo grandes los ojos, rascándose el afro bajo la boina y agregando:


    -Ya lo viste Kin, ese tipo es peligroso; y tú que querías que nos dieran armas luego luego, créeme que aquí estamos más seguros.


    -Por primera vez tengo que estar de acuerdo con tu fea jetota, no quisiera estar en los zapatos de los chicos que van tras él.


    -Querrás decir en las botas, idiota… ¡JAJAJA! –Rieron juntos


    Mientras tanto afuera bajo el intenso aguacero, un furioso líder militar maduro, como de medio centenar de años, se terminaba de colocar el casco y daba las últimas órdenes a sus subordinados.


    -¡¿Me está diciendo que levantó, sin más ayuda, un portón de siete y media toneladas, cruzó poco más de una milla de hangares y luego saltó un muro de 18 metros… Y ninguno de mis hombres lo detuvo?!


    -¡Todo en menos de 40 segundos! ¡Le abrimos fuego pero simplemente no podíamos atinarle, las retículas no alcanzaron a centrarlo, Señor! ¡No se ha fabricado un traje capaz de realizar dichas maniobras en tan poco tiempo!


    -Esto está muy mal, Cabo, no puede ser sólo un espía con actuación motora acelerada por la biónica actual. Me es difícil poder creer que las leyendas sean ciertas y que acabamos de ser atracados por…


    -No, no lo creo, Señor. Además, ¿por qué arriesgaría la vida por unas películas de antes de la guerra?


    -Esto ya se tornó muy extraño… ¡Tropa Alístense! ¡Vamos tras él, rápido!


    Todo aquello parecía mentira pero las patrullas de hombres bien equipados saltaron de inmediato algunos corriendo a más de ochenta kilómetros por hora auxiliados por sus armaduras; otros montados sobre un tipo estilizado de Colts como los empleados antaño en las Diomedas. A toda marcha salían como disparados del complejo militar cuyos banderines negro y dorado oscilaban empapados en la rompiente de las torres y exhibiéndole a la noche sendas cabezas del águila y el león, símbolos de la Armada Confederada.


    - Central 10, aquí Teniente Julio Sorensen de 6ª guardia, aún en persecución del objetivo… ya salió de las fronteras de las instalaciones y continuamos su rastreo por territorios aledaños. Solicitud para usar fuerza letal.


    -Imposible, Sorensen, la Vicevanor Dravinova lo quiere con vida. Necesita saber más de sus planes y quién más lo está ayudando… ¿Cómo es posible que continué evadiéndolos?


    -Lo hemos perseguido durante kilómetros desde que fue sorprendido sustrayendo videos en las bóvedas de archivo, no sabemos qué clase de información hurtó, sólo sabemos que no es un aficionado. Ya logró eliminar él solo a seis de mis mejores elementos en los alrededores del complejo y tengo a otros 12 tras él desde hace cuatro poblaciones. Es algo que aún no me puedo explicar. El sujeto es demasiado rápido, hace un instante me derribó al pasar junto a mí como si me golpeara un camión, lleva puesta una antigua armadura customizada como las usadas en las guerras Drom, no reconocí los emblemas ni el tipo de ensamblaje. Realmente no lo entiendo, se supone que las nuestras son mucho más avanzadas, superiores en todos los aspectos, y sin embargo no podemos darle alcance.


    -Eso no es lógico, Teniente, sus identificadores deben estar mal.


    -Les digo Central, que yo mismo lo he visto avanzar y eludir nuestro armamento. Nos usa como escudos, nos elimina sin prisa, a su lado somos como un grupo de niños acosando un perro de pelea. Se adelanta a todos nuestros movimientos por mucho, es como si nos leyera la mente. Nuestros instrumentos apenas logran alertarnos a tiempo. Su actuación es errática y les ha arrancado de cuajo a algunos de mis hombres caídos piezas completas de sus armaduras, creo que el muy desgraciado se está equipando y nosotros solo le estamos sirviendo de buffet.


    -El satélite tampoco logra fijar con claridad al sujeto, suponemos que debe estar usando un tipo de disruptor pleniterritorial de frecuencias. En este momento estamos enviando refuerzos para que lo intercepten antes de la siguiente zona militar.


    -¡No, no lo hagan! Sólo lograrán que se nos escape entre senderos hasta la ciudad! Manden unidades a cerrar Cartagena de inmediato. Ahí hay demasiado ruido electrónico y líneas de comunicación, perderemos su escasa pista energética entre tantas fuentes. ¡Deben autorizarme ahora para usar la fuerza letal, ya!


    -No es su decisión Teniente, el apoyo ya le fue enviado; en cuanto a abatirlo… Está bien, pero si mata al objetivo esta conversación jamás existió; y usted responderá ante Dravinova. Deténganlo a como dé lugar, sólo con suficiente aliento como para interrogarlo.


    -Con todo respeto Central, ustedes no se están partiendo el culo aquí tratando de agarrar un fantasma, haré lo que deba y usted dígale a la Vicevanor que puede irse mucho a la chingada con el respectivo saludo de mi parte.


    Mas todo fue inútil; cualquier esfuerzo por detener al fugitivo terminó en tragedia para los bien preparados pero infortunados soldados confederados. Al cabo de una hora y media de acecho, el misterioso hombre pasó de las áreas rurales a la inmensa ciudad donde se deshizo de sus seguidores, como un pez que salta de la red y alcanza el océano.


    -Central 10, aquí Sorensen, tal como les advertí, perdimos el asedio. Repito; lo hemos perdido. Al acorralarlo en una sola dirección, el objetivo llegó a los puertos, ahí hay cientos de portales de transporte dicopolar, muchos de ellos piratas, así que podría estar en cualquier sitio del planeta en este momento. ¡Ya nos jodimos!


    -Regresé a su equipo, Sorensen. En este momento le estamos girando órdenes de cateo para que tenga vía libre en revisar los puntos que considere pertinentes o sospechosos. Aquí la investigación pasa a manos del personal de inteligencia; ahora mismo deben estar tratando de determinar a qué nivel de información pudo tener acceso.


    -¡Miren sus retículas Central…! ¡¿Cuál equipo?! Apenas salimos un par a salvo y dejó a otros cuatro tendidos atrás en estado crítico, todo sin hacer ni un disparo; el bastardo nos descartó a mano limpia.


    -Aquí entre nos, Sorensen, bien sabe que somos todos fichas completamente sacrificables. Desde hace meses que circulaban fuertes rumores de que la Resistencia Mowoke podría atacar esta y otras bases en cualquier momento, nos preparamos para reducir a un regimiento de rebeldes, pero nunca nos prepararon para ser asaltados por un ladrón solitario. Descubrir esa grieta en el sistema bien vale la vida de todo su escuadrón según las autoridades.


    -Ahora ustedes escuchen; idiotas. Ese no era simplemente un ladrón; no sé qué secretos custodiábamos tras esas bóvedas y agradezco al Absoluto no saberlo, pero puedo decirles que tengo 42 años de servicio activo en los cuáles he rechazado ya varias promociones y galones de Coronel, todo porque me encanta la pelea y ensuciarme las manos…


    -Al grano Teniente, ¿qué quiere decir?


    -Ahórrense el trabajo con las pesquisas de baja gama. Jamás vi a nadie con esas facultades físicas, esos reflejos. Así que díganles a los de inteligencia que esto no se trata de guerrillas independentistas o de miserables rebeldes fanáticos que buscan derrocar a la Confederación; esto viene de un nivel que definitivamente no es humano. Y ustedes saben a quién me refiero.

    3

    El tiempo borra hasta las lápidas,

    qué no hará con nosotros, pobres recuerdos

    de un desvanecido pasado sin demasiada felicidad

    Salmos de un Mundo Nuevo, 8


    EL REGRESO


    Thomas Lyven, un hombre en busca de su mortalidad; viaja incansablemente por los cielos a velocidades para las que no hay imaginación suficiente para referir. Durante décadas ha buscado la forma de comunicarse directamente con el Absoluto, Hacedor de todas las cosas, sin ningún éxito. En su camino ha repasado culturas extintas y centenares de razas extraterrestres, algunos hostiles y en estado casi tan primitivo como el humano, otros con una tecnología tal que parece más magia que correlaciones físico-químicas concretas. Todos compartiendo una mitología diversificada donde Él es el centro de su politeísmo al que todos adoran como representación palpable del poder de Dios. Pero tanto respeto, tanta adoración de poco le ha servido al muchacho de los pantanos quién, inmerso en el río innumerable de los años, empieza ya a olvidarse de lo que significa ser un humano.

    Thomas Lyven, el legendario Taahn-Mitradis; el mismo que según las escrituras peleó y venció al más grande de los adversarios, vaga ahora solitario y afligido; haciendo constantes pero fallidos intentos por descubrir la manera correcta de atravesar el último de los planos cosmológicos separadores y mezcladores de universos para llegar hasta donde se supone se encuentra en persona el dueño de todo y pedirle que se apiade de su alma y lo devuelva a su mortal vida anterior al lado de su amadísima Aurora.

    -He pasado tanto tiempo aquí varado que perdí ya la cuenta y el significado del mismo; he vibrado en frecuencias y longitudes tan rápidas, dentro de al menos seis dimensiones adicionales, que he visto la fantasmal imagen de lo infinitamente pequeño, y sin embargo, aún no puedo encontrar la forma de arrodillarme frente al Absoluto y suplicar por mi destino final. ¿Acaso no he cumplido ya con mi propósito de detener al Opositor? ¿Por qué entonces tengo que cargar con esta dolorosa inmortalidad? ¿Acaso los pecados de mi marcha han sido tantos que no alcanzarán el perdón?

    Hoy nuestro héroe está particularmente melancólico; su mente es un océano de preguntas sin respuesta que tienen como acorde escenario a sus espaldas, un agujero negro supermasivo en el centro de una galaxia tan lejana que ni siquiera nos llega su luz retardada millones de millones de años. La increíble fuerza gravitatoria ejercida por esta singularidad cósmica no le afecta en lo más mínimo; él es el único ser que puede entrar y salir de estos monstruosos eventos estelares como quien entra y sale de un cristalino estanque sólo por admirar la ondulación del espacio-tiempo. A él le gusta observar cómo se curva la radiación a su alrededor en forma de un añillo glotón mientras que la materia absorbida emite bellísimas caudas que parecen fuegos artificiales multicolores.

    Desde hace unos cuantos años le asaltan de vez en cuando imágenes de falsos recuerdos con él como protagonista de luchas y proyectos sin sentido. Es como si tuviese una segunda vida onírica cuyo origen es incapaz de explicar, pero de una vividez tal, que a veces

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