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Basura para dos
Basura para dos
Basura para dos
Libro electrónico101 páginas1 hora

Basura para dos

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Un periodista pasa un año en el Oeste de los EE.UU realizando una serie de reportajes. Regresa a Madrid y en menos de 24 h dos mujeres aparecen en su vida y en su casa. Días que se hacen largos en un invierno frío. La novela vive el momento, el instante de las relaciones de esas dos mujeres con el periodista, mientras él nos va contando su experiencia americana a través de un diario escrito de lo vivido. Presente y pasado juntos en un viaje triangular donde el conductor del relato -Eduardo- va descubriendo en golpes narrativos de gran intensidad su otra vida. Un desenlace inesperado pone a Charo y Raquel -las mujeres que viven con él la experiencia de Madrid- en un dilema donde cualquier justificación es un argumento duro y difícil de explicar. Algo ha ocurrido en el tiempo de convivencia juntos. Algo que moverá sus vidas para siempre.
Narrada con estilo directo, con reflexiones sobre el paso del tiempo, los actores en esa obra de teatro del instante sacan lo peor de sus mundos a ventilar junto su soledad y decepciones. Un fondo de pesimismo recorre las páginas de este libro donde la esperanza hay que encontrarla en algún lugar de la costa oeste de Norteamérica.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 nov 2011
ISBN9788415414124
Basura para dos
Autor

Jose Ignacio Fernández Vázquez

fernandez. compositor e interprete de canciones. viajero y blogsaurio. periodista y emprendedor cultural."basura para dos" es su primera novela.

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    Basura para dos - Jose Ignacio Fernández Vázquez

    fernandez

    1ª Edición Digital. Noviembre 2011

    Smashwords edition

    © Jose Ignacio Fernández Vázquez, 2011

    © de esta edición para:

    Literaturas Com Libros

    Erres Proyectos Digitales, S.L.U.

    Avenida de Menéndez Pelayo 85

    28007 Madrid

    http://lclibros.com

    ISBN: 978-84-15414-12-4

    Diseño de la cubierta: Benjamín Escalonilla

    Fotografía FERVA2011

    Smashwords Edition, License Notes

    This ebook is licensed for your personal enjoyment only. This ebook may not be re-sold or given away to other people. If you would like to share this book with another person, please purchase an additional copy for each person. If you’re reading this book and did not purchase it, or it was not purchased for your use only, then please return to Smashwords.com and purchase your own copy. Thank you for respecting the hard work of this author.

    Índice

    Copyright

    Dedicatoria

    Basura para dos

    Sobre el autor

    Esa noche no la olvidaremos. Nunca.

    Cuando me largo, cerca de las doce, del barrio más próspero y tranquilo que jamás haya pisado, en la habitación no quedan muchas cosas, solo un par de libros, unas casetes por los suelos y un póster del capitán Furillo con algunos policías de Hill Street detrás de la puerta. Miro el cuarto por última vez. Cierro lentamente. Allí quedan los deseos, una mujer pelirroja casi desnuda con un hilo de saliva en la boca, unas bragas azul turquesa en la moqueta y un vídeo de Christy Canyon follándose a un paciente en la cama de un hospital. Bajo al vestíbulo, en la calle hay un taxi esperándome. Tiro las llaves al buzón. Corro la verja de madera. El sol de Santa Fe brilla como nunca.

    Albuquerque. San Luis. La terminal del aeropuerto y la maleta que avanza por la cinta a las tripas del avión. Próxima parada, Nueva York. Acabo de terminar la segunda bandeja de comida. Por la pequeña ventana, un paisaje amarillo y azul.

    Aeropuerto Kennedy, pasaporte de salida a Madrid, 8 horas de espera. He comprado unas chocolatinas. Miro los titulares de las revistas, me decido por una de vanguardia con portada roja y la última aventura de Moebius.

    Aquí hace frío. Autobuses metálicos trasladan gente al centro de la ciudad, conductores psicópatas se pierden por carreteras venas, cruzando puentes, túneles y descampados arenosos. Un gigantesco panel de horas con salidas y llegadas. El servicio de limpieza de la terminal abrillanta el suelo a ritmo de merengue.

    Vamos por la mitad del océano, grietas de agua y nubes. El día nos sigue. Empiezo a dormir recordando la otra noche en Short, pensando en las medias rotas de la mujer que dejé hace unas horas y en sus pantalones cortos de cuero negro.

    Entre sueños fotografío mi estancia aquí, y lo que me esperaba al llegar a Madrid. He pasado un año conociendo el país, recorriendo cientos de kilómetros por autopista. He tomado el peor café del mundo, dormido en moteles de cinco Estados y me han robado unas cuantas veces. Aun así lo haría de nuevo.

    Oigo en el walkman canciones de Van Morrison. Acabo con la cabeza hundida en el asiento de un tipo gordo, que no deja de mascar chicle, «porque hace dos semanas que no fumo y la mierda de pastillas que estoy tomando me provocan ansiedad». «Lo sé», le digo mientras nos abrochamos el cinturón.

    El trayecto se ha hecho corto. La música suena como un single a 33 r.p.m., apago el Sony. Pido un zumo de manzana. Me despejo pasándome una toallita con olor a limón por la cara y voy al lavabo en tierra de nadie. Apuro la bebida. Por el altavoz nos dicen que hay 14 grados en Madrid.

    —¿Qué haces, hijo? —me pregunta el exfumador, apretándose el nudo de la corbata de rayas azules y rojas.

    —Vuelvo a casa —le respondo, al tiempo que coloco el asiento en posición vertical.

    —¿A qué te dedicas? —pasaba la mano por su nariz, moviéndola de un lado a otro.

    —Estuve un año viviendo allí.

    —Yo soy de Colorado, espero ver a esos jodidos europeos, se dice así ahora ¿no? Mañana estaré en París comiéndome una docena de ostras —se rascaba la oreja.

    —Estupendo —Me ajusté el cinturón.

    —Muchacho, toma mi tarjeta, si alguna vez regresas, llámame. —Sin que me diera cuenta, como un mago, la sacó no sé de dónde y me la puso en el bolsillo de la camisa.

    —Gracias. —Ni siquiera me molesté en ver su nombre, su cargo, ni su jodida empresa.

    —Software industrial —añadió, en vista de que pasaba bastante de él.

    —Buen viaje.

    Cerré los ojos cuando las ruedas tocaban la pista y el paisaje corría.

    Barajas estaba en obras, como medio país. Levantado por los especuladores y las contratas, todo el mundo hacia agujeros, algunos hasta no pagaban comisión por romper el sueño de la gente día y noche. Llegué a la sala de equipaje. Esperamos treinta y cinco minutos. Cogí la maleta. Fui a la parada de taxis. «Plaza de Santa Ana esquina Nuñez de Arce». Hacía una tarde de las que me gustan, nublada, llovía con ganas, el tráfico era un caos, pero estaba aquí.

    Camino de la avenida de América vi los primeros destellos de auténtica ciudad. La radio sonaba dando la situación de las próximas manifestaciones, cómo estrujar las calles para escapar, la temperatura, la hora y todas esas cosas que los malos locutores dicen cuando están escasos de recursos. Lo sabía muy bien, empecé haciendo radio, me despidieron por decir tantas veces eso mismo.

    Madrid no me sorprendió, la vi como la dejé, áspera, gris, ruidosa.

    —¿Le vale en esta acera? —Me sonaba tanto esa expresión. La echaba de menos.

    —Sí, ¿qué le debo? —Le tendí uno de diez mil de un puñado de billetes.

    —Joder, cómo está la peña. No tengo cambio, colega. Mira a ver si tienes suelto. —Era de esta ciudad.

    Busqué hasta soltar lo que tenía.

    —¿No te importa sacar la maleta?, si me bajo la van a armar.

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