- ¿Es viable construir una cultura digital desde una empresa que ya se encuentra arraigada en el mercado?
- ¿Qué han hecho las empresas tradicionales para convertirse en jugadores digitales?
Cuando escuchamos hablar de cultura digital, es recomendable analizar si se está hablando de una empresa que de forma nativa nació digital o bien, de una empresa que ya lleva muchos años operando en el mercado y que está buscando transformarse digitalmente.
Así por ejemplo, tal y como señala George Westerman, investigador principal de la Iniciativa sobre la economía digital del MIT, desarrollar una cultura digital no es sinónimo de hacer a un lado los aspectos positivos de una empresa tradicional. Es una labor donde se comunican los valores deseados y se van incorporando nuevas prácticas conforme algunas se van ajustando. En pocas palabras, resulta viable absorber las fortalezas de la cultura digital sin tener que renunciar a la integridad y la estabilidad. Por ejemplo, así como observamos que los nuevos jugadores digitales se caracterizan por su rapidez y agilidad, adolecen del tamaño y el poder que tienen las empresas que ya están bien establecidas. En este sentido, resulta interesante una combinación de competencias y activos de una empresa ya consolidada con una cultura digital que presenta nuevos rasgos y que en conjunto pueden resultar una buena receta para competir de frente ante otros jugadores digitales.
En este episodio, estaremos revisando los detalles que no debemos pasar por alto si queremos desarrollar una cultura digital desde una empresa tradicional.
Estimados oyentes, hemos visto cómo las empresas han buscado el cambio, abrazando una cultura digital para ser más rápidos, e impulsar la innovación y el crecimiento y lograr ser más rentables. Enfocándose en el impacto, la velocidad, la apertura y la autonomía. Si tu empresa quiere adoptar los valores y principios de la cultura digital, debe ser una iniciativa que debe promoverse desde la más alta esfera de la empresa. Como muchos temas que se asocian a las mejores prácticas empresariales, no existen recetas mágicas ni tallas únicas. Cambiar y remover la cultura implica un gran esfuerzo que debe sostenerse en el tiempo y cuidar que los valores y las prácticas se vayan ajustando y alineando. Es un esfuerzo donde todos participan.