Mantén tu atención en tu respiro.
En principio, que toda tu atención esté ahí,
en las ganas de respirar, en la sana forma de hacerlo
y en ese regocijo de sentirte en ti.
Respira profunda y serenamente.
Que se te haga fácil,
que se te haga propio y más que necesario.
Todo lo que tu vitalidad es, lo logra tu respiro,
así que valora esta manera,
en que hoy atiendes tu respiro.
Empieza igual, a reconocerte en tu espacio interno.
Me dirás, ¿cómo hago eso?
Y es tratando de captar
lo que tu cuerpo es capaz de obedecerte,
entendiendo que, esa forma de obedecer,
es dejarte libre, permitirte ser libre ahí,
en donde crees estar, en donde crees sentirte.
Espacio por demás conocido por tu mente,
que te piensa ahí.
Respira y deja así, que todo lo demás que eres,
sepa y pueda habitar tu espacio.
Es tu respiro quien habita,
cuando sabes liberarte, hasta de lo que piensas,
hasta de lo que tramas.
Cuando respiras, ¿qué crees respirar?
¿Qué crees absorbes?
¿Qué crees se filtra? ¿Qué crees se impregna?
¿Qué crees te alcanza?
 Y no te contestes nada,
tan solo respira y que sea lo que sea,
porque lo que sea, es lo que es,
es lo que te has provocado respirar.
Y dirás más,
¿me ha provocado respirar en un mundo así?
En un mundo en guerra, en un mundo dividido,
en un mundo tan desconocido.
¿Me ha provocado respirar
en medio de tantos ambientes hostiles, conflictivos?
Te pregunto, como alguna vez lo hice ya,
¿crees que, en un mundo en guerra, en conflicto, en tensiones,
en decisiones -unas tras otra-, podrías estar desarmado?
Cuando, además, existe una propuesta latente
a que te defiendas.
Respira, porque siempre tu propuesta,
debería ser simple.
Eso sí, innegociable.
Te pregunto,
¿con qué te armarías?
Y sé que lo sabes.
Tendrías que armarte de valor, de tu valor.
Dirás, ¿y si no me alcanza?
Respira para fortalecerlo,
porque el valor, se trabaja,
el valor se respira,
el valor se alcanza.
¿Y para qué sería?
Lo primero que deberías atender
desde tu valor, a tus miedos.
Uno a uno, descubriéndolos, identificándolos,
reconociéndolos, aceptándolos y respirar.
Son momentos para armarse de todo el valor posible.
¿Y sabrías de qué podrían estar armados tus valores?
De tu verdad.
Atrévete entonces,
si es que puedes, si es que sabes, a respirar tu verdad.
Porque tu verdad sería simplemente, lo que sabes de ti.
Ni siquiera lo que intuyes.
Ni siquiera lo que crees.
Ni siquiera lo que sientes.
Sería más, lo que eres capaz de saber hacer,
siendo quién eres.
¿Qué sabrías hacer?
Respira
¿Acaso respetas?
¿Acaso escuchas?
¿Acaso perdonas?
¿Acaso te guardas?
¿Acaso contemplas?
Revisa. Revisa.
Y quien mejor sabe revisarte es tu silencio.
Tu silencio implacable, ante la vedad que Es.
Y si no existe en ti un principio de amor,
verdad no contienes, verdad no eres,
verdad no dices, verdad no haces.
Entonces, te sientes desarmado.
Respira más.
Respira y confía.
Respira y ama.
Respira.
Bríndate, en la medida que puedas y quieras,
todo el valor, toda la fuerza, toda la verdad,
que seas capaz de respirar en ti.
Om Namaha Shivaya