Trata de estar lo más presente posible,
y eso lo logras respirando conscientemente,
atendiendo cada respiro.
Dándole la justa profundidad, la que necesites,
sin que te altere nada de afuera ni de adentro.
Haz respiros pausados, sostenidos, intensos, sentidos,
reconociendolos tan vitales, tan necesarios.
Haz que te provoque, que te sientas a gusto.
Si notas algún pesar,
despéjalo con el mismo respiro,
a tu entera libertad,
para que sepas y puedas coincidir
con tu aquí y ahora.
Es que esta es la manera más pura,
en la que puedes estar haciendo comunión contigo,
con lo que piensas, con lo que sientes,
hasta que todo eso se vaya despejando
y quedes simplemente sujeto a este instante,
tan poderoso, tan voluntario, tan consciente.
Haz que la mente juegue con tus respiros
y que tus respiros jueguen con tu mente y la aquieten.
Ve disfrutando esa sensación de estabilizarte,
de brindarte tranquilidad, de apreciar lo que haces por ti
y, de aceptar que decidiste vivir en este mundo,
en momentos así, en los que todo se ha confundido.
Hay tanto desvarío, impera la maldad,
existe tanta destrucción, violencia,
y aunque no lo sepas ni lo quieras, todo lo percibes.
Así que respira calmadamente,
por tu decisión, por demás extraordinaria,
que denota tu valentía, tu capacidad y tu fuerza.
Respira y atiéndete.
Fuiste tú quien eligió este espacio.
Fuiste tú quien jugó en el tiempo.
Has sido tú quien se posicionó aquí,
con todo lo que eres,
con todo lo que has sido y lo que serás.
Correspondes a este Universo,
en el que existe todo lo que ves y lo que no.
Abriste tu Ser, naciste.
Y sabes bien que morirás, como ocurre aquí.
Y si ya despertaste,
sabes bien lo que te ocupa, si es que quieres.
Y que tantas veces caes en perplejidad,
ante lo que infieres, lo que te circunda,
lo que sientes está como a destino,
entre tantas situaciones,
circunstancias, hechos, en los que estás.
¿Cuánto eres ahí? ¿O todavía no?
Te muestras espectante más que actuante.
Te vas descubriendo, conociendo,
acercando, respondiéndote.
Existe tanto que te abruma, que ni aceptas,
lo que te produce temor y vas y te escondes de ti.
Por otro lado, existe más,
lo que te complace, te fortalece
y te permite mostrarte.
Vas comprendiendo tu juego dual y lo aceptas,
hasta que te vas comprometiendo,
te obligas a actuar, y tantas veces a simular,
lo que eres y lo que no.
Y algo en ti lo sabe todo, todo, todo.
Y ni caso te haces, te ignoras.
Y te digo que para eso respiras,
para producir tu sustento del Ser,
el que sabe que sabes,
al que no podrías ignorar, pero igual lo haces.
¿Sabes por qué?
Porque no te amas tal y como eres,
tal y como sientes, tal y como actúas.
Y porque no alcanzas los registros puros
que contienes del Ser que eres
y te sientes vacío, por tanto que llenar, ¿de qué?
De tus molestias, de aquellos compromisos absurdos,
de lo que complejizas en ti, por lo mismo,
por tu no aceptación.
Respira y que sea tu respiro un acto de aceptación,
de compromiso contigo, de alguna actitud más consciente,
aquí donde estás, aquí donde eres, donde actúas.
¿Cómo actúas?
¿A favor o en contra?
¿Qué sería actuar a favor?
Y lo sabes bien, existe lo puro, lo hermoso,
lo pulcro, lo que luz es.
Y existe todo lo contrario: lo oscuro, lo abominable,
lo impúdico, lo obsceno. 
¿Hacía qué? ¿Hacia dónde irías?
Y respírate, cálmate,
porque fuiste tú quien eligió estar aquí,
en un mundo así, siendo quien eres.
Y lo que deberías mantener, sostener, ansiar, es ser Aquello, lo que no existe aquí. Ya no.
Y respiras para eso,
y te sosiegas para eso y te rindes ante eso.
Piensa en eso, siente eso, sé eso.
Y es tu espacio todo, tu respiro todo, tu Ser todo,
tu vacío pleno, tu silencio.
Amado mío es así.
Es la verdad. Es la verdad.
Respira con pulcritud.
Respira en silencio.
Respira paz.
Si estás aquí es porque crees en la luz.
Si no, no corrieras el riesgo.
Ámate más. Ama más.
Om Namaha Shivaya