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El visitante y otros cuentos de horror reunidos
El visitante y otros cuentos de horror reunidos
El visitante y otros cuentos de horror reunidos
Libro electrónico83 páginas58 minutos

El visitante y otros cuentos de horror reunidos

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"El visitante y otros cuentos de horror reunidos" es una colección de cuentos que te sumergirán en un mundo de oscuridad y terror. Escritos por Jonathan Molina, estos relatos presentan historias perturbadoras que te sorprenderán hasta el final.

En el cuento que da título al libro, "El visitante", una familia se esconde de un ser siniestro y desconocido que los persigue sin descanso. Las demás historias que componen el volumen presentan a personajes que se encuentran atrapados en un espacio en el que la frontera entre la vida y la muerte se desdibuja, y en donde la normalidad se convierte en un lugar para la muerte, la maldad y el horror.

Desde la angustia de "Sobre cómo administrar el tiempo" hasta la escalofriante experiencia de encontrar "La cinta olvidada" en una caja de seguridad de un hotel, cada cuento de esta colección presenta una trama única que, con sutiles detalles y señales que evocan a los sentidos, se une a los demás para crear un mundo oscuro y perturbador.

Con un estilo literario cautivador y evocador, Jonathan Molina transporta al lector a mundos sombríos y tenebrosos. "El visitante y otros cuentos de horror reunidos" es una lectura imprescindible para los amantes del terror y para aquellos que buscan descubrir nuevas formas de experimentar el miedo. Prepárate para una experiencia aterradora y sobrecogedora con este libro.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 feb 2023
ISBN9798215866863
El visitante y otros cuentos de horror reunidos
Autor

Jonathan Molina

Todo comenzó en el salón de clases de una escuela, como cualquier otra, en México. Ese que se encuentra sentado en la primera banca, de la última fila, con cara de absoluta aburrición soy yo. En ese momento, si no mal recuerdo, tenía siete u ocho años. Y, sin saber cómo, llegó a mi cabeza una idea: escribir sobre un niño que quería viajar a la luna para sembrar una planta que, por alguna extraña razón, no podía crecer más en nuestro planeta y estaba a punto de desaparecer. Allí supe que, a diferencia de los demás niños que querían ser los protagonistas de las historias, yo quería ser el que las creaba. Y así lo hice, en todas mis libretas escolares, mientras los maestros dictaban la clase. ¿Sabes? No me arrepiento. Escribo lo que me divierte, lo que siento, lo que me hace feliz. Y lo hago como me gustaría leerlo al momento de comprar un libro en papel o un e-book. Me apasiona la lectura, la literatura infantil, el horror, lo extraño, lo insólito, la ciencia ficción, el cine, el fútbol y los gatos (tengo dos, por cierto). Estudié Derecho y una maestría en Política Pública Comparada. Y, por supuesto, escritura creativa y guion cinematográfico. He escrito y publicado obras literarias, especialmente cuentos, que han sido publicados en revistas y por la Secretaría de Educación Pública de México. Presenté mi libro de cuentos de terror Hay un hombre en mi ventana en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2019. En fin, espero que me leas y que, muy pronto, me convierta en uno de tus autores favoritos.

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    El visitante y otros cuentos de horror reunidos - Jonathan Molina

    Sobre cómo administrar el tiempo

    Maté al Tiempo con un tiro en la cabeza. Después, descargué el arma hacia su cuerpo que yacía tendido sobre la alfombra del departamento. Fue un verdadero desastre.

    ¿Por qué lo hice? No tenía opción. Escribía el final de la novela que cambiaría la historia de la literatura mundial: el best-seller de todos los tiempos, el relato eterno. ¿Saben?, la primera y última línea deben de ser excepcionales.

    ¿Cómo cerrar una obra magnífica, magnánima y elegante? Elegía con cuidado: ¿aliteración? «Y, mientras sonreía, sentía el sabor de la sangre sobre sus labios...» No, era absurdo. Eso, en realidad, no era una gran aliteración. Borré el texto.

    ¿Utilizando el gíglico de Cortázar? «Y, como dos amalamas gemelanas que hablalaban un mélimo idioloma...» No, no podía replicar la estrategia de otro autor, de uno de los grandes, en mi texto. Tenía que ser creativo, muy creativo.

    Las manecillas del reloj indicaron las 23:45 horas. Me quedaban exactamente quince minutos para escribir la línea final y enviar al editor el archivo.

    Las millones de copias vendidas; los millones de e-books descargados; los cientos de premios; las giras, las conferencias y las notas de prensa abrirían el camino para recibir, finalmente, el Premio Nobel de Literatura. Sí, sería mío. Murakami tendrá que esperar un año más. Es un gran amigo y lo siento mucho por él.

    Encendí un cigarrillo. Quince minutos era más que suficiente para lograrlo. Escribí: «Y la luna observó cómo dos almas se fundían en un...» ¿Acaso soy poeta? ¡No y no! Eliminé la frase.

    Llamaron a la puerta. No atendí. Debía de concluir la tarea, era momento de cerrarla, de sellar el texto.

    —Quien sea, ¡largo! —grité desde el escritorio.

    —E.S. Nathan, el famoso escritor y creador de pesadillas: abre —una voz un tanto gutural me ordenó desde fuera.

    —Estúpido —susurré mientras un leve escalofrío recorrió mi cuerpo. 

    23:48 de la noche, restan doce minutos: «Y lentamente se acercó al cuerpo que yacía tendido sobre la alfombra de...» Golpearon nuevamente en la puerta. Me levanté y caminé enfadado hacia ella. Mi paciencia llegó al límite. Abrí con fuerza:

    —¡¿Qué?! —grité.

    Un hombre alto, delgado y de rostro pálido que vestía traje negro y corbata del mismo color, me miró de abajo hacia arriba. Unas ojeras profundas enmarcan sus ojos oscuros.

    — E.S. Nathan, ¿me permite pasar? —su voz cambió.

    —¿Quién eres?

    —El tiempo se ha agotado.

    —¿El tiempo? ¡Ah! John te envío. Debí imaginarlo. Es una persona muy ansiosa y no pudo esperar a recibir la novela en su bandeja de entrada, ¿verdad? Adelante —dije aliviado al entender que mi editor lo había enviado por el texto.

    El sujeto entró al departamento y se sentó sobre uno de los sillones de la sala. Cruzó la pierna izquierda sobre la derecha y me observó atento.

    —Son las 23:50 p.m. Tengo diez minutos para concluir y entregar la obra. Mientras espera... ¿café?

    —No —respondió de manera tajante—. Y no veré a John... al menos esta noche.

    —Está bien; permítame un momento, por favor —caminé hacia el escritorio.

    23:53 p.m. Fumé lo que me quedaba del cigarrillo. La mayoría de mis escritos se caracterizan por tener un excelente final y este, que me daría el Premio Nobel, debía de ser superior y excepcional.

    «Y así es como una obsesión se convierte en un susurro se pierde en el tiempo...» El hombre apareció frente a mí.

    —¿Qué hace aquí? Le pedí esperar en la sala.

    No me respondió; se encontraba totalmente estático y me miraba fijamente. Escuchaba su respiración: inhalaba y exhalaba, inhalaba y exhalaba, inhalaba...

    «Al demonio», pensé. Regresé la mirada al monitor de la computadora.

    Inhalaba y exhalaba, inhalaba y exhalaba, inhalaba... el sonido poco a poco se volvió más y más perturbador.

    —¿Podría retirarse y permitir que concluya mi trabajo, por favor? Si no lo hace, nunca podré terminar ni entregárselo para que se marche y lo lleve a John. Así que... ¡largo! —señalé la puerta de la habitación.

    —El tiempo se ha agotado —respondió.

    —¡No! Son las 23:57 de la noche y eso significa que tengo tres minutos más.

    —El tiempo se ha agotado —insistió.

    —Si no me permite concluir, claro que se agotará —respondí molesto.

    El hombre acercó su rostro al mío.

    —No me interesa el relato. Tu tiempo se ha agotado —dijo con ese mismo tono de voz que escuché cuando llamó en la puerta.

    —¡Está loco! —me alejé de él.

    —El tiempo que tenías destinado se ha agotado.

    —¿El tiempo? Son las 23:58 p.m. Faltan dos minutos para...

    —¡No me refiero a la estúpida novela! —gritó—. Se trata de tu tiempo.

    —¿Mi tiempo? —pregunté asustado.

    —El de vida: se ha agotado. He venido por ti.

    Quedé atónito: ¡moriré!

    —¡No! ¡No puedo morir ahora! Tengo que terminar la novela. Sólo... sólo permítame escribir la última

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