Ética de la contingencia: Entre individuos y sistemas
Por Aldo Mascareño
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pretensiones de unidad, armonía o cohesión pueden estar tan justificadas
como siempre, pero, como es de esperar, resultan insuficientes para
comprender las paradojas, contradicciones y autoinmunidades inmanentes
de su constitución. Por medio de una revisión histórica del concepto de
contingencia en filosofía, sociología y ciencia, y su posicionamiento en la
teoría de sistemas sociales de Niklas Luhmann, este libro busca ofrecer
claves para reconocer la complejidad de ese mundo, su incompletitud e
irreductibilidad. Su propuesta es ética de la contingencia, una modalidad
cognitiva y normativa de experimentar la ausencia de fundamento, entender
su dinámica y ofrecer orientaciones para la relación entre individuos y
sistemas en la sociedad contemporánea.
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Ética de la contingencia - Aldo Mascareño
Registro de la Propiedad Intelectual Nº 2024-A-1263
ISBN: 978-956-6203-60-5
ISBN digital: 978-956-6203-61-2
Imagen de portada: Patrick Hamilton, Machetes, 2010. Ciento veinte machetes de hierro, cinco metros de diámetro. Cortesía del artista.
Diseño de portada: Paula Lobiano
Corrección y diagramación: Antonio Leiva
Colección: Filosofía & Teoría Social
Los libros de la colección son sometidos a un doble proceso de referato. Las propuestas son evaluadas por pares y, una vez aceptadas, los manuscritos son revisados en un taller de discusión con el o la autora.
© ediciones / metales pesados
© Aldo Mascareño
Todos los derechos reservados
E mail: ediciones@metalespesados.cl
www.metalespesados.cl
www.edicionesmetalespesados.cl
Madrid 1998 - Santiago Centro
Teléfono: (56-2) 26328926
Santiago de Chile, abril de 2024
Impreso por Salesianos Impresores S.A.
Diagramación digital: Paula Lobiano Barría
Para Mila
Índice
Introducción
Capítulo 1. Emergencia y contingencia en la sociedad moderna
1. La diferencia del presente
2. Emergencia: el sustento operativo de la contingencia
3. Contingencia y metafísica
4. Finalidad de la historia en la filosofía de la historia
5. Contingencia como valor propio de un orden social emergente
6. Modus vivendi y valores propios
7. Conclusiones
Capítulo 2. Ética de la contingencia para mundos incompletos
1. Contingencia: significados históricos
2. Contingencia: significados modernos
3. Contingencia de la evolución
4. Ética de la contingencia y reflexión sistémica
Individuos y sistemas
Comunicación social y no social
Control de hipertrofia
5. Conclusiones
Capítulo 3. La función de la ética desde la perspectiva del individuo
1. Reflexividad en los sistemas psíquicos y emergencia de la motivación
2. Modus vivendi personal
3. La función de la ética reflexiva
4. Motivación individual y selectividad social
5. Inclusión, exclusión y desacoplamientos
Inclusión/autoexclusión
Inclusión compensatoria
Inclusión por riesgo y exclusión por peligro
Subinclusión
6. Conclusiones
Capítulo 4. Crisis constituyentes. El poder de la contingencia
1. Crisis como control de hipertrofia
2. Crisis constituyentes
3. Formas contingentes de orden social
Transiciones civilizatorias
Revoluciones jurídicas
Crisis de sistemas complejos
Constitucionalismo estatal
4. Conclusiones
Capítulo 5. Autoinmunidad. El desafío de la ética de la contingencia
1. Inmunidad. La protección de primera línea
2. Autoinmunidad. El magnetismo del colapso
3. Control de autoinmunidad por medio de una ética de la contingencia
Mecanismos anti-autoinmunitarios
Universalidad de la coordinación
Incremento de contingencia
4. Conclusiones
Palabras finales
Bibliografía
Procedencia de contenidos
Agradecimientos
Introducción
Las sociedades modernas son cada vez más diferenciadas fácticamente debido al aumento en la densidad e interrelación de organizaciones, redes y sistemas. Son también más plurales normativamente gracias al incremento en la variedad de perspectivas evaluativas acerca de la vida en sociedad. Los consensos en ellas son crecientemente improbables y, cuando se alcanzan, sus rendimientos son inestables. Con creciente regularidad percibimos, muchas veces con dramatismo, cuán lejos nos encontramos del futuro que se imaginó en el pasado para este presente, cuánto nos falta para llegar al estado de cosas, ni siquiera perfecto, que individual o socialmente imaginamos o planeamos, cuánto vacío e incompletitud hay en nuestra sociedad. La conciencia de esa incompletitud es lo que inaugura la experiencia de la contingencia.
En este libro de la colección Filosofía y Teoría Social de Metales Pesados busco dar forma a lo que denomino ética de la contingencia, una actitud evaluativa y una teoría sociológica para procesar la incompletitud inmanente de lo social sin rendirse a su factualidad y sin modelarla como unidad. Construyo esta posición desde un lugar improbable: la teoría de sistemas sociales de Niklas Luhmann. Se trata de un lugar improbable, pues la teoría de sistemas –producto de sus fundamentos teóricos– nunca estuvo particularmente interesada en la ética. Más bien, se construyó como alternativa a posiciones cargadas de presupuestos normativos de lo que Niklas Luhmann denominaba el pensamiento vétero europeo, desde Kant hasta Habermas y la teoría crítica. Esto, sin embargo, no puede esconder que tras la compleja arquitectura conceptual de la teoría de sistemas y las ingentes descripciones históricas y análisis empíricos de Luhmann subyace una pasión por la autonomía individual y social, así como por la diferenciación de mundos que caracteriza a la sociedad moderna. Por medio de distintos elementos de teoría de sistemas y el diálogo con otras teorías y enfoques contemporáneos, mi idea de ética de la contingencia rescata aquella inspiración sistémica y construye desde ahí un criterio de orientación cognitivo y normativo para hacer frente a la creciente complejidad, riesgo e incertidumbre de las situaciones sociales en las que, querámoslo o no, nos vemos diariamente involucrados.
Que la teoría de sistemas no se haya ocupado particularmente del tema de la ética en la sociedad moderna no significa que no lo haya abordado. Esto hay que entenderlo bajo los estándares de Niklas Luhmann: solo escribió unos quince artículos sobre el tema. Uno de ellos es el que preparó con ocasión de la recepción del Premio Hegel en 1989. El texto lleva un título sugerente Paradigm Lost (Luhmann 1998a). La asociación con el poema épico de John Milton Paradise Lost es obvia. En él, Milton evoca la expulsión del Paraíso de Adán y Eva por efecto de la astucia de una razón satánica. Se trata, ante todo, de cómo conducirse frente al bien y el mal; es decir, de lo que en la tradición se observa a la base de la ética (Luhmann 1978).
Con esto, Luhmann quiere reflejar que la complejidad alcanzada por la sociedad moderna constituye una nueva pérdida del Paraíso que ahora afecta al pensamiento vétero europeo. El Paraíso perdido es el de una sociedad que se entiende constituida por personas que la pueden diseñar a su gusto sobre la base de una concepción unificada del bien. Con esto se trata también del Paraíso perdido de la unidad de la sociedad, de la integración social por la vía del consenso moral, la cohesión, la solidaridad entre hermanos o de presupuestos altamente improbables de felicidad generalizada. Es decir, se trata del reemplazo de una metafísica de bien común por una concepción de mundo como horizonte de posibilidades indeterminadas. En una palabra: contingencia. El pensamiento vétero europeo –dice Luhmann– posibilita preguntas que podrían destruir sus marcos. Un ejemplo ilustrativo de ello es el de la semántica de las consecuencias no intencionales de la acción en el sentido weberiano. Si hay consecuencias no intencionales, entonces efectivamente la sociedad no se conduce a través de buenas (o malas) intenciones. Esto ya lo había anunciado Mandeville en la fábula de las abejas. La radicalidad de la contingencia es probablemente el más potente material explosivo que destruye los marcos tanto de lo que creíamos fijo, establecido y fundante, como de las utopías de toda clase que buscan controlar el presente para ajustarlo a un futuro único que se anuncia vendrá.
Pero como la analogía debe ser completa, el paradigma recuperado (pues no paraíso, como lo constatamos cada día) es el del mundo como contingencia, incompletitud, riesgo e incertidumbre. Una ética de la contingencia busca encontrar puntos de anclaje no fundacionales en ese mundo. Pero esto introduce una paradoja. Puesto que el mundo tiene de todo menos anclajes, solo la contingencia puede entregar respuestas. Pero para obtenerlas hay que entender tal contingencia de un modo específico: no como la aceptación de lo que cada día acontece, no como el mejor de los mundos posibles en el sentido de Leibniz, sino como una doble negación: la negación de lo necesario y la negación de lo imposible.
En la semántica de las sociedades modernas, la referencia a lo necesario y a lo imposible es, sin embargo, un condicionamiento permanente. Puesto que cada sistema social tiene que resguardar sus propios límites, la formación de semánticas de necesidad e imposibilidad se multiplica en la comunicación de la sociedad moderna, en economía, en la religión, sobre todo en política, pero también en los espacios de la intimidad, el arte y la ciencia. Generalmente, estas fórmulas se expresan en demandas imperativas de tipo binario sobre la relación entre presente y futuro: se afirma un estado de cosas necesario en el presente cuya ausencia señala la imposibilidad del futuro. Los conservadores afirman la necesidad de control valórico de la población porque la actual crisis moral conduciría a la debacle del orden social; los conspiranóicos demandan la necesidad de detener la investigación en inteligencia artificial porque llevaría al control de la humanidad por las máquinas; los románticos del norte y sur globales denuncian la imposibilidad de la globalización porque homogeneizaría las culturas en pocos años; los ambientalistas religiosos alegan la necesidad de decrecimiento, pues de otro modo el planeta se destruiría en el mismo plazo; fanáticos de mercado denuncian la imposibilidad del Estado si se desea mantener libertades futuras; y fanáticos de las armas y la opresión sostienen la necesidad de ellos mismos y la imposibilidad de los demás a través de guerras, terrorismo y violencia. El corolario de este sentido de alarma es el fin del mundo si hoy no se hace lo necesario y se deja de pretender lo imposible.
Se trata de formas clásicamente modernas de diseño de futuro que, en la mayoría de los casos, se fundan en normas implícitas que no aceptan variación alguna. No aceptan, por tanto, la oscilación que siempre trae consigo el futuro; es decir, no aceptan lo que caracteriza más profundamente a la sociedad moderna tardía: su incompletitud, el riesgo y la incertidumbre. Una ética de la contingencia sugiere sospechar de estos imperativos de necesidad e imposibilidad, precisamente porque el mundo actual no es producto de un diseño, y porque el futuro tampoco lo será. No invita a desconocer o subvalorar la capacidad de imposición que diferentes constelaciones sociales puedan tener para realizar sus diversos futuros normativos. Pero justamente cuando estas constelaciones (personas, grupos, Estados) tienen éxito cerrando el futuro a solo una opción –como regularmente acontece en luchas por la imposición de un modelo de sociedad, en los debates de políticas de la identidad, en el caso del cambio climático o últimamente en las transformaciones tecnológicas asociadas a la inteligencia artificial, entre otros–, es cuando más ineludible se vuelve una ética de la contingencia que recuerde a los involucrados el dictum hamletiano: hay más cosas entre el cielo y la tierra de las que imagina tu filosofía.
Para desplegar estos argumentos organizo el libro en cinco capítulos y una conclusión. En el capítulo 1, «Emergencia y contingencia en la sociedad moderna», desarrollo los lineamientos centrales para situar la contingencia como un elemento clave en la comprensión de una sociedad compleja moderna. Inicio con una apreciación metodológica basada en Hans Blumenberg por medio de la cual busco hacer espacio al significado contemporáneo de la contingencia como un producto propio de la modernidad y no como una secularización del pasado. Desde esto, introduzco la idea de emergencia como proceso operativo capaz de articular la pluralidad de mundos contingentes y traducirlos en la sociedad sin que para ello se requiera de un principio unificador. Despliego entonces el concepto de contingencia históricamente para mostrar su inconducente domesticación por la metafísica, la filosofía de la historia y la Ilustración. Continúo con la comprensión de la contingencia como valor propio de la sociedad moderna, y finalizo con su interpretación como modus vivendi.
En el capítulo 2, «Ética de la contingencia para mundos incompletos», presento la idea en sus fundamentos teóricos. Contingencia es un concepto abordado por la tradición humanista, la teoría social y las ciencias. Este revela la ausencia de una estructura necesaria del mundo y, por tanto, su incompletitud. Ello abre la pregunta por los esquemas de orientación de la conducta en un contexto donde cualquier aspiración normativa se entiende como posibilidad ante el trasfondo de la contingencia. Por medio de la investigación de la semántica histórica y moderna del concepto de contingencia, en este capítulo identifico los orígenes del concepto en la lógica modal de Aristóteles, observo luego la separación entre contingencia del mundo y necesidad de Dios en la escolástica, y destaco el giro moderno a la inmanencia del concepto de contingencia en Hegel, Meillassoux y la teoría de la evolución. Sobre estas bases formulo la idea de una ética de la contingencia que provee orientaciones pertinentes para un mundo sin necesidad última. En lo fundamental, una ética de la contingencia previene que la necesidad domine por sobre la posibilidad e interviene por medio de estrategias de incremento de la contingencia cuando esto tiene lugar.
En el capítulo 3, «La función de la ética desde la perspectiva del individuo», exploro el rol de la ética de la contingencia bajo las condiciones de autonomía individual y social que caracterizan a una sociedad compleja moderna. La cuestión de la ética ha sido analizada por Niklas Luhmann en términos de una descripción de la ética, concretamente como una teoría reflexiva de la moral. En este sentido, la función de la ética se convierte en un reflejo de la aplicación del código moral a diferentes contextos sociales. De forma complementaria, este capítulo pretende entender la función de la ética como un acoplamiento flexible entre motivación individual y selectividad social, es decir entre una proyección individual de la sociedad y la experiencia fáctica en la sociedad. Como acoplamiento flexible, la función de la ética de la contingencia consiste en prevenir eventuales desacoplamientos de motivación individual y selectividad social, de modo que cuando la deseabilidad individual no encuentra una aceptación institucional inmediata, la encuentra al menos en la ética. El capítulo ilustra esto con referencia a cuatro constelaciones originales de inclusión y exclusión.
En el capítulo 4, «Crisis constituyentes. El poder de la contingencia», examino la relación entre crisis y contingencia, y la forma en que esta relación desata lo que llamo crisis constituyentes. Basándome en el concepto sistémico de contingencia –que considera la estructura actualizada del mundo como una posibilidad entre otras– sostengo que las grandes crisis sociales liberan a los sistemas de patrones reiterativos de selectividad que transforman algunas opciones contingentes en necesidades. En la medida en que las crisis deconstruyen un orden social particular y recombinan tanto los elementos como las relaciones de una forma alternativa, las crisis constituyentes restablecen la contingencia del mundo. El capítulo repasa brevemente el papel evolutivo de las crisis constituyentes como expresión del poder de la contingencia en cuatro ámbitos: el colapso y la reorganización de las sociedades antiguas, las revoluciones jurídicas que dieron lugar a la modernidad, las crisis de los sistemas sociales complejos y las presiones transnacionales y supranacionales sobre los Estados constitucionales contemporáneos. El capítulo concluye que la arquitectura moderna, multinivelada y poliárquica de la sociedad mundial parece estar más abierta que en periodos anteriores de la evolución a formas de orden social contingentes y autoconstituyentes. Sin embargo, la poliarquía operativa y normativa también implica crisis cade vez más complejas.
En el capítulo 5, «Autoinmunidad. El desafío de una ética de la contingencia», interpreto la diferencia entre el siglo XX y el XXI como una diferencia entre dos lógicas fundamentales de los sistemas sociales: la inmunidad y la autoinmunidad. Por medio de las lógicas de inmunidad, los sistemas sociales construyeron barreras de convertibilidad entre ellos, consolidaron su diferenciación en el siglo XX y se establecieron como sociedad mundial. Reviso aquí a Niklas Luhmann, Peter Sloterdijk y Roberto Esposito. La autoinmunidad, por el contrario, entendida en el sentido de Jacques Derrida, es una lógica de autodisolución de aquellas barreras de convertibilidad intersistémica –y consecuentemente del orden social– en la que los mismos procesos que sostienen autonomía y diferencia sistémica son los que conducen al sistema al colapso. Sostengo que esta lógica autoinmunitaria caracteriza el siglo XXI y produce múltiples crisis sociales de distinta magnitud. Para el manejo de esta lógica autoinmunitaria, los mecanismos de control jerárquico no surten efecto. Más bien se requiere de formas descentralizadas de coordinación social que impulsen la limitación de la autopoiesis sistémica sin pretensiones últimas de unidad. La ética de la contingencia es