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Las aventuras de Mycrobites: Volumen I
Las aventuras de Mycrobites: Volumen I
Las aventuras de Mycrobites: Volumen I
Libro electrónico111 páginas1 hora

Las aventuras de Mycrobites: Volumen I

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Conoce las aventuras de Microbytes, un superhéroe cibernético que tiene la capacidad de cambiar su forma humana y descomponerse en miles de partículas e ingresar a cualquier elemento electrónico, viajando a la velocidad de la luz de un equipo a otro.
Microbytes utiliza sus poderes para acceder a las bases de datos de computadoras, tabletas, teléfonos, televisores, satélites, aviones, embarcaciones, automóviles y todo lo que tenga algo que ver con la informática, para revertir las acciones negativas de personas inescrupulosas que utilizan la tecnología para estafar, robar, malversar fondos o aprovecharse de los demás en beneficio propio.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 may 2024
ISBN9789998900127
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    Las aventuras de Mycrobites - Miguel Melot

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    Criptomonedas en

    Alemania

    Eran las nueve de la mañana en la ciudad de Frankfurt, Alemania (las tres de la mañana en Nueva York), del día 5 de diciembre del año 2027 cuando el automóvil Mercedes Benz C 200 Sport puso en marcha su motor con un suave ronroneo. Las luces de su impresionante tablero se encendieron mostrando toda la maravilla tecnológica computarizada del vehículo.

    Klaus Weber, el vendedor de la agencia Autopstenhoj GmbH, de la calle SandkampstraBe D-48432 estaba entusiasmadísimo con la posibilidad de una venta y tenía que demostrar todo su conocimiento del producto a los dos clientes que querían comprar ese auto. El precio estaba en los 85.000 euros. Cuando mencionó el precio, los caballeros pidieron ver el funcionamiento de esa hermosa máquina y conocer sus propiedades, por lo que Klaus comenzó a ilusionarse con una buena comisión.

    Los dos clientes potenciales vestían con ropa de buena calidad y parecían empresarios importantes, de una edad aproximada a los 50 años. Klaus comenzó a manipular los controles y giró la cabeza hacia su derecha para mirar al hombre que se había sentado en el asiento del acompañante.

    —Soy Klaus Weber y me ordenaron mostrarles el auto. ¿Cuál es su nombre, caballero?

    —Como pueden ver, el coche es totalmente automático, computarizado, con pantalla para GPS, wifi y conexión a internet, música funcional, vista panorámica, aire acondicionado silencioso y eficiente y un consumo aproximado de 4,7 litros de gasolina cada 100 kilómetros —dijo recitando el speech que le obligaron a aprender de memoria en los cursos de venta de la empresa.

    —Necesitamos el vehículo para nuestro trabajo de campo, debemos viajar mucho y creo que este es el auto que nos conviene —dijo Manfred Wagner desde atrás—. ¿Podríamos dar una vuelta?

    Klaus, que ya contaba con la comisión que le dejaría esa venta, sonrió sin contestar, puso la D en su caja de cambios automática y salió suavemente hacia el portón que daba a la calle. Hizo una seña al encargado de la entrada, sacando la cabeza por la ventanilla, giró a la derecha suavemente y se metió en el tráfico de la mañana de Frankfurt.

    Hacía algo más de dos años que Wolfgang Schneider, Manfred Wagner y un experto en informática, norteamericano, amigo de ambos, llamado Tom Baker habían creado una empresa para trabajar con monedas digitales como el bitcoin.

    Tom Baker había emigrado a Europa escapando de un delito cometido en San Francisco, California, mientras estudiaba alemán e informática aplicada. Era un excelente programador que, mediante su habilidad, pudo hacerse de una base de datos del gobierno para comerciar con esa información. Fue descubierto, pero pudo escapar de Estados Unidos yendo a Canadá por tierra primero y luego por avión a Alemania. Fue a Frankfurt, allí ofreció sus servicios de experto en informática mediante avisos clasificados en los diarios Frankfurter Allgemeine Zeitung y Frankfurter Rundschau de la ciudad.

    La empresa se llamaba WolfManTom Aktiengesellschaft. Usando las primeras letras de Wolfgang, Manfred y Tom, con el agregado Aktiengesellschaft, que para Alemania es como S. A. (sociedad anónima). Abrieron una página web a la que se accedía escribiendo https://www.wolfmantom.com.de, y comenzaron a ofrecer servicios de trading y comercialización de criptomonedas.

    Luego de la sangrienta guerra entre Rusia y Ucrania en el 2022, el bitcoin y las demás criptomonedas como el ethereum (eth), el cardano (ada), el tether (usdt), el binance coin (bnb), el ripple (xrp), el dogecoin

    (doge), el usdcoin (usdc), el polkadot (dot), solana (sol) y otras (hay casi 10.000 criptomonedas) habían perdido mucho de su valor. En el 2021 el bitcoin se cotizaba a 60.000 dólares, en el 2022 había bajado hasta 30.000 dólares. En el 2024 volvió a cotizarse en más de 60.000 por unidad.

    Tom Baker vio allí una oportunidad de hacer dinero y consiguió hacerse amigo de Wolfgang Schneider luego de que este lo contratara para resolver algunos problemas informáticos en una compañía de limpieza cuyo dueño era su suegro, Peter Müller. Tom notó enseguida que el señor Müller no estaba bien de salud, durante las visitas a la empresa para acondicionar sus computadoras, y falleció sorpresivamente una mañana de febrero del año 2022.

    Inmediatamente, Tom se dio cuenta de que Wolfgang Schneider quería sacar ventaja de la situación y hacerse con la empresa que ahora sería de su señora, Emma Müller. Pero como era una sociedad y el yerno no era bien visto por los demás socios, porque aseguraban que él se había casado con Emma solo por el dinero de la empresa y prácticamente no trabajaba, se frustró su deseo.

    Tom, que venía pensando también en sacar ventajas de sus conocimientos informáticos, siguió frecuentando a Wolfgang en rondas de tragos y fiestas con mujeres (la mayoría prostitutas), hasta que surgió una amistad (más bien una complicidad) y le planteó lo que había planeado. Wolfgang, que había tomado de más, condicionó a Tom en la explicación de su plan, que estuviera presente otro amigo, Manfred Wagner (otro gigoló), que vivía del dinero de su mujer, Mía Schmidt.

    Mía tenía un restaurante que heredó de su padre y no podía conseguir que su marido trabajara en el negocio, pero como lo amaba, no era muy linda y ya estaba por los 40 años, decidió mantenerlo para que no la dejara.

    Tom Baker, para desarrollar su plan, necesitaba de una cantidad de dinero importante, que no tenía, para invertir en equipos, en documentación legal, en propaganda y en criptomonedas para crear una empresa con salida a internet.

    El 13 de marzo del 2022, a las nueve de la mañana, mientras Emma se preparaba para acudir a la empresa de limpieza que había sido de su padre y que ella dirigía desde la muerte de este, Wolfgang, que iba a llevarla en automóvil a la compañía, exclamó repentinamente:

    —Emma, creo que he conseguido la posibilidad de convertirme en un empresario exitoso.

    —¿Cómo es eso? ¿No es otra de tus fantasías?

    —No, Emma, conocí a un empresario norteamericano que se está instalando en Frankfurt y necesita socios para lanzar una empresa. Necesitaría un préstamo de 500.000 euros para formar parte de la compañía y cumplir así tu sueño de ser alguien importante para orgullo de Derek y Herman.

    Derek, de 10 años, y Herman, de 8, eran los hijos de la pareja que hacía media hora habían partido en un trasporte escolar hasta la escuela a la que asistían.

    —Me gustaría, pero no sé si voy a poder sacar ese dinero de la empresa con la fama que tienes. Pero si me aseguras realmente que es por el bien de nuestros hijos podría tocar parte de los ahorros de mi cuenta bancaria.

    Wolfgang se acercó a Emma, la abrazó fuertemente y la besó en la boca. Ella abrió los ojos, lo separó un poco con sus manos y sonrió.

    —Wolf... voy a tener que volver a pintarme... ¿En serio es una buena inversión?

    —Sí, Emma, y prometo devolver el dinero en un mes —se arriesgó.

    —Bueno, vamos hasta la empresa y allí te haré un cheque, pero prefiero que no se entere nadie allí.

    —No te preocupes, no te voy a defraudar.

    Ese mismo día, a unas cuantas calles de la casa de Wolfgang, a las ocho de la noche, Tom Baker llegaba a la casa de Mía Schmidt. Había conseguido que su marido, Manfred Wagner, lograra que la dueña de casa invitara a cenar a «un amigo empresario norteamericano» que estaba interesado en los conocimientos técnicos de su marido (era analista de sistemas).

    Tom bajó del taxi con un ramo de flores en la mano, se dirigió al porche y tocó el timbre.

    Mía abrió la puerta y se encontró con un joven trigueño, de unos 35 años, que le ponía un ramo de flores delante de su cara.

    —Buenas noches, señora, soy el ingeniero Tom Baker y quiero agradecerle de antemano su amabilidad en recibirme.

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