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Objetivo: Derribar al Concejal Malo Casavella
Objetivo: Derribar al Concejal Malo Casavella
Objetivo: Derribar al Concejal Malo Casavella
Libro electrónico451 páginas6 horas

Objetivo: Derribar al Concejal Malo Casavella

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Juicio contra el incorruptible concejal Malo por acoso sexual. ¿Culpable? ¿Inocente? Lo derribarán. Traicionado por...

Población imaginaria en la provincia de Valencia-España. Su playa, un marjal. Para los ecologistas, humedal a proteger. Para los conservadores, a urbanizar y sacar mordidas. Los socialdemócratas, encabezados por el edil Malo, incorruptible este, zona urbana, respetuosa con el entorno sin posibles especulaciones.

Amenazas, vandalismo, chantaje y un juicio por acoso sexual; los especuladores no logran derribarlo, sin embargo, algo microscópico lo tumba finalmente. Pero, ni así, los corruptos consiguen llevarse el gato alagua, a pesar de su caída, el Malo lo impide.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento30 nov 2018
ISBN9788417533847
Objetivo: Derribar al Concejal Malo Casavella
Autor

Nelo S. Bacora

Pensionista de 75 años, con una vida laboral de más de 42 años en una entidad benéfico social, hoy desaparecida, gracias a la «buena» labor de los políticos. No tiene títulos académicos, tampoco másteres. Su bagaje cultural se debe a su afición a devorar libros, novelas, manuales de contabilidad sobre administración de empresas, etc., amén de cursillos de formación y experiencia en documentos legales. Casado y con tres hijas, a la mayor un carcinoma se la llevó. Ella ha sido la estrella que ha guiado su mano a la hora de escribir, sin los recuerdos de su manera de ser su obra habría sido estéril; y si no lo es, se debe a su guia, que sosiega su espíritu.

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    Objetivo - Nelo S. Bacora

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    Objetivo: Derribar al Concejal Malo Casavella

    Primera edición: noviembre 2018

    ISBN: 9788417533359

    ISBN eBook: 9788417533847

    © del texto:

    Nelo S. Bacora

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    A mi mujer, Milagros,

    a mis hijas Ángeles y Carmina,

    y de una manera muy especial,

    a mi hija Mila, que a sus 44 años,

    El Señor se la llevó, sin pedirme permiso.

    El autor

    Dejad que los niños vengan a mí

    Evangelio según san Marcos (10,1316)

    Comunidad Valenciana, España, provincia de Valencia. Cerca de la capital del Turia, figuramos una población ficticia, a unos pocos kilómetros de la capital de la provincia, situada en el litoral mediterráneo, su nombre, producto de la imaginación del autor es Massalterna, cuyo último censo, como todos sus datos, son repetimos, ficticios, es de 19.892 habitantes.

    La mayoría de las poblaciones cercanas a ella tiene urbanizadas sus playas, con una invasión del ladrillo, así como una saturación de población en la temporada estival.

    En Massalterna, su zona costera es un marjal. El destino de la misma mueve enormes intereses creados por especuladores, con la connivencia de algunos políticos, por una parte, en un mismo frente. En las antípodas de estos intereses, están los ecologistas, para los cuales es un humedal, siendo para ellos, una cruzada, el conseguir que dicho marjal sea declarado zona protegida.

    Tras las elecciones municipales en mayo de 2001, irrumpe con fuerza, en Massalterna, una alternativa, a la citada confrontación entre el Partido Liberal Conservador y el Partido Ecologista. Malo Casavella, elegido en el último puesto con acta de concejal, el número nueve, por Unión Social-Demócrata, coge el testigo que USD tuvo que dejar en las anteriores elecciones, en manos de los conservadores.

    Con nueve concejales, este partido tiene mayoría sobre el total de diecisiete, con arreglo a su población en la fecha de las últimas elecciones. El concejal Malo, que figuraba en las listas de USD, como independiente, canaliza la mayoría obtenida para aparcar el proyecto de los conservadores, quitar fuelle a las protestas ecologistas y, presentando para ello, una urbanización respetuosa con el entorno. Esta proyección para el destino del marjal choca frontalmente con el PLC y los especuladores; pues la nueva proyección no da lugar a la especulación y, como hemos dicho antes, desarma parte de las protestas de los ecologistas.

    Amenazas veladas, intentos vanos de convencerle, actos vandálicos contra alguna de sus propiedades, sobornos en sus filas, chantaje a personas en su entorno profesional, muy cercanas a él, para que lo vendan como a Viriato; y finalmente encausamiento judicial por denuncia de «acoso sexual» a una empleada de su asesoría.

    Todo ello con un solo objetivo: derribar al concejal Malo Casavella.

    I

    La denuncia por acoso sexual

    2004

    En la actualidad...

    Nos situamos en las oficinas de Efficonsa, Estudio Financiero Fiscal Contable, S. A., creado por María Manuel Toledo y Malo Casavella, ambos sin ocupación, causada por el despido de una multinacional alemana.

    Durante casi dos décadas se hicieron cargo, formando un equipo muy compenetrado, de la contabilidad financiera de dicha multinacional.

    Tras el despido, ambos se sintieron huérfanos de sus balances y análisis financieros contables. Se dieron cuenta de que necesitaban aquello que era su habitad natural: oficina, equipo informático y papeles con cifras y objetivos y, lo más importante, un puesto de trabajo, su economía precisaba de este.

    Por ello, después de varias reuniones y algunas comidas en la cafetería del Corty-Sorolla, decidieron crear la asesoría mencionada para, desde otra perspectiva, continuar con su especialidad de trabajo, en la cual iban a tener más balances y análisis de viabilidad.

    Tras sus comienzos a principios del 2000, tuvieron que esperar casi un año para confiar que su apuesta empresarial hinchaba las velas de Efficonsa, y este comenzaba a tomar buen rumbo.

    Continuaron creciendo en clientes, la mayoría pymes y algún autónomo. Consecuentemente, tuvieron que crecer también en recursos humanos.

    Contrataron una secretaria, que haría de recepcionista y era experta en informática y navegación por la red. Tras unos meses, la contrataron indefinidamente. Se llamaba María Carmen Figueroa, Mamen para los amigos.

    Posteriormente, ante su carencia de conocimientos tributarios, contrataban en asesorías especializadas; incorporaron a Ernesto Laguia, abogado y experto en temas fiscales.

    Ante el incremento de clientes-pymes y el volumen de trabajo de contabilizar la documentación correspondiente —facturas, apuntes bancarios, nóminas y resto de papeleo habitual—, se vieron en la necesidad de contratar de forma provisional a alguien que se ocupara de ello.

    Por recomendación del gerente de una pyme, contrataron por dieciocho meses a Helena Trollanos, joven de veintitantos, con un máster en Administración de Empresas y experiencia contable.

    El Estudio Financiero Fiscal Contable S. A., Efficonsa, navegaba con todas sus velas hinchadas, no se observaban icebergs en el horizonte, todos trabajaban a buen ritmo, el ambiente en el estudio era casi familiar. Sus clientes se manifestaban satisfechos. Su tesorería crecía.

    Uno de los socios fundadores, Malo Casavella, a principios del 2001, se incorporó como independiente en Unión Social-Demócrata, de la población de Massalterna, consiguiendo en las elecciones de mayo de dicho año acta de concejal.

    El velero profesional navegaba hacia buen puerto.

    ¿Navegaba con el mismo destino el concejal Malo Casavella?

    7 de enero

    Eran las nueve de la mañana. Malo se encontraba en su despacho, desde antes de las ocho; estaba repasando los temas a tratar ese día, salvo imprevistos, organizaba su planning diariamente.

    Estaba a punto de llamar a un cliente, cuando se abrió la puerta de su despacho y Mamen le anunció:

    —Jefe, una agente judicial quiere hablar contigo, aunque la verdad no ha dicho nada, solo ha preguntado por ti.

    —Bien, hazla pasar.

    Una joven de poco más de veinte años, con traje de chaqueta, hizo su entrada. «Efectivamente, como diría mi mujer —pensó el ocupante del despacho—, iba bien conjuntada y elegante». Su mirada no decía nada, pero se notaba cierto desprecio en sus gestos.

    Sin más preámbulos, soltó de forma glacial:

    —¿Sr. Malo Casavella?, soy Marta Segura, agente judicial de los Juzgados de lo Penal en el Palacio de Justicia de esta ciudad. —Sin tiempo a indicarle siquiera que podía sentarse, continuó—: Aquí le entrego la citación para que se presente en el Palacio de justicia, ante la jueza de instrucción, Sra. Libertad Márquez.

    Quedé naturalmente sorprendido, no recordaba haber cometido delito alguno.

    —Sí a su pregunta anterior, soy Malo Casavella, pero puede adelantarme algo sobre la citación.

    —No es mi trabajo, tómese el tiempo que quiera para leerla. Si es tan amable de firmar la copia.

    Firmé la copia mencionada y, a continuación, ella estampó la suya al lado de la mía.

    Con gesto brusco, coge la copia y se va. Al llegar a la puerta, se gira y, con cierto sarcasmo, me dice:

    —Que tenga un buen día.

    —Eso espero —respondo.

    No oí el portazo que esperaba, pues finalmente no se molestó en cerrar la puerta.

    Iba a abrir la citación cuando entra Mamen con su cara, que era una interrogante, diciendo:

    —¿Que quería la alegría de la huerta?

    Coincidíamos en que, a pesar de ser muy hermosa, su cara era un reflejo de indiferencia o apatía.

    —Si te esperas a que la abra, nos enteraremos los dos, no soy manos rápidas. —En alusión a la rapidez con que ella mueve sus dedos sobre el teclado.

    —Venga, Malo, cómo eres, estoy en ascuas por saber qué crimen has cometido.

    Tranquilamente, abro la citación y, cuando iba a leerla, ella me la arranca de las manos y me dice:

    —Como secretaria, debo leértela. —Y, tras una rápida ojeada, lee—. Al Sr. Malo Casavella.

    —Al grano —le interrumpo—, ¿de qué se me acusa?

    —Resumiendo dice que te citan en el Palacio de Justicia de esta ciudad, acusado por acoso sexual a Helena Trollanos, dentro de cuarenta y ocho horas a partir de la hora que ha anotado la susodicha Marta Alegría.

    »Vaya —continúa esta, con sonrisa pícara—, no sabía que eras un pervertido acosador, a mí nunca me has acosado de ninguna manera.

    —Ya somos dos, ahora me entero de esta faceta mía. A lo mejor soy sonámbulo y no me he enterado.

    —No debes preocuparte, cuenta conmigo, pero has de acosarme —bromea.

    —No me preocupo por mí, pero sospecho lo que quieren, no sé quién, pero creo que no van a pararme.

    —Como te conozco y ahora en serio, estoy de acuerdo, aunque pretendan lo que sea, no van a lograrlo.

    —Eso espero, pero nunca se sabe.

    —No sé por qué coño ha presentado Helena tal acusación, pero no va a progresar la denuncia y más. —Sonríe—. Tratándose de acoso. Mirar, eso sí que lo haces, pero, que yo sepa, de miradas no nacen hijos. Además, cuando te parece, nos dices a las chicas del estudio algunas palabras que a todas nos gusta oír.

    —Únicamente me preocupo por mis mujeres. —Malo se refiere a su esposa e hijas—. No porque le den importancia. Más bien, por lo que tendrán que aguantar: miradas, sonrisas y demás gestos de los vecinos, cortos de miras y pusilánimes.

    —Te dejo, no hace falta que te lo diga, sabes que puedes contar conmigo —dice, yéndose hacia su mesa, cerrando la puerta al salir.

    Malo aparta la citación y, cogiendo el móvil, llama al cliente con el que iba a contactar cuando le interrumpió la agente judicial.

    Tras la conversación y atender algunas consultas del cliente, continuó con sus tareas, que había repasado al iniciar la jornada y que habitualmente se programaba por la noche para el día siguiente.

    A continuación, siguiendo su planning, se sumergió en balances y análisis de fondos de maniobra de la empresa con cuyo gerente acababa de hablar, la cual pertenecía al sector del ladrillo.

    La empresa tenía buen flujo de entrada, pero estaba desviando efectivo hacia otras actividades, en contra de sus consejos. Tras esta última conversación con el gerente, este pensaba que al final le haría caso, comprando, por ejemplo, los vehículos, utilizando las herramientas financieras, arrendamientos y otras. Aunque, ciertamente, le costó bastante convencerlo.

    A mediodía, práctica casi habitual, se reunió con sus socios, para cambiar opiniones o coordinar sus especialidades, sobre una empresa.

    Era importante conciliar todos los aspectos, financiación, contabilidad y fiscalidad.

    Se sientan alrededor de una mesa circular, la que utilizan para atender la primera visita de un cliente y sus reuniones. Situada en el salón propiamente para tal fin. De unos cuarenta metros cuadrados, servía, además, de archivo y sala para tomar café o beber algo, cuyas máquinas automáticas estaban situadas en una de las paredes laterales.

    El local, sede de la asesoría —enumerando la distribución a la vista del plano que entregó Paco, de la inmobiliaria—, se componía de un pasillo de aproximadamente dos metros de ancho. A la derecha del pasillo, se hallaban los tres despachos de los socios, con una ventana cada uno, que daba a la calle. A la izquierda, la recepción que ocupaba el recibidor y una habitación, antes de remodelarse. A continuación, siguiendo por la parte izquierda, el salón de reuniones. Al fondo a la derecha el aseo, compuesto de entrada con el lavabo común, más dos espacios para los inodoros, por cumplir la normativa, para ambos sexos. A la izquierda, además del espacio que antes era pasillo, había una habitación, ocupada actualmente por Helena desde su incorporación al bufete. Este espacio, llamémosle oficina común, constaba de dos mesas con equipos informáticos conectados, por supuesto, al servidor del estudio y a través de él a la red, además de estanterías y archivadores.

    Se sentaron los tres alrededor de la mesa, trataron un par de cuestiones de poca importancia, de dos nuevas empresas incorporadas a su bufete recientemente.

    —He analizado los balances de Almacenes Pizarro. A bote pronto, sus balances reflejan unas masas patrimoniales que parecen ser consecuentes y están bien equilibradas —dice M2, Ma. Manuel.

    Malo, que también ha estudiado dichos balances, observa:

    —Puede que tengas razón, pero, analizando en profundidad, su fondo de maniobra se apoya únicamente en su póliza de crédito. Supongo que habrás mirado los extractos de dicha póliza durante el último año, como tenemos por costumbre.

    —Sí —contesta M2—, a la vista de los mismos, están casi todo el año en el límite del crédito.

    —Mirando el balance, nos dice que la relación clientes-proveedores está equilibrada, que la citada póliza está financiando por tanto las existencias.

    —¿Qué les podemos sugerir? —interviene Ernesto, que no domina como sus socios la parte financiera, pero que siempre da opiniones que ayudan.

    —Debemos aconsejar al gerente —matiza Malo— que en el próximo vencimiento no renueve la línea de crédito y solicite, en su lugar, un crédito a largo plazo.

    —Sí —dice M2—, eso incluso mejoraría su imagen patrimonial, al pasar la financiación del grupo cinco al uno.

    —Ilustradme —solicita Ernesto.

    Como otras veces, quería ir conociendo más la mecánica de financiación, no quería ser simplemente el Convidado de piedra¹. En el tema fiscal, ocurría lo contrario: él aclaraba a sus socios la aplicación de las leyes tributarias.

    —Pues que el grupo uno —dijo y toma el relevo Malo— constituye en balance los fondos propios, que refuerzan la imagen de una empresa, además de no tener que estar pendiente de la política crediticia de las entidades financieras, pudiendo encontrarse una empresa con la negativa a la renovación; creando, naturalmente a la empresa afectada, un verdadero problema de liquidez.

    Continuaron así durante unos veinte minutos.

    Al final, cuando estaban a punto de levantarse, Malo, entregándoles una copia de la citación, les dice:

    —Leed. —Tras unos segundos de espera, les comenta—: Estoy abierto a cualquier sugerencia o medida que consideréis oportuna con respecto al estudio—asesoría.

    —¿Qué opinas, M2? —pregunta Ernesto—, ¿puede afectar a nuestra empresa por las posibles reacciones de nuestros clientes? —Aunque, por su tono, parece más una afirmación.

    —En absoluto, todos conocen a Malo e, igual que yo, no creo den credibilidad a esta acusación.

    —¿Seguro?

    —Tú también le conoces, menos tiempo, pero suficiente en cuanto a su moralidad; diantres, si Malo tiene hijas mayores que Helena y me extraña que dudes.

    Ernesto echa marcha atrás y, algo nervioso, contesta:

    —Claro que te conozco —dice, dirigiéndose a Malo—, lo sugería por la empresa, que principalmente a vosotros dos os ha costado tanto crear.

    —Tranquilos —dice Malo—, antes os lo he dicho, os lo confirmo nuevamente, aceptaré la decisión que toméis. Democráticamente, sois mayoría y sabéis que soy un demócrata convencido a todos los niveles. Aquí en el estudio así lo estamos haciendo: en caso de no haber unanimidad, decidimos por mayoría. Además, estoy convencido, si no del veredicto final, sí de mi inocencia. Como dijo alguien: «La verdad os hará libres». Como yo hago habitualmente, consultad con la almohada, tampoco es necesario tomar una decisión en estos momentos.

    —Malo —interviene M2—, te conozco desde hace mucho tiempo, circunstancia que no tiene Ernesto y no sabe que tienes el TOC y, por lo que he observado, no por lo que a veces me han contado, este no te dejaría dormir. Tu sentido de la responsabilidad y tu obsesión en no dañar a nadie son como si llevaras un policía pegado a tu sombra.

    —Eso lo sabes tú y poca gente más. Y, tocando el tema de Helena, deberíais enviar una circular con vuestra firma a todos nuestros clientes, para que no tengan que tener conocimiento por la prensa, que más pronto que tarde, alguien filtrara el texto de la denuncia.

    —Me parece bien —dice rápidamente Ernesto.

    Parece que la sugerencia de Malo ha eliminado sus reservas sobre el tema.

    —Así —dice M2, dirigiéndose a Ernesto—, nos dará a conocer lo que opinan, nuestros clientes y podremos mejor tomar cualquier medida y, como dices, no hará falta la almohada. Por mi parte, continuaremos trabajando como de costumbre.

    Levantándose Malo, dice:

    —Vamos a comer y, por la tarde, continuaremos como siempre. M2, háblale tú como mujer a Helena, mi supuesta víctima, y si os parece que se tome unos días de vacaciones o de permiso, si quiere continuar por mi ningún problema, estoy convencido de que alguien la ha presionado, que ella decida.

    —No estoy de acuerdo y no voy a decirle nada. Si hay que mover ficha, que lo haga ella y, por supuesto, seguiré tus sugerencias siempre que tome la iniciativa.

    —Te agradeceré que no le hagas comentarios de ningún tipo, para ti no ha ocurrido nada.

    —Opino como M2 —puntualiza Ernesto.

    —Pues ya somos tres —añado.

    —Aprobado por unanimidad como casi siempre —finaliza M2.

    Se levantan finalmente los tres y cada cual se va por separado a comer.

    Cuando Malo, tras dejar a sus socios, entró en su despacho para recoger sus cosas, inmediatamente entró Mamen, que es la que en definitiva había leído en primer término la denuncia y, tras sentarse, como siempre sin esperar alguna señal de su jefe, le dice:

    —¿Cómo te encuentras?, sabes que puedes contar conmigo como antes te he dicho, te aprecio mucho igual que tú a mí, y si puedo ayudarte en algo, exijo que me lo digas.

    —Ya lo haces con tu cariñosa presencia, pero no quiero que esto afecte a personas que, como has dicho, aprecio mucho.

    —Eres rematadamente ignorante en el tema de la amistad. ¿De qué te sirve que te aprecie si no te ayudo, si me es posible? Puedes contar conmigo, no me preocupa si, en tal caso, a alguien no le gusta, me resbala.

    —No es ignorancia, Mamen, es que quiero de momento apañarme solo, pero ten por seguro que, si te necesito, te lo diré, pues tu habilidad en la red a lo mejor me es útil.

    —Lo pillo. Voy a ver lo que consigo en la red sobre casos similares, para que estés un poco orientado y, además de habilidades, también cuento con amistades en determinados lugares, que nos pueden ser muy útiles.

    —Eres genial y además estas muy...

    —Alto —le interrumpe—, no digas más, yo ya lo sé.

    —Vale, yo también lo pillo, pero me gusta decírtelo.

    —Veo que por lo menos, aparentemente, no ha afectado a tu sentido del humor, señal de que te encuentras bien, a pesar del marrón que te ha caído por culpa de la zorra que te ha denunciado.

    —Aciertas, durante el día sabes que aquí no me sobra tiempo y me es fácil desconectarme de otros problemas personales. Y me enfrasco en lo que me gusta, balances, y, además, el acta de concejal también me ocupa mucho tiempo. Y puede ser que quizás aún no haya asimilado el marrón que tú has dicho. Por lo que verdaderamente me preocupo, como antes he mencionado, es como debes imaginar por mis mujeres, aunque supongo que lo cogerán con filosofía.

    —Como tú dices —añade ella—, hay que mirar el vaso medio lleno, no el medio vacío.

    —Naturalmente, tengo debilidades, como todo hijo de vecino, pero como yo estoy convencido de que mi conducta siempre ha sido clara y directa y nunca, por supuesto, he acosado a nadie de ninguna de las maneras, estoy tranquilo.

    —De todas formas, si no fuera por tus mujeres, a ti poco te afectan las opiniones ajenas, aunque, por supuesto, prefieres las positivas.

    —Sí, eso también.

    Mamen se retira a su mesa, y Malo acaba de recoger sus cosas y se dispone a irse a su casa para contar las malas novedades.

    Camino de su casa, Malo reflexiona sobre la citación, la cual enseñara a su familia nada más llegue a su casa y le preocupa, no que se crean la acusación, sino que quieran echarse a la cara a la acusadora, para lo cual les recordará su filosofía: su familia es sagrada y no permitirá que tan siquiera se molesten en defenderle.

    Su mente intenta dilucidar quién estará detrás, quién y cómo han convencido a Helena de dar este paso. Algo turbio debe haberle pasado para que haya cedido.

    Piensa que no van contra él por la empresa; su mente está analizando algunas presiones disimuladas en el consistorio. Quieren su acta de concejal; les dejaría libre el camino a los especuladores, dado que, en estos momentos, los ecologistas están faltos de apoyos, casualmente cuando el tema del marjal está tomando forma, siendo USD, empujados por él, quien está presentando batalla. Como principal obstáculo, desean derribarlo.

    Al llegar a casa y mostrarles la citación, ocurre lo que temía, pero tras reflexionar y mostrar una firme postura, acaban sus mujeres dejando el tema en sus manos. Su hija mayor le da un abrazo, diciéndole:

    Pare, no pasa nada, y si pasa se le saluda. —Parece ser el título de una novela que mi hija ha leído.

    El resto de mis mujeres me abrazan también, manifestando su apoyo unánime.

    La rutina familiar siguió su curso.

    Tras la comida y un breve descanso, el denunciado abandona su hogar para dirigirse de nuevo a su despacho. Tiene tareas de sobra y hay que realizarlas.

    Oficinas de Efficonsa, tras la comida de mediodía. Los tres socios y Mamen se hallan enfrascados en sus diversas tareas:

    Malo continúa con sus informes; M2 está preparando la carta-circular que van a remitir a sus clientes, comunicándoles la denuncia, recibida esta mañana, sobre las nueve, contra uno de sus socios fundadores; Ernesto está de lleno metido en las liquidaciones trimestrales de impuestos, que gracias al programa de enlace con el de contabilidad, Limpu², él solo puede efectuar las citadas liquidaciones por modelos tributarios de las ochenta y cuatro empresas que tienen al cerrar el pasado ejercicio de 2003. Ernesto ejecuta la aplicación para ir liquidando parte de las empresas, pues quedaba un tercio de las mismas pendiente de contabilizar parte de la documentación del último mes de diciembre. La citada aplicación únicamente podía liquidar aquellas que la contable hubiera marcado como trimestre contabilizado; estaba este pensando en la denuncia que esta última había presentado, lo que, además de aumentarles las tareas, había dejado en una situación delicada la imagen de la asesoría de cara a sus clientes, tras la citada acusación. Parecía que él era el único preocupado. Si bien sus socios se estaban acercando hacia la edad de jubilación, él, por el contrario, había hecho sus planes porque posiblemente, con el tiempo, tras el cese de sus mencionados socios por la edad, quedaría como único representante de la asesoría.

    Por ello, le preocupaba que las consecuencias de tal imputación a uno de los socios pudieran afectar a su apuesta por su futuro, no muy lejano. Esperaría a comprobar la reacción de las empresas, a través de sus representantes, quizás estaba exagerando.

    Mamen por su parte, no tenía la preocupación del último socio incorporado; ella tenía una fe ciega en su jefe Malo, el cual le había pedido que contabilizara todo lo que pudiera del papeleo que la supuestamente acosada había dejado pendiente, pues no había dado señal alguna de pasar a continuar con su labor. Confiaba que la tal zorra, según pensaba ella, no tuviera la desfachatez de presentarse ahora, ni esperaba que lo hiciera nunca. No paraba de cavilar sobre por qué habría hecho tal traición a su apreciado jefe.

    Volviendo al despacho de M2, este estaba repasando su escueta comunicación, que iba a mostrar a sus dos socios, antes de pulsar el envío masivo a la totalidad de sus ochenta y cuatro clientes.

    La nota decía así:

    A todos nuestros clientes:

    Esta mañana, sobre las nueve de la mañana, nuestro socio fundador, Malo Casavella, ha recibido denuncia por acoso sexual a nuestra empleada Helena Trollanos, presentada por el letrado de la aludida., lo que les comunicamos para su conocimiento, siguiendo nuestra filosofía de transparencia y para que ustedes no tengan que enterarse por terceros o por la prensa escrita.

    Todos en sus empresas conocen al imputado, que, junto con la abajo firmante, crearon por el año 2000 esta empresa, teniendo en su principio unos comienzos duros y que, en la actualidad, gracias a su confianza, va por buen camino.

    No duden, que la verdad, finalmente, aclarará las dudas que algunos puedan tener. Mi socio y amigo de muchos años es incapaz de tal acción.

    Atentamente,

    Por EFFICONSA.

    Fdo. Ma. Manuel Toledo

    Tras mostrar la citada circular y recibir la aprobación de Ernesto y Malo, pulsó enviar, por correo electrónico, la misma.

    Ahora solo cabía esperar en los próximos días, la reacción de los representantes o gerentes de las mercantiles o autónomos que asesoraban.

    Después, M2 se puso a colaborar con Mamen en la tarea que la denunciante les había dejado: contabilizar la documentación de unas pocas empresas.

    Esperaría hasta el próximo lunes 12 del corriente mes para analizar un buen número de las respuestas, que esperaban sobre la mencionada denuncia a uno de sus socios. Mientras tanto, iban a continuar con su labor, pues acababa de finalizar un ejercicio contable y, sobre todo, ellos dos, los socios fundadores, tenían por delante una enorme tarea para analizar los balances de sus numerosas empresas-clientes, así como confeccionar los informes, con orientaciones y sugerencias, en aquellas que detectaran alguna desviación negativa en sus cuentas de resultados.

    Ernesto, por otra parte, después de finalizar las liquidaciones, que en estos momentos le tenían ocupado, con relación al cuarto trimestre, así como los modelos informativos con periodicidad anual, tenía también que empezar a ocuparse de las cuentas anuales e impuesto de sociedades de las mercantiles, del mismo modo que las de renta de los autónomos.

    En la mente de los tres socios figuraba la necesidad de cubrir el hueco de la joven Helena; tendrían que contratar, aunque fuera de forma temporal, a un experto contable. Ante la incertidumbre creada por la situación judicial, esperarían unos días para tomar una decisión, sobre la sustitución de la contable, que representaba una quinta parte de sus recursos humanos.

    8 de enero

    Estamos en casa del concejal acusado. Son las siete menos veinticinco de la tarde y se está poniendo su chaquetón y su bufanda para encaminarse al primer paso de su vía crucis personal, en el que iba a convertirse su vida después de la denuncia de acoso a una empleada, que quizás no terminara con catorce pasos, como los del crucificado. A él no querían clavarlo en dos maderos, simplemente les bastaba con que dejara su acta de concejal, pues, al igual que el de la cruz, era un obstáculo incluso para los suyos.

    Cuando se dirigía hacia la puerta para ir al citado primer paso, su hija Milla le dijo:

    —Espera, pare, te voy a acompañar un rato si no te molesta.

    —Eso, hija, no lo supongas nunca, ni tú, ni tus hermanas y la mare; al contrario, vuestra compañía y cariño son el principal activo de mi vida.

    —Vamos, pare, no has de preocuparte. Con toda seguridad, van a comprender la falsedad de la denuncia, pues es impensable tal acción en tu persona. En cualquier caso, si no te apoyan, los dejas y dedicamos más tiempo a navegar. En mar abierto no hay más sorpresas que las naturales de nuestro Mediterráneo.

    —Acabas, con tus palabras y tu presencia, de darme suficiente margen de maniobra como para enfrentarme a cualquier tempestad política.

    Cuando se acercaban a la cafetería K3, le dijo a su hija:

    —¿Quieres un poleo?, y yo me hago uno solo y largo.

    —¿No llegarás tarde?, por mí no lo hagas.

    —Me sobra tiempo y, además, así tendrán el suyo para preparar sus armas.

    Entran en la cafetería citada y, tras sentarse en una de las mesas libres, una de las preferidas de Malo, al lado del ventanal que abarca toda la fachada, se les acerca el camarero, que comenta:

    —Vaya, Sr. Malo, hoy viene muy bien acompañado, ¿qué quieren tomar?

    —A mí me traes uno solo largo y a mi hija un poleo.

    Mientras el joven camarero se dirige a la barra para encargar lo pedido por los clientes, Milla le comenta a su padre:

    —Parece un chico muy alegre. —Refiriéndose al camarero—. Y se le nota que te aprecia.

    —Sí, es muy servicial.

    Después de tomarse el café y el poleo, y charlar unos minutos de temas marineros, Malo le dice a su hija:

    —Si te parece, continuaré solo; ya tengo fuerzas de sobra para aguantar la primera caída.

    —Vale, pare, pero, te lo repito, procura que te resbale, como tú dices, digan lo que te digan.

    —No pierdas cuidado, así lo haré.

    Milla le da un fuerte abrazo cuando se encuentran ya en la calle, tras el cual se despide y se dirige esta hacia la casa familiar.

    Cuando su hija gira la esquina de la calle, Malo saca su paquete de cigarrillos y enciende uno. Su hija no tolera el humo del tabaco y, al igual que sus hermanas, le pegan la paliza para que fume menos. Ninguna de ellas tiene tal adicción.

    Fumándoselo con tranquilidad, Malo llega a la sede de USD y, tras terminarse el pitillo y apagarlo, entra en la misma. Sus alforjas están bien cargadas gracias al apoyo de sus mujeres, aparte de la convicción en su inocencia y honestidad. En esos momentos, recuerda la frase que dijo un famoso: «Ni soy más porque me alaben, ni menos porque me critiquen, soy lo que soy».

    Nos encontramos en la sede local de Unión Social Demócrata, por convocatoria extraordinaria a petición de Malo Casavella. Son las siete de la tarde.

    Se encuentran reunidos el alcalde, el portavoz municipal adjunto, dos concejales, Félix Osborne, veterano en el partido, el secretario local y, por supuesto, el convocante.

    Abre la sesión el secretario, manifestando:

    —A petición del concejal Malo, he requerido esta reunión para tratar una cuestión delicada, según me avanzó ayer, sin darme más explicaciones, aunque a estas alturas casi todos sabréis, como yo, la causa.

    —Le cedo la palabra para que nos informe del tema, ciertamente delicado. Después procederemos a comentarlo y si ha lugar a tomar alguna medida.

    —Ayer —dice— recibí en mi despacho, en el bufete que comparto con otros dos socios, una citación por acoso sexual a una empleada del mismo. Consideré relevante que conocierais la acusación de la que se me imputaba. A tal fin —continúa— llamé al secretario antes del mediodía de ayer para que convocara esta reunión lo más pronto que pudiera ser. Le advertí, sin darle más detalles, de que era importante y urgente, yo estaba disponible desde ese mismo momento.

    —Dado que era muy difícil reunir un grupo representativo de la junta, en ciertas horas, me advirtió, quedamos para estos momentos.

    —En efecto —confirmó el secretario, añadiendo—: Si lo que tenías que comunicarnos, como me recabaste, era de suma importancia para el partido, consideré conveniente la máxima presencia de la junta local. De esta forma, podríamos tomar decisiones vinculantes si ello era necesario.

    —Bien, Malo —habla el alcalde—, supongo que nos traes tu dimisión, que por mi parte aceptaré y lo propondré al resto de compañeros. No quiero tener en mi bancada un imputado, y más por acoso sexual.

    —En absoluto —responde—, no es esa mi intención, vosotros no, pero yo sí sé que dicha acusación es falsa. Además, os aclaró que no estoy imputado. Por tratarse de una falta, la denominación correcta es «denunciado».

    —No me importa lo que opines —continúa el alcalde—, debes dimitir ya.

    —Sr. alcalde, compañeros, podéis proponer lo que queráis. Me pedisteis que me incorporara a vuestras listas en las últimas elecciones municipales para, según me dijo Félix cuando nos reunimos en la terraza de la cafetería del Corty—Sorolla, tener una voz independiente, que elevara los votos a favor de USD y, en consecuencia, recuperar la vara de mando.

    —Así fue —confirma Félix—, y me costó bastante convencerte.

    —Esa era vuestra intención y a mí me pareció bien, pero la mía era aportar, desde mi experiencia profesional, aquello que pudiera mejorar la gestión del consistorio, además de apoyaros en vuestras posturas políticas, las que coincidieran con mis principios. Muchos de vuestros proyectos están en buen camino, no hace falta que los enumere, ya los conocéis, y algunos de ellos, los más importantes.

    »Entre ellos cabe destacar el tema del marjal, de suma importancia para vuestro partido, según me asegurasteis. Si en estos momentos esta aparcado ha sido por causa de una de vuestras concejales. Por lo tanto, no pienso abandonar a estas alturas. Aún me queda labor por realizar.

    —Pero esto —dice uno de los concejales— va a dar alas a los conservadores: nos van a presionar, nos van a insistir en que te hagamos dimitir.

    —Además —dice el otro concejal, portavoz en el municipio—, si no dimites, tu postura perjudicará a nuestro partido.

    —Tú lo has dicho, vuestro partido.

    —No me digas —contesta el portavoz— que no te preocupa.

    —No he dicho eso. Entré en vuestras listas como independiente, no tendré que ilustraros el significado de dicha palabra.

    —Por supuesto que no —responde, airado, el portavoz.

    —El partido puede tomar la postura que crea mejor, puede continuar apoyándome o desmarcarse de

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