La emoción de escalar o visitar las montañas más altas de México se ha convertido en temor. El Pico de Orizaba, el Paso de Cortés, el Nevado de Toluca y las faldas del volcán Iztaccíhuatl suelen ser visitados los fines de semana por cientos de turistas, quienes ponen a prueba capacidades como la agilidad y resistencia en estos lugares. Pero estas “reservas ejemplo” –así catalogadas por lo espectacular de sus paisajes– son peligrosas por el abandono y olvido de las autoridades federales y locales.
Los alpinistas y visitantes que acuden a esos puntos son extorsionados por grupos de la delincuencia organizada que se hacen pasar por ejidatarios y los obligan a pagar “derecho de vía”. Esas bandas aprovechan el auge de las actividades deportivas en las montañas después del encierro por la pandemia y que las áreas naturales siguen sin vigilancia.
Desde 2022, montañistas profesionales, negocios de la localidad así como empresarios del ramo han denunciado ante las autoridades de los gobiernos de Estado de México, Puebla, Veracruz y Morelos –a los que les competen las zonas montañosas–