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Alcoholismo: vicio, enfermedad y muerte: La mirada médica entre 1870 y 1910 en la Ciudad de México
Alcoholismo: vicio, enfermedad y muerte: La mirada médica entre 1870 y 1910 en la Ciudad de México
Alcoholismo: vicio, enfermedad y muerte: La mirada médica entre 1870 y 1910 en la Ciudad de México
Libro electrónico357 páginas5 horas

Alcoholismo: vicio, enfermedad y muerte: La mirada médica entre 1870 y 1910 en la Ciudad de México

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Este libro relata de manera detallada, una amplia perspectiva sobre cómo la medicina mexicana abordó el alcoholismo, sus avances y limitaciones a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. También describe los procesos históricos que se generaron en la constitución y desarrollo de las interpretaciones y acciones de los médicos respecto de la
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 feb 2024
ISBN9786075399157
Alcoholismo: vicio, enfermedad y muerte: La mirada médica entre 1870 y 1910 en la Ciudad de México

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    Alcoholismo - Nadia Menéndez Di Pardo

    alcoholismo

    Alcoholismo: vicio, enfermedad y muerte.

    La mirada médica entre 1870 y 1910

    en la Ciudad de México

    ———•———

    Colección Historia

    Serie Logos

    ALCOHOLISMO: VICIO, ENFERMEDAD Y MUERTE

    La mirada médica entre 1870 y 1910 en la Ciudad de México

    ———•———

    Nadia Menéndez Di Pardo

    SECRETARÍA DE CULTURA

    INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA


    Menéndez Di Pardo, Nadia

    Alcoholismo: vicio, enfermedad y muerte. La mirada médica entre 1870 y 1910 en la Ciudad de México [recurso electrónico] / Nadia Menéndez Di Pardo ; pról. de Carlos Viesca Treviño. – México : Secretaría de Cultura, INAH, 2023

    624 kb : ilus. ;  – (Colec. Historia, Ser. Logos)

    Alcoholismo – México – Historia – 1870-1910 2. Alcoholismo - Aspectos sociales - México 3. Alcoholismo – Aspectos económicos y políticos – México 4. Alcoholismo –Aspectos médicos – México I. Viesca Treviño, Carlos, pról. II. t. III. Ser.

    ISBN: 978-607-539-915-7

    LC HV5313 M45


    Primera edición electrónica (ePub): 2023

    Producción:

    Secretaría de Cultura

    Instituto Nacional de Antropología e Historia

    Imagen de portada: Al son de las copas, pintura de Martín Olivera Ávila.

    D. R. © 2023 Instituto Nacional de Antropología e Historia

    Córdoba 45, col. Roma, C.P. 06700, alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México

    informes_publicaciones_inah@inah.gob.mx

    Las características gráficas y tipográficas de esta edición son propiedad

    del Instituto Nacional de Antropología e Historia de la Secretaría de Cultura

    Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción

    total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,

    comprendidos la reprografía y el tratamiento informático,

    la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización

    por escrito de la Secretaría de Cultura / Instituto

    Nacional de Antropología e Historia

    ISBN: 978-607-539-915-7

    Hecho en México

    SCINAH21negro_(3)

    A mi amada hermana Moira,

    por todo

     Indice

    ———•———

    Agradecimientos

    Prólogo

    Carlos Viesca Treviño

    Introducción: propuestas y búsquedas

    Capítulo 1

    De cómo el consumo de alcoholse convirtió en enfermedadSaber y profesión médica

    Capítulo 2

    El contexto económico/políticodel alcoholismo en la ciudad de México

    Capítulo 3

    La muerte alcoholizada

    Capítulo 4

    Alcoholismo: enfermedad,vicio y problema social

    Capítulo 5

    ¿Qué hacer frente al alcoholismo? Certezas y ambigüedades de los saberes médicos

    Capítulo 6

    Políticas de encierro, irresponsabilidades alcohólicas y algunas reflexiones finales

    Bibliografía

    Agradecimientos

    ———•———

    Agradezco al Instituto Nacional de Antropología e Historia y a la Dirección de Estudios Históricos. Gracias al apoyo incondicional de la Dirección de Publicaciones; a Aleida y a Karina por acompañarme en este proceso.

    Al Dr. Carlos Viesca, a quien admiro profundamente, por tomarse el tiempo de escribir un prólogo tan maravilloso.

    A mi amigo entrañable, Martín Olivera, por pintar especialmente la hermosa portada de este libro.

    A mi amada familia, por estar a mi lado. Los amo

    Prólogo

    ———•———

    Carlos Viesca Treviño

    Este libro es una obra cuidadosamente diseñada, documentada y dotada de un análisis que ofrece un panorama amplio y multidimensional de un problema complejo, el alcoholismo, así como el proceso de medicalización de que fue objeto el consumo de alcohol en la ciudad de México, el hecho de embriagarse y la comisión de delitos bajo los efectos del alcohol, durante las tres últimas décadas del siglo xix y la primera del xx. Cubre, de hecho, el periodo conocido como porfiriato, aunque los primeros seis años, de 1870 a 1876, preceden al inicio de la primera gestión presidencial de Porfirio Díaz, la cual sucedió ese último año. Sin embargo, los esfuerzos para abordar la problemática inherente a la atención de la salud y la formación de sus profesionales trataron de establecer una continuidad con los esfuerzos de modernización acordes a los acontecimientos científicos y los esfuerzos de implementación en la práctica de los recursos derivados de los descubrimientos realizados hasta entonces. El esfuerzo por modernizar al país y ponerlo en concordancia con lo que se miraba como progreso de acuerdo con la visión positivista de segunda generación —desde el punto de vista del conocimiento—, y del capitalismo que se iba imponiendo en las políticas públicas sumó posiciones y actividades de diversos sectores de la población mexicana y, muy evidentemente, de los habitantes de la capital, desde donde se irradiaron al resto del país.

    La consideración de esas características faculta que el periodo elegido para este trabajo se base en las condiciones sociopolíticas y una revisión histórico-médica, elementos suficientes para establecer límites y características en términos internalistas, es decir, procedentes de las ciencias médicas o, diríamos mejor, del conocimiento médico validado en un momento contextual y culturalmente determinado. Un tipo particular de aproximación al consumo de bebidas alcohólicas desde el punto de vista de la medicina en épocas anteriores al periodo estudiado aquí, pero que ofrece una idea clara de las consideraciones válidas por muchos siglos, se ve ejemplificado en los conceptos expresados por un médico español del Renacimiento, Alonso López de Corella, autor de un interesante texto que lleva por título De vini commoditatibus, en el que expone las ventajas que ofrece su consumo, regulado médicamente, por supuesto, para el cuidado de la salud y como parte de recetas médicas; tiempo después, en 1547, en otra obra suya intitulada Secretos de philosophia y astrología y medicina, dividida en 250 cuestiones redactadas en verso y sus glosas explicativas, dedica una veintena de estas cuestiones a diferentes aspectos derivados del empleo del vino, aspectos que van desde reflexiones sobre cuáles son las mejores uvas y las tierras en las que se cultivan, hasta considerarlo una bebida de gran importancia para la vida. En otro de sus textos, Las trescientas preguntas, señala en la pregunta número 119 que se había observado que los borrachos se contagiaban con mucha más dificultad de la peste negra que quienes no se embriagaban: Da gran fuerza al corazón / el vino como triaca / y por esta razón / cuando el aire ha corrupción / a su corrupción aplaca. Por otra parte, no dejaba de señalar que, usado de forma moderada, el alcohol ayude a la digestión y dé alegría al ánimo y esfuerce las virtudes del ingenio…, pero también enumeró los problemas que conlleva su uso mal moderado. Aun cuando dice que el sueño que provoca la borrachera es provechoso, afirma también que, si fuere consecutiva ésta a la ingesta de vino muy agudo o muy añejo, el sueño sería agitado y medio para enfermar. Es interesante que López de Corella afirma de manera categórica que beber y embriagarse desde la juventud conducirá, tarde o temprano, a padecer gota. No deja de ser importante el criterio, válido hasta bien entrado el siglo xx, de que algunos medicamentos deben ser preparados en infusiones que contengan un poco de alcohol, o bien, se incluye un porcentaje de bebidas tales como el jerez o el oporto en la preparación de jarabes. En fin, la perspectiva clásica ofrece una visión del vino como un elemento contribuyente a la salud humana gracias a sus propiedades de calentar los humores y algunas partes del cuerpo, lo cual se atribuye asimismo a los alcoholes, ahora en el sentido de destilados.

    La combinación de ambas perspectivas, la de la historia social y la internalista de la medicina, vista no sólo en cuanto a la producción de conocimiento, sino también en su aplicación práctica y sus consecuencias, no es tarea fácil, pero ofrece la indiscutible ventaja de acceder a una visión mucho más completa e integral del problema que se estudia. En efecto, para entonces se había observado ya la relación entre el consumo exagerado de alcohol y ciertas enfermedades. Es significativa la aseveración de Al Tabari del diagnóstico clínico contenido en su Paraíso de la sabiduría, escrito alrededor del año 850 d. C., donde señala que un color amarillento de la piel, palidez en los labios e hinchazón de los pies son señales de frialdad en el hígado, aunque no hace ninguna mención de las características físicas; sin embargo, el concepto que se proyecta hacia la actualidad y contribuye plenamente a la formación de la entidad patológica que hoy en día conocemos como alcoholismo, a partir de sus consecuencias, es la cirrosis hepática, que por ya un par de siglos ha llevado los apellidos de alcohol-nutricional y el epónimo de Laënnec, quien fue el primero en describir las lesiones anatomopatológicas características de esta enfermedad y en establecer los antecedentes presentes en la vida cotidiana de buena parte de quienes la padecían y los datos de exploración clínica concomitantes a ella.

    La asociación de una enfermedad, la cual pasó de ser un cuadro clínico con el antecedente de una forma de vida a la constatación de lesiones específicas en el hígado de las personas afectadas, fue observada y descrita, como ya se señaló, por Laënnec en 1812. Él planteó su desarrollo a partir de un proceso inflamatorio que, al hacerse crónico, conlleva la fibrosis. No obstante, su asociación con el consumo de alcohol se fue estructurando poco a poco en las décadas siguientes, con la consecuencia de ser un elemento fundamental, al lado del delirium tremens, para construir el amplio panorama de las enfermedades derivadas del consumo de alcohol y caracterizar la falta de responsabilidad de los individuos, al no ponerle freno y llegar consuetudinariamente a la embriaguez, como una enfermedad. Este devenir constituye uno de los ejes primarios de la presente obra y es tratado en detalle y con extremo cuidado, para traer a colación los discursos que se siguen y entrelazan, y destacar las diversas caracterizaciones de una enfermedad de graves y funestas consecuencias que no sólo llena los manicomios y pabellones hospitalarios, sino que produce lamentables efectos en la sociedad.

    Ahora bien, el consumo de alcohol es algo que ha estado presente a lo largo de toda la historia de la humanidad, como se insiste en el texto. Bebidas fermentadas primero, a las que luego se han sumado los destilados, constituyen una constante. Su abuso ha sido por igual objeto de atención, regocijos y cuidados, aprobación y rechazo social en culturas y épocas diferentes. La felicidad de Noé al probar el vino apenas lograda su elaboración por los humanos contrasta con su vergüenza al perder el sentido del pudor una vez embriagado. Dioniso, en cambio, puede navegar por el mar Egeo tendido en la cubierta de su embarcación sin parar de beber buen vino, mientras disfruta de agradables compañías y sin ser afectado en lo más mínimo por la irresponsabilidad inherente a haber abandonado a Ariadna en Naxos, sin dejar de gozar el siempre cambiante paisaje marino. Más aún, se da el lujo de ser el guía e instigador de las bacantes o ménades en su embriaguez, quienes antes de perder el sentido, pierden la conciencia de lo que es correcto o incorrecto y caen en terribles excesos, no solamente borracheras, sino cometen crímenes inconcebibles en cualquier otro contexto, y llegan incluso al homicidio y el canibalismo. No deja de ser extraña la transformación del consumo de vino en ritual, como lo hace el cristianismo desde sus primeros tiempos, y la transformación metafórica del vino en la sangre del Redentor. No lo es menos tampoco la prohibición de beberlo, con pretensiones de absoluta, expresada en el islam; aunque en sus textos médicos se dice poco de la embriaguez, el vino y los destilados no dejan de aparecer en sus recetas.

    En la tradición prehispánica del centro de México, nahua-tolteca, todo comienza cuando la bella princesa Xóchitl ofrece octli —el recién descubierto pulque— a Quetzalcóatl y la embriaguez de éste le conduce a tener relaciones sexuales con ella y perder su dignidad moral a raíz de una acción calificada de pecaminosa. De allí la prohibición, extendida a todas las culturas mesoamericanas, de consumir pulque; no obstante, se estipularon algunas excepciones: la autorización para beberlo a los mayores de 52 años, un ciclo astral que para ellos sería el equivalente a un siglo nuestro, quienes ya no serían poseídos por los espíritus del pulque sino que podrían controlarlos; o la celebración de la fiesta llamada pillioani, en la cual todos se embriagaban, incluso los niños pequeños y, como sucede actualmente en algunas villas rurales, también los animales, en especial los perros, itzcuintli, nombre que ha pasado a designar también a los niños pequeños y queridos, escuinclitos.

    También resulta interesante la creencia en una relación estrechísima entre las fases lunares y la producción de pulque, de la cual se desprende la asociación de Mayahuel, la diosa del maguey y el pulque, con la Luna; la imagen que se ve en ella, interpretada en México como un conejo, proviene de la leyenda de su creación, momento en el que tal animal fue arrojado para que comenzara a moverse en el cielo. Para explicar la inmensa variedad de formas de vivir la embriaguez, se consideraba la existencia de los centzontotochti, o 400 conejos, donde el numeral 400, 20 veces 20, número calendárico ritual, expresaba lo infinito. Así se personificaban todas las posibilidades, de la alegría inmoderada al llanto, de la risa sin sentido a la agudeza en los decires, de la desvergüenza al falso recato, de la agresividad al temor injustificado.

    Es de notar la abismal diferencia entre la permisividad de la embriaguez en fiestas religiosas, es decir, con un sentido ritual, y la prohibición estricta en otros contextos, como se aprecia en las ordenanzas de Nezahualcóyotl, las cuales establecen que si un noble se emborrachaba recibía una brutal reprimenda la primera vez, y la segunda ocasión era sujeto a pena de muerte. Por el contrario, a los plebeyos, macehuales, se les propinaba una tremenda golpiza y, si reincidían, se les volvía a golpear y se llegaba a encarcelarlos, pero la pena capital sólo era procedente en un último extremo.

    La prohibición convertida en tolerancia e incluso en incitación es otra imagen presente durante todo el régimen colonial novohispano y se ha prolongado hasta la actualidad. Uno de los puntos de interés se deriva de la pérdida de estructuras y relaciones sociales consecutiva a la Conquista y al cambio radical de las formas de gobierno. A pesar de que la República de Indios se conservó, al menos hasta cerca de 1580, la autoridad de los caciques mermó y el pueblo adquirió voz; es relevante que la posesión de la palabra significaba poder: tlatoani, término empleado para designar al gobernante, significa a la letra el que tiene la palabra. El resultado fue una exacerbación del consumo de pulque, primero, y pronto se sumaron los destilados de caña de azúcar y de derivados del maguey, por ejemplo, que se ha mantenido en las festividades tanto civiles como religiosas, y no tardó en estar presente en los días de descanso, hecho puesto de relieve en esta obra como la conversión en san lunes, fuente del dicho popular lunes santo, que mi padre veneraba tanto. Con lo anterior queda claro que no se trata de un hecho aislado, sino uno cotidiano, semanal, provisto así de la fuerza de la tradición. Con el tiempo, el alcohol llegó incluso a ser parte primordial del pago del trabajo de campesinos y obreros en las tiendas de raya. No carece de interés la fuerte ingesta de alcohol en festividades como las que tienen lugar al término de los días nemontemi, los cinco días sin destino carentes de referente astral, los cuales se sumaban a los 360 días del calendario solar y correspondían a los cuatro días anteriores a la festividad de la Candelaria, que en la tradición cristiana anuncia el encierro de los espíritus del mal al interior de la tierra.

    Este riquísimo texto abre una perspectiva de sumo interés para comprender lo que significa el consumo desmedido de bebidas alcohólicas, tanto para la construcción de un saber, como para la de su dimensión social, sin que sea necesariamente éste el orden de los acontecimientos en la realidad. Resalta la imagen, pocas veces expresada a pesar de su radical importancia, del trabajo médico analizado a través de una mirada que le lleva fuera de lo que sería la puesta en práctica descontextualizada de un conocimiento, para verle saturado de aspectos sociales, intereses económicos, manejo de poder y subordinación a otras estructuras de poder. Las primeras páginas destacan aspectos históricos incontrovertibles y poco estudiados en cuanto a la configuración de una nueva dimensión de la práctica profesional del médico, ahora amparada bajo el manto del conocimiento científico y de una legitimización social que le permite definir y establecer un orden reconocido y validado por las estructuras sociales hegemónicas.

    En el texto se insiste repetidas veces en que el gremio médico actuaba en busca de un reconocimiento. Esto es un hecho y, con profundas raíces históricas, es algo característico del desarrollo de la medicina a lo largo del siglo xix, en particular de su segunda mitad, en la cual se inserta la mayor parte del periodo aquí estudiado. En efecto, tras el rechazo de la visión imperante en el Medievo, en la cual privaba la relación directa entre la comisión de pecados y recibir la enfermedad como castigo, vino el Renacimiento y, como consecuencia del desarrollo de conocimientos anatómicos, con él un incremento de la actividad clínica al lado de los enfermos, la consolidación de las facultades de medicina, ahora laicas, y el acceso a nuevos medicamentos; más tarde, al integrar criterios físicos y químicos en la comprensión de las funciones del cuerpo, los médicos fueron ganando paulatinamente un sitio privilegiado en la sociedad, especialmente en las zonas urbanas. Esto se vio favorecido cuando la medicina se volvió un campo prioritario para la aplicación de la ciencia experimental. En el caso del consumo de alcohol, fue puesto a los ojos de un público extenso el daño que podía causar, y de ser calificado tradicionalmente como un vicio, comenzó a definirse como una enfermedad, derivada de la falta de voluntad y la incapacidad para limitar el consumo. A lo largo de sus precisos y preciosos capítulos, este texto ofrece una narrativa rica y detallada del proceso en el cual aparece el término de alcoholismo para definir esa patología que no se limita a la embriaguez, sino que hace parte de las clasificaciones de enfermedades mentales. Junto con él se suman las conductas violentas, muchas de ellas asociadas precisamente con el consumo de alcohol, y las asociadas con la actividad sexual, en la cual se añade a la descalificación moral el riesgo de contraer enfermedades que se consideraban enviadas como castigo divino y, durante la década de 1860, se descubrió que eran producidas por microorganismos. La homosexualidad como enfermedad mental tiene un origen paralelo a la patologización de la recurrencia de la embriaguez. Al margen y para hablar del complejo proceso de medicalización cuyo pico se sitúa desde mediados del siglo xix hasta nuestros días, viene al caso el curioso relato que tiempo atrás, en 1581, hizo Montaigne en su Diario del viaje en Italia,¹ sobre lo que llama una rara boda entre varones, la cual tuvo lugar en Roma, en la iglesia de San Juan en la Puerta Latina, de las subsecuentes relaciones sexuales así legitimadas, sin dejar de referir que ocho o nueve de ellos, miembros de esta bella secta, fueron condenados a la hoguera. La homosexualidad, catalogada entonces como un terrible pecado, a pesar de su presencia continua, también siguió el camino de ser medicalizada en primer lugar, y devenir muy recientemente un tema de preferencias sexuales.

    El desarrollo de una visión plural del problema del alcoholismo es el tema central del texto, el cual es llevado más allá de la necesidad irresistible de beber, que queda bien integrada en el concepto de dipsomanía, término diagnóstico que cataloga el vicio como la imposibilidad de dejar de beber y de recaer una y otra vez en el hecho. Esta situación refleja la transición hacia el establecimiento de una enfermedad ya no física sino mental, como lo muestra con claridad el análisis puntual de los antecedentes.

    La presencia de las ideas encarnadas en las obras de Benjamin Rush y de Etiénne Esquirol en la primera mitad del siglo xix, bien planteadas y analizadas en el curso de uno de los capítulos, da cuenta precisamente de ese tránsito hacia constituir una entidad psiquiátrica. En este terreno se dio la confluencia de una gran variedad de elementos provenientes de más allá de la medicina. Un primer aspecto fue el incremento de las tensiones entre saber y conocimiento, es decir, entre lo que se conocía y era calificado como algo no correctamente fundamentado, quizá producto de la experiencia, pero no de una experiencia calificada como válida conforme a los criterios recientemente establecidos por las ciencias experimentales, a las que se incorporaron las ciencias básicas de las que se derivó la nueva, la moderna medicina, o medicina experimental como la definiera Claude Bernard.

    En el curso del libro, se ofrece una visión histórica de la evolución de la medicina mexicana durante ese periodo en su camino hacia lo que se ha dado en llamar la medicina racional, de donde se entiende que la única racionalidad compete a la medicina científica experimental y ésta niega dicho carácter a todo lo que quede fuera de ella, ya se trate de la tradición histórica que condujo a ella y cursó por varias y muy ricas etapas, ya de los sistemas médicos que hemos llamado genéricamente no occidentales o tradicionales.

    Un fantasma que aparece vigente es la gran importancia que se dio entonces al interrogatorio, en virtud de la carencia de elementos objetivos para el establecimiento de juicios diagnósticos. Esto es relevante dado que, como observara Hipócrates hace 2 500 años, en el proceso de la atención de la salud, deben siempre ponderarse tales elementos, invariablemente presentes en el enfermo, su enfermedad y su médico, y que siempre también debe quedar claro que en el enfermo se presentan particularidades de la enfermedad que individualizan su problema, de lo cual resultan dos dimensiones claramente diferenciadas: las generalidades de la enfermedad, configuradas de acuerdo con el conocimiento extraído de la observación y consideración lo más objetiva posible de numerosos casos por parte de un grupo de profesionales —médicos científicos— y, por otra parte, lo que hace que cada caso individual sea siempre único y derivado de las condiciones clínicas y la biografía del paciente. A esta segunda faceta se accede mediante el interrogatorio sumado a la recopilación de las molestias percibidas por el enfermo y las personas que lo rodean y que conducen a una primera elaboración del diagnóstico.

    En el curso de los siglos y de una forma exponencial a partir del siglo xix, se aúna a la inspección visual y una somera exploración por tacto y palpación, que expongan cambios en la temperatura o sitios donde hubiera cambios evidentes o dolor, los nuevos métodos de exploración que contribuyan a hablar de la práctica de una buena medicina, es decir, acorde con la correcta aplicación del conocimiento del que se dispone en un momento histórico y un contexto social específicos. Visto desde esa perspectiva, la importancia atribuida al interrogatorio no podría explicarse a partir de la carencia de elementos objetivos, sino como un paso fundamental para emprender su búsqueda. No deja de ser significativo que uno de los elementos de más peso en la crisis de la medicina actual sea precisamente que pretende descansar en evidencias que van más allá de una exploración científico-experimental, en este caso físico-química a nivel molecular, que se reducen a un carácter estadístico y derivan de estudios multicéntricos y de preferencia multinacionales, sin considerar que éstas se aplican en personas, para definir conductas estandarizadas que las más de las veces quedan cortas en la solución del problema de salud individualizado. La conversión del vicio de beber en una enfermedad, el alcoholismo, ha llevado a asumirlo como un problema serio de salud pública mundial, cuyos primeros resultados fueron la estigmatización de hábitos bien establecidos en sectores muy precisos de población y el envío de un buen número de individuos, convertidos en enfermos, a los hospitales psiquiátricos, con el énfasis en que el alcoholismo implica degeneración mental. Esta situación, que se hace notar de modo muy contundente en el curso del libro, se mantiene hasta la actualidad y, para la segunda mitad del siglo xx, sigue siendo uno de los temas que más atraen la mirada y las acciones de los especialistas. Debe señalarse que el alcoholismo y las diversas acciones sociales encaminadas a tratar el problema que implica, continúan siendo focalizadas dentro del conjunto de otras adicciones —ahora el alcoholismo ha entrado a formar parte de este conjunto, lo cual implica la imposibilidad de dejar su consumo por parte del alcohólico— y, con ello, tienen lugar estigmas más complejos, derivados de evaluar la frecuencia de adicciones múltiples.

    Pero, de vuelta al periodo objeto del presente estudio, es muy claro que las clases sociales trabajadoras y los peones de trabajos rurales fueron el blanco preferente en este proceso de medicalización, y se hizo hincapié en el intenso consumo de pulque en grandes zonas del país y en la asociación de su consumo con otras patologías, muy especialmente el absceso hepático amibiano, una de las más importantes aportaciones de Miguel Jiménez a la medicina, no sólo mexicana sino internacional, del cual algunos casos fueron atendidos y reportados por este médico y citados entre los antecedentes inmediatos del alcoholismo como objeto de la atención médica. Resulta interesante mencionar que el consumo de pulque se atribuye aún a grupos sociales bajos y que las 900 pulquerías existentes en la ciudad de México en ese entonces se encontraban situadas principalmente en barrios populares, pero, además, me parece preciso insistir en que el proceso de fermentación del pulque, en las haciendas pulqueras y para el consumo de sus propietarios y grupos sociales a los que pertenecían, clases altas, se lograba al colocar en los contenedores de cuero donde se colocaba el extracto del maguey una hierba llamada ocpahtli —la medicina del pulque—; en cambio, en las poblaciones y ciudades se empleaba la llamada muñeca, una bolsa de tela que contenía excremento, en muchas ocasiones humano, que si bien provocaba fermentación también llevaba consigo contaminación con amibas, de lo que se derivaba y deriva aún la relación entre el consumo de pulque, amibiasis y absceso hepático amibiano. No carece

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