Vendí el alma al diablo y terminé en otro mundo
Por David Olguín
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Erick encuentra la muerte de manera sorprendente, renaciendo en un mundo completamente nuevo donde es aclamado como el héroe del reino. A medida que se adentra en este nuevo mundo, se enfrenta a una serie de desafíos que lo llevan a cuestionar si está del lado correcto de la historia.
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Vendí el alma al diablo y terminé en otro mundo - David Olguín
Vendí el alma al diablo y terminé en otro mundo
David Olguín
Con ilustraciones de Hiroki
Biblioteca de Chilenia
Derechos de autor © 2023 David Olguín
Vendí mi alma al diablo y llegué a otro mundo
Escrito Por David Olguín
Equipo Editorial
Autor de la novela : David Olguín
Editor : Emiliano Navarrete
Arte de portada e ilustraciones : Hiroki-Art
ISBN
978-956-9505-62-1
La presente obra está protegida
por la legislación chilena de derechos de autor
Contacto con la editorial
Facebook: Biblioteca de Chilenia
Twitter: @biblidechilenia
Instagram: @BibliotecaDeChilenia
Primera edición
Febrero de 2023
Escrito en Las Condes y editado en Puente Alto
Contenido
Página del título
Derechos de autor
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
I
Me costaba respirar, cada bocanada de aire me dolía más que la anterior. A lo lejos podía oír pasos alejándose, mientras cada vez me costaba más enfocar la vista. Levanté la mano con la que estaba cubriendo la herida que tenía en el pecho y la vi empapada de sangre.
—¿De verdad voy a morir? —dije en voz baja.
—L-lo siento. —La chica que estaba de pie a medio metro, mirando todo lo que había ocurrido tragó saliva y luego de disculparse nuevamente salió corriendo.
Vamos, vamos ¿Cómo esto había terminado tan mal? No quería morir. No quería morir aquí.
Sentí el piso frío, como el hielo. Como pude me arrastré hasta el paradero de autobús que tenía a un lado y apoyé mi espalda en la estructura.
El cuerpo se me empezaba a entumecer y ya casi no me respondía.
Era muy tarde y no se veía nadie por la calle, personas, autos, motos de delivery, nada. Aunque tuviera la fuerza para gritar por ayuda a esa hora no lograría despertar a nadie.
—Supongo que hice lo correcto. —Murmuré con las pocas energías que me quedaban—. Supongo que está bien.
Pero la verdad era que…no quería morir.
—Permiso. —La suave voz de una desconocida resonó en el lugar—. Veo que estás mal.
La chica de bello caballo liso y plateado y ojos rojos que parecían brillar en la oscuridad se acercó lentamente mientras me miraba con curiosidad.
—Sí, estás muy mal. —Asintió luego de mirarme con detenimiento.
—Un pequeño rasguño. —Le murmuré. Incluso hablar me dolía.
La bella desconocida caminó de un lado a otro mirándome.
—Aunque llamáramos una ambulancia ahora, morirías antes de que llegaran. La herida parece ser profunda.
Traté de responder algo ingenioso, pero ya no podía hablar.
—Dime. —Se acercó dando saltitos haciendo que su cabello ondeara en el aire—. ¿Estás listo para morir?
La joven me tomó del mentón y levantó mi cara hasta que nuestros ojos quedaron al mismo nivel.
—¿Estás listo para morir? —Repitió.
Una sensación de ahogo me invadió y desperté agitado. Me costaba pensar e incluso respirar.
—Por fin estás aquí, dormilón. —Me dijo una suave voz femenina, al girar la vista me encontré con una dulce chica que flotaba en el aire.
Mientras me miraba se arregló el pelo y se alejó un poco haciendo una breve reverencia.
—Bienvenido al reino. Mi nombre es Dev.
Me quedé en silencio mirándola, en parte hipnotizado por cómo flotaba en el aire, bajando y subiendo levemente y en parte por lo linda que era.
—¿Pasó algo? —Mientras arreglaba su bello cabello lila cortado en melena la chica se acercó a mí. Seguía flotando.
—Yo, bueno… —No lograba hilvanar ideas y además me dolía mucho la cabeza, sentía como si un tren me hubiera pasado por encima.
—A un lado. —Una tercera voz interrumpió el momento.
Un tipo de mediana edad y pronunciada barba hizo a un lado a Dev y se me acercó. Recién en ese momento noté en donde me encontraba.
Miré desorientado la sala de piedra de techo alto en la que estábamos. Yo me encontraba sobre una mesa de mármol blanco de unos tres metros de largo, además de Dev y este hombre había un par de personas más, alrededor de cinco, que me miraban con curiosidad y desconfianza.
—Mi señor. —El tipo que había interrumpido hizo una mini reverencia—. Muchas gracias por atender nuestra llamada. Como rey de toda esta gente te doy la bienvenida y te aseguro que mientras estés con nosotros no te faltará nada.
Con algo de torpeza logré terminar de incorporarme, bajando de aquella mesa de mármol. Respiré hondo, tratando de ordenar mis pensamientos.
Como acto reflejo, antes de hablar hice una breve reverencia ante este rey y ante Dev.
—Muchas gracias por el recibimiento. —Logré decir mientras el dolor de cabeza me seguía golpeando por dentro del cráneo—. La verdad, estoy un poco desorientado…
El rey hizo una mueca mientras sonreía.
—No te preocupes, siempre pasa. —Luego de darme una palmadita en la espada continuó—. Lo importante es ahora darte una bienvenida al estilo del reino. Conocerás la hospitalidad de Cristóbal III, rey de los humanos. —Terminó mientras me guiñaba un ojo.
Sin esperar más respuesta comenzaron los preparativos. Salimos rápidamente del gran salón de roca, al salir nos encontramos con un escuadrón de cuatro guardias que vestían relucientes armaduras plateadas que nos rodearon y guiaron por los salones de lo que parecía ser un gran palacio.
—Como verás, durante los siglos este reino ha puesto mucho empeño en mantener un castillo digno para su gente. Es mantenido con regularidad y se van ajustando los detalles de cada salón cada cierto tiempo, para mantener siempre una línea estética novedosa.
Dev nos acompañaba, flotando mientras miraba distraídamente hacia arriba. Notó que la miraba y me dedicó una sonrisa cómplice mientras murmuraba:
—Pon atención.
Luego de caminar por algunos largos pasillos decorados con demasiada pomposidad dimos con dos grandes puertas de oro decoradas con joyas.
—Esta es nuestra puerta de entrada al salón principal, al salón real. —Musitó con orgullo el rey—. Ya se debe haber corrido la voz de que la innovación fue un éxito.
—¿Invocación? —Pregunté, mientras uno de los guardias me indicaba que los siguiera.
Mientras avanzábamos a la ostentosa entrada, las grandes puertas se comenzaron a abrir y pude ver como dentro nos esperaba un grupo de unas cien personas, que al vernos comenzaron a aplaudir.
La multitud se abrió dejando un amplio pasillo por el que nuestra comitiva entró mientras se escuchaban aplausos y silbidos de júbilo.
A diferencias del salón donde había despertado, este estaba totalmente ornamentado. De sus muros colgaban largos tapices con imágenes grabadas en ellos y al fondo construido levemente sobre el nivel del resto del salón se encontraba un gran trono de oro.
—Señores, señoras. —Clamó el rey al llegar a su trono acompañado de su comitiva—. Ante ustedes se encuentra un nuevo rayo de esperanza. El nuevo escudo, —mientras se movía me apuntaba—, la nueva espada. Están observando ante ustedes a nada más y nada menos que al siguiente héroe que nos ayudará. Él guiará el camino de la humanidad en este oscuro tiempo en que vivimos.
No pude esconder mi sorpresa. En silencio vi cómo la gente estallaba en júbilo y comenzaban a aplaudir al supuesto héroe invocado.
Traté de intervenir, pero Dev con un gesto me advirtió que guardara silencio.
II
—Disculpe, señor… —Por décima vez traté de entablar conversación con el rey.
Luego de la breve presentación la comitiva que había llegado al salón acompañándome siguió hacia las zonas interiores del Castillo, al llegar a lo que parecía ser un gran comedor nos hicieron tomar asiento en una larga mesa de madera noble. Dev se despidió y se fue, dejándome a solas con estos desconocidos.
Bueno, tampoco es como que conozca a Dev hace mucho
, pensé mientras sonreía en silencio.
—Señor. —Insistí una vez más.
—Tranquilo muchacho, la comida está por llegar. —Me respondió el rey, que finalmente me prestó atención.
—No es eso…
—Entonces dime. —La máxima autoridad del reino se giró y me quedó mirando con curiosidad.
—Creo que hay un malentendido. —Me anime a decir.
—No entiendo a qué te refieres. —Me comentó el rey mientras miraba por sobre su hombro para ver si la comida ya había llegado.
—No creo que sea el héroe que mencionan.
—Tranquilo, siempre pasa eso. —Una nueva voz, profunda y seca me respondió.
Al girar la cabeza vi cómo se acercaba un hombre de casi dos metros de altura y mirada seria que iba escoltado por dos guardias. Al caminar su capa blanca ondeaba levemente.
—General. —Lo saludó el rey—. Ven por acá, conoce a nuestro nuevo héroe.
El hombre se acercó mientras me revisaba de arriba abajo, juzgándome