MALA SANGRE: LA SAGA DE LA SANGRE, #1
Por Ivo Byrt M.
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Los Lundy son una familia adoptiva de cuatro vampiros, quienes llegan a un pueblo pequeño con el fin de hacerlo su nuevo hogar permanente. Tiempo después, Marco, un chico humano que busca escapar de su vida abusiva, llega a las vidas de la familia. En vez de que ellos lo traten como un esclavo o un sirviente, los Lundy le dan un hogar dulce y sin sufrimientos a Marco, algo que él siempre ha deseado tener.
Ivo Byrt M.
IVO BYRT M. nació el 24 de Septiembre de 2002 en Santiago, Chile, donde ha vivido toda su vida. Él es un aficionado de los libros (principalmente los de Stephen King), del cine tanto de monstruos como de humanos, y de la música de todo tipo. MALA SANGRE es su primer libro, basado en un concepto que él tenía en mente desde a finales del año 2018, y que ha estado trabajando desde aquel entonces.
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MALA SANGRE - Ivo Byrt M.
Marco
Piensen en el chico como alguien de 1.75 metros de edad, flaco, con pelo marrón y chascón. Su prenda favorita siempre es una polera negra larga, y encima, un polerón rojo. Probablemente de Maui & Sons. Además de llevar zapatos azules y blue jeans. Su cara representa la inocencia que está a punto de ser perdida.
Marco. El chico humano. De 14 años de edad.
Tan pronto como abandonaron el restaurante de comida china, la familia Marsh fueron a su auto que estaba estacionado junto con pocos autos en el estacionamiento.
Marco fue quien entró primero al auto, enojado, frustrado, triste, con ganas de destruir todo.
Apenas Gabriel, su padre, abrió el auto con sus llaves, Marco entró y cerró la puerta con mucha fuerza.
Sus padres entraron segundos después que él, pero con calma y preocupación.
Pasaron los minutos, y Marco estaba en el asiento trasero del auto, justo en el asiento de su izquierda. Marco estaba furioso, pero lloraba silenciosamente. Su padre solo conducía el auto, sin decir nada.
Valentina, su madre, al igual que su "marido", lucen preocupados. Ella gira hacia su hijo.
¿Qué?
dijo Marco, quien le echó una mirada a su madre antes de que él hablara.
No es tu culpa, mi amor
respondió su madre, intentando consolarlo. Pero Marco no se convence. Cualquier cosa que sus padres le hayan dicho, no ha sido muy buena ni muy placentera.
¿No?
preguntó Marco, aún mirando por la ventana, su expresión no cambia, no quiere cambiar.
No. No, hijita. Nada de esto es tu culpa
respondió Valentina, con toda la calma del mundo.
Entonces, ¿por qué ya no se quieren?
preguntó Marco, con rabia entristecida en su pregunta. ¿Por qué ya no se aman como solían hacerlo?
Ahora lo sabemos todo. El por qué Marco estaba así, el por qué sus padres lucen preocupados, el por qué esta escena no es nada más que depresión y tristeza. Afuera del auto, las personas viven con sus vidas. Pero dentro del auto, la familia Marsh, en especial Marco, la estaba pasando mal. O peor.
Valentina se preocupa aún más. Ella mira a Gabriel. Ambos intercambian miradas cortas.
¿Por qué?
preguntó de nuevo Marco, quien, ahora, pone su mirada en sus dos padres. Su cara estaba roja, y había lágrimas en sus ojos.
Esta vez es diferente
respondió Gabriel.
¿Diferente? ¿Diferente por qué?
preguntó Marco.
Mira, hijo. Nuestro amor por nosotros ha cambiado, ¿okay? Pero nuestro amor por ti no, ¿ya? Te vamos a seguir queriendo tal y como eres
respondió Gabriel. Siempre te vamos a querer
¿Se van a casar con otras personas?
preguntó Marco. Y sus padres no respondieron nada. Solo intercambiaron miradas otra vez. Miradas preocupadas. Bien, no digan nada
.
Lo que Marco atinó a hacer en este momento es sacar sus audífonos con cable, y se los pone en sus oídos. Los conectó a su celular. Marco puso una canción, una de sus favoritas: "Looking For The Magic" de Dwight Twilley Band.
Marco escucha la canción. El mundo de afuera desapareció. Se desvaneció como el humo. Marco apoyó su cabeza en el asiento y cerró sus ojos. Él de inmediato empezó a volverse uno con la música.
La canción continuó. Pasan los segundos, y Marco sigue tranquilo, sin ser interrumpido por sus padres.
Justo cuando el auto estaba a punto de cruzar otra vereda, otro vehículo, que era un camión, impactó fuertemente contra el auto de la familia. De repente, todo se volvió negro.
Lo que el muchacho humano logró ver, o lo que alcanzó a ver, fueron visiones cortas de sus dos padres siendo transportados cada uno en una ambulancia distinta. Luego, su vista se vuelve negra.
Un día después, en una clínica, Marco estaba afuera de una habitación de clínica, viendo cómo sus dos padres, con vendas en sus caras, estaban siendo desconectados por médicos.
Marco observa esto, con una mirada sin expresión. Afuera, él se ve sin ninguna emoción alguna. Dentro, él estaba destruido. Desilusionado.
Sus padres ya no estaban vivos. El choque fue tan fuerte que logró destruirlos a ambos. Pero Marco salió ileso, pero con una marca de corte en su mejilla derecha.
Al momento en el que los enfermeros terminaron de desconectar los cables de los padres de Marco, ellos salen de la habitación, pasan al lado de Marco, quien sigue ahí. Sin decir nada. Sin hacer nada. Sin pensar en nada.
Un médico que estaba dentro de la habitación salió y se acercó a Marco, parándose al lado de él, preocupado. Marco no giró a mirarlo. El médico le puso su mano derecha en el hombro del chico.
Intentamos salvarlos. Hicimos todo lo que pudimos. Pero el choque fue muy severo. Impactó sus cerebros fuertemente
dijo el médico. Lo lamento mucho
.
Marco no dijo nada.
Si quieres, puedes ir a despedirte de tus padres. Una última vez. Solo si quieres
le dijo el médico.
Marco no respondió nada. El médico, sin saber qué hacer, quitó su mano del hombro de Marco, y se fue.
Marco caminó hacia la habitación tan pronto como el médico ya se había ido, y se paró en frente de las dos camas donde sus padres estaban, sin vida.
Marco los observó, y no dijo nada. Él solo se quedó ahí, parado, quieto como un soldado de juguete. Él quería decirles algo, pero al mismo tiempo, no sabía qué decir ni cómo decirlo. Las lágrimas brotaron de sus ojos otra vez. Sus labios tiemblan por la eterna tristeza que él estaba sintiendo.
Y decide no decir nada. Él se fue de la habitación, murmurando "a la mierda esto, a la mierda esto, a la mierda esto..."
Lo que Marco hizo de inmediato fue caminar rápidamente por el pasillo, intentando ocultar las lágrimas de su cara. Los médicos, enfermeras y personas que estaban ahí lo miraron con caras preocupadas. Pero Marco los ignora: él ya no quiere ayuda. Ya no la necesita.
Llega hacia el baño, que, afortunadamente para él, está vacío. Se encierra en una caseta de baño, donde empezó a llorar. Toda esa tristeza acumulada, toda esa rabia acumulada, todo ese dolor acumulado, por fin los pudo liberar, justamente en el baño de una clínica.
Una hora más tarde, Marco se encontraba sentado en una silla del espacio de espera de la clínica. En esos típicos espacios donde hay una tele, un montón de pocas sillas, un sillón, y un mueble con muchas revistas acumuladas, una encima de la otra.
Marco se encontraba ahí, sin hacer nada. No estaba leyendo ninguna revista, no estaba viendo la televisión, ni siquiera se levantó para comprar algún aperitivo.
En el espacio de espera, Marco se sentó solo en una silla. Al frente suyo, había una madre quien estaba vigilando a su pequeña hija, quien no dejaba de jugar, reir ni de correr alegremente.
Marco observó esto, este aroma de inocencia, este aroma a felicidad, este aroma que demuestra que el mundo de allá afuera no es jodido.
¿Doctor?
preguntó una voz que a Marco le sonaba familiar. Marco escucha esa voz, y sus ojos rápidamente se abren como platos. No, esto no puede estar pasando. No aquí, no ahora, nunca. No, por favor.
Marco gira su mirada a su tío, Ricardo, quien camina rápidamente hacia el mismo médico que se disculpó con Marco. Ricardo luce ansioso, desesperado, no se irá sin una respuesta.
¿Dónde está él?
le preguntó Ricardo al médico.
¿Quién es usted?
le preguntó el médico a Ricardo.
Me llamo Ricardo. Ricardo Marsh. Mi hermano, Gabriel, estuvo en el choque automovilístico, ¿dónde está? ¿Se encuentra bien? ¿Lograron salvarlo?
El médico no sabía cómo decirle las noticias graves y fatídicas.
Mientras que Marco volvía a mirar hacia abajo, el médico le confesó a Ricardo que no pudieron salvar a su hermano, ya que el choque fue demasiado fuerte y que logró destrozar