Las palabras vuelan, lo escrito permanece
Por Ignacio Galán
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Es una obra de fácil comprensión pues está compuesta de 15 capítulos que se pueden leer indistintamente unos de otros, no tienen nexo de unión, cada uno trata de un tema concreto y diferenciado. Constan aspectos personales en el tratamiento que otorgan originalidad e ingenio contado conversando con el interlocutor llegando a conclusiones a veces sorprendentes. Creo que es un libro que aparte de leer y distraer con su lectura, ofrece un aspecto didáctico que le puede resultar atractivo al lector.
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Las palabras vuelan, lo escrito permanece - Ignacio Galán
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© Ignacio Galán
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz Céspedes
Diseño de portada: Rubén García
Supervisión de corrección: Ana Castañeda
ISBN: 978-84-1181-499-7
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A mis nietos Rodrigo e Ignacio a quienes espero que este libro de principios y valores les sirva en sus vidas.
PRÓLOGO
Cuando edité mi libro de valores escrito en verso titulado Epístola a Pablo Salvat, en la biblioteca que estaba en la calle Alfonso XII de Sevilla, se presentó por el Ateneo Popular de Sevilla. La presentadora-organizadora del acto, de grata memoria, al terminar me lanzó un reto: quedar a la espera de las respuestas de Pablo Salvat.
Eso fue hace más de veinticinco años, recogí el guante pero tardé mucho en comenzarlo, tanto como aproximadamente unos veinte años y aquí he llegado al final en este febrero de 2023 bajo el signo de Acuario; ya han pasado años.
La Epístola a Pablo Salvat fue una original obra de poemas sobre valores escrita en verso, para ello tuve que crear un personaje al que hablarle: Pablo Salvat. Este personaje, que en su día cobró vida de ficción literaria, hoy me ha contestado a través de este libro que hemos creado entre los dos: el personaje ficticio al que he dotado de vida imaginaria pero real, al menos para mí, y un servidor, aunque hay veces que, escribiendo, no sé quién es el personaje ficticio y quién el real.
Es un libro de valores cuyo objetivo es educar, formar, porque en el momento que una sociedad sin principios y sin valores como esta de hoy, pierde de igual modo el sentido de la fe, detrás va el sentido de la moral, y a partir de ahí la vida se convierte en una viña sin vallado en la que todo vale y todo puede acontecer. Si a todo eso añadimos la participación de la política en la vida del hombre esto ya no tiene solución porque la política que debería ser la encarnación más elevada de la moral porque debería corregir la situación de una sociedad para que pueda convivir en paz lo que hace es convertirla en un centro de negocio, de intereses y de poder que es lo que al fin y al cabo les interesa a los que mandan: cuanto más poder se tenga más grandes serán y más alta será su consideración social. En estos casos el fraude nunca anda lejos.
Por eso este libro pretende que no se olviden esos principios y valores que hicieron grande al hombre, y si la sociedad definitivamente se hubiera perdido por su vorágine de locura, entonces este libro servirá para recordar que en generaciones y tiempos pasados estos conceptos de los que hoy hablamos fueron luz y guía del ser humano.
Del contenido se podrá disentir, no pretendo convencer a nadie, tan solo quiero hacer entender mi posicionamiento ante esos conceptos sobre principios y valores.
Y como dije en el prólogo de la epístola, solo eso resultaría gratificante porque el que lea esto que escribo ahora significaría que tiene inquietudes acerca de una vida mejor porque también podemos encontrarnos al que ojee este libro y lo desprecie por ser de poco interés.
Como se podrá comprobar el libro incorpora determinados poemas para cada tema que se trata, también, atendiendo al contenido tratado, se proponen determinadas películas que he considerado recomendar para ilustrar aquello de lo que hemos hablado y es que mi vida no se podría entender sin el cine porque siempre he dicho que un buen cine es un gran educador y nosotros, los de nuestra generación, aparte de nuestros padres y el colegio también fuimos educados por unas extraordinarias películas realizadas entre los años treinta y ochenta, a partir de ahí el cine ha tenido una caída a un pozo sin fondo del que emergen, ocasionalmente algunos títulos de cineastas, de los pocos que van quedando, que devienen en auténticas joyas, por eso son tan valoradas por mí porque a nuestra edad para los aficionados al cine es una gran satisfacción contemplar una obra de arte, porque con los años se pierden las pocas esperanzas que van quedando respecto de aquello que ha podido hacer grande al hombre y entre las cosas que han hecho grande al hombre y personalmente creo que el cine es una de ellas por eso es considerada como el séptimo arte.
Para terminar, lo quiero hacer con cuatro versos sueltos del mejor poema escrito en la lengua de Cervantes que me he tomado la licencia de unirlos. Han sido los versos que más se han identificado con mi forma de entender la vida. Pertenecen al poema Adelfos escrito por don Manuel Machado:
«Que las olas me traigan y las olas me lleven
y que nadie me obligue el camino a elegir.
Que la vida se tome la pena de matarme
ya que yo no me tomo la pena de vivir».
Juan Ignacio Galán Cano
Abogado
Sevilla
CAPÍTULO I
LA AMISTAD
La amistad es animal de compañía no de rebaño. PLUTARCO.
—Me preocupa tu exigente criterio sobre la amistad y yo ¿qué soy para ti si no un amigo? Sí, ya sé que me dices que yo soy para ti lo que Augusto Pérez era para don Miguel de Unamuno en Niebla, un ente de ficción y ¿no es una ficción lo que vivimos? ¿Qué es lo real y qué lo verdadero?
—Decía en un poema Antonio Machado: ¿Tu verdad? / No, la Verdad; / y ven conmigo a buscarla, / la tuya guárdatela.
—Y ¿qué es la verdad? Todos conocemos el pasaje de los Evangelios en la Pasión de Jesús al ser interrogado por Poncio Pilatos cuando quedó en el aire esa pregunta: «quid est veritas?». Tan en el aire quedó que diecisiete siglos después don Lope de Vega y Carpio en su poema Soledades escribió: Dicen que antiguamente / se fue la Verdad al cielo / tal la pusieron los hombres / que desde entonces no ha vuelto.
—Pero bueno, Ignacio, ¿no estábamos hablando de la amistad? ¿Qué hago hablando de la Verdad?
—Mira deja de escribirme esa carta, porque se puede convertir en otro monólogo como la Epístola a modo de poema que hace tanto tiempo te dirigí. Como hicieron don Miguel y Augusto, salvando las distancias se entiende, es preferible que nos sentemos cara a cara y conversemos de todas estas cosas que ya vamos teniendo muchos años y ya va siendo hora de que dejemos constancia de lo que hemos venido experimentando en esta vida.
—Está bien, Ignacio, me parece bien que te hayas presentado ante este ente de ficción que me has llamado, porque eso también, son ganas de insultar. Bueno pues dime tú porqué me he puesto a hablar de la Verdad cuando estaba tratando el tema de la Amistad.
—Sencillo, Pablo ¿considerarías una relación de amistad sin la Verdad como elemento constitutivo de esa relación?
—Ciertamente no y llevas razón porque es una grave tara moral usar la mentira en cualquier orden de la vida porque ya sabes que tiene las patas muy cortas y se la alcanza muy pronto pero es que además es indiscreta y más pronto o más tarde se pone en evidencia para quien hace de ella un hábito de vida, lo que conlleva un grave reproche moral que estigmatiza para siempre.
—Además es un error concluir que se pueda mentir haciendo solo uso de la palabra, los hechos también a veces hablan por sí solos y es en la relación de amistad donde esto que manifiesto se puede comprobar. Mira fíjate, cuando estaba estudiando, ya sabes que he sido muy independiente pues siempre he mantenido que dos está bien, tres vale, pero cuatro constituyen una multitud. Como te decía, cuando estaba estudiando el PREU, hace muchos años se organizó un viaje de fin de curso que, como casi siempre, después no se llevó a efecto, la verdad es que nunca hice un viaje de estudios, y estudié hasta el final pues bien, como te decía, se organizó una macrofiesta en la primavera de 1971 en el Casino de la Exposición de Sevilla de 1929 en la que unos trabajamos y otros recaudaron, eso ya no me volvió a ocurrir.
—Pero esas son cosas propias de la edad, cosas de estudiantes. Eres un tanto exigente.
—No estoy de acuerdo. Lo que te he contado siempre lo consideré una falta de respeto y el respeto es algo que se ha de observar desde que se tiene uso de razón. Te he expuesto ejemplos concretos de una cierta época de la vida. Cuando se va alcanzando la madurez es cuando vas valorando el concepto de la Amistad, y la primera conclusión a la que llegas es a la que llegó don Jacinto Benavente en Los intereses creados, si no acuérdate de don Crispín. No podemos separar el concepto de amistad del concepto de interés. Y esto es tan gráfico que no creo necesaria tanta explicación.
—Sé que eres un tanto singular pero ¿no te has parado a pensar que quizá seas tú el que has fallado? ¿Le has dado la oportunidad a alguien alguna vez de ser tu amigo?
—Pues sí, no una, sino varias veces, pero con los años que llevo vividos te he de hacer constar que las mejores amistades que he tenido y tengo, siempre han tenido un denominador común en su inicio: el interés. Siempre ha existido por medio algún tipo de interés. Esto lo he captado en todas y cada una de las relaciones que he tenido pero también he de decirte que han sido en ciertos casos unas relaciones espléndidas con una cierta y sincera afectividad y aquí me acuerdo de mi amigo Javier, empleado de notaría, una gran persona y un gran amigo que la muerte me arrebató demasiado pronto. La muerte se ha ensañado con mi vida pues las personas que más he querido se las ha llevado antes de tiempo, como mi amiga Lola madre de familia con treinta y seis años y otros como mi hermano Luis con cuarenta y dos y mi hermano Rafael con cincuenta y nueve, a ambos los vio morir mi madre. No obstante ello y me explico y te repito: las mejores relaciones de amistad que he tenido siempre han nacido de un interés común y cuando este ha desaparecido ha persistido una buena, entrañable y afectiva relación porque han nacido en plena madurez y esto hace bastante porque la persona se va definiendo.
—¿Qué pretendes? Lo que dices es lógico y natural, los intereses humanos son convergentes, vivir conlleva el interés personal frente al interés de los demás que puede, o no, coincidir: si coinciden, y además media una vis atractiva personal nace la amistad, en el caso contrario la indiferencia o, en su caso, la enemistad y la consiguiente aversión. Entonces concluyo que crees en la Amistad.
—Puede ser, seguramente yo tendré un planteamiento viciado del tema pero ya sabes que siempre he sido una persona con tendencia a idealizar todo lo divino y humano pero como lo primero es posible pero lo segundo no, he preferido sustraerme a esa intencionalidad y obrar como el camaleón es decir he tenido que «humanizarme» y dejar el mundo de las ideas para Platón que estamos ya en el siglo XXI; pero claro debes comprender que cuando me pongo a tratar de estos temas que nos van a ocupar lo que pretendo es que quien lea esto que tú y yo nos cuestionamos, por ejemplo mis nietos Rodrigo e Ignacio, tome conciencia de lo que supone cada concepto y el de la amistad es muy importante porque si bien el denominador común hemos dicho que es el interés, lo cierto y verdad es que debería ser el amor fraternal esto es, dar y darse sin esperar nada a cambio, y eso es muy complicado en los tiempos que corren pues en los grupos humanos que nos circundan que se dicen unidos por la amistad, en todos hay unos códigos no escritos, y ahí es donde fenece este concepto.
—Puedes tener una parte de razón pero creo que no puedes llevar tus conclusiones a tales extremos. Los hombres son débiles, vulnerables y proclives a los cambios según las circunstancias y esto debes comprender que nos debe llevar a una tolerancia. ¿No crees, Ignacio?
—Por supuesto, y como yo formo parte de este juego de la vida soy tolerante, al menos lo pretendo porque creo conocer la etiología del problema pero te repito: la Amistad no se puede basar en el do ut des (doy para que des) sino que debe basarse en la entrega sin condiciones y en el compartir lo bueno y lo malo y no me refiero a, por ejemplo, acompañar a un amigo en el entierro de un familiar, eso es una obligación del hombre que vive en sociedad, me refiero a la soledad inmensa en la que uno puede quedar en ciertos momentos de la vida y entonces rara vez hay un «amigo» que la pueda captar y socorrer.
»Mira, Pablo, siempre he de volver la mirada al mundo del cine. ¿Cuántas veces se ha tratado el tema de la amistad? A mi mente se vienen en cascada multitud de películas pero la primera que irrumpe con inusitada fuerza es la de Arthur Penn La jauría humana. Esta película es muy aconsejable por la cantidad de valores que encierra entre tanta violencia y maldad y, por supuesto, las mayores miserias humanas, el título lo dice todo: el niño rico (James Fox) comparte todo con el chico pobre (Robert Redford) incluso a la misma mujer, una espléndida Jane Fonda. Al