Como ya me tienes, ya no me pelas las gambas
Por Susana Feijóo
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Como ya me tienes, ya no me pelas las gambas - Susana Feijóo
Susana Feijóo
Como ya me tienes,
ya no me pelas
las gambas
Susana Feijóo
Como ya me tienes,
ya no me pelas
las gambas
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Como ya me tienes, ya no me pelas las gambas
© Del texto: Susana Feijóo
© De las ilustraciones: La Veralicia (Vera Alicia Maeso Feijóo)
© De esta edición: NPQ Editores
www.npqeditores.com
edicion@npqeditores.com
Primera edición: Febrero, 2020
ISBN: 978-84-17257-94-1
A MI.
Prólogo
Nunca me creí aquello de: «Cuando pase más tiempo se te pasará y lo verás todo de otra manera».
Pensé que no saldría de aquel dolor. Avanzaba y, a veces, sentía que lo había conseguido y ya estaba superado. Pero no, no era así; en la mayoría de ocasiones se trató de falsos espejismos, y luego las caídas fueron terribles. En una de las primeras sesiones con mi psicóloga, le mostré una especie de diario que hacía algún tiempo había comenzado a escribir; me resultaba más fácil expresar de esta forma todas las emociones que sentía que sentarme a hablar frente a una desconocida —aunque al final ya no lo fue tanto—. Precisamente fue ella quien me animó a que publicara todas aquellas pequeñas historias: «Puedes ayudar a muchas personas si lo haces», me dijo, y después de pensarlo mucho, decidí que sí; que era una idea estupenda.
Tanto miedo, tanta ansiedad y, sobre todo y lo mejor de todo: una lección de vida muy valiosa. Todo eso no podía quedar en un cajón del olvido, toda esa información estaba obligada a salir a la luz. Reconozco, sin vergüenza, que he sido gran consumidora de libros de autoayuda, y de tutoriales internautas que me desvelaban por la noche. No pretendo robarles su valor en absoluto, porque cada uno de ellos tuvo su momento de utilidad pero de lo que sí me dí cuenta, fue de que necesitaba soluciones verdaderas y ejemplos de personas, que con la más absoluta sinceridad, tuvieran la valentía de llamar a las cosas por su nombre y contarlas tal cual, sin adornos. Lo que realmente buscaba era saber de alguien que hubiera pasado por las mismas experiencias que yo. Y, ¿por qué no?, también un lugar donde refugiarme, donde sentirme comprendida. He escuchado durante estos últimos años demasiadas veces ese tipo de frase: «Si la maltrataba, ¿por qué no lo dejó antes?», o esta otra: «Encima, después regresaba con él…». Existen al menos dos tipos de maltrato que por desgracia nos resultan demasiado familiares hoy en día. El maltrato psicológico y el físico, además, en muchas ocasiones, incluso los dos van cogidos de la mano.
La persona maltratada es una adicta a esa otra persona: es su propia droga. Todos sabemos de los efectos de cualquier adicción: siempre es destructiva, pero también sabemos que es muy difícil dejarla.
Este no es un manual de cómo salir de una relación tóxica -de eso ya se ha escrito mucho-, ni tampoco es un resumen de varias consultas en el gabinete de un psicólogo. No esperes encontrar ningún consejo entre sus páginas, porque no lo hay. Lo único que te voy a ofrecer es el testimonio y la verdad, tal cual, de una relación insana, y como se puede salir de ella. Yo salí. Pero no es fácil, ni rápido, y a veces incluso, ni siquiera parece duradero. Esta es mi propia experiencia de primera voz.
Es un libro totalmente autobiográfico y escrito a partir de la ruptura de una relación; no existe un orden cronológico, pero es fácil entender que cuando se trata de sentimientos y recuerdos, nuestra mente no los ordena de forma coherente, y la mayoría de veces nos surgen de manera abrupta y nos sorprenden; a la par que también nos ayudan a reflexionar, o a revivir momentos que permanecían idealizados en nosotros, y que en el transcurso del tiempo y la distancia van cobrando otras formas. Esta redacción era necesaria porque, de no ser así, la cercanía hacia el lector sería inexistente, ya que, al tratarse de un diario íntimo, perdería credibilidad, y ese es el principal propósito del libro. Tampoco he querido mencionar ningún nombre porque, además de irrespetuoso, es innecesario. El objetivo de Como ya me tienes, ya no me pelas las gambas, es el deseo de que sirva para que a ti te haga sentir que no estás sola jamás, y que la luz no está al final del túnel. La luz siempre acompaña a la oscuridad, y solo tú puedes moverla a tu antojo.
Con este conjunto de relatos y de poemas, sueños… etc., escritos de forma sarcástica y en clave de humor en ocasiones, y otras dramática como la vida misma, intentaré ayudar a comprender a los y las que están, o han estado, en la misma situación que estuve yo. Pero también la recomiendo, para quienes sufren los efectos colaterales de los que atravesamos estas historias; porque sé que este libro los ayudará a entendernos mejor.
Susana feijóo
El viaje de la gamba
(Introducción al mundo marino)
Así empezó todo: con una gamba; bueno, más bien con un gambón. Para ser exactos ese que encontramos en el supermercado de la esquina a un precio asequible y de un tamaño razonable. El mismo gambón que, cuando no sabes qué preparar, te saca del apuro y queda estupendo en esa primera y segunda cena en casa con tu recién estrenada pareja.
Una gamba tras otra, que un buen día, yo misma, poseída por esa ceguera que solo los enamorados padecen, decidí tener el detalle de pelar una a una a mi chico, hasta completar las veinte unidades que aproximadamente entraban en el kilo a 8,95. Un crustáceo afrodisíaco, acompañado de un vino espumoso y rematado con un polvo extraordinario en la mayoría de las ocasiones…
Desde aquí, y como no podía ser menos, quería rendirle mi pequeño homenaje a este animal tan útil y servicial en las relaciones, y tan socorrido y queda-bien en las reuniones familiares.
En mi caso, aunque al principio de esta colección de relatos, y como su título así lo indica, lo coloco en un lugar de honor. Mi querido y odiado gambón, volverá a aparecer de forma intermitente a lo largo de la historia. Él es, y será, un personaje muy importante en lo que pudo ser y no fue, en el sueño del convencimiento, de que aquel primer sentimiento de amor mezclado con ternura y deseo irrefrenable sería para siempre y hasta el fin.
Y sí, hasta el fin casi fue, pero hasta el fin de mi cordura. Y quizás de la de mi partenaire. Debo añadir que prácticamente el cincuenta por ciento de los relatos fueron escritos a tiempo real, y es por ello que cobran mayor importancia, están vivos y a veces casi se mueven. Son textos sinceros, a veces llenos de cariño, otras de rabia incontenida, y otras de desesperación y miedo, de soledades y de locura. Son escritos desde el dolor, desde unas tripas hechas un amasijo de nudos, que no paraban de agitarse en mi interior y que me hacían vomitar uno a uno, en forma de palabras, todo aquello que he sentido y, todavía hoy, aún siento.
El gambón empezó esta batalla, esta guerra de dos en la que nadie salió vencedor ni vencido, y en la que nadie se atrevió a vaticinar que acabaría como tal. Esta batalla que se creó en el silencio y en la inocencia de dos criaturas que buscaban un abrazo y una compañía de amor; pero que nunca llegaron a entenderse.
Él no quería mancharse las manos de aceite de gamba, y a mí no me importaba hacerlo, me gustaba agasajarle y darle ese pequeño placer. Pero cuando han pasado más de cuatro años, te das cuenta de que todo empezó por las peladuras de un gambón, y ya no hay quien pueda parar todo eso. Eres tú la gamba y, medio en broma y con sorna, pero con un reproche importante detrás de la gracia, es cuando comienza todo; cuando él te dice la frase graciosa y terrorífica, que será el preludio de un adiós por capítulos. Es cuando escuchas por primera vez esas palabras:
«Como ya me tienes, ya no me pelas las gambas…».
OBSESIÓN
Hola. Como ya sabrás, soy yo. He decidido escribirte esta especie de cartas o de diario, no sé muy bien cómo llamarlo. A partir de hoy, aún sin tener muy claro si es una buena idea o no, voy a comenzar a dedicarte una parte de mi espacio, a hablar y a expresar todo cuanto siento, y todo aquello que jamás te dije o no supe decir…
Tres meses, noventa días, tres meses sin dejar ni un solo momento de pensar en ti. Noventa días de ausencia, de vacío, de tristeza. A veces mis alas se alejan y vuelan rápido, y otras te buscan. Buscan tu refugio, tu protección y tu cercanía.
Me duermo con mi pensamiento en ti y despierto con tu imagen sonriendo en mí. A veces, cuando no tomo la pastilla, te siento a mi lado y eso me araña por dentro, porque no te veo, porque no estás. Pero, como ya te dije, si cierro los ojos y alargo mi mano, te acaricio e incluso siento tu cabello entre mis dedos.
Amor mío, no supe amarte; y no supe porque me quedé tan vacía de mí, queriéndote dar tanto, que te dí demasiado. Y lo que te di fue mi vida y a mí misma. Renuncié a mí por darme a ti. Y eso… eso estuvo mal.
Ahora ando perdida y desorientada. Tu pensamiento ocupa casi toda mi existencia por completo y me duele imaginar tus brazos