El mensajero de Abantacia
Por Kevin M. Weller
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Ribin deja de lado su horrorosa vida del pasado para centrarse en una nueva meta: convertirse en un Soldado Real. Con el apoyo de Dénzel y Mágrian, tendrá que adaptarse a las exigencias del Ejército Real, el más poderoso de Mitriaria. Pero para poder ser un soldado ejemplar, deberá sacrificar su dignidad y su libertad.
Kevin M. Weller
Kevin Martin Weller es un autor vanguardista, independiente y autodidacta, nacido en Bs. As. en julio del año 1994. Es un literato perfeccionista, amante de la filosofía, la ciencia y el arte. Ha estudiado la ciencia del lenguaje y la ciencia de la literatura desde su adolescencia y dedica gran parte de su tiempo a la lectura y la escritura, como si se tratase de una obsesión de la que no puede despegarse por nada del mundo. Trabaja como técnico en electrónica y refrigeración, aunque de manera independiente y esporádica realiza otros trabajos.
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El mensajero de Abantacia - Kevin M. Weller
Prólogo
A pocos kilómetros de Fysiah, caminando entre los tupidos arbustos apareció un grifo adulto de plumaje grisáceo, ojos glaucos, cabello oscuro, alas marrones y piernas delgadas. Llevaba una túnica marrón con agujeros en la parte de abajo y cargaba una canasta de mimbre con algo valiosísimo en su interior: un huevo a punto de eclosionar.
Por petición de su hermano Gensarus (Gensu Akuse Arus), se encargó de empollar el huevo que su pareja había aovado. La grifa que había puesto ese huevo no quería hacerse cargo del fruto de su vientre. Por insistencia de sus familiares y vecinos, tuvo que decir que sí. Ella era una libertina que gozaba con grifos de clase inferior, Alfha y superior, detestaba la idea de ser madre, le daban náuseas de tan sólo pensarlo. Había pasado gran parte de su vida yendo y viniendo en busca de aventuras, ganaba dinero a cambio de sexo, vivía con lo justo y necesario.
Dentro de ese preciado huevo de dura corteza se hallaba un polluelo especial que pronto saldría a la luz y conocería el mundo exterior. Lo malo era que sus padres no se llevaban bien, la relación que tenían era discordante, siempre se peleaban entre sí. La madre era mangoneadora, agresiva, insolente y descortés; el padre era humilde, introvertido, taciturno y educado. La clara diferencia que había entre ambos era estrepitosa.
Al grifito, que nacería en poco tiempo, ya se le había asignado una residencia en una de las aldeas de Fysiah, donde moraba el padre biológico. La madre vivía en las afueras de Santuria, a pocos kilómetros de Rinquesh, porque estaba harta de ser juzgada por los demás grifos de clase Alfha. Por su forma de ser la habían condenado, solía ser objeto de críticas y comentarios negativos constantemente.
Como el padre tenía que trabajar todo el día, no tenía tiempo para encargarse de un polluelo. Recurrir a la ayuda de su hermano mayor era la opción que había tomado, pero sólo sería una estadía temporal. Cuando el deber llamara, debía acudir fuese como fuese. Agachar la cabeza, cerrar el pico y acatar órdenes era lo que mejor sabía hacer, contrario a la grifa con la que había tenido ayuntamiento.
A tan sólo horas del gran milagro, la familia se encontraba esperanzada en conocer al nuevo integrante que formaría parte de un grupo familiar variopinto. El plumaje de aquella familia de grifos era de lo más diverso, ni hablar del color de ojos que variaba entre el amarillo, el rojo, el marrón, el lila, el celeste, el azul, el naranja y el verde.
I. El nacimiento de un polluelo no planificado
Era un día tormentoso, de esos en los que el cielo parecía que se iba a caer en cualquier momento, cuando el cascarón del huevo mostró las primeras grietas. Por lo general, la rotura completa de un huevo tardaba entre una y dos horas, en este caso fue mucho más pronto, en menos de media hora la agrietada corteza se desprendió del recién nacido, dejando a la vista una nidícola cría de grifo.
El padre de la cría altricial fue el primero en enterarse, oyó los píos que le indicaron que su descendiente había acabado de llegar al mundo. Recobró la compostura tan pronto como lo vio dentro del nido, lo notó sano desde la primera ojeada. Se aproximó un poco más, lo tomó entre sus manos y lo cargó. Era un polluelo pelado y tembloroso, con los ojos cerrados y las alitas cortas. Los sonidos que emitía tenían menos de veinte decibeles, apenas se los escuchaba.
Por más que no se sentía preparado para hacerse cargo de un hijo no deseado, el rol de padre tenía que cumplirlo por imposición social. No podía dejárselo a sus hermanos, ni a nadie más de la familia para que lo criara, él lo había engendrado, él iba a ser el responsable de cuidarlo. La paternidad, deseada o no deseada, debía existir como fuese dentro de cada familia, una grifa sola no podía hacerse cargo de un polluelo, o, mejor dicho, no estaba bien visto que lo hiciera sola.
La noticia hizo que se despertaran los demás, que acudieran a la sala con el afán de ver el obsequio que Ioba les había enviado. Gensarus y Danhia fueron los primeros en aparecer para felicitar a Grémius, les otorgaron sus más gratas bendiciones y tocaron al sobrino. Danhia aún estaba a la espera de ver caminar a su segundo hijo, el primero ya había aprendido.
Los dos hermanos mayores de Grémius y Gensarus, Goric y Gulshus, se enteraron también, creyeron que sería una buena oportunidad para que el novísimo padre sentara cabeza. Ser papá era una responsabilidad que lo mantendría ocupado, así al menos pensaban ellos que aún no tenían vástagos que cuidar.
Adormus, el hermano mayor de Danhia, Mendra, su hermana menor, y Grásia, su otra hermana menor, fueron los siguientes en ponerse al tanto del nacimiento de un nuevo integrante de la familia. De los seis hijos que Adormus había tenido, sólo dos quedaban con vida, Cerkarus y Dermarus; de los cinco hijos de Mendra, sólo uno había sobrevivido, Kelepius; los dos hijos de Grásia eran Chalecus y Sheliurus.
Kimarus y Velgrak, el abuelo y la abuela, eran los únicos grifos que se habían quedado sin lazos fraternales debido a la avanzada edad, doscientos y pico de años. Ellos eran los últimos hijos de dos familias distintas, cada una con plumaje propio, uno poco colorido y el otro variopinto. Todos los descendientes de Kimarus y Velgrak tenían plumas marrones, blancas, grises y negras, con variaciones en tonalidades. Dentro de la extensa genealogía, había muchos integrantes con el mismo nombre o nombres parecidos.
Kimarus y Velgrak tenían el plumaje descolorido y cuarteado, con variaciones de marrón claro, oscuro y ceniciento, remeras cafés con puntas azabaches y ojos anaranjados. Goric, Gulshus, Gensarus y Grémius eran distintos unos de otros: el primero tenía un plumaje marrón tirando a pardo, con líneas oblicuas en las remeras primarias, negro moteado en las álulas y líneas verticales blancas en las cobertoras mayores de las primarias; el segundo tenía un plumaje marrón claro manchado con máculas negras y blancas sobre los cálamos y las escápulas alares, además de poseer un raquis rígido en cada pluma; el tercero tenía un plumaje marrón oscuro en el tren superior, marrón claro desde el collar hasta el penacho, con escotaduras oscuras, barbas semirrígidas con bárbulas suaves y espinas minúsculas; el cuarto tenía un plumaje gris tirando a argénteo en las hipoplumas, alas de color marrón claro con rémiges pajizas y un color casi dorado en la hemibandera externa.
Adormus tenía un plumaje marrón oscuro con barbas sedosas de un tono medio claro, un cañón traslúcido para cada cálamo, escotaduras amplias en las remeras primarias y plumones aterciopelados en el vientre, justo debajo del pecho; Danhia tenía un plumaje marrón en el torso, color blanco desde el collar hasta el penacho, alas marrones con fases que iban de un tono bien oscuro en las cobertoras menores a uno muy claro en las remeras terciarias; Mendra tenía plumaje marrón claro mezclado con gris, tonos más oscuros en el estandarte de las plumas alares y tonos más claros en las plumas centrales; Grásia tenía un plumaje negro desde la raíz que se iba amarronando hasta las muescas, plenitud de semiplumas, cerdas y fitoplumas en la cerviz, con hipoveletas semitraslúcidas y ganchillos frágiles.
Los ojos de Goric eran naranjas, los ojos de Gulshus eran rojos, los ojos de Gensarus eran marrones, los ojos de Grásia eran celestes, los ojos de Mendra eran lilas, los ojos de Danhia eran amarillos, los ojos de Adormus eran azules. Grémius y su pareja eran los únicos de ojos verdes y plumaje grisáceo en el tren superior, ella se diferenciaba de él por tener alas rojizas con cálamos plateados. La parte felina no variaba mucho, todos tenían un color marrón como los leones, con almohadillas oscuras y uñas gruesas. Las túnicas poco coloridas que usaban eran todas iguales, viejas y agujereadas.
Era una familia de grifos de clase Alfha, algunos miembros eran de escala mayor y otros de escala menor. Era común oír frases como clase Alfha superior
para designar la escala mayor y clase Alfha inferior
para designar la escala menor. Todos eran de nivel mínimo y raza intermedia, es decir que no eran poderosos ni puros. Es importante tener en cuenta que entre los grifos de Mitriaria no había clase media o Zemhi ni escala intermedia, sí existía entre los grifos de Ashura y Xeón.
Respecto a la pureza de la raza y al nivel de poder, los grifos siempre habían estado en el centro del debate, pues no se sabía si era mejor clasificarlos como híbridos o simplemente como animales especiales dado que los de clase superior algunas veces calificaban como nivel intermedio y raza superior, siempre dentro de