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El arte del Exilio
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Libro electrónico162 páginas2 horas

El arte del Exilio

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Relato autobiográfico de Martín Burgos, quien desde muy temprana edad vivió el exilio en Francia, luego de escapar junto a sus padres del régimen dictatorial de la Argentina de los setenta.
IdiomaEspañol
EditorialLOM Ediciones
Fecha de lanzamiento9 ago 2023
ISBN9789560017178
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    Vista previa del libro

    El arte del Exilio - Martin Burgos Zeballos

    © LOM ediciones

    Primera edición, marzo 2023

    Impreso en 1.000 ejemplares

    ISBN Impreso: 9789560016775

    ISBN Digital: 9789560017178

    RPI: 2023-a-774

    Diseño, Edición y Composición

    LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

    Teléfono: (56-2) 2860 6800

    lom@lom.cl | www.lom.cl

    Imagen de portada: Obra «El arte del exilio» de Ernesto Javier Pereyra Serini, Argentina.

    Tipografía: Karmina

    Impreso en los talleres de gráfica LOM

    Miguel de Atero 2888, Quinta Normal

    Santiago de Chile

    Prólogo

    Volver

    La cápsula del tiempo de una vida no es lisa. Sus rugosidades son accidentes memorables que remiten, siempre, a una cadena de acontecimientos deseados o sufridos. Martín, nuestro autor, nació en febrero de 1976, un mes antes de que se iniciara el gobierno criminal de los dictadores. Pero ya corría mucha sangre en los valles calchaquíes. Sus padres eran militantes populares. Debieron huir antes de que la muerte los alcanzara. En el otoño de 1977, con la derrota política de la utopía revolucionaria de los guevaristas, recuerdo que conocí a Jorge y Stella, y por supuesto a Martín, su bebé. Tuve la tarea de conducirlos, junto a otros compañeros, hacia Brasil en el inicio del exilio que duraría hasta 1983. Éramos un grupo de siete: a los Burgos se sumaron una embarazada de siete meses y una pareja del oeste bonaerense. El avión de Aerolíneas partió la lluviosa mañana del 7 de julio de 1977 del Aeroparque Jorge Newbery. Luego de hacer aduana en Puerto Iguazú, recién pudimos hablar al cruzar a Brasil. Un micro nos llevó a Río de Janeiro desde Foz, un territorio habitado por miles de militantes –argentinos, uruguayos, chilenos– que huían del Plan Cóndor, del exterminio de las dictaduras del Cono Sur. Luego de mucho caminar, llegamos a un hotel, imposible olvidarlo, en Praia Flamengo, llamado Caxambú, en la vía Aldemar Dutra. Y entonces, Martín, vuelvo a aquel hotel color sepia, de putas y travestis, y veo a tus padres dándote la mamadera conseguida clandestinamente por una garota que se apiadó de unos argentinos desesperados de exilio. Vuelvo a sentir tu cuerpo en esa cama con un colchón de agua en una habitación diseñada para el sexo, donde dormimos abrazados junto a la compañera embarazada, mientras tu llanto interminable originaba olas furiosas y un espejo gigantesco en el techo devolvía la imagen de un trío desesperado. La historia continuó en San Pablo. Imposible olvidar tu llanto hambriento en la Rodoviaria de una ciudad inabarcable e insondable. Ese invierno austral fue la última vez que te vi en aquellos años de penas y olvidos, atravesados por un empecinado deseo de volver a la patria, cruzado de furias, abandonos, deserciones y desarraigos. Y también de militancias por la memoria y el regreso a la patria. Pasarían treinta años antes de volver a vernos.

    Lo cierto, digo, escribo, es que conocí a Martín antes de que fuera un niño en Francia, que no es lo mismo que ser un niño francés. Las marcas de su origen están en este texto conmovedor. Original por su voz templada, sin rastros de furias ni culpas. Necesario por ser un eslabón en la cadena de las generaciones de nuestra historia nacional. Solo resta decir que lo mejor que hizo mi generación, que tuvo en sus brazos a este bebé, hoy un hombre, fue salvarlo de los lobos para que nos contara, como ahora, la vida entre dos mundos, para que pudiera desafiar la tragedia ontológica del exilio, de la fractura entre el ser y el estar: ser argentino, pero estar francés. Para que pudiera elegir ser argentino definitivamente sin renunciar al placer de ser francés. Y este libro, absolutamente original en su factura y decir, es el verdadero triunfo de la memoria contra el olvido. De la vida vivida y por vivir.

    María Seoane

    Enero de 2023

    I

    ntroducción

    Los relatos del exilio son comunes; las discusiones sobre su significado y las investigaciones sobre los exiliados son bastante numerosas también. Lo que tiene menor visibilidad son relatos sobre los hijos del exilio y los niños exiliados que ya son grandes y que deciden narrar su historia. Varios de los libros (o documentales) de hijos de militantes de los años sesenta y setenta realizan una crítica feroz a ese contexto histórico de revueltas, muy marcadas por las distintas convulsiones políticas de la época, tanto por las revoluciones socialistas china o cubana como por los procesos de descolonización del «tercer mundo».

    Estos se presentan a menudo teñidos de conflictos psicológicos, ideológicos, pero todos implican un desprendimiento con la historia de sus padres, las relaciones sociales que establecieron, su forma de educar a los hijos y sus elecciones de vida que influenciaron la propia historia personal de sus hijos. De esa interacción entre la historia del país y la historia personal nace un relato muy particular de los acontecimientos, que también es una lectura de lo general a través de lo particular.

    Este texto quiere narrar una historia distinta sobre la militancia de los años setenta en general y sobre el exilio en particular. Por supuesto no tiene por objetivo reivindicar las historias familiares ni alabar las decisiones que se tomaron a la hora de irse del país o de volver al mismo; solo se trata de un ensayo destinado a darle una paleta de mayor amplitud al fenómeno del exilio, y en particular entre los chicos del exilio.

    Por supuesto, este no es un texto académico, porque metodológicamente se hace difícil justificar tal ejercicio sobre la vida del autor. Además, este ejercicio ya se puede conseguir en otras obras. Para ello quisiera remitir al lector a la obra de Marina Franco, El exilio: argentinos en Francia durante la dictadura, que sistematiza a través de varias entrevistas y documentación lo que fue el exilio. En ese libro se lee una historia que es la de nuestra familia:

    En algunas trayectorias, el deseo de retorno se difería en el tiempo a medida que se consideraban varios factores conjugados. Este tipo de regresos tiene un carácter más estratégico y el deseo de volver no es un impulso total, sino que es calibrado en función de otros factores, políticos, económicos o personales. Así, en algunos casos la vuelta se retrasó para ahorrar dinero y reinsertarse en mejores condiciones –situación frecuente en el caso de las familias–. Dentro de esa lógica, un caso extremo es el de una familia que estuvo a punto de volver en 1983 y luego en 1986, y finalmente lo concretó en 1996. Esta experiencia es vivida por ellos como un retorno que siempre estuvo decidido, pero que se fue postergando por ventajas profesionales y laborales en Francia y algunas incertidumbres iniciales sobre la situación política argentina. En su relato, mientras que la situación económica y laboral favorable aparece como una razón suficiente para quedarse en Francia, esa misma situación desfavorable en la Argentina no es suficiente para no volver, dado que lo hicieron y ya no volverían a Francia, a pesar de las crisis económicas sucesivas y de la falta de trabajo prolongada de uno de ellos.

    El presente texto pretende ser una historia racionalizada y a la vez introspectiva de un niño exiliado en Francia. Si bien es una historia compartida y bastante común en los años setenta y ochenta, la particularidad tal vez es que la vuelta a Argentina se haya realizado en 1996, siendo ya adolescente, una década después de la gran época de las vueltas del exilio. En el medio, una patria que con imaginación se irá armando, arañando la escasa información disponible en Francia respecto de Argentina. Esa patria imaginada, difícil de recuperar en la memoria sin divagar, se fue conservando en la numerosa documentación familiar y personal, en la cual hay cartas escritas en un pésimo castellano a mis primos, y otros tantos cuadernos de viaje escritos en francés. Luego, ya en Argentina, esa patria se seguiría construyendo, dejando constancia en más documentación escrita en un bilingüismo bastante típico que pronto dejará lugar a un castellano hegemónico, pero de escaso vocabulario, como lo podrán comprobar. Tal vez la mejor forma de darles a ciertas partes un sentido completo sería dejarlo en su idioma original, pero el bilingüismo se sacrificó para facilitar la lectura.

    Son pocos los argentinos que han vuelto tan tarde a su país, y el cambio en el ambiente de recepción es un dato relevante. Más allá de las historias personales, su interacción con la Historia es uno de los fenómenos a tener en cuenta. En ese sentido, no es llamativo que los que hayan conocido de adolescente la crisis del progresismo alfonsinista y luego el neoliberalismo pujante de los inicios del menemismo hayan podido romper ideológicamente con sus padres y vestirse con los nuevos estándares culturales del poder. En este libro pretendemos mostrar otro relato de la vuelta al país que se corresponde con la descomposición del neoliberalismo, sus consecuencias sociales y el derrotismo como modo de vivir el momento.

    A. La patria imaginada

    Como algunos saben, viví varios años en Parlyona, pequeño país de los tantos que hay entre Francia y España. Ahí en los Pirineos el cielo se ve más grande y las estrellas más cerca. Son numerosos los chilenos y uruguayos. Se canta y se guitarrea, se hacen empanadas y se toma mate, y se habla castellano a pesar de la lengua oficial francesa.

    De Parlyona siempre me llamaron la atención unos discapacitados que entre los niños llamábamos «mutantes», que solían hablar perfectamente ambos idiomas, tanto que nunca saben en cuál hablar frente a sus interlocutores. A veces a los grandes les hablaban en francés, a los chicos en castellano, y cuando se aburrían, su juego favorito era mezclar palabras haciendo su lenguaje entendible para pocos.

    1. La lengua perdida

    Si esta historia debe tener un lugar de inicio, este sería Valle Viejo, lindante con San Fernando del valle de Catamarca. Mi abuela fue profesora de francés, idioma que era muy difundido en Argentina. Cuántas veces habré escuchado de los argentinos que el francés era el idioma de la cultura, mientras que el inglés era el idioma de los negocios. En aquellos tiempos, el idioma extranjero que se enseñaba en la secundaria se repartía entre francés e inglés en partes iguales, hasta en lo más profundo del país. Ser profesora de francés debía ser una buena salida laboral para las mujeres que lo podían hacer, y en Catamarca no debía ser fácil lograrlo. A pesar de haber tenido cinco hijos, mi abuela siempre ejerció la docencia, y por lo que dicen, lo hacía muy bien. A su primera hija le puso «Poupée», apodo con el cual todos la conocen, aunque dudo que todos sepan lo que significa y cómo se escribe. A su segunda hija, mi madre, le puso Stella del Valle.

    Con 18 años, mi madre fue a estudiar profesorado de francés a Tucumán y de a poco se enganchó con la política. Luego del cierre de los ingenios azucareros por el gobierno de Onganía en 1966, Tucumán se había vuelto un lugar central en la lucha política nacional hasta 1976. En el marco de la decadencia económica de la provincia se dieron las revueltas de Villa Quinteros de 1969, el «Tucumanazo» de 1970, y luego el «Quintazo» de junio de 1972, cuyo epicentro fue la Quinta de la Facultad de Agronomía. En ese ambiente provincial acontecen los fusilamientos de Trelew, el 22 de agosto de 1972, que deciden a mi madre a militar activamente en el PRT en la Facultad de Letras. En esa organización conoció a mi padre en 1974 y militaron juntos hasta su distanciamiento del partido en el exilio.

    Una de las acciones que realizaba mi madre era ir en tren hasta Concepción, al sur de

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