El álbum secreto del Sagrado Corazón
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El álbum secreto del Sagrado Corazón - Rodrigo Parra Sandoval
literario
Primer álbum
Esta, querido primocordio,
es mi palabrita entrecortada
pero neblinosa
(Arnovio Filigrana)
En principio existía el Verbo
y el Verbo era Dios.
(Juan, 1, 1)
Yo soy la voz que grita
en el desierto.
(Juan, 1, 23)
Introito con fotos
Después de doce años de vida profana y de seis años en el Seminario Menor haciéndole al latín y gastando sotana los domingos, siempre es que son muchas las vainas que hay que recordar y como uno es tan desmemoriado lo mejor es darse sus ayuditas visuales como dicen y ponerle música a la procesión para no morirse de tedio, por eso hemos hecho el trato con el padre Falla de que este semestre tengo que darle una repasada sumamente cuidadosa a mi vida de seminarista para considerar las cosas con serenidad y sin carreras que de las carreras no queda sino el cansancio y me ha permitido emplear todo mi tiempo libre y el estudio de las noches en la preparación y organización del álbum que ya había empezado pero que no había podido terminar por los afanes de la clandestinidad, se siente uno culpable de algo pecaminoso con eso de usar el tiempo del latín en hacer álbumes de fotos y recortes de toda clase de cosas, pérdida de tiempo que lloran los santos pero que en este caso se ha convertido en algo útil y puede hacerse para honra y gloria de Dios y pidiendo la ayuda del Espíritu Santo, haciéndole su novena, para que ilumine el caletre de este su hijo chiflorines que cada día está más deschavetado, desvirolado, tejicorrido, zombificado, aseminaristado y etcétera, pero es que tengo fotos y recortes y estampitas en cantidades industriales que he ido recopilando tal vez por el deseo inconfesable de facilitarle el trabajo a mi biógrafo o por el deseo de imitar a mi abuela que guardaba toda clase de cabuyas, chécheres y hasta el álbum de fotografías de la familia que me contaba todas las noches mientras yo le tocaba la heloína para que se durmiera, mezquinaba todos esos cachivaches en el seibó, por supuesto que después no encontraba nada cuando lo necesitaba pero ahí está y no es sino buscarlo, lo peludo empieza con eso de hallarle el orden a este relajo de vainas aunque creo que el orden será el desorden que además quién va a saber, que ni yo lo sé, solo Dios y Él no protesta porque todo lo tiene perfectamente clasificado en su cabeza llena de sabiduría y lo demás qué más le da, solo que a esta su criatura tarada le es necesario y útil esto de debo poner orden al desorden mío, sacar las cucarachas y sembrar lirios, arar la tierra, removerla antes de la siembra, analizar sus contenidos minerales y nutrientes para saber qué abonos hay que echarle, todo eso dicen que es cierto, lo que pasa es que yo no sé qué quiero que me siembren, si esto o lo otro, o si quiero que me siembren vainas o no, está bien ser tierra fértil y no erial úreo, pero para qué sirve si lo van a llenar a uno de piedras, aunque a lo mejor es cierto que de las piedras manan ríos de leche y miel, o a lo mejor las piedras son preciosas, si así fuera ya se las habrían agarrado todas, pero en general el que siembra piedras recoge piedras que no dan leche, pero allí está, te falta la fe, eso es lo mero principal, y así va uno y viene como mecedora de abuela, con que lo mejor es seguir el consejo del padre Falla y jalarle al álbum, que además es un programa legal que hace rato llevo metido en la batidora, zarzo o cabeza que ya casi no me funciona por falta de algo intrigante desafiante desopilante, pues todo eso está prohibido en el seminario que ya no sé si amo u odio u que, u.
Microálbum familiar
LOS ABUELOS MATERNOS: Parado él en pose patriarcal, con aire de domador de tigres de Bengala, ojos azules chiquiticos, nariz aguileña grande como un hacha, la mano derecha protectora sobre la mecedora tejida de paja en que se sienta ella, óvalo resignado, trenzas largas, dulce, navegando ambos sobre una estera que se acuesta en el corredor de ladrillos rojos de la casa hacienda caucana de Costillará que se puebla de ganado de carne y leche que ordeñan y alimentan y curan ellos con específico El Tigre y con la ayuda de las siete familias de indios terrajeros que caminan agachados como aplanchados por la triste vida que cada día se pone más verraca.
LOS ABUELOS PATERNOS: Las mulas en caravana, los carrieles hinchados colgando de los hombros de los peones, el hombre arropado a medias con la ruana paisa, los pantalones de dril arremangados a lo atajador de puercos, las alpargatas, sudando como un buey con la romana y las cargas de café excelso, pilando maíz ella, ahumando la carne de res criolla, despachando arrieros a romper caminos desde Calarcá hacia el gran río de la Magdalena, los dos mirando tiesos al fotógrafo, poniendo su mejor cara de gesta colonizadora, escondiendo ella entre las mangas amplias la deshonra familiar de la hermana que se dejó engrupir del negro ese cagatinta de Buenaventura, de los sobrinos medio bantúes o bantuses o como diablos se diga, sonriendo ambos con la sonrisa austera de las fotos familiares tomadas para la posteridad.
UN TÍO ELEGANTE: Delfín, del principio, parado a lo Humphrey Bogart al lado de un taburete vienés tejido en esparto trenzado, melenas caramelo abundantes y onduladas partidas en medio de la frente, corbata anchurosa y corta de grandes pepas blancas sobre fondo rojo bermellón, pisacorbatas de oro, borceguíes cafés de punta cuadrada, vestido carmelita a rayas vastas, saco cruzado largo, pantalones campana con dobladillo, paraguas de mango de marfil tallado, espigado, nariz noble, mente enjundiosa, mirada intelectual, corazón de paloma, verbo florido, frente de soñador, predestinado a morir joven de alguna vulgar enfermedad tropical inconsecuente con su estampa.
UN TÍO NO ELEGANTE: Aquiledo, aquiledito, aquiledote, dos metros y pico de humanidad rústica, materia prima, manos de oso polar hosco, pies caudalosos, botas montañeras con suelas de llanta Goodyear, encorvado en la tiendita vendiendo pandeyucas, almojábanas y cucas, ruana sebosa, pensamiento difícil, nariz procaz, cejas de lobo, boca elemental, amontonando las monedas por tamaños y colores en la esquina de cualquier pueblo, arrastrando trabajosamente la puerca vida como si fuera un incómodo guango de leña.
Señas de identidad
PARTIDA DE MATRIMONIO: Arquidiócesis de Cali, parroquia de San Nicolás. Libro primero de matrimonios - Folio 70 No. 7 TEÓFILO FALLA Y ASCENSIÓN FLECHAS. En la parroquia de San Nicolás (Cali) el 28 de junio de 1940, cumplidas las prescripciones canónicas, fue presenciado por el Pbro. Espíritu Santo Rodríguez el matrimonio de Teófilo Falla, hijo de F. Teófilo Falla y Caridad Tenorio, bautizado en Piendamó (Cauca) el 24 de diciembre de 1915 (lib. 3 - Fol. 1) con Ascensión Flechas, bautizada en Cajibío (Cauca) el 13 de mayo de 1922 (Lib. 69 - Fol. 96). Fueron padrinos F. Teófilo Falla y Fe Puentes. Doy fe, Espíritu Santo Rodríguez. Cali, abril 9 de 1948.
PARTIDA DE BAUTISMO: Arquidiócesis de Cali - Parroquia de San Nicolás. El suscrito cura párroco certifica que en el libro de bautismos No. 33, folio No. 69 se halla la siguiente partida: "F. Teófilo Falla - En la iglesia de San Nicolás a 28 de diciembre de 1940 bauticé solemnemente a F. Teófilo que nació el mismo día del mismo mes - hijo legítimo de Teófilo Falla y Ascensión Flechas - Abuelos paternos: Caridad Tenorio y Teófilo Falla - Maternos: Rigoberto Canales y Esperanza Flechas - Padrinos: Jesús Arboleda y Asunción de Arboleda. Doy fe, Poncio Peláez. Es copia fiel.
Los juegos:
sobre aves y vericuetos
Que si quiere que le eche el cuento de la gallina enana,
del pollo zancón y del gallo capón.
Bueno.
Que no he dicho que bueno sino que si quiere
que le eche el cuento de la gallina enana,
del pollo zancón y del gallo capón.
Échelo.
La cría de gallinas alharaqueras, matemos el
gallo, matémosle, nunca más hará cocorí cocorá,
los pollitos dicen pío pío cuando tienen hambre
cuando tienen frío.
Que no he dicho que lo eche sino que si quiere
que le eche el cuento de la gallina enana, el
pollo zancón y el gallo capón.
Está bien,
La sarabiada,
la gallineta negrogris enlutando la tarde,
blanco es, gallina lo pone, frito se come,
huevo se llama.
Que no he dicho que está bien sino que...
la gallina saratana puso un huevo en la ventana,
puso uno puso dos puso tres
puso cuatro puso cinco puso seis.
Las gallinas toman agua y alzan el pico al
cielo en acción de gracias al Señor.
La casa empinada de don Federico, el viejito barrigón y artrítico. El Sagrado Corazón carmelita entronizado, bendice este hogar Señor y favorécelo contra los embates del demonio el mundo la carne, con su lámpara votiva titilante tímida, sus dos floreritos blancos, sus margaritas de monte nadando en un cielo raso lejano, la música portátil de los zancudos agudos, un retrato de medio cuerpo de Gaitán con su gesto de a la carga, la ventana enana, el barranco al lado de la casa, la tierra gredosa delgadita como para hacer carreteras, puentes, túneles, despeñaderos, el aire empozado obeso, carritos de madera con ruedas de tapas de cerveza Dos XX, La Reina, las tejas rotas chorreando en los alerones, los corredores enchambranados inasibles con piso de tablas espaciadas, las raspaduras de las caídas en las piernas formando carachas como de cartas lacradas, el deseo impaciente cosquilloso de ser chofer, de manejar El Emperador verde botella, El Monarca azul y amarillo mirla, la carretera obra de ingeniería suicida, el carrete de hilo con muesquitas pasando el caucho por el agujero y el palito amarrado al caucho, darle cuerda hasta reventar, el carrete andando
por los vericuetos,
los derrumbaderos,
los abismos,
las arenas movedizas quietas,
agazapadas,
introvertidas,
egocéntricas,
traicioneros estómagos lentos.
Cómo nos urbanizamos
Y así, hasta que comenzaron a salirse todos, dejando semiolvidados sus indios y sus arrieros, casi sin darse cuenta, sin realmente decidir, como títeres disparados por resortes diversos, por melancolías, por letras, por el precio del café, por los ruidos del tren, mucho peso y poca plata, por los malos vientos, porque sí, graneaditos, uno después de otro, otro detrás de uno, fueron cayendo en hervideros humanos, cocinando sus carnes biches en caldos desconocidos, el tío elegante primero, la abuela después, los otros, hasta que comenzaron a hacer almohadas de lo que encontraron y se quedaron allí, asombrados, gustando ese nuevo calor seco y astringente de la ciudad, a pedacitos, como leyendo una página en Morse, entrecortadamente.
Los adioses
BUGA, LA CIUDAD SEÑORA: casas semisolariegas con prohibidos patios interiores que revientan de totumos rajados que muestran sin modestia los intestinos hilachosos que parecen envueltos en una tupida malla de chicharras que disimulan su indolencia orquestando cuchillos de sed,
LA ESTACIÓN DEL TREN: un hombre gordo de vida desabrochada con su enorme barriga sudorosa, una pistola como la de Hopalong Cassidy engarzada en su correa de cuero curtido, Teófilo cuide a su hermanita mientras voy a comprar los tiquetes, un automóvil Ford modelo cuarenta, una carretilla de dos caballos, llantas Goodyear rellenas de papel periódico, anteojeras negras,
LA ANESTESIA DE LAS DOCE DEL DÍA: el andén de tierra reseca, por qué no vendrá mi papá a ayudarnos con estos baúles tan pesados, los tres tiquetes en las manos de la señora, los baúles amarrados cuidadosamente con cabuya, las chuspas repletas de cosas, los dos niños de ocho y cinco años, los tres callados esperando el tren que los lleve a Cali, lejos de ese polvero