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El quinto país del mundo: 1 historia, 214 millones de migrantes y 10 prejuicios
El quinto país del mundo: 1 historia, 214 millones de migrantes y 10 prejuicios
El quinto país del mundo: 1 historia, 214 millones de migrantes y 10 prejuicios
Libro electrónico167 páginas2 horas

El quinto país del mundo: 1 historia, 214 millones de migrantes y 10 prejuicios

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Este libro aborda la cuestión de las migraciones y las circunstancias que afectan a los migrantes (la incertidumbre ante lo desconocido, la adaptación, los prejuicios, la intolerancia, la idea de pertenencia, el desarraigo) desde una triple perspectiva: la historia personal, el estudio de la realidad y el análisis de los prejuicios existentes sobre el tema. La historia personal representa la historia de millones de personas en el mundo que toman la decisión o se ven obligadas a emigrar. El estudio del proceso migratorio tiene en cuenta qué son las migraciones, cómo se producen y por qué, cuáles son sus pautas y características, qué importancia tienen las comunidades de apoyo y la integración Las percepciones erróneas que los españoles tenemos ante la emigración quedan desmontadas con la aportacion de datos y cifras precisos. El libro se completa con 8 páginas de fotografías y con numerosas tablas y gráficos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ene 2016
ISBN9788428564052
El quinto país del mundo: 1 historia, 214 millones de migrantes y 10 prejuicios

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    El quinto país del mundo - Begoña Olabarrieta Canudo

    Prólogo

    Este trabajo de Begoña Olabarrieta llega en un momento sumamente oportuno. A Europa está llegando una avalancha de personas provenientes de distintos países con conflictos que dificultan el poder vivir en ellos.

    Las imágenes que desde hace unos meses estamos viendo en la televisión son estremecedoras: mujeres embarazadas, hombres jóvenes y preparados, mujeres y hombres mayores, algunos en sillas de ruedas, niñas y niños ateridos por el frío y el miedo, bebés llorando… son imágenes que difícilmente dejan impasible a quien las ve. Los gobernantes de los distintos países de la Unión Europea no son capaces de encontrar una solución para dar una acogida digna a estas personas. Han llegado a algunos acuerdos sobre los cupos a cubrir por cada uno de los Estados miembros, pero solo en el papel porque a la hora de la verdad las personas acogidas reales distan mucho de los cupos a los que se comprometieron.

    Además de llegar en un momento muy oportuno por la rabiosa actualidad del tema que aborda, Begoña tiene la habilidad de ir poniendo rostro a los números a través de la historia de los Acuña. Las primeras páginas de este libro nos narran la historia de esta familia que salió de España en la posguerra y que, después de la tercera generación, regresa desde Venezuela, país que los acogió, para vivir nuevamente como inmigrantes en su país de origen. Los Acuña son una familia de transterrados, como muchos de los que tienen que abandonar sus países por motivos políticos, seres humanos que al final no se sienten ni de una tierra ni de otra.

    La historia de los Acuña acerca los datos fríos y distantes de las estadísticas. ¿Quién de nosotros no ha conocido algún amigo o tiene algún familiar que en los años 50 o 60 emigró a Alemania, Suiza, Francia en busca de un futuro y un presente que entonces aquí no se podía encontrar? Allí vivieron su juventud, se encontraron con la dificultad añadida del idioma; allí tuvieron sus hijos y luego sus nietos. Al final algunos de ellos decidieron volver a España, donde reviven de alguna manera el reverso de la historia como inmigrantes.

    «Sin migraciones no hubiéramos llegado a desarrollarnos como humanos, ni hubiera existido la civilización. Sin movimiento de personas, ideas, costumbres y culturas, el conocimiento no se habría desarrollado hasta lo que es hoy o lo que será mañana», afirma Begoña.

    No podemos olvidar las migraciones de nuestro país. De 1882 a 1935 fueron más de tres millones y medio de españoles los que viajaron a las Américas en busca de un mundo mejor. Poco después de la posguerra española muchos exiliados, más de 220.000 –algunas fuentes hablan de 400.000–, pidieron asilo en distintos países, muchos de ellos latinoamericanos, principalmente en México y Argentina y en una menor medida en Chile, Cuba y República Dominicana. Cuando ahora vemos imágenes de aquellos momentos, españoles llegando a las costas de Argentina o alguno de estos países, se diferencian poco de las pateras, de los barcos atiborrados de personas que llegan a las costas europeas procedentes de otros países en guerra.

    Pero la memoria es frágil y se nos ha olvidado nuestro pasado no tan lejano. Ahora recelamos de los que llegan a nuestro país como un día lo hicieran con los españoles que emigraban en busca de un lugar más rico y seguro.

    Y esto no es solo propio de España y los españoles. Recuerdo cuando en 1998 estuve grabando un programa en Guatemala, un país bellísimo pero con unas grandes desigualdades económicas, con unas enormes bolsas de pobreza y una horripilante historia de violencia ejercida contra el pueblo por las clases dominantes.

    En este país pude entrevistar a personas, emigrantes llegados de otros países como Honduras o El Salvador. En ellos se repetían las historias de exclusión y rechazo que en gran parte de las ocasiones viven las personas que abandonan su país en busca de un futuro mejor. Y pude comprobar, como bien dice Begoña, «que los prejuicios y los tópicos no son monopolio de las sociedades de acogida, de los que reciben frente a los que llegan, sino que son una realidad de pensamiento que todos, en algún momento de nuestra vida… tenemos y ejercemos para bien y para mal».

    Me parece sumamente interesante el análisis detallado que Begoña hace sobre las percepciones que los españoles tenemos ante la emigración que nos llega para ir desmontando cada una de ellas, y no con elucubraciones sino con datos y cifras que avalan su opinión.

    Termino este prólogo con una afirmación ya hecha en él: las migraciones son un fenómeno que va unido a la historia de la humanidad, se han dado, se dan y se seguirán dando. Las personas de los países que están en situación de extrema pobreza y no tienen nada que perder seguirán viniendo por muchas vallas y muros que se levanten. Muchos morirán en el intento, pero otros lo lograrán y vendrán para quedarse.

    Los habitantes de los países en guerra seguirán metiendo sus pequeñas posesiones en una mochila y caminarán kilómetros a pie, en coche o en barcos; cruzarán países, con sus hijos, con sus padres, con sus mujeres… lejos de las balas y las bombas que les impiden poder vivir una vida normal. Dicho esto, acabo con una de las afirmaciones de Begoña: «Lejos de cerrar a cal y canto las fronteras, deberían pensar a largo plazo en las proyecciones demográficas y de desarrollo que se esperan para los próximos años, contemplando que los cierres de hoy tendrán consecuencias mañana».

    Carmen Sarmiento

    Noviembre de 2015

    Prefacio

    Conocí a Carmelina Ruiz de Acuña hace alrededor de seis años a través de su hija Lolita, de quien hoy puedo decir que es una de mis más queridas amigas. En aquel entonces, y espero que me perdonen la indiscreción, Lolita y su madre estaban pasando una mala época, con una fuerte sensación de soledad, desarraigo y frustración ante unas expectativas insatisfechas tras llegar al país que debería haber mejorado su situación. Atrás, la venta de sus negocios, sus casas y enseres en Venezuela para volver a empezar de nuevo.

    Carmelina y Lolita son venezolano-españolas y toda la familia que tienen residiendo desde hace siete años en España lo es también por origen, por nacimiento o por matrimonio.

    Yo había estudiado y leído mucho sobre los sentimientos de desarraigo de la inmigración y sobre las dificultades de comenzar una nueva vida en un país extraño; aun teniendo un pasaporte válido y hablando, más o menos, el mismo idioma. También había leído sobre el síndrome de Ulises y sobre cómo trasladarse y dejarlo todo atrás puede ser, o parecerlo así en algún momento, la peor decisión que uno ha tomado en la vida. Cuando conocí a los Acuña lo leído pasó a lo vivido y lo aprendido a lo compartido.

    En aquel entonces trabajaba en una ONG dedicada a la acogida de inmigrantes en Jerez de la Frontera. Como a Carmelina, conocí a otras muchas personas que atravesaban momentos difíciles en una sociedad que no siempre era buena receptora de nuevas ideas, gentes, costumbres y formas de ser y pensar.

    Cuando me propusieron escribir este libro para hablar de inmigración e inmigrantes, la primera persona que me vino a la mente fue Carmelina, su historia y la de su familia, algo así como un cante de ida y vuelta: la historia de una mujer que llega a la Venezuela de la década de los 50 y que después de cincuenta y seis años ve cómo su nieto Andrés, con tan solo diecisiete, decide regresar al que fue el país de sus bisabuelos, y tras él, la familia casi al completo.

    Hoy Carmelina Ruiz de Acuña es octogenaria, española de nacimiento, venezolana por amor y retornada por familia. Ella representa la historia de millones de personas en el mundo que, en algún momento o en más de uno, toman la decisión o se ven obligadas a emigrar.

    Son migrantes. Lo dejan todo atrás: sus familias, sus amigos, sus casas, sus trabajos, sus muertos. Empiezan una vida nueva en un país distinto, con culturas, idiomas y, en muchos casos, religiones diferentes. Un camino cargado de esperanza en el éxito, en el bienestar de los suyos y, quizá, en el retorno algún día.

    El de Carmelina es uno de esos relatos migratorios en los que las historias se repiten, en los que lo desconocido, la adaptación, los prejuicios, la intolerancia, la idea de pertenencia y el desarraigo parecen haber cerrado un círculo que salió de la España de la posguerra y retornó en la de la crisis.

    Quiero agradecer a Carmelina, a Lolita y a su hijo Andrés la confianza que han depositado en mí, las horas convividas y habladas, alrededor de una buena mesa, para poder conocer mejor la historia de esta mujer excepcional que enterró a sus padres españoles en Venezuela y a su marido venezolano en España.

    Sus relatos me han servido para entender mejor el proceso migratorio, las pautas y características de las migraciones, y entrar así a describir qué son, cómo se producen y por qué. También para hablar de prejuicios y falsas ideas que condicionan la incorporación de los migrantes a sus nuevas realidades, facilitando, o no, lo que damos en llamar integración.

    No he podido, sin embargo, abordar cada uno de los aspectos de las migraciones actuales en un entorno tan cambiante como es la España de hoy; algo imposible en una sola obra, dado que son muchos y muy diversos los ángulos desde los que mirar esta realidad. Pero sí espero haber conseguido trasmitir una visión, mi visión basada en hechos, de lo que es y ha sido siempre la necesidad del ser humano de desarrollarse y mejorar su vida en el escenario más propicio para ello, esté donde esté.

    Una historia: Los Acuña, un cante de ida y vuelta

    Carmelina Ruiz de Acuña ha cumplido ya los ochenta. Española de nacimiento, venezolana de vida y sentimiento, y hoy de regreso en el país que la vio nacer, representa la historia de millones de personas en el mundo que viven o han vivido fuera de su origen, de su cultura y de su entorno.

    La de Carmelina es la historia de muchas familias transmigrantes dispersas por diferentes

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