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Las rutas del exilio
Las rutas del exilio
Las rutas del exilio
Libro electrónico158 páginas1 hora

Las rutas del exilio

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Las ocho historias en que se basa Las rutas del exilio son reales. Pertenecen a sus protagonistas, que las vivieron en sus carnes, y en ellas no hay más telón de fondo que la cruda realidad del exilio y de la Guerra Civil.

Son, si se quiere, historias que pertenecen a la Historia y que, en un ejercicio que aúna rigor y amenidad, Marc Ripol ha rescatado de la voz de quienes se vieron obligados a abandonar España y a probar suerte en otro país con el único objetivo de salvar la vida. Por estas páginas desfilan personajes casi anónimos que hicieron lo indecible por sobrevivir y ayudar a los demás, crónicas de la bondad y el sacrificio humanos, de las ganas de luchar incluso cuando la adversidad mina la moral y las fuerzas. Setenta años después, de aquellos hechos sólo queda —como escribió Machado, protagonista de uno de los ocho capítulos—, "la palabra quebrada y temblorosa".

"La enorme virtud de un libro como el de Marc es que me obliga a recorrer esos paisajes porque me los ha llenado de historias y de personajes. En cada recodo de los caminos que describe hay una historia; en cada curva hay un grito de desesperación o una razón para que alguien siga vivo; en cada manantial, una sed que ha sido saciada en circunstancias dramáticas. Este libro hace que, para gente como yo, las piedras hablen. Y, por tanto, se carguen de sentido." Jorge M. Reverte
IdiomaEspañol
EditorialAlhenamedia
Fecha de lanzamiento1 oct 2007
ISBN9788418086137
Las rutas del exilio

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    Las rutas del exilio - Marc Ripol Sainz

    Marc Ripol

    Las Rutas del exilio

    prólogo de jorge m. reverte

    ilustraciones de josep bartolí

    © del texto, 2007 by Marc Ripol

    © del prólogo, 2007 by Jorge M. Reverte

    © de las ilustraciones, 2007 by Josep Bartolí

    © de esta edición, 2020 by Alhena Media

    Director editorial: Francisco Bargiela

    Director de la colección: Juan de Sola Llovet

    ISBN: 978-84-18086-13-7

    Publicado por:

    alhena media

    Rabassa, 54, local 1

    08024 Barcelona

    Tel.: 934 518 437

    alhenamedia@alhenamedia.info

    www.alhenamedia.info

    Reservados todos los derechos. Ningún contenido de este libro podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright.

    Indice

    Prólogo, por Jorge M. Reverte

    Introducción

    La Guerra Civil y el exilio

    Las cinco oleadas de refugiados

    La cornisa cantábrica

    El Alto Aragón y la batalla del Ebro

    La caída de Cataluña

    El último éxodo

    En el exilio

    Los campos

    La Segunda Guerra Mundial

    Año 1975

    Las rutas del exilio

    I. El Esquinazau: Bajo dos banderas tricolores

    Bielsa – Parzán – Aragnouet)

    II. Antonio Gracia: ¿Acaso han pedido perdón alguna vez ellos? (Camprodon – Molló – Prats de Mollo)

    III. María García: Una isla de humanidad en medio del infierno (Puigcerdà – Bourgmadame – Argelers – Elna)

    IV. Josep Bartolí: Si mi hijo está vivo… (Olot – Oix – Beget – Lamanère)

    V. El Gobierno Republicano: Hemos perdido la guerra (Agullana – La Vajol – Les Illes)

    VI.Los cuadros del Prado: un rasguño en el 2 de mayo

    (Figueres – La Jonquera – Le Perthus)

    en la ruta

    VII. Antonio Machado: Una sábana es suficiente

    (Portbou – Cerbère – Collioure)

    VIII. De Tapis a Coustouges

    Cronología de la Guerra Civil y del Exilio

    Bibliografía

    Agradecimientos

    Exiliado: toda persona que se encuentra fuera del país del que tiene la nacionalidad por temor a ser perseguida a causa de su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social o de sus opiniones políticas, y que no puede o, debido a ese temor, no quiere acogerse a la protección de ese país.

    Convención de Ginebra, 1951

    Prólogo

    No conocía a Marc Ripol a la hora de escribir esta introducción. Sí conocía algunas de las historias que narra en su obra, y estaba preparando un viaje por los mismos parajes que describe para documentar un libro en torno al final de la guerra en Cataluña.

    Lo cierto es que me acerqué al libro con una mezcla de curiosidad y de aprensión. La curiosidad estaba justificada. Me gusta viajar, y los viajes que describe Marc Ripol tenían, a la vez para mí un interés suplementario, que era el de situar unas determinadas acciones en su lugar físico.

    La aprensión estaba relacionada con el rechazo que suelo sentir a las evocaciones excesivas. No disfruto con el afán escatológico que se ha desatado en nuestro país por convertir muchos paisajes en lugares de culto pagano en que se evoca y conjura el espíritu de los mártires. No entiendo que el homenaje a quienes lucharon por causas más o menos justas deba convertir la geografía en un punteo de lugares sagrados. Pienso que esa exacerbada arqueología de la muerte no coincide de manera exacta con otra cosa en la que sí estoy de acuerdo: la devolución de su dignidad a las víctimas de la guerra civil española y a sus familias. La identificación de cadáveres de las fosas comunes, la preparación de sepulturas dignas, la recuperación de la historia de cada uno, son cuestiones a las que nadie mínimamente bien nacido debería oponerse.

    Desde que leí las primeras páginas del libro, la aprensión se alejó de mí, y me pude concentrar en su contenido. Las historias que me fui encontrando eran tan sugestivas, y estaban contadas de una manera tan sencilla y fiel a los acontecimientos que se describían, que me enfrasqué en la lectura, apasionado por unas historias de un contenido dramático que, por fuerza, me llevaban a reconstruir en la imaginación los sucesos de los años de la guerra civil.

    En eso consiste el mayor placer de la lectura. Que es, realmente, mi deporte favorito.

    La historia del Esquinazau, un aragonés de esos que los libros de ficción intentan recrear para dar cuenta de personajes novelescos que pueden ser el paradigma de una raza de hombres. Valiente, tozudo, inteligente y comprensivo con sus hombres. Un auténtico conductor de hombres, pero de hombres libres, que protagonizó, junto con sus soldados de la 43 división, uno de los episodios de mayor contenido épico de la guerra en la zona de Bielsa.

    Los demás, casi todos son dramáticos, representativos de uno de los mayores éxodos que se han producido en la historia contemporánea de Europa. En apenas dos semanas, medio millón de personas desesperadas, hambrientas, pasaron la frontera francesa empujados por el pánico a la represión de los ejércitos de Franco, que les pisaban los talones con la escasa oposición de las pocas unidades republicanas que aún tenían moral para combatir y fusiles para disparar.

    En ese éxodo de proporciones bíblicas se mezclaron las historias personales con los acontecimientos históricos. Pero yo no concibo que una cosa se pueda registrar sin la otra. Y en el libro de Marc Ripol se puede comprender el enorme significado de aquellos hechos con la simple atención a la historia de Amadeo Gracia y su familia, plasmada en su momento en una fotografía que dio la vuelta al mundo y la seguirá dando durante muchos años. Los seres ateridos de frío que luchan por alcanzar la salvación. ¿La salvación? Lo que venía después se convirtió en un infierno distinto en casi todos los casos.

    El viaje del poeta enfermo, de Antonio Machado, que se dirige a Collioure acompañado de su madre, una mujer que ya está por encima de los acontecimientos y que pregunta constantemente a su hijo «¿Cuándo llegaremos a Sevilla?».

    O la compleja evacuación del mayor tesoro artístico que ha viajado nunca a través de las fronteras del continente para cumplir la voluntad de Manuel Azaña y muchos otros dirigentes republicanos: salvar lo mejor del Museo del Prado, que les parecía que era «más importante que la Monarquía y la República juntas».

    No pertenezco a una raza demasiado emparentada con la capra hispanica. En mis genes hay un alto porcentaje de compuestos químicos perezosos y mi curiosidad por las vistas grandiosas se acaba cuando he asistido a dos espectáculos naturales en el plazo de veinticuatro horas. Me basta con haber visitado una vez las cataratas del Iguazú, mientras que voy a Nueva York cada vez que puedo a perderme por la Quinta Avenida. En el terreno y cotidiano vivir doméstico, me encanta pasear despacio la Gran Vía de Madrid y fijarme en el paisaje humano, para construir una historia de cada personaje que me cruzo. Cuando estoy en Barcelona, eso lo hago en las Ramblas, donde no me detengo a analizar a las estatuas vivientes ni a las floristas, sino a quienes se detienen a mirarlas.

    Con los bosques ese deporte se acaba enseguida: visto un pino, vistos todos los pinos.

    La enorme virtud de un libro como el que ha hecho Marc es que me obliga a recorrer esos paisajes porque me los ha llenado de historias y de personajes. En cada recodo de los caminos que describe hay una historia; en cada curva del camino hay un grito de desesperación o una razón para que alguien haya continuado vivo. En cada manantial, una sed que ha sido saciada en circunstancias dramáticas.

    Este libro hace que, para gente como yo, las piedras hablen. Y, por tanto, se carguen de sentido. ¿Cómo no se va a disfrutar de una comida en el lugar donde la compartieron Aguirre y Companys cuando no tenían dinero ni para pagar una tortilla? ¿Cómo no conmoverse en el camino de Machado, y cómo evitar recordar algunos de sus versos en el camino de Portbou a Collioure?

    Quienes conocen el Pirineo saben que lo que se incluye en este espléndido libro ayuda a hacer un camino repleto de placeres para casi todos los sentidos. Pero cuando hayan leído las páginas que siguen, van a volver a hacer sus caminos, porque descubrirán ese testimonio de las piedras. De las piedras que hablan por boca de Marc Ripol en un libro tan bien escrito como documentado.

    Mi pereza y yo estamos haciendo la mochila. No sé si se lo voy a perdonar.

    Jorge M. Reverte

    Introducción

    El exiliado está obligado a renacer, a reinventarse a sí mismo. Debe superar el dolor por las personas que ha dejado atrás, el hijo o el cónyuge, el amigo o el hermano. Debe hacerse a la idea de que lo que conocía desaparece de su vista: atrás quedan vida e ilusiones, familiares y amigos, ideología y posesiones. En su lugar aparece un paisaje nuevo, una gente distinta, otras costumbres, un idioma diferente. Y, en contra de su voluntad, tiene que familiarizarse con esa nueva sociedad, y debe hacerlo a toda prisa. Hay que luchar por la supervivencia, por seguir adelante, y esa tarea no deja demasiado tiempo para lamerse las heridas ni para recrearse en añoranzas. Aun cuando rehaga su vida, cuando encuentre un trabajo acorde con su preparación, cuando aprenda el nuevo idioma, el exiliado seguirá siendo un desterrado que en ningún momento olvidará que

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