En otoño de 1938, la policía burgalesa recibió una inquietante información: elementos republicanos infiltrados en la ciudad planeaban atentar contra el general Franco o, en su defecto, contra el ministro del Interior, Ramón Serrano Suñer. La delación, mantenida en el anonimato, movilizó al Servicio de Información y Policía Militar durante tres meses y derivó en la redacción del Informe Benlo. Fruto de dichas pesquisas, medio centenar de personas fueron procesadas de las cuales quince afrontaron un incierto Consejo de Guerra.
BURGOS, EPICENTRO DEL LEVANTAMIENTO
El 19 de julio de 1936, veinticuatro horas después de producirse el «Alzamiento Nacional», Burgos se postuló, junto a Salamanca, como punto neurálgico para los insurrectos. Aquel día, el general franquista Emilio Mola sustituyó al republicano Domingo Batet al frente de la recién creada VI Región Militar y la ciudad inició el camino hacia la capitalidad del bando rebelde. A lo largo de los meses, la localidad castellana albergó la Junta de Defensa Nacional, contempló el nombramiento de Francisco Franco como Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del Estado, acogió el primer Consejo Nacional de FET y de las JONS y alumbró la formación del primer Gobierno insurgente, entre otros. Estos hechos, unidos a la residencia del Caudillo en el