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Te Perdono
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Libro electrónico290 páginas10 horas

Te Perdono

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"Te perdono" es una fascinante obra literaria que combina la profundidad emocional de una novela romántica con los valiosos consejos de un libro de autoayuda. Con una narrativa cautivadora, cada capítulo del libro sumerge al lector en el complejo y apasionante mundo de los sentimientos.

Los autores, con su pluma elocuente y perspicaz, explora las sutilezas y diferencias entre el amor y el enamoramiento, desentrañando los misterios de estas poderosas emociones y revelando su verdadero propósito en nuestras vidas. A medida que avanza la historia, el lector descubre cómo los sentimientos pueden influir en nuestras decisiones y relaciones, pudiendo utilizar esta guía valiosa para comprender mejor sus propias experiencias amorosas.

A lo largo de las páginas, el autor desentraña los aspectos más desafiantes de las relaciones, abordando temas como la conquista, los celos, el adulterio y las mentiras. Con una combinación de sabiduría, introspección y anécdotas cautivadoras, el autor nos invita a reflexionar sobre nuestras propias acciones y motivaciones, alentándonos a encontrar la sanación y el crecimiento personal.

El clímax del libro llega de manera sorprendente, dejando al lector con una sensación de asombro y revelación. Los autores nos guían a través de un desenlace inesperado, donde se fusionan los hilos de la historia y se revela una verdad profunda que cuestiona nuestras creencias arraigadas sobre el amor y el perdón.

"Te perdono" es una obra literaria única que logra combinar el romance cautivador con una perspectiva enriquecedora de la vida y las relaciones humanas. Este libro se convierte en un compañero de viaje, brindando una mezcla perfecta de entretenimiento y reflexión, permitiéndonos explorar la complejidad de nuestras emociones mientras nos inspira a perdonar, amar y crecer.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 jul 2023
ISBN9798223849643
Te Perdono

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    Te Perdono - Mariano D. Gutiérrez

    De métrica y rima

    Desconozco de las tintas desplegadas

    los esplendores que la mente inspira,

    no he sabido convertir el verso en lira,

    sólo acerco palabra con palabra.

    Paso así las emociones de mi vida,

    más no vi todo lo que más quisiera,

    de los selectos cantares que se hicieran,

    ni de la métrica línea embellecida.

    No me reconozco más que un expectante

    de los que saben hilvanar las voces,

    amante del verso de los que conocen,

    un hijo que mira la historia del hablante.

    Tal vez la esencia me ensaye referente

    del tibio anhelo por el justo verso,

    dejando decir al canto un universo,

    de fausta libertad, indiferente.

    Y solidario con la última cuarteta,

    admiro estrofas más que referencias,

    he visto triunfar la falta de cadencia,

    soy verso y soy pasión: no soy poeta.

    Primera noche: Tú sentirás...

    ––––––––

    Sin esas saladas gotas que acompañan la emoción... sin pasión, sin euforia, sin ternura, sin sonrisas... ¿Es posible concebir un mundo? Creo que NO.

    El carro

    El potro tira, y el carro en su movida,

    con el trajín, a sus ruedas, va gastando;

    trastos varios, al andar va transportando,

    por una huella, que dejó a la senda, herida...

    Ruidoso, carga entre barandas odio, amor,

    libertad, tristeza y alegría,

    esclavitud, coraje y cobardía,

    dolor, escepticismo, fe y rencor...

    Nostalgia, indiferencia, terquedad,

    sinceridad, paciencia, comprensión,

    tranquilidad y desesperación,

    esperanza, idolatría, paz, maldad...

    Suerte, verdad, honor, profundidad,

    engaño, acierto, y equivocación,

    piedad, infortunio, tentación,

    lujo, escasez, y oportunidad...

    Miseria, fuerza, pereza y ansiedad,

    pena, olvido, nobleza y patriotismo,

    ignorancia, inteligencia, fin, cinismo,

    voluntad, temple, y debilidad.

    Recuerdo, valor, miedo, belleza,

    fealdad, aptitud, cuidado y gracia,

    principio, ideal, victoria, audacia,

    derrota, mentira, lid, destreza.

    Justicia, traición y lealtad,

    igualdad, rechazo, diferencia,

    atracción, deseo, novedad,

    facilidad, envidia, y experiencia.

    Dificultad, salud y enfermedad,

    exactitud, astucia y salvación,

    sorpresa, misterio, ardid, pasión,

    vigilia, sueño y estabilidad.

    Claridad, casualidad, oscuridad,

    interés, actividad, quietud,

    certeza, incertidumbre y actitud,

    entereza y solidaridad.

    Matemática y probabilidad

    desacuerdo, conveniencia, desazón,

    dirección, ruptura, acuerdo, unión,

    bien, pureza y superficialidad.

    Causalidad, efecto y posibilidad,

    seriedad, vergüenza, e inconsciencia,

    poder, enseñanza, fiesta y ciencia,

    credibilidad y pusilanimidad.

    Orden, caos, confianza e inocencia,

    cariño, virtud, táctica, estrategia,

    angustia, reiteración, sinergia,

    catarsis, entropía y obediencia.

    Dice el viejo, que al carro, lleva lento,

    para que nada se caiga en el camino,

    porque la carga es de uso y de destino,

    y aunque no todo le gusta, va contento...

    De ojos buenos, barba larga y piel curtida,

    es Dios el viejo, y tú, el que va al tranquito,

    desgastando, la madera y los fierritos,

    de las ruedas del carro de tu vida.

    Por llegar al mundo fabricas sentimientos. Eres el gran disparador de intimidad en él. Eres nada más y nada menos que sueños y temores, euforias y pasiones, dramas y amarguras. El desprecio o el amor.

    Ten en cuenta que la vida cotidiana compromete, involucra con el alrededor. Somos los escribas de la historia del afecto. Hacemos apuntes morales que cuentan, como reloj suizo, lo que afecta y su reacción en cada segundo. Esto es la esencia del amor o el desengaño que se encuentra en los caminos.

    No es mundo el mundo contemplado en mapas, sino aquel magma social del juego intenso de las intimidades.

    En cosas del sentir, es dura la lucha contra el propio pensar, y mucho más contra el ajeno. El pensar es propiedad de todos y se puede cuestionar. El sentir es la fuerza de una emoción que te pertenece.

    Aquí sentado me pregunto, ¿quién soy yo para meterme con la vida?, ¿quién soy yo para incurrir en propiedad de otro sentir?... No cualquiera se atreve con la vida; sólo quien hace su propia libertad con audacia e inquietud. Por eso, primero te hablo...

    Me aventuro con la historia del origen del sentir...

    Quien quiera saber del río debe ir a su vertiente. Todo lo que nos pasa en el alma arranca con la primera gota en el pecho de una madre. Siempre sobrarán traidores de herencias. Grandes torpes que se alejarán del milagro de los padres, lo olvidarán, lo reñirán o tirarán. ¡Ay de ellos! Siempre luego y perdidos, llorarán con el ácido humillante del dolor quemándoles sus rostros con su propia ingratitud.

    No debe la distancia con sus largos brazos

    convertirse en servil peón de lo lejano...

    Debe redimirse, aunando lazos

    y fraterna erguirse, entre los humanos...

    La margen al hombre, no acércale el agua,

    por más que sus bestias beban sin cesar...

    Humano ostracismo, se convierte en fruto

    al que lo degustan, siempre, los demás.

    Si estás impaciente, cálmate, voy a contarte algo del origen del afecto.

    A mi juicio, el sabio Harry Harlow entrometido inspector de los vericuetos de la mente, dio en la tecla con la clave del sentir. En un laboratorio juguetón, se entretenía con monitos bebés criándolos con madres artificiales. Unas de alambre con biberones simulando mamas, y otras de piel como la de una madre auténtica. Los pequeños se alimentaban con la madre de alambre, pero apasionadamente se abrazaban a la forrada con piel, que satisfacía su necesidad de contacto.

    "Te quiero bien arreglada,

    te quiero bien educada

    te quiero bien intencionada

    te quiero bien preparada

    te quiero bien ubicada

    te quiero inmaculada

    pero lo que más me importa...

    es que te quiero aquí".

    Un colega de aquel, el inquieto John Bowlby continuó investigando, pero con humanos, y cuando menos lo esperó, se encontró definiendo la conducta del apego. La vida es tormenta y no hay nada más imperioso que aferrarse a lo más firme para subsistir.

    A todo pequeño no lo une con su madre tan sólo el alimento. Aquel mero sostén, sólo es compañero en la innata búsqueda de emociones para soportar tempestades y así sobrevivir. Pero el crecer busca otros brazos para conquistar, además de los que dieron vida. Entre tanta búsqueda y tan pocos encuentros, nadie ha muerto sin haber sido feliz alguna vez. El último día debería ser el que clausure la epopeya.

    Como aire a los pulmones, la vida necesita del cariño. Torpe el que, con panes, abrigos y juguetes, cree ir más lejos que dando un abrazo. En aquellas blancas camas donde pequeños cuerpos luchan por vivir, los psiquiatras advirtieron el cruel karma infantil llamado hospitalismo. Infame desnutrición psíquica, masacre de hijos huérfanos de amor.

    Pero siempre hay otra esquina en la misma calle. La de aquellos que le robaron su crear inteligente, por la infame sobreprotección que hubieron de soportar. Negados vilmente de instrumentos, fallan en crecer por sí mismos.

    Préstame atención. El cariño progenitor es gratuito, casi todo el de los demás tiene su precio. Se negocia lo ansiado por lo que se está dispuesto a dar. El mercado de afectos está repleto de buenos y malos negociantes. El hambre de pasiones que se comercia es insaciable. Asciende por una escalera sin peldaño final. Cuando una pasión se alcanza, calma y declina... otra aparece, comenzándose a necesitar, cumpliendo el interminable círculo de la ley del deseo.

    La moneda de cambio es la caricia, pequeña muestra voluntaria del sentir. Paz que estimula a otra persona a devolverla.

    Se acaricia rozando con la mano la piel, o un instrumento musical, con una dulce carta, con la palabra bella, mirando algunos ojos o escuchando desgracias. Todo esto es inevitable en el afectuoso mundo de las caricias.

    Las buenas lo son, porque alimentan. Y las de lástima, agresivas, causantes de dolor o daño moral, son las nefastas. En medio, una fina capa de hielo, entre caricias condicionales que nos dan por lo que hacemos, y las incondicionales que nos dan por lo que somos.

    Hay pobres niños sin caricias ricas. Serán bandidos buscadores de aventuras en las paupérrimas. Se demanda el reto para estar presente. No hay niño ni viejo que soporte oír que no es querido. Cualquier persona digiere mejor la soledad con pareja enojada, que con otra que lo ignora.

    Pero no todos saben del valor de las caricias buenas en la niñez. Quizás, quien castiga a las caricias sea un adulto ignorante. Maltratar a un niño es de mediocres cobardes. Más que por la asimetría física, por desfasaje de almas. El infante tiene un alma inmensamente más grande y frágil. No atina a retribuir maldad. Por ello, por más brutal e injusta que sea la golpiza recibida, primero se impondrá esa mirada de cordero, que luego querrá salvar pidiendo perdón por la ajena culpa. Su empeño es demostrar que es digno de ser querido. Vislumbra ya, a su corta edad, que lo bueno que se piense de él, irá formando su amor tan propio como noble y verdadero.

    Por eso digo, todo adulto busca halago, persiguiendo algún tipo de cariño aprendido alguna vez.

    Como en todo universo, el de las caricias se rige con preceptos:

    Si nunca agradeciste

    Si nunca acariciaste

    Si nunca pediste ayuda

    Si nunca te quisiste

    Si permites que te ofendan, entonces, quien te observe, leerá en las pobrísimas caricias buenas de tu infancia, el claro germen de actuales y próximos enfermos sentimientos.

    Ahora te digo: lo bueno y lo malo no disputan mundos. Más bien van de una misteriosa mano. El criterio de justicia humana es tan vago, que para corregir lo malo aplica otro mal, que curiosamente considera bueno.

    En ciertas épocas, de niños fuimos domados y achicados aún más. Nadie ha escapado de escarmientos, suaves o severos. En ese pasado se aprenden dos lecciones: lo prohibido y las penas para quienes transgredan. Por ello nace como sentimiento la bronca ante la sanción, que crece como enredadera en la pared humana.

    Parece mentira; lo cultivado ayer en la niñez, marca el sendero de acciones al premiar o reprender a otro en cualquier hoy. No inventamos las reglas, fueron los demás los que formaron nuestro inconsciente patrón de acciones.

    A fuego nos marcaron como res en pampa, el duro concepto. Dijeron que lo malo no debe escapar al castigo. Es tan profunda la premisa, que luego sancionamos de la misma forma en que nos ajusticiaron.

    Aquel al que hoy le imponen sólo multa por embestir con triciclo la maceta preferida, será el más tolerante de errores ajenos. Los verá pasajeros. En el otro sitio extremista, de manera contraria y triste, quien sufrió las llamaradas de un infierno de insultos y humillaciones, optará entre horca o guillotina para ajusticiar a quien olvidó ponerle sal a su comida.

    El enojo, el descontrol, busca en cada descarga emocional, justicia y paz espiritual, deseada por el infante que éramos cuando fuimos reprendidos. Nos crearon heridas de memoria, que vanamente intentamos suturar.

    En definitiva, lastima con palabras no el que no ama, sino quien carece de recursos para gobernar sentimientos. Y latiga el cavernícola con sus puños lacerantes la piel ajena y delicada, con un claro intento de dañar. Su bruto golpe nunca será amor.

    Es hora de anécdota:

    Alguna vez contaron esta historia. En un mundo lejano, donde quién sabe por qué razones no existía el hombre, había una verde pradera con un solo espantapájaros y cientos de aves que deseaban adueñarse del maizal. El muñeco de paja, quieto y eterno, reinaba. Era rico, rodeado de alimentos que nunca consumía, y por su aspecto todos le temían. Los plumíferos sobrevolaban y observaban; deseaban el poder del espantapájaros. De vez en cuando alguno intentaba imitarlo, quedándose suspendido en el aire con alas inmóviles, logrando sólo caer a tierra. Otros se le posaban en el hombro para endulzar sus oídos; pero al no tener respuesta, retomaban el vuelo. Y otros, desearon arrebatarle de prepo una mazorca, pero al ver el rostro serio, desistieron.

    El humano no debe actuar como esos torpes pájaros, ni probar nada para mostrar quién es. Simplemente es. Quien imite, haga de amigo al interés o pretenda robar personalidad ajena, dejará en claro la pobreza en la suya, proveniente de incultos padres con desequilibrios entre valoración y censura.

    El que sólo exhiba un esqueleto de autoestima, será usina de celos, mentiras, soberbias, envidias y de viles sentimientos Y sólo conducirá a sus hijos por caminos de lágrimas.

    No importa que a los siete pecados capitales se agreguen otros. De nada sirve que me empeñe en enseñarte las cosas que están mal. Te podría escribir una enciclopedia con la ilusión de abarcarlas todas, y al final, concluida y lacrada, tendría que agregar que está mal ignorarla y no leerla. Por ello, lo malo es infinito. Siempre hay tiempo de sumar una inconducta más. El hombre no debería enseñar sólo lo malo. Es pobre la estrategia. Debería instruirse con valores internalizados en el Yo, forjando al Ser como quijotesco enemigo natural de cualquier incultura bebedora del mal. La mala educación nos llega al cuello y nos tiene en la cuerda floja.

    Propongo humildad, honor, respeto, bondad, solidaridad, lealtad y honestidad; como humanos valores capitales, para hacer grandezas en los maltrechos países que pisamos.

    Tus sentimientos impactarán al hacer de tus valores. Ni tan humilde que no te permitas valorarte, ni tanto honor para que olvides lo mortal. Nunca exceso de bondad, para que no se aprovechen, y jamás la indiscriminada solidaridad, que quite obligación a quien gobierna. Mucho menos, desmedida lealtad a quien no la corresponda. Y de ningún modo, honestidad extrema, vendedora del secreto que no conviene sacar. Moderado, tus sentimientos resultarán equilibrio de balanza entre lo dado y recibido.

    No deberás ser mezquino con tus ideales. Elige los sinceros, que, aunque utópicos, son magnos. Desecha falsos mesías. Son pequeños en poder grande.

    Te pido disculpas, como ves, me he dejado llevar por la pasión. Seguro también tú irás a tener opinión en todo esto.

    Si ves a alguien en el espejo que refleje sólo su figura y no un sano destino, con esfuerzos y anhelos, estás a tiempo aún de avisarle que vire su timón. Pidiendo y aceptando caricias, negando las nefastas, y dando las que sienta a otros timoneles para salvar naufragios. La caricia buena esculpe el alma. Acepta la crítica, aunque es más difícil de tragar que una lisonja. Ten en cuenta que nadie discute lo aprendido desde el primer llanto. Con el tiempo nacen los defensores de aciertos o de absurdos asumidos como naturales. Sólo serán puestos en duda, al conocer otra forma de vivir y confrontarla a su mirada.

    Por todo eso te digo: Los sentimientos son naturaleza humana desde aquel primer minuto. Solo amarás, cuando te hayan sembrado semillas de bondad.

    Los humanos ansían ternura, y guardan en piel y espíritu las primigenias caricias que sintieron. Sin importar su edad, pretenden volver, aunque sea por una vez, a la delicia de esas primeras manos en la espalda. El primer amor ingenuo jamás abandona los pasados.

    También se ven otros humanos, renunciantes de afectos, y perdedores de aventuras felices, por temor a quedar sin nada un día después. Gran error. El amor no es la espera egoísta y temerosa del cariño, sino la generosa y loca desesperación de salir a buscarlo, para poder vivirlo y ser feliz también con el ajeno bienestar.

    Esta noche está expirando. Quiero regalarte esta historia clásica de amor, con propio guion, el de mi tiempo, aunque me obligo a ponerle otro final, indigno de recuerdo. Disculpa la torpeza del relato, no sé contar cuentos, pero me han dicho que lo haga.

    Soñemos un rato...

    Había una vez, brisa de anochecer acariciando un cuerpo de sedoso camisón sobre un balcón...

    El látigo cochero apura seis majestuosos caballos, hiriendo la quietud de una noche idílica. A diez metros de ella, entre la maleza, él, con rostro impaciente, vestido con ropas coloridas y sombrero con una pluma de pavo real.

    —  Chis, chis — chifla él—.

    —¿Quién anda por el jardín?

    —Yo, el hacedor de sueños.

    —¿Cómo te atrevéis a molestar a esta hora?

    —¿Y a esta quién la entiende? —piensa él—. Me dijiste que esperara la puesta del sol.

    —Ya lo sé, tontuelo, sube a mi habitación. Quiero verte de cerca y hablarte al oído.

    Con dificultad, prisa, deseos y amor, R trepa por la verde enredadera.

    Cuando las fuerzas lo estaban abandonando, R escucha de su amada:

    "Hombre que emerges

    del mar de los deseos,

    desordenas mi mente

    agitando el corazón,

    estremeces mi alma

    y en mi piel haces calor.

    De mirada infinita,

    profunda y constelada,

    pareces el amor.

    Te ves íntegro, eres íntegro,

    bello del alma a los pies

    y de los pies al alma.

    Hombre sublime y eterno

    no puedo evitar sentirte,

    ni frenar este cariño.

    Existes en mi pecho,

    te sueño; así, te encuentro.

    te quiero, sin más peros".

    R juntó sus fuerzas, y se hizo del balcón. Se miraron con el alma unos instantes, sus corazones latieron al unísono, y sólo por un momento se escucharon suspiros volando al firmamento.

    Él, tomo la mano de J, se acercó y susurró:

    "Caigo encantado ante la luz de tu mirada

    quedando absorto en tu dulzura.

    Totalmente enloquecido al escucharte,

    sin poder evitar llorar, por tu ternura.

    Has logrado encariñarme totalmente...

    Más aún, te has vuelto necesaria.

    En tus vuelos quiero acompañarte,

    caer en tus brazos, ser luz en tus pupilas,

    darte mil sonrisas, y en tu alma ser cosquillas,

    y por qué no también, algunas lágrimas.

    Regresarte al don de emocionarte.

    No escapar de mis deseos,

    guardándote en mi pecho.

    Aferrarme al beso que mate los recelos.

    Saber tus defectos y aceptarlos,

    cuando a los míos los puedas tolerar.

    En precipicios, ser tu puente al infinito.

    Que la vida nos permita amarnos,

    y ser vida después en lo fraterno,

    más allá del límite... en lo eterno."

    Después de este discurso un beso pasional unió a los dos. Y J por histérica, sonsa o romántica, luego preguntó:

    —¿Qué pretendes de mí?

    Él la miró y atinó a decir —Por una y nada más que por única vez, quiero que te duermas en mis brazos eternamente.

    Pasaron unos minutos en silencio, y ella rompió el romanticismo nuevamente con otro problema:

    —Nuestras familias se oponen a lo nuestro, no es mi deseo que sufras.

    Antes de la llegada del segundo beso, él le juró:

    "Si de mis ojos cae alguna lágrima

    que lastime fuerte a este corazón,

    duele pero pasa, y pasa porque acaba,

    cuando pienso en todo, y mi todo sos vos".

    Sólo se amaron porque en ellos habían germinado semillas de bondad.

    ¿Viste?, en este mundo de tristeza inútil, perdido por herido, ruin, incrédulo y malvado, alguna vez dos almas, sin culpas por ser buenas, absorbieron el inesperado fruto del encuentro, siempre por caer... y se han podido amar.

    Segunda noche: Lo superior nacerá en ti

    ––––––––

    Aquí estoy de nuevo, y veo que me estabas esperando. Esta noche te hablaré de lo que restó ayer. De mis valores, que, si quieres, pueden ser tuyos.

    Primero quiero que sepas, que tu capacidad de resolver problemas blandiendo saberes o vivezas, es la nunca bien definida preciada inteligencia. Tu velocidad de resolución será el parámetro visor de su grado. El más rápido en solucionar, es el sagaz. La inteligencia está impregnada con razón y objetividad, tanto como los afectos de subjetividad y pasión.

    Como ave fugitiva del invierno y tras el sol, la fría lógica muestra una ruta que al final arriba al calor de los afectos. Por obra y gracia de tu inteligencia, manejarás tu alegría o tu tristeza, tu admiración y hasta tu enojo.

    La conciencia encumbra en altos procesos de inteligencia a los sentimientos superiores. Valora más que mundo, universos. Podrás sentir aprecio singular, pero indudablemente en todos nacen los altruistas filantrópicos amores por un todo.

    He tirado a la basura mi vergüenza, estoy dispuesto a confesarte mis sentires. Saco ahora del bolsillo mis creencias, rubricando la sentencia de un divorcio con aquellos que no piensen tan igual.

    ¡Ay, ay, ay! ... cuántos sentimientos superiores me embargan.

    Entre ellos, la impronta metafísica ha cargado de asombros mi conciencia. Me ha atormentado la incompletitud misteriosa del origen y el temerario destino del ser vivo. Lo recóndito y trascendente de su fin.

    Ella

    Se mira entre asombros cuando se aparece

    se oculta expectante, y al final sorprende,

    se anima a ser causa de juicios y llantos

    se para en la línea... abraza y envuelve.

    Se torna tan fría, se piensa como éxodo,

    se odia, se presume cual fin de vertiente,

    se olvida que existe en las mentes de grandes

    se estudia y se esquiva, en lucha ferviente.

    Se promete tanto hasta llegar a ella,

    se convierte en cosas que cura no tienen,

    se une a mortales como fiel esposa

    se ignora, y también, se busca inconsciente.

    Se intenta alejarla, mas no se detiene

    se recuerda o siente, se jura, se teme,

    se acerca en el tiempo, e inexorablemente,

    se opone a la vida... la señora muerte...

    ––––––––

    Hay momentos de bondad, generosidad, piedad y justicia. Brotan en todos. La ética, es

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